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    Una almohada de bamboo

    A priori pensaba que la venta telefónica es la forma más ineficiente de contactar al cliente; pero no, según SalesHacker.com, hoy GTM, una página de asesoramiento e información en marketing, las llamadas tienen una tasa media de conversión de entre el 20% y el 25% con relación, por ejemplo, al 2,5% del correo electrónico

    Columnista de Búsqueda

    El teléfono de línea, ese dinosaurio sobreviviente del siglo XX, hoy solo sirve para agobiarnos con intentos de venta de servicios, y el acto de apagarlo definitivamente se ha convertido en otra de nuestras decisiones postergadas. Pero no importa, no se apuren: el telemarketing ya ha accedido a los números de nuestros celulares.

    La historia de la venta compulsiva es muy antigua, y antes de las llamadas se basaba en ir de puerta a puerta y vender enciclopedias en cuotas. Hoy la estrategia es introducirse en nuestra casa por teléfono para vendernos contratos leoninos de banca o de seguros, de lo que sea. ¿Quién no ha recibido la llamada de empresas de cuidados sanitarios? ¿Y de venta de parcelas en cementerios parquizados? El telemarketing sabe nuestros números fijos y móviles, sabe nuestros nombres y apellidos que ilícitamente alguien sacó de las bases de datos. Pero a nadie parece importarle ese detalle, y yo tampoco quiero escribir un tratado sobre el tema, apenas que me permitan descargar mi frustración.

    Todavía no eran las 7 de la mañana, yo dormía cuando sonó mi teléfono fijo. ¿Quién podría llamar tan temprano? Sucedió algo malo, pensé entre el sueño y la vigilia, y me abalancé sobre el aparato que está bastante lejos. Hola, Mercedes, me dice una voz alegre que no reconozco, llamo para hablarte de nuestro servicio de acompañantes. ¿Qué edad tienen los integrantes de tu familia?

    Otra: hace tiempo pedí información a una empresa de electricidad que ofrecía rebajar las tarifas del servicio que tengo contratado (vivo en España, la competencia es feroz y eso sucede con todos los servicios). Lo hice por correo electrónico desde su web, dejé muy claro que solo quería saber cuál era la rebaja y que me respondieran únicamente por otro mail (nada de llamadas, eh). Qué ilusa, ya en el formulario de solicitud de información me pedían el teléfono. Desde el momento en que lo envié la empresa procedió a desarrollar su estrategia de hostigamiento comercial conmigo, sin que les importara el pedido de contactar por escrito. Inútil explicar que las llamadas fueron decenas, tal vez algún ciento, y que un año después las sigo recibiendo.

    No es novedad, así es el telemarketing o spam telefónico: intrusivo, invasivo, abusivo. Casi violento. No le importa que estemos trabajando o durmiendo, en el cine o en una fiesta, siempre aparece en las peores ocasiones esperando las palabras mágicas, “sí, quiero”, para engancharnos a un servicio con el que ni soñábamos tres minutos antes.

    No tengo nada en contra de los vendedores que intentan ganarse la vida en un call center, seguro que por un salario escaso, pero tampoco quiero perder de vista que soy la dueña de mi tiempo y que odio caer en esas trampas. Entonces les corto, suponiendo que eso hace la mayoría de la gente. Pero ¿realmente la mayoría de la gente les corta la llamada? A priori pensaba que la venta telefónica es la forma más ineficiente de contactar al cliente; pero no, según SalesHacker.com, hoy GTM, una página de asesoramiento e información en marketing, las llamadas tienen una tasa media de conversión de entre el 20% y el 25% con relación, por ejemplo, al 2,5% del correo electrónico. Si un vendedor no usa las llamadas, está perdiendo, potencialmente, entre un 17,5% y un 22,5% de ventas.

    En Uruguay, a partir de 2022, la pesadilla se iba a cortar inscribiéndose en el registro No Llame de la Unidad Reguladora de Servicios de Comunicaciones (Ursec), que viene a ser una lista de exclusión publicitaria. Sin embargo, las opiniones que aparecen publicadas en Reddit dicen que no es efectivo y que las llamadas siguen produciéndose. No me extraña, en España la lista Robinson también ha sido muy criticada por las mismas razones. Sin embargo, debo decir, fuerte y alto, que el principal argumento es que todos los ciudadanos deberíamos estar excluidos a priori de este acoso al que nos someten, a no ser que la propia persona lo solicite.

    Y una pequeña anécdota final. Estaba en Montevideo, andaba precisando una almohada y, como es bien sabido, hoy Google no solo escucha lo que uno dice sino que incluso lee tu mente. Fue entonces que en alguna página apareció la publicidad de una línea de almohadas premium en foam (sic) de viscolástica y revestida en tela de algodón y bamboo (sic). Eso mismo, dije, linkeé a la web de la empresa para revisar las opciones y, por supuesto, ver los precios. Las opciones estaban, los precios, como sucede siempre en Uruguay, no. Había que escribir, rellenar un formulario, nombre, apellido y celular. Sí, lo sé, era un exceso, y solo después advertí la treta (obtener mis datos para venderlos). Pero yo quería ese foam y, presa de un loco frenesí por el “bamboo”, hice todo lo que me pedían, completé todo lo que había que completar.

    Envié los datos, esperé unos minutos, nadie me llamó y, por supuesto, mi entusiasmo se disolvió como lágrimas en la lluvia. Al rato, completamente olvidada de la viscolástica, reciclé una antigua de polifón que encontré en el garaje. Una hora más tarde sonó el teléfono de línea, un hombre se identificó como “de la empresa XX”, pero ya para entonces mi memoria se había vaciado de fundas de delicado bamboo. Tuvo que recordarme que yo los había contactado por unas almohadas marca blablablá, hechas de materiales blablablá, con alta tecnología de blablablá.

    La descripción sonó como la de una nave nodriza fabricada en la NASA.

    Está bien, ¿me dice el precio? Pero el tipo siguió enumerando cualidades térmicas y estructurales, ditirambos a la avanzada tecnología. ¿Me puede pasar el precio?, repetí, ya un poco sulfurada ante tamaña alharaca en torno a una almohada. No hubo caso: empezó el discurso de la adaptabilidad a la alineación cervical. ¿Me puede pasar el precio?, esta vez levanté la voz y corté por el medio una frase llena de “automoldeabilidad” y “termosensibilidad”. La respuesta todavía tardó unos segundos.

    —Justo por hoy estamos con la promo (sic) de dos por el precio de una, ¿qué le parece?

    —A mí no me parece nada si no me dice el precio.

    —Se lo mando por WhatsApp a este teléfono, señora.

    —¿No me lo puede decir ahora? —Ya había cortado.

    Un momento más tarde entra el mensaje:

    “2 almohadas GelFlex Termomoldeable y Ultrasencible (sic): 15.200 $. ¿Qué le parece la oferta?”.

    “¿Me puede dar una respuesta?”.

    “Necesito su respuesta”.

    Enseguida se encendió la pantalla del celular, sonó el ring de una llamada.

    Sonó 27 veces.

    Lo bloqueé.