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La frialdad mostrada por muchísimos ciudadanos hacia la campaña electoral, por más que se fue diluyendo con el transcurso de las semanas, todavía sigue siendo evidente
Quedan solo tres días para que todos los uruguayos sepamos quién será nuestro próximo presidente y vicepresidenta y de esa forma se termine una larga campaña electoral, que avanzó entre tres estaciones muy bien diferenciadas: las elecciones internas del último domingo de junio, las nacionales del último domingo de octubre y la segunda vuelta, a celebrarse el próximo domingo 24.
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Fueron tres episodios de un periplo electoral con particularidades, aunque todos ellos tuvieron dos factores comunes: la falta de debate sobre algunos de los principales problemas por los que atraviesa el Uruguay y una frialdad mostrada por muchísimos ciudadanos que, por más que se fue diluyendo con el transcurso de las semanas, todavía sigue siendo evidente.
En los hechos, los asuntos que generaron ruido relacionado a lo electoral estuvieron más vinculados a personas que a propuestas de los postulantes hacia el futuro. Todos los candidatos manejaron públicamente sus ideas de gobierno, pero ninguna de ellas se transformó en un elemento central de la discusión proselitista.
Repasemos. Antes de las elecciones internas, el episodio más comentado fue la denuncia de la entonces militante del Partido Nacional Romina Celeste contra el candidato frenteamplista Yamandú Orsi por una supuesta agresión a una trabajadora sexual trans en el Parque Roosevelt. Durante varios días, las idas y venidas con esas acusaciones, que incluyeron denuncias policiales y judiciales, fueron el centro de la atención de la opinión pública. Después, al confirmarse que todo había sido un invento, los focos se movieron hacia otro lado, pero ya estaba muy cerca el día que se celebrarían las elecciones internas.
Luego, de camino hacia los comicios nacionales, hubo dos acontecimientos relacionados con personas que acapararon la atención varias semanas. El primero fue la elección que hizo el candidato presidencial blanco, Álvaro Delgado, de Valeria Ripoll como su compañera de fórmula. La jugada de Delgado generó tal revuelo en la interna y también fuera de las fronteras de su partido que durante varios días no se habló de otra cosa.
El segundo fue la incorporación de la exconductora del informativo Subrayado de Canal 10 durante más de 30 años, Blanca Rodríguez, al Frente Amplio, luego de meses de gestiones para convencerla realizadas por el expresidente José Mujica y su esposa, la exvicepresidenta Lucía Topolansky. También Rodríguez acaparó la atención durante varios días, los previos al anuncio y los posteriores. Sus movimientos tuvieron más impacto que muchos de los otros asuntos referidos al debate electoral.
El otro tema que centró los intercambios entre los diferentes partidos y bloques políticos durante la campaña fue el del plebiscito sobre la reforma previsional, que fue promovido por el PIT-CNT y parte del Frente Amplio y que fracasó en las urnas. El oficialismo centró sus críticas a la oposición a través de ese plebiscito y del otro lado no pudieron disimular las divisiones internas y terminaron enredados en un asunto que a la mayoría de los dirigentes frenteamplistas los ponía y los pone muy incómodos. A su vez, el plebiscito dio pie al presidente Luis Lacalle Pou a meterse de lleno en la campaña. Un asunto que debería haber sido lateral ocupó el primer lugar en la discusión proselitista: otra prueba de la liviandad de la actual campaña.
Ya camino a la segunda vuelta y para cerrar la campaña, se celebró el debate entre los dos candidatos presidenciales en competencia, Delgado y Orsi, obligatorio por ley. Y lo que ocurrió esa noche del domingo 18 es un muy buen reflejo de lo que ha sido este año electoral: dos postulantes que apenas intercambiaron y que se concentraron cada cual en lo suyo, sin profundizar en los temas de fondo. Hubo debate, pero lo que faltó fue debate, aunque parezca contradictorio.
Un punto a favor de lo que dejaron las urnas es que ninguna de las dos mitades en las que se encuentra dividido el país cuenta con mayoría parlamentaria en las dos cámaras. Eso los obligará a iniciar un proceso de conversaciones y negociaciones, aunque sea mínimo, luego de que el próximo domingo se conozca quién se cruzará en su pecho la banda presidencial el 1º de marzo de 2025. No es poca cosa, teniendo en cuenta que esa ausencia de mayorías del oficialismo es la primera vez que ocurre en 20 años.
Esperemos que, gane quien gane, todos estén a la altura de las circunstancias que se avecinan. El país debería estar primero y es la hora de demostrarlo.