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    Abuso animal a beneficio de ancianos

    El hecho de que tantos organizadores de jineteadas hayan preferido suspender las actividades hace pensar que sus eventos no aseguran ni las condiciones mínimas para el bienestar del animal que están usando en el espectáculo

    Columnista de Búsqueda

    “Disposición final de cadáveres” es uno de los últimos ítems que aparece en la reglamentación de jineteadas del Instituto Nacional de Bienestar Animal (INBA), cuando se llega a la parte en la que se habla de la “post competencia”. Ahí se establece la necesidad de coordinar un “plan para la disposición final de cadáveres que sea adecuado para la salud y el ambiente”. Por “cadáveres”, el INBA se refiere a los cuerpos muertos de los equinos que pueden eventualmente quedar tirados en el predio donde se desarrolló la competencia.

    Elijo empezar hablando de esto porque, para una mirada ajena a los debates sobre jineteadas como es la mía, encontrarse con un punto del articulado que tenga que reglamentar lo que hay que hacer con los caballos muertos da un indicio de lo que se puede esperar que pase en estas “competencias”.

    Todo el lío alrededor del tema de las jineteadas, impulsado por un legislador del Partido Nacional, es más o menos así: el 10 de febrero de 2025 entró en vigor el reglamento que entiende sobre bienestar animal en actividades con equinos. Según explicó la activista y docente de Filosofía Rita Rodríguez a El Observador, la realización de este reglamento implicó “un diálogo muy extenso entre todos los integrantes del instituto”. Es decir, entró en vigor en febrero, pero se viene discutiendo desde mucho antes con representantes de todas las instituciones que integran el INBA: Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca; gremiales de productores agropecuarios; Sociedad de Medicina Veterinaria del Uruguay; Facultad de Veterinaria; Congreso Nacional de Intendentes, Ministerio de Salud Pública a través de la Comisión Nacional de Zoonosis y las protectoras de animales. Después de más de un año y medio de discusiones, el instituto logró plasmar, en ese documento, el acuerdo alcanzado entre las partes para establecer algunas condiciones básicas para las jineteadas.

    Como subraya Rodríguez, el reglamento aprobado no prohíbe las jineteadas (como hubieran querido las sociedades protectoras de animales), sino que establece apenas unas condiciones mínimas de bienestar para los caballos que son utilizados en los eventos. Pero, claro, establece unas multas para quienes no cumplan esas condiciones mínimas, y parece que eso generó que muchos organizadores de jineteadas decidieran “auto” darse de baja, para evitar sanciones.

    El legislador blanco puso el grito en el cielo y aprovechó para usar la palabra de moda: woke (dando a entender, de paso, que escucha la misma radio que Trump y Milei). Una palabra en inglés que la mayoría de la gente no termina ni de entender lo que quiere decir, pero que es la nueva forma de crear un enemigo invisible, y eso siempre viene bien (comentario aparte, no puedo dejar de pensar que los que se quejan del lenguaje inclusivo porque “decir todos y todas destruye el idioma español” son los mismos que se apuran en llenarse la boca con palabras como woke). Resulta entonces que, según el legislador, la reglamentación del INBA es culpa de la “cultura woke”, es decir, de gente que no sabe de campo, casi parece que dijera de gente que está en contra del campo o algo así. Porque esa es la fórmula que les funciona: contraponer una cosa a otra, enfrentar, polarizar, siempre.

    Pero al leer el reglamento de jineteadas del INBA, encuentro exigencias de lo más razonables, como que: “Todos los espectáculos deberán contar con control veterinario”, o que “el entorno de los equinos pre y post competencia deberán estar en condiciones tales que no provoquen lesiones a los animales”, que “deberán disponer de agua de bebida mientras estén concentrados en el predio donde se realizará la jineteada”, que “los palenques deberán estar forrados con un material acolchonado que disminuya la posibilidad de traumatismos graves”, que “se prohíbe el uso de sustancias de cualquier naturaleza y la aplicación de cualquier clase de droga” al equino durante la prueba, y toda una lista de requisitos que vale la pena leer para entender que básicamente apuntan a eliminar lo más posible la crueldad reinante en muchos casos.

    El hecho de que tantos organizadores de jineteadas hayan preferido suspender las actividades hace pensar que sus eventos no aseguran ni las condiciones mínimas para el bienestar del animal que están usando en el espectáculo. Aunque me gusta imaginar que tal vez decidieron suspenderlas para poder mejorar las condiciones para el año próximo y evitar así que el evento se transforme lisa y llanamente en disfrutar de cómo se abusa de un animal en las peores condiciones de bienestar posibles, y encima, que ese show del abuso sea en beneficio de hogares de ancianos, escuelas y hospitales.