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    El “estado del alma” olvidado

    Lo ideal sería generar aquel “estado del alma” que reclamó sin éxito Batlle a principios de siglo, para poder crear el clima necesario como para avanzar definitivamente en conocer primero la verdad y después dar vuelta la página del pasado reciente

    Hay ciertas discusiones en Uruguay que van y vienen, como la marea. Son temas que nunca terminan de resolverse y que cada tanto resurgen por algún nuevo acontecimiento o por un comentario polémico o por un recuerdo que vuelve para dejar en evidencia lo lejana que está la salida definitiva.

    En algunos casos, la extensión en el tiempo responde a la desidia política, que trasciende a los gobiernos de turno. Para poner solo un ejemplo, la reforma del Estado es algo a lo que todos los principales partidos políticos se refieren durante las campañas electorales pero que, una vez que alguno de ellos llega al gobierno, dejan de lado. Eso ha venido ocurriendo en todas las últimas administraciones y así también pasa con asuntos referidos a la educación o la inseguridad.

    Pero en otros casos, el problema responde a heridas muy profundas, arrastradas desde hace décadas, que están lejos de sanarse. Eso es lo que ocurre con, por ejemplo, el periplo que sufrieron y el paradero final de los detenidos desaparecidos durante la dictadura militar. Es un tema que sigue abierto y cada cierto tiempo vuelve a ocupar los primeros lugares de la agenda política. Falta mucho para que pueda resolverse y eso también tiene su explicación en el pasado.

    El primero que buscó darle un cierre fue el expresidente colorado Julio Sanguinetti a la salida de la dictadura en 1985, con lo que denominó el “cambio en paz”. Para eso, el Parlamento votó la “ley de amnistía” a los presos políticos y luego la “ley de caducidad” a los militares, que fue sometida a referéndum y confirmada por la mayoría de los uruguayos.

    En los años siguientes no hubo muchos movimientos, aunque se hizo evidente que el tema seguía latente, y a principios del siglo XXI el entonces presidente Jorge Batlle resolvió instalar la Comisión para la Paz para de esa forma intentar “sellar la paz” entre los uruguayos. Las investigaciones de la comisión generaron información muy relevante y durante el mandato de Batlle se logró, entre otras cosas, dar con el paradero en Montevideo de la nieta del poeta argentino Juan Gelman, cuyos padres fueron desparecidos durante las dictaduras argentina y uruguaya.

    Al asumir el Frente Amplio el gobierno el 1º de marzo de 2005, el entonces presidente Tabaré Vázquez anunció que su administración entraría a los cuarteles a excavar buscando restos de detenidos desparecidos. A su vez, habilitó algunos procesos judiciales a militares en el marco de las excepciones a la “ley de caducidad”. El tema volvió a ocupar los primeros lugares en la agenda política, con la aparición de restos óseos por un lado y, por el otro, exgobernantes de la dictadura, militares y policías procesados con prisión.

    Pero no se aquietaron las aguas. Al contrario. Hasta el día de hoy, cuarenta años después de la restauración democrática, sigue lejos de resolverse esa cuestión referida a heridas profundas abiertas en el pasado reciente, porque hay mucha información por conocer todavía.

    Las repercusiones de las declaraciones de la ex vicepresidente Lucía Topolansky, que en el libro “Los indomables” del periodista Pablo Cohen dijo que algunos de los testigos que declararon ante la Justicia en juicios contra militares presos, habían mentido, son una prueba de lo lejos que está de solucionarse el problema.

    Tanto el Frente Amplio como los familiares de los detenidos desaparecidos cuestionaron y se distanciaron de lo dicho por Topolansky y, del otro lado, el líder de Cabildo Abierto, el senador Guido Manini Ríos, lo respaldó y dijo que la justicia se ha transformado en un camino de “venganza” hacia los militares.

    En el medio, muchos volvieron a recordar viejas cuestiones referidas a militares, tupamaros, comunistas, pactos de silencio, ancianos que permanecen presos, supuestos acuerdos políticos de cara al próximo gobierno y muchas cuestiones más.

    Verdad y justicia es lo que reclaman los familiares de los detenidos desparecidos y muchos dirigentes políticos. El asunto de fondo es si es posible, en las actuales circunstancias, juntar ambas palabras. Es evidente que muchos de los que poseen la información tan imprescindible como para poder avanzar se la están guardando. Capaz que varios de ellos tienen temor a represalias si hablan y otros no quieren romper compromisos pasados o traicionar a los que fueron sus camaradas.

    Lo ideal sería generar aquel “estado del alma” que reclamó sin éxito Batlle a principios de siglo, para poder crear el clima necesario como para avanzar definitivamente en conocer primero la verdad y después dar vuelta la página del pasado reciente. El problema es que ninguna de las partes parece muy dispuesta a ceder lo que tiene que ceder para poder lograrlo. Y así es imposible.