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    ‘House of cards’ charrúa

    Lo que en realidad enfureció a varios dirigentes fue que Carolina Ache, justo ella, la que dejó expuesto el intento de ocultamiento de información al Parlamento, fuera la elegida para una embajada, no si el gobierno avisó antes o no; la votación de la venia promete, compren pop

    Columnista de Búsqueda

    Esta sí que no la vimos venir. Mientras las discusiones políticas rondaban hasta el hartazgo en la compra de un campo por parte del Instituto de Colonización, si el nuevo presidente podía ocupar el cargo siendo colono, el debate sobre la Caja de Profesionales, la herencia económica del gobierno de Luis Lacalle Pou y la falta o no de rumbo del gobierno de Yamandú Orsi, apareció la jugada maestra que detuvo toda esa conversación. Una jugada digna de las series que suelen deleitar en especial a periodistas y políticos.

    En medio de todo el ruido de cuestionamientos al gobierno, el pasado miércoles Búsqueda informó que el Poder Ejecutivo nombraría como embajadora ante la Unesco a la exvicepresidenta nacionalista Beatriz Argimón, y como embajadora en Portugal a la exvicecanciller colorada Carolina Ache. El desconcierto fue total. Adentro y afuera. Adentro, porque muchos no esperaban leer esos nombres, extra Frente Amplio, en la nómina de embajadores. Y afuera, porque se vivió como una mojada de oreja gruesa —por ser suave— a los partidos tradicionales.

    Es bueno separar los tantos y las reacciones. El caso de Argimón, si bien generó molestia interna, algunos comentarios radicales y cuestionamientos por su falta de aviso al partido antes de que se hiciera público, quedó ahí. Seguramente Argimón no olvidará los comentarios de algunos de sus compañeros, como la senadora Graciela Bianchi, quien la acusó de “operar para el Frente Amplio” durante los últimos cinco años y su clásico “la verdad es hija del tiempo”, o el del senador Sebastián da Silva, quien utilizó la frase atribuida a Enrique IV, “París bien vale una misa”. Por si quedaban dudas, reafirmó su comentario con una indirecta bastante directa, con relación al lugar de destino de Argimón. “Enrique IV pasó de ser protestante a ser católico para quedarse en París”.

    Casi todos se molestaron por su falta de aviso, rezongaron en los grupos de Whatsapp, pero una reunión con varios dirigentes, en la que la exvicepresidenta reconoció una “comunicación a destiempo”, calmó las aguas —al menos en forma pública— y el tema se dio por cerrado, aunque algunos sigan hablando. Al fin y al cabo unos cuantos reconocieron que la dirigente tiene vasta experiencia en los temas que deberá atender y será una buena representante en el organismo internacional. Incluso la Agrupación de Mujeres Nacionalistas la respaldó y felicitó por el nombramiento, con el objetivo claro de desmarcarse de los enojados. La venia se vota, aunque es esperable que en esa sesión Argimón se lleve algunos palos y los senadores de la oposición remarquen la “picardía” del gobierno, al decir del senador blanco Álvaro Delgado.

    Pero lo que tiene a la oposición en general con la ira a flor de piel es la verdadera jugada del House of cards charrúa. ¿Carolina Ache? ¿La que incendió a varios integrantes del gobierno anterior por haberse organizado para mentirle al Parlamento? ¿La que mostró en Fiscalía un audio en el que el excanciller Francisco Bustillo la animaba a “perder el celular” para que no se descubrieran los chats con el exviceministro del Interior, Guillermo Maciel, en la que se hablaba de Sebastián Marset como un narco peligroso y pesado? Difícil de tragar para quienes la fustigaron por hacer pública esa otra jugada. Y difícil también para algunos integrantes del Frente Amplio, como el comunista Óscar Andrade y el socialista Gustavo González, quienes manifestaron ante varios micrófonos su disconformidad o su desconcierto con la elección. Ambos esperan explicaciones que probablemente se den el próximo lunes 9 en la bancada de senadores frenteamplistas. Puede ser un tiro en el pie y una nueva diferencia interna. Pero el gobierno está decidido a enviar la venia y ya sabemos que, si la intención es votarla, hay mecanismos archiconocidos como que entre el suplente del que está en contra, o que se vote y se fundamente con los matices.

    Volviendo a Ache, es verdad, ella no habló sobre los chats en aquella interpelación en el Parlamento en la que se cuestionaba la entrega del pasaporte a Marset. Según sus propias palabras, fue por lealtad a sus superiores, pero luego fue ella quien entregó las conversaciones a la Justicia después de un pedido de acceso a la información que hizo el Frente Amplio, contó lo que había pasado y mostró las presiones que recibía. Debió renunciar a la Cancillería por falta de respaldo de su sector político, pero siguió adelante con su postura. Y de alguna forma, con esas acciones, redimió, al menos para parte de la izquierda, lo que había pasado antes y las acusaciones que pesaban sobre ella de también haber mentido en la interpelación.

    Y acá aparecen todas las justificaciones posibles por parte de la oposición para castigarla. Porque, aunque se diga que el cuestionamiento es al gobierno porque no informó antes de la decisión, las piedras son para ella. Que la designaron porque el hoy prosecretario de Presidencia, Jorge Díaz, era su abogado en aquel momento y la ayudó con toda la peripecia judicial. Que tiene vínculos con integrantes del gobierno por su pasaje por Cancillería y se le está devolviendo un buen gesto que tuvo durante su gestión. Que no tiene sentido su designación porque votó mal en la interna, entonces, se trata de un pago de favores. Que el gobierno debió informar al Partido Colorado antes de designarla y que, entonces, debe desactivar el envío de esa venia. Que ella es parte de una investigación judicial y que tendrá que declarar en breve ante la Fiscalía por la eventual destrucción de documentos en una reunión en la Torre Ejecutiva. Algunas pueden caber, otras no. En especial esa última, porque en este caso es ella la que denuncia el intento de hacer desaparecer los documentos que contenían esos chats. Pero lo que en realidad enfureció a varios dirigentes fue que ella, justo ella, la que dejó expuesto el intento de ocultamiento de información, tenga su premio con una embajada.

    Si las designaciones son las más justas o merecidas es un tema que el gobierno evaluó con sus pros y sus contras, a riesgo de cometer un error. Fuentes del Ejecutivo aseguraron que fue un proceso que llevó su tiempo, no una decisión apresurada. Lo que es seguro es que fue pensada e incluso analizado el momento del anuncio. Es inviable pensar que es casual. Y he aquí otra vez la jugada. La oposición entera cuestionando al gobierno —con razón o no— por todos los flancos posibles, y el gobierno haciendo que de un momento a otro el único tema de conversación sea el nombre de dos mujeres de filas opositoras para ocupar cargos de relevancia. Algunos hablaron de bomba de humo para desviar. Y los mismos entraron como por un tubo. Vaya si surtió efecto. La sesión en la que se voten las venias promete. Compren pop.