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    Reír, violar, cantar

    Violan y filman, sonríen a la cámara, hacen bromas; abusan de mujeres, niñas o ancianas; tienen casa y trabajo, y tal vez novia o esposa con hija incluida; son hombres

    Columnista de Búsqueda

    Violan y filman, sonríen a la cámara, hacen bromas. Abusan de mujeres, niñas o ancianas. Tienen casa y trabajo, y tal vez novia o esposa con hija incluida. Son hombres.

    Hace 10 años, en 2014, se fueron de vacaciones a Santa Teresa y terminaron abusando de una joven que estaba en el baño del camping. Aunque circularon videos donde aparecen los 15 hombres haciendo fila para abusar de una mujer intoxicada y se los ve gritando alrededor de ella, la Justicia archivó el caso por falta de pruebas.

    En 2019 se fueron a Valizas y violaron a una joven en el camping, pero también quedaron libres porque ella “tenía intenciones de mantener relaciones sexuales grupales”, dijo la Justicia. Claro que se tiene derecho a cambiar de opinión y retirar el consentimiento incluso estando desnuda adentro de una carpa con tres hombres, pero se ve que para la jueza esa opción no resultaba tan clara.

    En enero de 2022 se fueron a un baile y terminaron abusando entre tres o cuatro a una mujer que estaba teniendo relaciones consentidas con uno de ellos. Acá también filmaron. Quienes asistieron a la mujer después del abuso comprobaron en su cuerpo lesiones compatibles con violación. Pero otra vez, para la Justicia, “no existió delito”. Es más, el fiscal afirma que en los videos se ven escenas “con ausencia total de violencia” y que la versión de la víctima es “inverosímil”.

    También en 2022, fueron a una celebración de jóvenes del Partido Nacional y violaron a una adolescente en el baño del salón de fiestas de un diputado blanco. La joven había consentido un encuentro sexual, pero después se sumaron otros dos hombres y abusaron de ella, que estaba intoxicada por consumo de alcohol. El personal médico que la atendió constató “sospecha de abuso sexual con lesión a nivel genital” y se hizo la denuncia. Meses después, el caso apareció en el celular del excustodio presidencial Alejandro Astesiano en los chats con un exjerarca de la Policía, quien le pasó el nombre de la víctima y el de su madre, así como el nombre de los acusados. El caso apareció también en un audio que el expresidente del Partido Nacional le mandó al exsenador blanco Gustavo Penadés (acusado de 22 delitos sexuales contra menores), en el que elogiaba a la fiscal por haber archivado “lo de la violación en la fiesta de la LUC en lo de Del Pino”.

    En diciembre del mismo año, organizaron un asado de colegas y violaron entre seis a una compañera de trabajo que dijo haber perdido la conciencia después de tomar una cerveza que le ofreció uno de ellos. El recuerdo posterior de la mujer fue encontrarse en un cuarto siendo abusada por ellos, enfermeros y camilleros de la Sociedad Médica Universal. Una vez más, la asistencia médica comprobó lesiones en el cuerpo de la mujer, sin embargo, el caso hasta ahora sigue en la nada, y según personas cercanas a la víctima, algunos acuerdos entre los abogados van a hacer casi imposible que se haga justicia para la enfermera. Ellos siguen trabajando en la Sociedad Médica Universal. Ella no.

    Hace algunos días nos enteramos de que, en 2010, habían estado en Punta del Este violando entre cinco a una adolescente de 15 años, amiga de uno de ellos. Una adolescente que dijo que se sintió mareada después de tomar el alcohol que le dieron y tuvo que ir al baño. La situación es similar: lo siguiente que recuerda es no tener control sobre su cuerpo mientras la violan cinco jóvenes. También la filman y le sacan fotos, y durante años la siguen acosando y burlándose de ella después de haberla violado. La joven logra hacer la denuncia penal recién 10 años después de sufrir el ataque, pero el delito ya había prescrito para los violadores. El 25 de octubre de este año, tras muchos intentos de buscar ayuda y no encontrarla, la joven Milagros Chamorro se suicida en el baño del sanatorio Casmu de Montevideo mientras esperaba que alguien la atendiera.

    Si Chamorro hubiera tenido la fuerza como para realizar una denuncia penal en aquel momento, enseguida después de haber sido violada, probablemente el personal médico hubiera encontrado lesiones en su cuerpo. Probablemente también, mirando con detenimiento las fotos y los videos, alguna jueza o algún fiscal hubiera considerado que no había pruebas suficientes, y que además no se veía violencia en ninguna de las imágenes registradas. Y que el relato de los denunciados no coincidía con el de la víctima. Y si nada de eso cuela, entonces algún arreglito entre abogados, jerarcas policiales o custodios presidenciales. De alguna forma se resuelve. Y punto final.

    Y ahora nos duele el suicidio de una mujer que muere pidiendo una justicia que no le llegó. Pero la justicia no le iba a llegar nunca, como no le llegó a ninguna de las mujeres mencionadas en esta breve lista, ni a otras cientos y miles de mujeres víctimas de violencia sexual en todo el mundo.

    Los hombres de las historias, claro, son diferentes en cada caso, pero repiten su accionar en actitudes como de manual. Cumplen a la perfección, desde chiquitos, con el mandato de masculinidad. Ese que aprenden en las películas, en las canciones, en el estadio, en el porno. Ese que se sostiene gracias al silencio del pacto masculino que sigue sin romperse. Hasta que algunos empiecen a reaccionar y quién te dice, logren agrietar desde adentro la estructura patética de esta masculinidad enferma.