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Con las medidas de política comercial adoptadas desde la llegada de Donald Trump al poder, y a tan solo una semana del Liberation Day con sus aranceles “recíprocos”, EE.UU. se aparta de las reglas del comercio mundial y de los acuerdos preferenciales que ha suscrito
Un arancel a las importaciones es estrictamente equivalente a un subsidio a la producción doméstica sustitutiva de importaciones (aumenta el precio al productor), financiado por un impuesto al consumo del mismo valor (aumenta el precio al consumo). Se trata de una redistribución de ingreso de los consumidores a los productores. Además de esta transferencia, el arancel crea un ingreso para el gobierno. Si el país que aplica los aranceles es un actor importante en el mercado global y tiene poder para influir en los precios internacionales, estos se reducirán y parte del ingreso arancelario será asumido por los exportadores del resto del mundo a través de menores precios. Este fenómeno se conoce como el efecto “términos de intercambio” de la política comercial. Mientras que los efectos distributivos internos tienen un costo en términos de eficiencia (sobreproducción y subconsumo del bien protegido), los efectos distributivos internacionales (comprar a menores precios) son estrictamente positivos para el país que aplica la protección. De la interacción entre estos efectos surge el concepto de tarifa óptima para un país grande, definida como “el nivel de protección que maximiza la diferencia entre los beneficios de aplicar un arancel a las importaciones (menores precios de importación) y los costos asociados a la distorsión de precios (menor eficiencia)”.1
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Al menos dos advertencias deben ser formuladas en relación con este análisis. La primera se refiere al patrón de circulación de la producción a escala internacional. La segunda está vinculada con las represalias por parte de los países exportadores afectados por la protección y el principio de reciprocidad.
La primera advertencia radica en que este análisis supone que el producto importado sujeto al arancel se consume completamente en el mercado doméstico y se produce exclusivamente en el país exportador. Sin embargo, este modelo no se ajusta a la evolución del comercio internacional, en el que predomina el comercio de insumos, reflejando la fragmentación de la producción a escala global. En la actualidad, se importan bienes para transformarlos y exportarlos en procesos altamente complejos, con estructuras productivas diversas (secuencias en cadena, modelos circulares, estructuras de estrella). La producción mundial está internacionalizada e involucra no solo el movimiento de bienes, sino también de factores de producción primarios, en particular el capital.
Cuando se analizan los efectos de la política comercial en este contexto de cadenas globales de valor, los resultados son significativamente distintos. Un estudio reciente concluye que los países se benefician al reducir la protección de los bienes finales que importan cuando el contenido doméstico de esa producción es elevado.2 Esto ocurre tanto por el uso de insumos producidos localmente como por la presencia de factores de producción nacionales en el país exportador. Asimismo, cuando los países producen bienes domésticos, prefieren menor protección en función de la intensidad de los bienes y servicios importados necesarios para dicha producción. La liberalización comercial ha acompañado históricamente el proceso de fragmentación productiva.
La nueva política comercial debe considerar la nacionalidad del valor agregado de un producto y la remuneración de los factores de producción domésticos. Un efecto que parecía claro en el antiguo modelo de comercio ha cambiado de sentido en el actual patrón basado en cadenas globales de valor.
Este fenómeno puede ilustrarse con el caso de la industria automotriz y el reciente anuncio del gobierno de EE.UU. de establecer un arancel del 25% para autos y autopartes importadas a partir del 3 de abril.3 No está claro si los factores de producción asociados a la industria automotriz de EE.UU. serán beneficiados. En cambio, es evidente que los consumidores enfrentarán precios más altos. En los casos en que los autos sean ensamblados en el extranjero con partes fabricadas en EE.UU., o en EE.UU. con autopartes importadas, los efectos pueden ser perjudiciales. La situación es particularmente evidente en el comercio automotor con México, en el que el anuncio parece anticipar excepciones para autopartes con valor agregado estadounidense. No obstante, la gestión de estas regulaciones se vuelve compleja y rompe con el principio de simplicidad aduanera, fundamental para su aplicabilidad y resistencia a presiones externas.
Reciprocidad y represalias
La segunda advertencia sobre los aranceles se relaciona con el principio de reciprocidad. En un entorno de competencia no cooperativa, en el que cada país adopta medidas proteccionistas en respuesta a las de sus socios comerciales, se alcanza un equilibrio conocido como “guerra comercial”, en el que todos los países aplican barreras, el comercio se reduce y el bienestar global disminuye. Este fenómeno se asemeja al “dilema del prisionero” en teoría de juegos. La única forma de evitar este mal equilibrio es la cooperación comercial y el establecimiento de compromisos que impidan la búsqueda unilateral de beneficios a expensas de los demás. Históricamente, la cooperación comercial ha estado estrechamente ligada al crecimiento económico global.
Dos principios han sido claves en la evolución del comercio internacional: la cláusula de nación más favorecida (que prohíbe la discriminación entre socios comerciales) y su excepción en el contexto de acuerdos de libre comercio.4 Además, la reciprocidad ha sido central en la liberalización comercial, reflejada en las ocho rondas de negociaciones concluidas hasta la fecha. La reciprocidad en estas negociaciones se ha basado en la reciprocidad de la “primera diferencia”, es decir, reducciones proporcionales en los niveles arancelarios, incluso cuando estos niveles son inicialmente distintos. Solo mediante acuerdos de libre comercio se ha logrado una reciprocidad total en la eliminación de barreras comerciales.
Si el unilateralismo hubiera sido la norma desde la posguerra, el comercio global no habría experimentado el crecimiento acelerado observado desde los años 80. La expansión del comercio ha impulsado la prosperidad global y el desarrollo de economías emergentes, contribuyendo a un equilibrio económico más estable a escala internacional.
Con las medidas de política comercial adoptadas desde la llegada de Trump al poder, y a tan solo una semana del Liberation Day con sus aranceles “recíprocos”, EE.UU. se aparta de las reglas del comercio mundial y de los acuerdos preferenciales que ha suscrito. Este giro hacia un unilateralismo agresivo, anticipado en Trump 1.0, ha fracturado aún más un sistema ya debilitado, colocando a EE.UU. fuera del marco normativo del comercio global.
El principio de reciprocidad en el acceso a mercados es especialmente relevante para los países de la región, cuyas ventajas comparativas se concentran en productos altamente protegidos en economías industrializadas. Sin embargo, su análisis debe realizarse con rigor tanto teórico como aplicado. La justificación del proteccionismo unilateral basada en balances comerciales bilaterales es errónea, pues confunde equidad en el acceso al mercado con balanza comercial bilateral. Además, la reciprocidad debe considerar todas las barreras al comercio, incluyendo las del sector servicios. Justamente, en servicios y en especial en la economía digital, EE.UU. tiene un balance comercial siempre positivo, lo que revela las ventajas en estos sectores que acceden al mercado global en condiciones de mucha apertura y que erosionan las bases fiscales domésticas dado que muchísimas transacciones no están gravados por los impuestos domésticos, ya no los de frontera.
La falta de avances en la liberalización multilateral en las últimas tres décadas ha dejado vacíos en la regulación comercial. No obstante, la única salida sigue siendo la cooperación. La respuesta de los actores globales deberá incluir represalias comerciales justas y, al mismo tiempo, el fortalecimiento del sistema multilateral de comercio. La Unión Europea y China tienen incentivos alineados para asumir un liderazgo en esta nueva etapa. En una próxima nota, se explorarán los efectos esperados en el comercio mundial.
1. Este análisis puede ser extendido a otros instrumentos de política comercial con un efecto equivalente a un arancel. Hay dos diferencias. La primera es la transparencia del efecto; las otras barreras no arancelarias siempre son opacas. La segunda, quién se queda con el ingreso arancelario o equivalente, o la renta del instrumento, que en estos otros casos no necesariamente es el gobierno, lo que cambia los efectos distributivos y la economía política del problema. Para simplificar, pensemos solo en aranceles, que es la forma en la que el gobierno actual de EE.UU. está actuando, usando el criterio de facilitarle al país afectado la medida del potencial daño que él mismo genera.
2. Ver Emily J. Blanchard, Chad P. Bown, Robert C. Johnson, 2025. “Global Value Chains and Trade Policy”, The Review of Economic Studies, March, rdaf017.
3. El 26 de marzo la Casa Blanca emitió una proclamación y una hoja informativa invocando la Sección 232 de la Ley de Expansión del Comercio de 1962 para imponer aranceles del 25% a los automóviles y ciertas piezas de automóviles, como motores, transmisiones, partes del tren motriz y componentes eléctricos, el 3 de abril de 2025. También se anuncian exenciones arancelarias especiales para las piezas de automóviles que cumplan con el T-MEC, así como para el valor del contenido estadounidense incorporado en los automóviles importados bajo el T-MEC. Ver Chad Bown, 2025.