En el escenario majestuoso de Roland Garros, donde la historia del tenis se escribe año tras año, la final entre Carlos Alcaraz y Jannik Sinner del pasado domingo 8 de junio no fue solo un duelo deportivo. Fue una obra maestra de fortaleza mental, física y emocional. Dos jóvenes tenistas con orígenes distintos, pero unidos por la misma determinación de ser campeones, se enfrentaron no solo entre ellos, sino contra el peso de las expectativas, el desgaste acumulado y los demonios internos que habitan en todo competidor de élite.
Carlos Alcaraz, nacido en El Palmar, España, fue moldeado desde niño en un entorno de pasión tenística. Entrenado por Juan Carlos Ferrero, forjó un estilo explosivo, lleno de energía, pero también una madurez emocional poco común para su edad. Por otro lado, Jannik Sinner, oriundo del norte montañoso de Italia, cambió los esquís por la raqueta y, con una templanza casi estoica, ascendió con paso firme hasta convertirse en el primer italiano en alcanzar el número uno del mundo.
La final duró más de cinco horas, de intensidad ininterrumpida, en un despliegue físico y mental que no dejó respiro. Cinco sets que desafiaron no solo la resistencia corporal, sino la concentración y la capacidad emocional de sostenerse punto a punto, sin margen para distracciones.
La semana siguiente a la final, me surgió la pregunta: ¿cuándo fue la última vez que, en nuestra vida cotidiana, estuve más de cinco horas enfocado en algo con total presencia, sin cambiar de tarea, sin mirar el celular, sin dispersarme? No supe encontrar una situación en la que alcanzara como máximo las dos horas. En un mundo marcado por la comodidad de los “recreos”, esta final nos recordó algo esencial: la verdadera fortaleza no está solo en el cuerpo o en la mente, sino en la capacidad de estar plenamente donde uno elige estar, incluso cuando todo en uno pide escapar.
Si hay una cualidad que los ejecutivos buscan para sí mismos y para sus empleados, es el alto rendimiento sostenido frente a una presión cada vez mayor y un cambio rápido. Pero la fuente de tal rendimiento es tan difusa y utópica como encontrar la fuente de la juventud. Los teóricos han buscado durante mucho tiempo identificar con precisión qué hace que algunas personas prosperen bajo presión y otras se abandonen. Se han encontrado respuestas parciales: recompensas materiales ricas, la cultura correcta, la gestión por objetivos.
El problema con la mayoría de los enfoques es que miran a las personas que trabajan solo desde el cuello hacia arriba, conectando el alto rendimiento principalmente con la capacidad cognitiva. En los últimos años ha habido un creciente enfoque en la relación entre la inteligencia emocional y el alto rendimiento. Algunos teóricos han abordado la dimensión espiritual, que es cómo los valores más profundos y el sentido de propósito influyen en el rendimiento. Casi nadie ha prestado atención al papel que juegan las capacidades físicas.
Stephen R. Covey, en su influyente obra Los siete hábitos de la gente altamente efectiva, hace referencia en algo a esta dimensión al presentar el séptimo hábito: “afilar la sierra”, con el que postula que un desempeño altamente efectivo y sostenible requiere cultivar cuatro dimensiones de la persona: el abordaje de la dimensión física (cuerpo), la emocional (emociones), la mental (mente) y la espiritual (espíritu). Tomadas en su conjunto, son la única manera de entender el alto rendimiento en cualquier tarea de manera completa.
Los métodos que permiten a los atletas de élite rendir al máximo bajo presión pueden ser igual de efectivos, e incluso más cruciales, para los líderes empresariales. Las demandas a las que se enfrentan los ejecutivos, al sostener un alto nivel de desempeño de forma continua, superan con creces los retos que afronta cualquier atleta de alto rendimiento que veamos en televisión.
A diferencia de los atletas profesionales, que dedican la mayor parte de su tiempo a entrenar y solo compiten durante breves períodos, los ejecutivos apenas cuentan con espacios para su preparación y deben desempeñarse al máximo durante jornadas de 10, 12 o hasta 14 horas diarias. Mientras los deportistas disfrutan de prolongadas temporadas de descanso, muchos ejecutivos apenas logran tomarse tres o cuatro semanas de vacaciones al año. Además, la carrera de un atleta suele extenderse por unos siete años, en tanto que la de un ejecutivo puede prolongarse durante cuatro o cinco décadas.
Mucho se pregona acerca de la importancia de cuidar la mente y las emociones en el mundo laboral: es importante y cada vez más relevante. Lo que muchas veces es dejado de lado es el impacto que tiene el cuidado del cuerpo en el alto desempeño laboral. Si bien no siempre está en nuestro poder cambiar las condiciones externas, podemos entrenarnos para manejar mejor nuestro estado interno.
El cuidado del cuerpo en el ámbito laboral es fundamental porque influye directamente en el bienestar, la productividad y la sostenibilidad del rendimiento a lo largo del tiempo. Fomentar nuestro “atleta corporativo” desarrollando un cuerpo sano permitiría afrontar mejor el estrés, mantener altos niveles de energía y concentración, y reducir significativamente el ausentismo por enfermedades. Además, puede promover el logro de una cultura organizacional más saludable, en la que el equilibrio entre la exigencia y el descanso favorezca la motivación y el compromiso. Ignorar las necesidades físicas, como el descanso adecuado, la alimentación o la actividad física, no solo deteriora la salud personal, sino que también impacta negativamente en el clima de trabajo y en los resultados colectivos.
El atleta corporativo no debe construir una base física sólida solo con el ejercicio, por supuesto. Los buenos rituales para dormir y comer son parte integral de la gestión eficaz de la energía. A continuación te presento algunas estrategias básicas para renovar la energía física. Pero antes, una aclaración. Algunas de ellas son tan familiares que se han convertido en ruido de fondo, fáciles de ignorar. Por eso las repito. Si alguna de ellas no forma parte de tu vida ahora, su ausencia puede ayudar a explicar la fatiga, la irritabilidad, la falta de resiliencia emocional, la dificultad para concentrarte e incluso un sentido de propósito débil.
Comer cinco o seis comidas pequeñas al día. Las personas que comen solo una o dos comidas al día con largos períodos entre ellas obligan a sus cuerpos a entrar en un modo de conservación, lo que se traduce en un metabolismo más lento. Además, es necesario desayunar siempre. En lo personal, es algo que he incorporado en mi vida adulta reciente (no estaba acostumbrado a desayunar) y me ha cambiado radicalmente en lo referente a mi energía vital. El comer a primera hora de la mañana envía a tu cuerpo la señal de que necesita no ralentizar el metabolismo para conservar energía. Esto significa que el cuerpo procese la energía a medida que la necesita. Cuando se ralentiza el metabolismo, las funciones como la digestión, la quema de calorías y la regeneración celular se hacen a un ritmo más lento, dejándonos más cansados.
Llevar una dieta balanceada. A pesar de todas las investigaciones nutricionales contradictorias, la evidencia abrumadora sugiere que una proporción dietética saludable es de 50% a 60% de carbohidratos complejos, 25% a 35% de proteínas y 20% a 25% de grasas. Reduce drásticamente los azúcares simples. Además de representar calorías vacías, el azúcar provoca picos de agotamiento de energía en niveles de glucosa en sangre. Usar ChatGPT para que proponga armado de viandas que contemplen estas medidas es cuestión de segundos. Me he acostumbrado, además, a tomar más de cinco vasos de agua al día, incluso si no tengo sed. El mate no contabiliza para este consumo de agua.
Acostarse temprano y levantarse temprano. Los noctámbulos tienen muchas más dificultades para lidiar con las demandas del mundo de los negocios actual, porque, por lo general, todavía tienen que levantarse con los que madrugamos. A menudo están aturdidos y desconcentrados por las mañanas, dependiendo de la cafeína y el azúcar para mantener la energía.
Tan importante como el número de horas que dormimos (idealmente de siete a ocho) es la constancia de los horarios con los que nos acostamos. Los ciclos de sueño regulares ayudan a regular tus otros relojes biológicos y aumentan la probabilidad de que el sueño que obtenemos sea profundo y reparador.
Buscar la recuperación cada 90 a 120 minutos. Los cronobiólogos han descubierto que los niveles de hormonas, glucosa y presión arterial del cuerpo disminuyen cada 90 minutos aproximadamente. Al no buscar la recuperación y anular los ciclos naturales de estrés y descanso del cuerpo, la capacidad general se ve comprometida. Como hemos aprendido de los atletas, incluso los descansos cortos y concentrados pueden promover una recuperación significativa. Algunas fuentes de recuperación podrían ser: comer algo, hidratarse, moverse físicamente, cambiar de canal mentalmente y cambiar de canal emocionalmente.
Hacer al menos dos entrenamientos de fuerza a la semana. Ninguna forma de ejercicio hace retroceder más poderosamente el deterioro de la edad que el entrenamiento con pesas. Aumenta la fuerza, retrasa la osteoporosis, acelera el metabolismo, mejora la movilidad, mejora la postura y aumenta drásticamente la energía.
En un entorno corporativo que está cambiando a la velocidad de la luz, desempeñarse de manera constante a altos niveles es más difícil y más necesario que nunca. Los esfuerzos aislados y esporádicos ya no alcanzan. Las empresas no pueden permitirse abordar las capacidades cognitivas de sus empleados mientras ignoran su bienestar físico. En Roland Garros o en la sala de reuniones, el alto rendimiento depende tanto de cómo las personas renuevan y recuperan la energía como de cómo la gastan. Cuando las personas se sienten fuertes, física, mental, emocional y espiritualmente, se desempeñan mejor, con más pasión, durante más tiempo. Ellos ganan, sus familias ganan y las corporaciones que los emplean ganan.