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    Una cosa bárbara

    Los informativos de los canales abiertos, el 4, el 5, el 10 y el 12 (esos en los que suele engancharse Fortunato) suelen encabezar sus emisiones (sobre todo las vespertinas) con la gran noticia del día

    Los informativos de los canales abiertos, el 4, el 5, el 10 y el 12 (esos en los que suele engancharse Fortunato) suelen encabezar sus emisiones (sobre todo las vespertinas) con la gran noticia del día.

    Los criterios varían, porque —más allá de la noticia en sí— la competencia obliga a elegir bien, para enganchar al televidente, para que siga pegado a su pantalla.

    En los tiempos más recientes, esas pantallas venían priorizando temas como el retorno de los rehenes israelíes, la posible solución a la guerra en Medio Oriente, la crisis de gobernabilidad en Francia, el pedido de España de romper relaciones con Israel, las relaciones entre la Unión Europea y el Mercosur.

    Pero, desde hace unos pocos días, todas las emisoras, sin excepción, han priorizado lo que evidentemente, y con toda justicia, es el notición del año: el nacimiento de una cría de elefante marino en la playa de Piriápolis.

    El mismo día que nació el bicho chico, negrito él (o afrodescendiente, mejor dicho), y se empezó a mover junto a su mamá (blanca, lo cual demuestra la igualdad racial existente en el mundo animal) no hubo entidad, asociación, grupo de estudio, ONG o agrupación humana cualunque que no se aproximara al tema y especulara (con los más diversos gustos) sobre el fenomenal acontecimiento.

    El día del parto, me tomé el trabajo de copiar de la prensa los datos de los primeros en llegar y rodear (desde lejos, claro) a aquel episodio histórico que acababa de llegar a nuestras costas.

    Estaban allí, presenciando (copio textual, también) a esta “verdadera maravilla de la naturaleza” delegados y representantes de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (Dinara), de la Dirección Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos del Ministerio de Ambiente, de la Prefectura Nacional Naval, del Municipio de Piriápolis, de la ONG Fauna Marina, del Departamento de Gestión Ambiental de la Dirección de Ambiente y de la Unidad de Bienestar Animal de la Intendencia de Maldonado.

    Si en vez de la elefanta marina parturienta el que hubiera arribado a nuestras costas hubiera sido el rey de Inglaterra, o Shakira, o Carletto Ancelotti para hacerse cargo de la Dirección Técnica de la Celeste, no habría habido tanta gente en el recibimiento.

    Se espera que en los próximos días vayan apareciendo otros colectivos movilizados por la importancia y la trascendencia de este fenómeno animal.

    Los técnicos en la materia dicen que hay que dejarla tranquila a la madre porque necesita 25 días para la lactancia directa a su cachorro, o cachorra (tendremos que esperar para detectar su sexo, lo cual es muy sencillo, hay que rascarle la barriga, si se pone contento es macho, y si se pone contenta es hembra), pero el grupo de Mujeres de Negro, que no se pierde una, ha expresado en un comunicado que la sobreprotección que se le brinda a la madre elefanta marina no es comparable a la que se les da a las madres de las zonas desfavorecidas, lo cual demuestra que el patriarcado machista y desconsiderado se compromete más con los animales que con las pobres mujeres que dan a luz las crías humanas.

    Ante esta declaración pública, que circula por las redes sociales, reaccionaron, como era de esperar, los integrantes de la Asociación de Admiradores de las Elefantas Marinas Parturientas (con personería jurídica), que les responden a la Mujeres de Negro en una declaración pública que mejor se ocupen de atender como es debido a sus maridos, planchándoles las camisas y sirviéndoles almuerzo y cena, dejando tranquila a la elefanta marina Taylor Swift (que así han decidido bautizar a la visitante), a la que le colocarán (ni bien el tiempo de amamantamiento termine) un collarín de metal con su nombre para poder reconocerla cuando viajen al sur a visitarla a ella y a su cría, a la que han bautizado Críe, porque como no saben si es cría o crío, mejor se quedan en el neutro.

    También han anunciado su presencia en la guardia humana que rodea al bicho desde considerable distancia los dos diputados de Cabildo Abierto, porque consideran que la aglomeración que se ha reunido es mucho más numerosa que el último acto político de su partido; y aprovecharán el gentío para repartir folletos que explicitan su disposición a votar cualquier cosa que le sirva a Cabildo Abierto, incluso el posible traslado de la elefanta marina a una playa en Rocha, a la que llamarán Playa Manini, en la que montarán una guardia hasta que los bichos puedan salir en libertad, al igual que los injustamente detenidos en Domingo Arena.

    Otro grupo muy activo propondrá que la cinta que rodea el perímetro de aislamiento de los animales lleve los colores de la bandera de Palestina, porque aparentemente tienen un clavo de tela con esos colores, y ahora no saben dónde usarla.

    El Frente Amplio, por su parte, aprovechará la mayoría que posee en el Senado para incluir en el Presupuesto un impuesto a la elefanta marina, que en realidad será una entrada que se cobrará para ver a los dos animales, tras cerrar con un alto muro de madera el acceso a la playa de Piriápolis y poner una guardia de lanchas para evitar que los vivos se quieran saltear el pago de la entrada para ir a ver a los animales desde el mar. Los fondos recaudados se destinarán a la compra de la estancia María Dolores, que parece que va a ser más cara que lo que se esperaba.

    Todos estos movimientos que rodean al simple episodio del nacimiento de un cachorro de elefante marino demuestran palmariamente que nuestra escala de valores prioriza con entusiasmo valores naturales, que son muy importantes, pero tiene un inflador descompuesto que le mete aire a cualquier tema, y descuida o ignora otros que merecerían más interés.