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    Juegos Olímpicos de París 2024: la fábrica de deportistas argentinos está en el Río de la Plata y el Paraná

    Ocho de las últimas 30 medallas ganadas desde Atlanta 1996 por Argentina fueron gracias a la vela, un deporte practicado en la cuenca del Plata que volverá a ser una de las grandes apuestas del país en los próximos Juegos Olímpicos; la motosierra de Javier Milei no funciona en el agua

    Si el deporte mundial vive tiempos en los que Arabia Saudita y el resto de la península parecen quedarse con todas las figuras y torneos que quieran, los ya inminentes Juegos Olímpicos París 2024, que comenzarán el 26 de julio, comprobarán que hay talentos que no pueden ser comprados ni transferidos: la geografía de cada país sigue siendo determinante para el biotipo de sus deportistas. Dime dónde naces y te diré a qué disciplina te dedicarás.

    Así como en el valle del Rift, al este de África, nacen los maratonistas que rompen los récords mundiales, en las montañas de Colombia y Ecuador se producen los mejores ciclistas de América y en el Caribe están los genes de los velocistas, la vía fluvial entre el Río de la Plata y el río Paraná es el alma del deporte olímpico argentino. O, al menos, la fábrica de sus podios. Ocho de las últimas 30 medallas ganadas desde Atlanta 1996 fueron gracias a la vela, un deporte practicado en la cuenca del Plata que volverá a ser una de las grandes apuestas de Argentina en París 2024. La motosierra de Javier Milei no funciona en el agua.

    Con tres medallas, una de ellas de oro en Río de Janeiro 2016, el regatista Santiago Lange es uno de los argentinos más ganadores de los Juegos Olímpicos, solo por detrás de Carlos Mauricio Espínola, también representante de vela, y de Luciana Aymar, figura de hockey sobre césped, ambos con cuatro. En su biografía titulada Viento, Lange –participó en siete Juegos, récord argentino– reconstruyó que su amor por los deportes náuticos comenzó en el norte del conurbano bonaerense, pocos kilómetros al norte de la capital federal, a orillas del Río de la Plata.

    “Todo empezó como un juego. Nuestro patio de aventuras comenzaba allí donde el parque arbolado del Yacht Club Argentino balconea sobre el río, y se volvía infinito una vez que abordábamos nuestros pequeños barcos. Con apenas siete años teníamos para nosotros el río Luján y, más allá, el Río de la Plata, inmenso e inabarcable. Crecer en el punto exacto donde un gran embudo de agua dulce, del color oscuro de la tierra, se convierte en un delta de islas, islotes, ríos y riachos me dio un acceso excepcional a lo que desde siempre fue mi gran pasión, navegar. Pronto, en medio de aquellas pruebas, comenzamos a descubrir los secretos de la naturaleza. Para llegar primeros debíamos advertir de qué lado soplaba más viento o reaccionar rápido cuando había un cambio en su dirección”, sostiene Lange.

    Desde Atlanta 1996 hasta Río 2016, los representantes argentinos de vela acumularon seis Juegos consecutivos arriba del podio, una proeza que solo el boxeo superó en la historia, con ocho ediciones seguidas, desde París 1924 hasta Roma 1964. Y aunque en Tokio 2020, la menor cosecha en Juegos Olímpicos para la delegación albiceleste en los últimos 28 años, se cortó esa racha, también fue una pintura de la actualidad: si la vela no suma, Argentina lo siente. Las dos disciplinas más exitosas son justamente el boxeo, con 24, y la vela, con 10, sobre 77 en total. Una en el comienzo de la historia olímpica y la otra en el presente.

    Argentina, en verdad, siempre festejó sobre el agua, y no justamente el de las piletas: el remo aportó platas en Helsinki 1952 y Múnich 1972, y bronces en Berlín 1936 y México 1968, mientras que la vela ganó platas en Londres 1948 y Roma 1960. Pero la confirmación de la vela como la gran fábrica de medallas llegó en los últimos 28 años: oro en Río de Janeiro 2016, platas en Atlanta 1996 y Sídney 2000, y bronces en Sídney 2000 (2), Atenas 2004, Pekín 2008 y Londres 2012.

    En estos últimos 28 años, la mayor cantidad de medallistas olímpicos argentinos se formaron en el inmenso estuario del Río de la Plata y en los clubes de regatas ubicados a lo largo del río Paraná, 800 kilómetros del canal fluvial conocido como la hidrovía, por donde salen el 80% de las exportaciones del país, en especial soja y cereales. No solo navegan miles de embarcaciones que trasladan toneladas de producción industrial y agropecuaria: es una hidrovía deportiva en la que también se entrenan posibles medallistas olímpicos.

    En la vasta geografía argentina hay, además, otros lugares donde se practica vela, por ejemplo, en la costa atlántica o en cada laguna del interior en las que se multiplican los clubes de yachting, pero la gran cantidad de navegantes de primer nivel mundial que tiene Argentina se explica en la cuenca hidrográfica del Plata. A diferencia de la hostilidad en invierno que caracteriza a la costas de Mar del Plata y del extensísimo mar Argentino en la Patagonia, el Paraná y el Río de la Plata ofrecen un clima benigno y son ríos navegables todo el año. A lo largo de cientos de kilómetros, en sus orillas se levantan grandes ciudades entre Buenos Aires y su periferia y Corrientes, entre tantas otras. A la enorme estructura de clubes, en especial en el norte de la ribera bonaerense, se le suman regatas que se replican por todo el país. El Gran Prix del Litoral, por ejemplo, es una fiesta de pueblos y capitales provinciales que tiene fechas en San Pedro, Villa Constitución, Paraná, Santa Fe y San Nicolás. No se trata, es cierto, de un deporte barato ni al alcance de todos: algunos clubes son exclusivos y las embarcaciones para la clase infantil, Optimist, enfocada para los chicos de entre 6 y 15 años, cuestan cerca de 4.000 dólares. Pero, aun así, las competencias rebosan de jóvenes y adultos.

    Así como Lange comenzó a entrenarse en San Fernando y San Isidro, su compañera en el oro de Río 2016, Cecilia Carranza, se crio 300 kilómetros al norte, en Rosario. También río arriba, el correntino Espínola empezó a navegar en la laguna Totora, un humedal en las cercanías del río Paraná y de la capital provincial. Pero, medallas aparte, cada puerto tiene su héroe: la hidrovía deportiva es un semillero de navegantes.

    Hasta el cierre de esta nota, Argentina lleva más de 100 deportistas clasificados a París 2024. La mayoría, claro, pertenece a las disciplinas colectivas, como las selecciones de fútbol, handball, rugby 7 (masculinas) y de hockey sobre césped (ambos géneros). Pero por fuera de esa especificidad, otra vez se destacan los deportes náuticos. En canotaje, competirán Agustín Vernice (Bahía Blanca) y Brenda Rojas (San Pedro). De remo, Sonia Baluzzo (Buenos Aires, entrenada en el dique Luján), Evelyn Silvestro (Zárate), Alejandro Colomino (San Fernando) y Pedro Dickson (también porteño). Y de vela, en sus diferentes clases, Mateo Majdalani, Francisco Saubidet y Luciana Cardozo (Buenos Aires), Eugenia Bosco (San Pedro), Francisco Guaragna (Rufino, Santa Fe, a 50 kilómetros de la laguna La Picasa), Catalina Turienzo (Monte Hermoso) y Chiara Ferretti (Córdoba).

    Se trata, salvo alguna excepción, como Ferretti y Guaragna, de deportistas que nacieron enfrente de ríos y del mar Argentino, lugares en los que se crían muchos jóvenes entre un medio ambiente hermoso, rodeado de naturaleza, y con muchas posibilidades: pescar, navegar, hacer esquí sobre agua. Y, algún día, representar a la Argentina en los Juegos Olímpicos.