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    Circuitos del alma

    Para Plotino era la creatividad la que realizaba las ideas, y esa creatividad era la propiedad más perfecta de un ser divino, por lo que la obra del artista era un reflejo de la deidad y una forma de parecerse a él

    Columnista de Búsqueda

    Siglos de opaco silencio no consiguieron acallar la fuerte influencia de Plotino en el desarrollo del pensamiento medieval y también moderno. En su momento, bajo la luz de las escuelas de Alejandría y luego gracias a los escritos de Porfirio, su obra resplandeció en las reflexiones filosóficas y teológicas en los maestros de la Antigüedad tardía. Pero habrá que esperar a que sus escritos fueran redescubiertos a finales de la Edad Media y traducidos empeñosamente en el significativo año de 1492 por Marsilio Ficino, humanista.

    Su mirada, hay que advertirlo, alimentó la fantasía dualista hasta extremos importantes, dividiendo el alma humana en dos partes: todas las funciones relacionadas con el cuerpo, es decir, vegetales y animales, así como todas las imperfecciones y pecados, las transfirió a la parte inferior del alma de manera platónica, de modo que la parte superior estaba completamente libre de ataduras corporales y de cualquier imperfección. Al pertenecer a las regiones superiores, el alma, sin embargo, desciende a las inferiores para espiritualizarlas y así elevarlas. Ya era un concepto diferente al platónico-pitagórico; de esa raíz Plotino conservó la convicción de que el alma, aunque eleva el mundo físico, sin embargo, habiéndolo alcanzado, desciende porque pierde su conexión con las regiones superiores y se aleja de la existencia divina. Para poder regresar a ellas necesita convertirse: debe volverse hacia las esferas perfectas después de detener el impulso que la arrastra hacia esferas de existencia inferiores, humillantes. Así, el alma enfrenta dos caminos: hacia abajo y hacia arriba. El primero va en la dirección natural de disminuir la perfección del ser, y el segundo es el camino del retorno, que se supera gracias a los esfuerzos del alma.

    El alma superior, dijo, confiere luz a dioses y espíritus estelares incorpóreos, el alma inferior o naturaleza se multiplica en almas demoníacas, humanas, animales y vegetales, condensando para ellos la “no existencia” de la materia en cuerpos correspondientes, sujetos a una sensualidad engañosa. Así como la luz y el calor se debilitan a medida que se alejan de su fuente y finalmente desaparecen en completa oscuridad y frío, así las emanaciones de luz y calor divinos —a través de la mente y el alma— se debilitan gradualmente en la naturaleza hasta alcanzar la ausencia o privación total de verdad y bondad en la materia, que es despreciablemente mala. Pero si la materia, lo visible tiene un carácter tan puramente negativo, entonces la forma de este mundo la toma el alma del cosmos ideal más elevado; desde este lado, el mundo que percibimos es razonable y hermoso. La belleza es la penetración de un objeto sensorial en su significado ideal, es la tangibilidad de una idea. La tarea moral consiste en el retorno gradual del alma desde lo material o carnal, pasando por lo sensorial, hasta lo ideal o inteligible, y de este a lo divino, orden directamente opuesto al descenso de lo divino en el universo. Postuló al respecto: “Sin verdadera virtud, Dios es una palabra vacía”.

    Para hacer patente ese sentido nos explicó que el camino hacia la cima puede superarse de diferentes maneras: mediante esfuerzos cognitivos, estéticos o morales. Por tanto, la teoría del conocimiento, la estética y la ética fueron miembros paralelos del sistema filosófico de Plotino.

    Bajo esta perspectiva se puede establecer que la teoría del conocimiento de Plotino no era ni una teoría de la ciencia, como la de Platón, ni una lógica formal como la de Aristóteles; estos esfuerzos puramente científicos ya entonces habían perdido el valor que tuvieron para los griegos de la era clásica. Más bien, era una teoría de acercarse a Dios a través del conocimiento. En consecuencia, también el arte dejó de ser lo que era para los antiguos griegos, es decir, una imitación de la realidad. Por el contrario, era para él la creatividad la que realizaba las ideas, y esa creatividad era la propiedad más perfecta de un ser divino, por lo que la obra del artista era un reflejo de la deidad y una forma de parecerse a él. De resultas la ética igualmente se vio afectada, dado que lo que hasta el momento se habían considerado virtudes dejó de ser el objetivo más elevado de la vida moral. Por encima de las virtudes “cívicas”, más allá de las cuales ni Platón ni Aristóteles se atrevieron más lejos, Plotino colocó las virtudes que purifican, e incluso por encima de ellas, las virtudes más elevadas que asimilan el alma a Dios.