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Si tuviera que resumir en un concepto, diría que el gobierno que emprende la retirada, pese al viento en contra, hizo un esfuerzo muy serio por cumplir con sus principales promesas electorales
Se terminó el año. Y va llegando a su fin, también, el gobierno que lideró el presidente Luis Lacalle Pou. Durante su mandato hubo, como en cualquier otro, luces y sombras. De algunas sombras ya me ocupé al analizar las causas de la victoria del Frente Amplio (FA). En pocas palabras, en la columna del debe anoté que faltó genuina voluntad de diálogo con la oposición y que sobraron denuncias y renuncias. Me gustaría ocuparme, ahora, de destacar lo que cabe registrar en la columna del haber. No es poco. Si tuviera que resumir en un concepto, diría que el gobierno que emprende la retirada, pese al viento en contra, hizo un esfuerzo muy serio por cumplir con sus principales promesas electorales.
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La coalición prometió gobernabilidad. No defraudó. Debo decir que, en este caso, no me cuento entre los sorprendidos. Aunque también había temores bien fundados, no faltaban razones para esperar que los partidos que cooperaron durante el 2019 para desplazar al FA evitaran que sus diferencias pasaran a mayores una vez en el poder. Le corresponde al presidente, en tanto jefe de gobierno, una cuota parte decisiva en este mérito colectivo. Desde luego, forma parte de lo legítimamente discutible si hubiera podido, o no, establecer un funcionamiento más colectivo de la coalición como reclamaron en más de una oportunidad algunos de los socios menores. También fue, y seguirá siendo, tema de debate, si hubo o no suficiente flexibilidad en el piso 11 de la Torre Ejecutiva a la hora de incorporar los planteos de los demás partidos. En cualquier caso, en la coalición predominó la decisión de cooperar sobre cualquier diferencia.
El elenco liderado por Lacalle Pou prometió cuidar los equilibrios macroeconómicos y dinamizar la economía. Aunque el resultado final en materia de déficit y endeudamiento está lejos de ser glorioso, creo que está fuera de discusión que el gobierno hizo un esfuerzo muy serio en esta dirección. Tres circunstancias ajenas a su control le jugaron en contra. La sucesión de shocks externos negativos (pandemia, sequía y desfasaje cambiario con Argentina) deprimió la recaudación y, al mismo tiempo, obligó al equipo económico a destinar recursos para atender la crisis social. Se le criticó el atraso cambiario. Los últimos dos meses de 2024 nos han ayudado a recordar hasta qué punto el valor del dólar está fuera del control de la política doméstica. En todo caso, la inflación bajó y la economía ha retomado dinamismo. La creación de empleo es el testimonio socialmente más relevante de lo logrado en este plano.
Un punto que merece un reconocimiento especial es que el gobierno no descuidó lo importante por atender lo urgente. Esto quedó claramente de manifiesto en marzo de 2020. La emergencia generada por el Covid-19 no impidió que el presidente siguiera adelante con la hoja de ruta trazada de antemano, que tenía en la aprobación de la Ley de Urgente Consideración (LUC) un hito especialmente relevante. Se discutió, y merece seguir siendo objeto de debate, cómo afecta la calidad del proceso legislativo y, en última instancia, del proceso democrático, tramitar leyes “ómnibus” mediante el mecanismo constitucional de la declaración de “urgente consideración”. Pero lo que no puede negarse es que el gobierno sostuvo su compromiso de campaña. Así, en plena pandemia, sentó las bases, por ejemplo, de la “transformación educativa”, uno de sus propósitos más ambiciosos.
Otro ejemplo del compromiso del gobierno con la agenda anunciada durante la campaña es la aprobación de un nuevo marco legal para la seguridad social (Ley 20.130). El Poder Ejecutivo dio el primer paso en la LUC, creando la Comisión de Expertos. Y puso el tema en pausa luego del referéndum sobre artículos de la LUC (marzo de 2022). El escasísimo margen por el cual el electorado ratificó los artículos impugnados hizo sonar las alarmas en la coalición de gobierno: “El resultado a todos nos pone nerviosos; con cualquier error, perdemos”, dijo el senador Guido Manini explicitando el clima de preocupación reinante. El compromiso con la agenda pesó más que el susto. El presidente decidió seguir adelante con la reforma. La coalición se tensó, negoció, crujió, pero sobrevivió. Junto con la elección nacional la nueva ley debió enfrentar la prueba de la democracia directa. Y otra vez aprobó el examen.
El gobierno también hizo un esfuerzo visible por cumplir con su promesa de atacar la criminalidad. Durante los primeros dos años creyó que alcanzaba con respaldar jurídica y políticamente a la Policía. Poco a poco comprendió que debía tomar otro camino. Entre Nicolás Martinelli y Diego Sanjurjo lograron instalar una comisión multipartidaria. Así, fue naciendo un nuevo paradigma, el manido “enfoque dual” que combina represión y prevención. Se pusieron en marcha iniciativas de alto valor, como la Encuesta Nacional de Victimización (en acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística), el programa Barrios sin Violencia (con el enfoque de la organización Cure Violence) y el Libro Blanco de Reforma del Sistema Penitenciario (un proyecto largamente reclamado por Juan Miguel Petit). Desde luego, los resultados de las políticas ensayadas a lo largo de estos años están lejos de conformar a la opinión pública.
Dejo para el final lo que ocurrió al principio. Fue uno de los aciertos más importantes del gobierno en muchos sentidos. Cuando desembarcó la pandemia, el presidente mostró lo mejor de sí mismo. Clavando la espuela en la tradición blanca, Lacalle Pou apeló al principio de la libertad. Superando el viejo prejuicio de su partido contra el mundo universitario, convocó al GACH. La colaboración entre ciencia y política hizo de Uruguay, durante el año 2020, una referencia mundial en la gestión del Covid-19. De este modo, en esa emergencia, ambos polos del binomio salieron prestigiados. El presidente, en particular, acumuló un capital político que lo blindó al menos por dos años. La ciencia, por su lado, mostró todo lo que tiene para dar en materia de desarrollo y bienestar. Si tuviera que elegir qué es lo menos perecedero, lo más trascendente que nos deja el gobierno que se va, me quedo con esto.