El 99% del sistema político, de los economistas, los expertos, los técnicos, los empresarios, los sectores productivos, buena parte de los trabajadores y de la población que aún usa la razón para manejarse en la vida están con el corazón en la boca.
Siempre es más peligroso un idiota que un mal tipo, porque el idiota nunca se dará cuenta de que lo es. Y si todo lo que tuvimos que hacer para evitar el empobrecimiento cultural, ético y social de amplios sectores no lo hicimos por solidaridad ni por obligación ética, debimos haberlo hecho por egoísmo
El 99% del sistema político, de los economistas, los expertos, los técnicos, los empresarios, los sectores productivos, buena parte de los trabajadores y de la población que aún usa la razón para manejarse en la vida están con el corazón en la boca.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáPorque no será “el fin del mundo”, como dijo el economista Gabriel Oddone, y en los hechos no lo será, pero, si prospera el plebiscito de la seguridad social impulsado por el PIT-CNT, el Partido Comunista y el Socialista, seguramente sí será el fin de una era y el comienzo de otra que nos postergará, vaya a saber por cuánto, el sueño de alcanzar algún día el desarrollo.
Según las encuestas, un 40% o 30% de la ciudadanía estaría dispuesta a votar por el sí en esta consulta popular, y un tercio no sabe ni tiene idea de qué se trata. De un lado, el discurso es fácil y entendible: te vas a jubilar con menos años de edad, con menos años de trabajo y con más plata; y, además, nos sacamos de encima a las malditas AFAP, que fueron aceptadas por gobiernos blancos, colorados y del Frente Amplio.
Del otro lado, un discurso lleno de tecnicismos para tratar de explicarle a la gente que, si la reforma sale, los más infelices serán los más perjudicados; que las jubilaciones más altas se verán beneficiadas por sobre las más bajas; que casi nadie podrá jubilarse a los 60 años como promete la reforma; que habrá menos dinero para combatir la pobreza, las carencias en la primera infancia, la falta de vivienda, la salud mental; que, aunque en esta campaña le prometan lo que sea con tal de llegar al poder, habrá más impuestos; que, para obtener fondos con los que financiar esta locura, nos tendremos que entregar de pies y manos al “capital financiero internacional”, a los especuladores que nos prestarán dinero a más altos intereses, porque solo “los buitres”, incluso solo los audaces, le prestan a un país que tiene riesgo de no poder pagar su deuda. Vendrán a asistirnos aquellos que llegan solo cuando la calle huele a sangre.
Muchos tecnicismos para explicarnos que podemos estar embarcándonos en el camino a la argentina, que eliminó las AFJP, las AFAP argentinas, y hoy los jubilados de ese país son diez veces más pobres que los jubilados uruguayos.
El sistema previsional es malo, sí. ¿Cómo no va a ser malo en un país donde casi no nacen niños y los pocos que nacen lo hacen en los hogares más pobres y, luego, seis de cada 10 abandonarán la educación y serán inempleables o, en el mejor de los casos, trabajadores menos productivos para sostener con sus magros salarios a una legión de viejos cada vez mayor? Es malo sí, pero puede ser aún peor.
Y parece que, de golpe, en las élites se han dado cuenta de que en un sector de la población prendió el discurso mágico, y se preguntan por qué. Un discurso mágico que hoy refiere al sistema previsional, pero que mañana puede referir a la conducción del país si surge un populista seductor (los populistas suelen ser seductores) que gane adeptos en una población con sectores cada vez más amplios que no tienen nada que perder, porque ya lo han perdido casi todo.
Será culpa de los comunistas, dirán algunos apelando al discurso cuco que se usó en el pasado. ¿O culpables seremos todos los que estamos con el corazón en la boca, que estuvimos más de medio siglo invisibilizando a un sector de los uruguayos que no es capaz de entender un texto simple y, de golpe, le salimos a hablar de déficit, de crecimiento demográfico y la mar en coche?
¿Medio siglo y no vimos que un sector cada vez mayor de la población (basta ya de creernos lo de la pobreza medida por ingreso) se sumía cada vez más y más en la miseria? Un sector de uruguayos que, desde hace tres o cuatro generaciones, solo conoce el cantegril y sus técnicas de supervivencia; medio siglo de rancho, de frío, de mal comidos o directamente de hambre; de educación paupérrima. ¿Es que de verdad no nos dimos cuenta en 50 años de que el sistema educativo se nos caía a pedazos hasta ser líderes en el continente en jóvenes que abandonan los estudios? Los hombres y mujeres (pocas) que condujeron el país en todos estos años, mientras caíamos y caíamos no fueron capaces de ponerse de acuerdo en dos o tres cosas sustanciales en beneficio del país todo. ¿O estaban muy distraídos buscando un colegio privado al que enviar a sus hijos para salvarlos de un pobrísimo sistema educativo que ellos mismos manejaban? Sus hijos aprendieron tres idiomas, hicieron doctorados, etc. Qué curioso. Tanto esfuerzo para que la salida laboral más segura de los jóvenes mejor formados, y más si sale la reforma, sea el aeropuerto.
¿No alcanzó medio siglo para darnos cuenta de que la violencia metafórica de la pobreza se convertía en violencia tangible de plata o plomo? ¿No nos dimos cuenta en medio siglo de que en la periferia surgía un nuevo tipo de ciudadano con códigos distintos a los del resto porque sin ellos no podría subsistir? ¿No nos dimos cuenta de que sus modos, su manera de vincularse, su envejecimiento prematuro, sus madres de 15 años, hasta su idioma, se iban diferenciando de los del resto? ¿En medio siglo no vimos que la sombra del cantegril se acercaba cada vez más a la costa en forma de violencia de clase, muy distinta a la de las épocas revolucionarias, pero violencia al fin?
Es evidente que no nos alcanzó medio siglo de caminos erráticos para darnos cuenta de que esa frase de que en Uruguay no nos dividen cuestiones étnicas, religiosas, ni raciales no tiene en cuenta que sí nos divide una forma de vida y sobrevivencia que choca con otras formas de vida de manera cada vez más violenta.
Quizás nos descansamos en la formidable poltrona social que construyó el batllismo, en nuestro sistema de partidos, en nuestras dimensiones regionales y poblacionales, en nuestra ausencia de desastres naturales que nos golpearan a todos, porque la naturaleza es más equitativa que el ser humano (la tierra tiembla para todos). Quizás nos sentimos orgullosos de decir que somos el país con menos pobreza del continente, aunque ocultamos que somos el que tiene mayor infantilización de esa pobreza. O quizás nos entretuvimos en lucir la cocarda de la democracia más perfecta, en el país que es más pacífico que el resto, aunque ocultamos que ya salimos de la zona de naciones con baja violencia (menos de 10 homicidios cada 100.000 habitantes), para entrar en los de alta violencia (más de 11). Éramos, o quizás aún seamos, algunos de los mejores del continente, pero obviamos decir que somos los mejores en el peor continente del mundo en pobreza, desigualdad y violencia.
Quizás por eso en más de medio siglo no nos dimos cuenta de que de verdad hay una Justicia para pobres y una para ricos y que eso hizo descreer a cientos de miles en ese valor tan caro para una república.
Tenemos la democracia más perfecta, mencioné, tan perfecta que un microgrupúsculo de gente puede ponerle el corazón en la boca a la mayoría y someterla al desastre por el imperio del voto y la Constitución.
¿No será que esto que nos tiene a la mayoría conteniendo la respiración no es culpa de los comunistas?
Siempre es más peligroso un idiota que un mal tipo, porque el idiota nunca se dará cuenta de que lo es. Y si todo lo que tuvimos que hacer para evitar el empobrecimiento cultural, ético y social de amplios sectores no lo hicimos por solidaridad ni por obligación ética, debimos haberlo hecho al menos por egoísmo. Debimos darnos cuenta de que tarde o temprano esa oscuridad de la marginalidad nos ensombrecería a todos.
Pero no. Ahora es mas fácil echarle la culpa a los comunistas. Ojalá no pase, pero, si pasa, será una lección de enorme dimensión sobre nuestros errores como sociedad. Y estoy casi seguro de que esa dolorosa lección no nos dejará ninguna enseñanza. Porque parece que malos tipos no somos. Y el idiota, ya se dijo…