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Álvaro Delgado, el cierre en Las Piedras y el “empujón final” para tener mayoría parlamentaria en octubre
La fórmula del Partido Nacional cerró su campaña en Las Piedras, bastión del presidente Luis Lacalle Pou, con un reclamo final a la militancia para obtener la mayoría que garantice la continuidad del gobierno y “no volver al peor pasado”
Álvaro Delgado y Valeria Ripoll en el cierre de campaña en Las Piedras
Son casi las siete de la tarde en la ciudad de Las Piedras. “Aparicio, Aparicio, te estoy buscando, dónde estás general de poncho blanco”. El clásico e infaltable de la liturgia nacionalista sale furioso por los altoparlantes, pero en clave de rock y guitarras distorsionadas. La calle angosta donde está montado el escenario se va llenando de banderas. Hay un tractor amarillo. Está el senador Sebastián da Silva repartiendo gorros con su grito de guerra estampado: “Siempre en el camino, nunca en la posada”. Siguen llegando dirigentes. Ahora suena el jingle de campaña. Nuevamente, las guitarras rockeras y el “reelegimos lo que avanza, elegimos renacer” en loop. Una y otra vez. Ya se puso el sol, se llenó la cuadra. Y ahora no hay más rock. Hay plena. Canta Majo y la del 13. Se escuchan trompetas y timbales. “Esta canción da suerte. Yo que ustedes la canto”, advierte la artista. Y entona: “Somos, tú y yo, el uno para el otro”. Llega Laura Raffo al pie del estrado ensayando un trencito con algunos colaboradores. Está por terminar el show previo. Majo hace subir al escenario a la candidata a vicepresidenta blanca, Valeria Ripoll. Dice que la conoció en el programa de televisión La máscara, cuando Ripoll cantaba con un disfraz de cactus. Baila Ripoll y bailan a su lado tres “cabezudos”, dos representan al presidente Luis Lacalle Pou y uno al candidato blanco Álvaro Delgado. Es martes. Y es el cierre de campaña del Partido Nacional. El acto final antes de las elecciones del domingo 27. Todo esto podría haber ocurrido ayer miércoles en Montevideo. Pero Peñarol y la semifinal de la Copa Libertadores obligaron a recalcular y cambiar los planes. Y entonces, la casualidad: el lugar señalado para el último gran evento partidario de las elecciones es exactamente el mismo que eligió Lacalle Pou para cerrar sus campañas en 2014 y 2019.
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Un guiño involuntario al manido concepto de la reelección. La figura del actual presidente como una presencia siempre necesaria en la campaña de Delgado.
Empieza el acto político. Abre el fuego Valeria Ripoll, que está acompañada en el estrado por su pareja y sus tres hijos. Voz estridente, gimnasia discursiva a tope. Y la inevitable comparación con lo que ocurrió aquella fría noche del 31 de junio cuando su nombre fue anunciado para completar la fórmula presidencial en medio de abucheos, caras de sorpresa y molestia. Ahora Ripoll se come el escenario y los dirigentes —algunos, no todos— aplauden sonrientes atrás. La candidata a vice chicanea al Frente Amplio, a los sindicalistas que están de los dos lados del mostrador, habla de su “querido” Partido Nacional, se asume “orgullosa de la decisión de vida” que tomó al volver a la política de la mano de los nacionalistas. Y para pedir un último esfuerzo militante se anima con una cita al caudillo Wilson Ferreira Aldunate, con aquello de que “se es blanco todo el día, se es blanco toda la noche, se es blanco siempre, se es blanco en el trabajo, en la casa, en la esquina, en el bar, en el fútbol, donde sea”. “¡A militar, a militar, a militar!”, arenga Ripoll. Y anuncia, presagia: “¡Vamos a tener mayoría parlamentaria!”.
Delgado le baja varios cambios a la intensidad de Ripoll. Casi sin voz, se muestra más calmo y emotivo. “Quiero hablarles desde la emoción, del corazón”, dice después de explicar lo que siente al escuchar el grito de “¡Presidente, presidente!”. Arranca dirigiéndose de forma especial a los indecisos, a los “ciudadanos descreídos”. Les habla a ellos. Les pide que “comparen y decidan” y que eviten que “otro” defina por ellos. “Cada uno tiene que ser protagonista de su decisión”. Pide que comparen propuestas, equipos, que “vean cómo está el país hoy y cómo estaba hace cinco años”, “quién tiene mejor equipo”, quién es “creíble”. Pide que “Uruguay no retroceda”, que la alternativa a esto que propone es “volver al peor pasado”. Insiste en aquellos que no lo votaron en 2019 porque eran “expectativa e ilusión” y que ahora los vieron gobernar y son “gestión y resultados”. Menciona las crisis que tuvo que capear el gobierno. Otra vez la pandemia en el centro del discurso. “Piensen en quién les da certezas, piensen quién les da tranquilidad, paz, previsibilidad”. Dice que el domingo 27 se define la “continuidad del gobierno” y que, si la coalición republicana es el proyecto político más votado, se empieza a “asegurar” ese concepto.
Y aparece una nueva cita a Wilson en la noche de Las Piedras: “No perdamos la sonrisa si queremos conquistar el futuro con alegría”. Pide redoblar la militancia. “Hay que tocar todas las puertas. Cada uno es responsable de conquistar, convencer, enamorar”. Dice que es “clave” un “empujón final” para garantizar la mayoría parlamentaria que asegure la vida del proyecto iniciado con los socios de la coalición en 2019.
Delgado sigue en tono emotivo. Habla de su familia. Pide disculpas por las “ausencias” a sus hijos. Valora el respaldo de su esposa, Leticia. Se quiebra el candidato. Y dice que esas ausencias “valieron la pena”. Y agradece. Agradece a los militantes. A su familia. Al equipo de gobierno. A Ripoll. Y pide, “de corazón”, que lo dejen “disfrutar el momento más lindo” de su vida. “Hasta que los vea a todos ustedes el 1º de marzo en la plaza Independencia, cuando Luis me entregue la banda y me transfiera la responsabilidad histórica de que el Partido Nacional dirija otra vez al Uruguay”.
Y con la bandera uruguaya en alto se despide de una noche fría en Las Piedras con la promesa de que se empezará “una nueva etapa” en donde se “asegurará el futuro”.