Nuestro país es generoso en sorpresas y desconcertantes acontecimientos.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáUna ministra de Vivienda “renunciante” porque no tenía al día los tributos de su propia vivienda, una vicepresidenta de la ANP “renunciante” tras haber ascendido a su propio esposo, así como a su chofer, luego de haber cobrado durante años un sobresueldo que no le correspondía, un secretario de la Presidencia que anuncia la compra de un latifundio en medio de un cortejo fúnebre, admitamos que son cosas que no pasan todos los días.
Pero el descubrimiento de un “hogar” completo —con camas, mesas, tele, microondas y demás comodidades— dentro del alojamiento de los elefantes en un zoológico es uno de los casos que compiten por un lugar en el Guinness World Records.
Unos operarios de una empresa de reparaciones eléctricas se acercan al hogar de Dumbo (o de Leo, en nuestro caso, que en la paz de los elefantes descanse) con el fin de arreglar unos cables, pero encuentran que el refugio de los paquidermos estaba cerrado a cal y canto, con tremendo candado.
Los guardias de seguridad del zoológico, que los acompañaban, aducen no tener las llaves del candado y aseguran que no hay duplicados. Los guardias violan el cerrojo, rompen el candado, abren, y…, claro, ya se sabía que los elefantes no vivían más allí, pero al menos se sorprendieron de ver con la comodidad en la que habían vivido hasta entonces los paquidermos, con camas de dos plazas, una mesa llena de latas y botellas de cerveza vacías, una tele de 50 pulgadas colgada de la pared, un sofá, un baño con ducha, una kitchenette con microondas… En fin, tomá para los que dicen que los zoológicos son tenebrosos encierros en los que se tortura a los animales. En Villa Dolores, al menos, los elefantes, a falta de leones, vivían como los reyes de la selva.
Los operarios y los guardias de seguridad, con la natural curiosidad, no solo arreglaron los cables pelados, sino que se aventuraron dentro del recinto para ver qué otra cosa inesperada podían encontrar en tan sorprendente alojamiento.
Para sorpresa de todos, una puerta interior, esta vez no bloqueada con un candado, daba paso a otra estancia, igualmente amueblada con prolijidad y sin limitaciones. Más camas, otra tele, esta de 43 pulgadas solamente, otro microondas en la cocina, otro baño, sencillo pero confortable, y aquí botellas (algunas vacías, otras no) de whisky, ron, gin y gaseosas.
Cuando los “descubridores” cambiaban ideas y teorizaban sobre el sorprendente hallazgo, sentados todos en uno de los sofás del recinto, sintieron unos extraños ruidos que provenían de debajo de la tierra. Voces entrecortadas, movimiento de muebles. Había un subsuelo habitado, sin ninguna duda.
Cuando especulaban con cualquier hipótesis, por loca que pareciera, y uno de ellos decía que había llegado el momento de llamar al 911, desde abajo se levantó una alfombra en el piso, empujada por alguien que levantaba la tapa de un sótano.
Un flaco, con total naturalidad, se dirigió al grupo y les preguntó si ya había llegado Mario. Y agregó si ellos eran del grupo que había que entrevistar para el equipo de gobierno.
Más desconcertados todavía, los visitantes explicaron por qué estaban allí y aclararon que no sabían que existía un complejo habitacional en la jaula de los elefantes.
—Muchachos, este es el recinto secreto en el que descansa y trabaja el futuro intendente de Montevideo, porque no hay lugar más tranquilo y seguro que este —comentó el flaco, quien se presentó como futuro director de Servicios Habitacionales Especiales de la IMM, tras la toma de posesión del nuevo jefe comunal—. Saben que por un momento me asusté —prosiguió el flaco— porque la diputada Salle pidió el otro día en el Parlamento que se informara sobre las bases secretas bajo tierra del ejército norteamericano, y con Mario decíamos ayer que capaz que nos mandaban una inspección a ver si los esbirros de Trump estaban aquí escondidos… pero me quedo tranquilo —aseveró.
Luego les dijo a los atónitos visitantes, que no salían de su asombro, que creyó que eran postulantes a cargos municipales, porque Mario —según afirmó— pensaba renovar la flota que había dejado Carolina Cosse, colocando en su lugar a muchos de los 7.000 votantes que lo apoyaron en las elecciones nacionales, y hoy se esperaba la visita de varios de ellos.
Los visitantes aclararon que no tenían nada que ver con Bergara ni con su escondite, salvo uno, que se identificó como Líber Seregni Fernández (aclarando que Líber Seregni era su nombre de pila, porque sus padres eran admiradores del general, y que su apellido era Fernández, claro). Fernández se identificó como votante de Bergara, a lo que el flaco le arrimó de inmediato un formulario para que lo llenara, dejando sus datos personales, porque sería llamado a integrar la nueva plantilla municipal.
—¿Te sirve inspector de Seguridad Territorial Ciudadana? —le preguntó el flaco al Líber Seregni.
Este le explicó que había estudiado electricidad en la UTU y que no creía que ese fuera un cargo para él. Entonces, el flaco ya no le preguntó, sino que le afirmó:
—Vas a ser el director de Servicios Eléctricos Comunales, a cargo de la iluminación de las ciclovías, para que se puedan usar de noche, que es uno de los principales planes de gobierno de Mario —concluyó.
Después los invitó con un café, les permitió pasar al baño antes de irse, no sin antes entregarles una foto autografiada del futuro intendente. “Se van a repartir el día de la toma de posesión del cargo, les explicó.
Quedó así develado el secreto de la vivienda existente en la guarida de los elefantes, transformada en dúplex comunal para preservar el trabajo y la tranquilidad de Mario, que está medio pasadito de peso, pero no es un elefante.