Poder responder a la pregunta “¿cuál es mi mayor debilidad?” es una oportunidad para demostrar autoconciencia, honestidad, capacidad para aprender y crecer. El arte de la guerra, un antiguo tratado militar chino escrito por Sun Tzu, un estratega y filósofo que vivió aproximadamente entre el año 475 a. C. y el 221 a. C., aborda la cuestión de la debilidad en varios pasajes. Una de las más conocidas frases del libro es: “Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no debes temer el resultado de cien batallas”. Una de las ideas centrales de su obra es que conocer tanto las fortalezas como las debilidades de uno mismo y del enemigo son herramientas fundamentales para una estrategia exitosa.
Algunas personas muy exitosas que conozco están atormentadas por la ansiedad. Cuando hablo con ellas plantean que su ansiedad es la característica que más les influye negativamente en su vida personal y laboral. Se preocupan por los peores escenarios y en cada pequeño paso piensan que algo podría salir mal. Se quejan de los errores y se comparan desfavorablemente con los demás. Se centran en los comentarios negativos y desestiman los elogios. En muchos sentidos, su ansiedad (su debilidad) es también su mayor ventaja por sobre los demás: después de todo, alimenta su impulso, trabajo duro y logros. Lo reconocen como el lado oscuro de su fuerza.
La ansiedad es algo con lo que he vivido toda mi vida, desde preocuparme por los deberes que me mandaba la maestra en la escuela hasta pensar demasiado en mi carrera universitaria y catalogar como una catástrofe mi decisión de cambiar de carrera dos veces. No siempre supe el nombre de lo que estaba experimentando, lo que lo hizo aún más difícil de abordar.
La ansiedad puede generar dudas a la hora de tomar decisiones, problemas de concentración, alteraciones del sueño, cambios repentinos de humor y afectar enormemente la calidad y profundidad de las relaciones interpersonales. Este problema de salud mental es cada vez más común a nivel mundial. Según la Organización Mundial de la Salud, hay más de 350 millones de personas en todo el mundo que padecen algún trastorno de ansiedad. Este tipo de problema afecta más a las mujeres que a los hombres. En 2022 se estimó que el 63% de los adultos con ansiedad eran mujeres y el 37% hombres. Los síntomas de los trastornos de ansiedad aparecen cada vez más temprano, durante la infancia o la adolescencia.
Hay una delgada línea entre el estrés y la ansiedad, pero hay una distinción. Pensémoslo de esta manera: el estrés suele ser una respuesta a un desencadenante externo, mientras que la ansiedad a menudo se desata internamente por pensamientos excesivos o rumiantes, como preocupaciones sobre el pasado o el futuro. Las situaciones estresantes también pueden provocar espirales de pensamiento, lo que resulta en ansiedad.
Un buen criterio básico para determinar si el estrés o la ansiedad se han vuelto problemáticos es determinar o detectar si han comenzado a afectar negativamente dominios clave de la vida, como el trabajo o las situaciones sociales. Cuando esto sucede, puede ser el momento de considerar obtener ayuda externa de un terapeuta, psiquiatra u otro profesional de la salud mental.
La ansiedad en el ámbito laboral puede manifestarse de formas muy variadas y sutiles. Desde los síntomas físicos más evidentes, como taquicardias o dolores de cabeza, hasta las expresiones emocionales más profundas, como la sensación de inadecuación o el miedo al fracaso. A menudo, la ansiedad laboral se disfraza de pensamiento excesivo, catastrófico, negativo o impulsivo. Es importante destacar que cada persona experimenta la ansiedad de manera única, y lo que para uno puede ser un leve nerviosismo, para otro puede resultar un obstáculo paralizante en su desempeño diario.
Muchos de nosotros sucumbimos a lo que los psicólogos llaman trampas de pensamiento, o lo que otros llaman distorsión cognitiva o errores de pensamiento. Son patrones de pensamiento falso y de sesgo negativo que tenemos tan arraigados que surgen automáticamente para atraparnos. Entonces no podemos ver con claridad, comunicarnos de manera efectiva o tomar buenas decisiones basadas en la realidad. Y las consecuencias pueden tener un efecto adverso en nosotros y en los equipos que lideramos.
Es muy común para quienes somos ansiosos el sacar conclusiones precipitadas. Esta trampa de pensamiento toma dos formas. Una es la lectura de la mente, que ocurre cuando concluimos arbitrariamente que alguien está reaccionando negativamente hacia nosotros. La otra es la adivinación, que implica predecir que las cosas saldrán mal incluso en ausencia de pruebas. Eso puede llevar a la inacción. Una vez pensé que un compañero de trabajo estaba enojado conmigo porque no me sonreía cuando nos cruzábamos por el pasillo de la oficina. Resultó que estaba preocupado porque sus hijos estaban enfermos.
Otra dimensión recurrente es el pensar demasiado una y otra vez la misma situación. La rumiación, así es como se suele llamar a esta manifestación, está relacionada con la ansiedad, la depresión y otros problemas de salud mental, por lo que es importante mantenerla bajo control. Esto puede traer consigo el catastrofismo, que consiste en sobreestimar la probabilidad o las consecuencias de los peores miedos. Es una reacción común ante situaciones inciertas.
Compararse con los demás es particularmente pernicioso, especialmente cuando resulta en autoevaluaciones fatalistas: él siempre tendrá más éxito que yo, seguro ganará más dinero, será más feliz. Aquello de que el pasto del vecino siempre está más verde. El resultado es una competencia malsana y un círculo vicioso que redunda en aún más ansiedad, obstaculizando la colaboración y el rendimiento colectivo.
Por desgracia, hablar y cuidar de la salud mental sigue siendo un tabú en nuestra sociedad. Esto puede hacer que sea aún más difícil para aquellos que luchan por buscar ayuda. Por eso es tan importante no solo cuidarse a uno mismo, sino también ser un buen aliado para quienes experimentan problemas de salud mental.
¿Te son familiares los temas de ansiedad? ¿La has sufrido o te das cuenta de que alguien de tu equipo la pueda estar padeciendo? ¿Qué herramientas usás o podés poner a disposición de otros para ayudar en esta materia?
En mi caso personal, la ansiedad ha tomado la forma de ataques de pánico que se manifiestan de vez en cuando. Con mayor o menor fuerza, con más o menos frecuencia. Falta de aire, dolor fuerte en el pecho, sensación de muerte inminente o infarto. El cuerpo se manifiesta de una manera extraña y el sistema nervioso controla o descontrola todo, descomponiendo o desordenando a nuestro cuerpo y, sobre todo, nuestra mente.
Estoy convencido de que hay algunas cosas que podemos hacer para ayudarnos mutuamente, para colaborar. La primera es mostrarnos vulnerables, mostrar que no podemos con todo, que necesitamos ayuda, que necesitamos una mano, una oreja, un hombro, un amigo que nos escuche, una pareja que nos acompañe, una familia que nos sostenga. A veces, estos problemas de salud mental nos avergüenzan, nos impulsan a pedir perdón por algo que no podemos controlar. Eso no está bien y aumenta nuestro dolor, nuestra angustia.
Por otro lado, creo que al mostrarnos vulnerables, frágiles, nos hacemos más humanos, podemos conectarnos mejor con el otro, a un nivel más profundo en este mundo vertiginoso. Nos habilita a poder conversar con el otro desde un lugar distinto, ser más auténticos, ser personas más confiables porque tenemos menos que esconder, menos que guardar en esa caja de Pandora que cualquiera puede abrir sin que nos demos cuenta.
Creo en el poder de la conversación como una herramienta de superación. Particularmente en este tipo de temas, creo que su potencia es casi infinita, es algo que revaloriza. Y las conversaciones las debemos tener en variados ámbitos, el profesional, el personal y el terapéutico.
En el mundo empresarial tenemos que hablar más y mejor de estas cosas. Esta especie de “desorden” es mucho más común y frecuente de lo que creemos. Nos cuesta mucho poder contarlo, poder compartirlo, pedir ayuda, pedir al menos esa oreja.
En mi experiencia personal, el compartir da fuerza, en la colaboración está la posibilidad, la capacidad de sanarse. Esto aplica a cualquier debilidad, por más compleja que sea. Habilitarnos a nosotros mismos a mostrarnos vulnerables nos libera de parte de esa carga que todos llevamos y nos convierte en personas más reales, más fieles a nosotros mismos, más humanos, en el sentido aspiracional de su definición.
Aprender a manejar el estrés, la ansiedad y otros problemas de salud mental lleva tiempo, pero el primer paso es reconocer y aceptar los sentimientos que padecemos. Así que no lo ocultes, hablalo, compartilo, buscá a esas personas que te van a ayudar. Y no te olvides de ayudar vos también. No te dejes caer, ni dejes que otros caigan, al lado oscuro de la fuerza.