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    Genitales y violencia

    En vez de preocuparse por el baño al que tienen que entrar, sería bueno que a más gente en el mundo le importara velar por el derecho que estas mujeres tienen a vivir dignamente, igual que cualquier otra persona

    Columnista de Búsqueda

    “¿Podría usted mostrarnos sus genitales? Precisamos saber si está entrando al baño correcto”.

    Dicho así parece una caricatura, pero es lo que me imagino cuando leo que la Suprema Corte de Justicia del Reino Unido dictaminó la semana pasada que la definición legal de mujer se basará en el sexo biológico. Según ha replicado toda la prensa, el tribunal británico sentenció: “El concepto de sexo es binario, una persona es mujer o es hombre”.

    El asunto me deja un poco sin palabras, y aunque entiendo que es un tema que genera mucha polarización, me preocupa que se hagan afirmaciones que faltan a la verdad de una manera tan descarada. Porque una afirmación como esa no solo se lleva por delante a “otras identidades de género”, sino también a verdades biológicas incuestionables.

    “Pues tuvo que venir la Suprema Corte a definir algo que todos sabemos desde la escuela primaria”, comentan en redes sociales. Lo primero que atino a pensar es que la complejidad de la biología dista bastante de lo que me enseñaban las maestras en la escuela primaria. No recuerdo, por ejemplo, a la maestra explicar que la palabra intersexual se utiliza para definir a las personas que nacen con órganos reproductivos o sexuales que no se ajustan a lo que tradicionalmente se considera “masculino” o “femenino”. Muchas veces, las personas intersexuales son sometidas a cirugías desde que nacen, para que sus cuerpos coincidan con las categorías binarias que define la cultura occidental. Es decir, que a estas personas se las somete a procedimientos médicos que en realidad no necesitan. Solo los necesita el sistema para poder hacerlas encajar en alguno de los dos casilleros que sí acepta: “hombre” o “mujer”, como le gusta al tribunal británico. Y punto final.

    Ser intersexual simplemente significa nacer con una variación que ocurre en forma natural en los seres humanos, no se trata de una enfermedad ni de un problema médico. Son muy pocas las personas que se cuestionan si es correcto someter a alguien a intervenciones médicas (cirugías o terapia hormonal), cuando en realidad no son necesarias para la salud. Es decir, que cuando las intervenciones médicas son para reafirmar la idea de que solo existen dos sexos, resulta que a todo el mundo le parece bien, pero si alguien decide hacerlo por otros motivos, entonces es un disparate. Un razonamiento de este tipo huele demasiado a doble moral. Ser intersexual es más común de lo que la gente piensa, por lo que seguir repitiendo el verso de que las personas “nacen hombre o mujer” es negar la existencia de miles de personas en el mundo.

    Pero la decisión de la Suprema Corte británica no solo es problemática por negar la existencia biológica de las personas intersex. Lo es, también, porque excluye a las mujeres trans de la categoría “mujer”. Aunque aún no es del todo claro qué consecuencias prácticas tendrá esta decisión, muy probablemente repercuta en aspectos relevantes como la exclusión de las mujeres trans de salas de hospital, refugios o baños para mujeres. Entonces vuelvo a conectar con la pregunta del inicio y me causa espanto imaginar las medidas que se tendrían que tomar para “comprobar” que esa mujer que precisa orinar esté entrando en el cubículo correcto. ¿Alguien lo decidirá a partir de su apariencia? ¿Se le pedirá algún documento? ¿O directamente una comprobación visual íntima? Todo me resulta una locura.

    A la cruzada antitrans —o tal vez, más específicamente, anti mujeres trans— parece importarle poco que estas personas son parte de una de las comunidades más vulneradas del mundo entero. Cuesta mucho entender que a tanta gente le moleste lo que otra persona es o cómo se siente. Porque mientras un grupo de personas celebra con copitas de champán la decisión de la Suprema Corte británica, a las mujeres trans las siguen matando.

    Sin ir más lejos, ayer miércoles se convocó a una concentración en la plaza Libertad en Montevideo para pedir justicia por Alexandra, una mujer trans asesinada el sábado 19 de abril en Canelones. Como Alexandra, tantas otras, asesinadas en Uruguay hace tantos años, casos que nunca fueron aclarados. Básicamente porque a nadie le importa. En vez de preocuparse por el baño al que tienen que entrar, sería bueno que a más gente en el mundo le importara velar por el derecho que estas mujeres tienen a vivir dignamente, igual que cualquier otra persona.