—Es algo que vengo pensando hace tiempo. Y quizá algo que me termina de consolidar este concepto es lo que ocurrió entre la primera y la segunda vuelta de 2019. La opinión pública en términos de preferencia electoral, utilizando una metáfora bastante trillada, tiene algo de sólido y algo de líquido. En Uruguay la opinión pública no es totalmente líquida, totalmente volátil, que puede fluctuar fuertemente en plazos cortos, pero está claro que tampoco es totalmente sólida. Y esa fluctuación entre primera y segunda vuelta en 2019 fue bastante sorprendente para todos. Entonces, yendo a lo sólido y lo estructural, está claro que las encuestas de Equipos muestran que hay dos bloques de la población que están definidos por variables identitarias, tanto en términos de identidades ideológicas como de identidades partidarias. Estos bloques representan, en cortes gruesos, algo así como el 40% de cada lado. Uno podría decir que esto es sólido. Uno podría decir que en el medio hay un 20% líquido. Entonces, esa estructura de por sí es pareja.
Pero creo que, cuando la gente hoy imagina una elección pareja, piensa en una diferencia de un punto, un punto y medio, dos puntos, tres puntos, cuatro puntos. Porque en realidad la segunda vuelta del 2019 o el referéndum sobre la LUC fueron de ese entorno. Yo lo que digo es que es incierta, pero no necesariamente es pareja en el sentido de diferencias tan estrechas. Por más que estructuralmente uno pueda decir que al final del día, cuando cualquiera de los bloques tiene un piso de 40, tampoco es que sea una elección totalmente despareja. Porque esta estructura al final de los dos bloques permanece en Uruguay desde fines del siglo pasado como una cuestión bastante constante.
—La encuesta de Equipos Consultores le da al Frente Amplio 43% de intención de voto con 15% de indecisos. A partir de esos datos, ¿si la elección puede no ser pareja sería porque el Frente Amplio obtuvo una mayoría sólida?
—Tenemos dos elementos de liquidez dentro de la solidez. Uno es lo que uno puede suponer sobre cómo se distribuyen los indecisos, pero lo otro es que no toda la intención de voto actual es totalmente sólida. Tenemos un conjunto de gente que ante una encuesta dice que si las elecciones fueran hoy votarían a un partido, pero en la siguiente pregunta dice que en realidad no todos ellos están totalmente seguros de que van a votar ese partido, sino que podrían llegar a cambiar. Son casi otro 15%. Hay un conjunto de potencial movilidad, que sabemos que al final no todos se mueven, que es mayor que el número puro de indecisos. Por lo cual, del comportamiento de ese público potencialmente volátil, en función de las definiciones que se tomen de acá al final, es que podemos terminar viendo un final cerrado, o podemos ver un final más abierto. ¿Qué parece difícil que se repita? Una diferencia de 15 puntos entre los dos bloques, como se dio en la primera vuelta del 2019. Pero podría haber alguna diferencia en términos de amplitud mayor que escape a la idea de paridad infartante, como fueron estas últimas dos instancias de las que hablamos.
—El Frente Amplio tiene un discurso más optimista a partir de las encuestas. ¿Tiene motivos para ese optimismo mayor que lo que está mostrando la coalición?
—Si la elección fuera hoy, el Frente Amplio tiene más probabilidades de alcanzar el gobierno que la coalición. El punto es que hay todavía campaña por delante. Estamos en esta situación donde no solo tenés los indecisos, sino gente que no está totalmente decidida, y las cosas podrían fluctuar. Robert Worcester, que fue el fundador de Mori, utilizaba a veces la metáfora del océano para hablar sobre la opinión pública. Cuando uno mira hoy el océano de la opinión pública, uno ve que hay contextos electorales en los cuales las corrientes van todas en una misma dirección y, en este contexto electoral en Uruguay, estamos viendo que hay corrientes que van en direcciones distintas. Hoy la corriente con más fuerza es la que favorece al Frente Amplio, pero no es la única corriente que vemos en el océano. Vemos en sentido contrario corrientes que operan a favor de la posible continuidad del oficialismo, desde la evaluación de la gestión de gobierno, con menos fuerza quizá desde el humor económico. Entonces esas dos corrientes oceánicas en algún momento van a colisionar y medirán su fuerza y decidirán el resultado final.
Seguimos viendo un proceso frío desde el punto de vista del apasionamiento con que la gente está siguiendo esta campaña. Y seguimos viendo un proceso de relativa ausencia de temor sobre las alternativas. Tengo la sensación de que hay un conjunto de este público en el medio, ya sea que lo definamos con la magnitud o en la lógica que sea, que puede terminar evaluando la potencia de estas corrientes bastante al final. Entonces, desde el punto de vista de lo que nos muestran las encuestas hoy, sí puede afirmarse que el Frente Amplio tiene elementos para mirar la probabilidad de éxito con mayor optimismo que la coalición. Pero creo que estamos lejos todavía de decir que es una elección que está cerrada.
—La encuesta de Equipos otorga 43% de intención de voto y el porcentaje de indecisos es alto. ¿Está cerca de la mayoría parlamentaria?
—Sí, con los datos actuales, al Frente todavía le falta un poco para la mayoría parlamentaria, pero requiere una captación de una parte menor de los indecisos para llegar a la mayoría parlamentaria. Con nuestros datos de julio, es perfectamente razonable que el Frente Amplio esté mirando con ilusión la posibilidad de acceder a la mayoría parlamentaria.
—El único candidato que puede llegar al balotaje con mayoría parlamentaria es Orsi. ¿Cómo puede incidir eso en la segunda vuelta?
—Tendría que pasar un acontecimiento muy extraño para que el Frente Amplio no ganara una segunda vuelta teniendo mayoría parlamentaria en la primera. La inversa es un poquito más compleja, porque la escasa evidencia que tenemos hasta ahora en balotaje muestra que el Frente Amplio ha crecido en la segunda vuelta, aunque no siempre tuvo la misma intensidad. Además, ahora el escenario político es distinto y hay una coalición de partidos en el gobierno más consolidada que en el pasado.
—Usted marcaba que la popularidad del presidente es alta y que el humor sobre la economía no es malo. ¿Por qué el oficialismo la corre de atrás?
—Hay varios factores. Hay algunos, como decía hoy, más estructurales que están definidos por identidades ideológicas y entidades partidarias. Y con respecto a otras variables más de mediano plazo, más evaluativas, un elemento que juega a favor del Frente Amplio es que el recuerdo de sus gobiernos en términos de balance es positivo. Es decir, la evaluación del gobierno actual tiene saldo positivo, pero cuando uno pregunta a los uruguayos cómo califican hoy la forma en que el Frente Amplio gobernó en los 15 años que gobernó también es positiva. Y eso tiene que ver con lo que hablaba más temprano de la ausencia de temores. Anthony Dawes escribió un libro en los años 70 llamado Teoría económica de la democracia, que establecía los mecanismos a partir de los cuales los votantes racionales definían su voto. Y decía que al final hay dos factores de corrección, uno de ellos es la tasa de éxito. La tasa de éxito es una especie de registro que los electores llevan en el disco duro respecto a cómo gobernaron los partidos cuando les tocó. Bueno, en ese registro hoy en Uruguay tenemos una situación bastante atípica, que es que tanto el partido que está en el gobierno, o la coalición que está en el gobierno, como el principal partido de oposición tienen en realidad un registro positivo. Y eso habla a favor del Frente Amplio. Por más que el Frente Amplio en el 2019 fue a esa elección en un contexto de cambio, ahí cuando todas las corrientes iban en el sentido contrario, tuvo dos períodos con evaluaciones muy altas y un tercer período con evaluaciones más negativas. Pero, mirado desde hoy, el recuerdo de la globalidad tiene saldo positivo y eso lo impulsa a favor.
Hay otro elemento que también hoy está asociado a esta moderada ventaja que tiene el Frente Amplio sobre la coalición en intenciones de voto, que es un diferencial en la imagen de los candidatos. Hoy la imagen de Yamandú Orsi como candidato es algo mejor que la imagen de los candidatos de los principales partidos de la coalición. Esto es así hasta julio. ¿Y por qué lo enfatizo de esta manera? Porque a diferencia de las identidades ideológicas o partidarias, o de la evaluación que los uruguayos hacen hoy sobre el recuerdo del Frente Amplio, que son más estables, las imágenes de los candidatos pueden llegar a moverse, sobre todo cuando son candidatos nuevos.
—¿Puede ser la seguridad el tema central que tenga efectos electorales definitivos?
—Va a ser un tema central en términos de la agenda y de la discusión pública, porque es notorio que los uruguayos están preocupados. Desde el 2008 en adelante, con oscilaciones, es visto como el principal problema del país. Que sea central en el debate no necesariamente implica de que vaya a ser decisiva. Sí puede ser relevante en términos de la generación del humor social. Ahí quizá podemos encontrar una corriente más chica, pero digamos que va en sentido más bien favorable al cambio. Pero la traslación de esa corriente al cambio es también relativa, porque, así como hoy te decía que el recuerdo que hoy los uruguayos tienen sobre cómo gobernó el Frente Amplio es positivo en términos generales, no lo es en términos de seguridad. Entonces, en términos de seguridad, el recuerdo de la gestión del Frente Amplio no muestra una diferencia, un diferencial positivo respecto a la gestión actual del gobierno.
—Al igual que en 2019, el Partido Nacional cayó en las encuestas después de las internas y creció el Partido Colorado. ¿Qué lectura hace?
—Ahí es esperable la volatilidad, porque estamos en un territorio nuevo de competencia. Hay un cambio en la estructura de las identidades partidarias donde ha habido una caída de los blancos puros, de los colorados puros; también de los cabildantes puros y de los independientes puros, que son muchos menos. Ha habido un aumento del territorio común donde hay un conjunto relevante del público que se siente cercano a varios de estos partidos de la coalición al mismo tiempo. Y eso indica que ya no hay muros entre ellos. La decisión de votar a uno u otro partido son decisiones mucho más de corto plazo que identitarias. Eso genera condiciones para la volatilidad por factores como el desempeño en campaña, propuestas, atractivos o rechazos a los candidatos.
—Pareciera que el piso de los blancos todavía es demasiado alto como para perder su lugar en el balotaje, porque además todavía hay muchos más blancos que colorados “puros”.
—Además del punto de partida, el Partido Nacional tiene algunas otras ventajas vinculadas con la solidez de su estructura. No hay que olvidar que la elección de octubre también es una elección parlamentaria, donde se eligen senadores en circunscripción nacional y diputados en circunscripción departamental. El Partido Nacional es muy fuerte en el interior, donde se eligen diputados a nivel local, donde esos diputados en muchos casos utilizan la elección de octubre para proyectar sus carreras políticas hacia las departamentales. Todo eso le da un piso muy alto y le permite sostenerse, por lo menos hasta ahora, como el segundo partido del sistema. Pero eso no quiere decir que el territorio no haya cambiado y que el Partido Nacional eventualmente pueda verse expuesto y haya oportunidades para el Partido Colorado, para Cabildo Abierto y para el Partido Independiente. En este territorio común hay cercanías a más de uno de estos partidos que en realidad están caracterizadas por un antifrenteamplismo. Ese es el factor común. En este caso hay una identidad por oposición, que no quiere un hipercriticismo ni con una negatividad muy fuerte, pero está claro que la idea es “somos esto porque no somos lo otro”.
—¿Pero cuán optimistas pueden ser los colorados?
—Este cambio en el territorio de fondo de identidades partidarias le representa una oportunidad de crecimiento mayor a lo que tenía. En 2019, este territorio común no estaba instalado de manera tan fuerte como hoy, igual estaba y el Partido Colorado tuvo un veranito posinterna que luego no se sostuvo. Pero el hecho de que no se haya sostenido en 2019 no implica que no se pueda sostener ahora. Porque los territorios de fondo están, y reitero, en una situación en la cual los candidatos son todos nuevos. Creo que las campañas van a terminar definiendo mucho esto, con los contrapesos en términos estructurales de la potencia de la estructura del Partido Nacional al interior, que obviamente es un factor relevante.
—¿No da por hecho que, si hay balotaje, será entre Orsi y Delgado?
—Si uno mira las encuestas y las variables estructurales, creo que claramente es lo más probable que el Partido Nacional siga siendo el segundo partido del sistema. Pero también está claro que esa situación tiene hoy amenazas estructurales que podrían o no capitalizarse en el corto plazo, pero que son mayores a las del pasado.
—¿Cómo puede impactar el regreso de Bordaberry?
—El regreso de Pedro Bordaberry a la política es una buena noticia para el Partido Colorado porque recupera una figura muy relevante. También es cierto que le genera algunos desafíos en términos de posicionamiento, en términos de cómo se maneja esta tensión entre la renovación, entre lo nuevo y lo viejo. La promesa de solo lo nuevo es una promesa de la cual a veces la gente desconfía y quiere ver cierta certeza sobre lo nuevo. Pero también es cierto que hay complejidades en términos de cómo comunicar la buena convivencia entre ambos elementos. Son temas básicamente de campaña. Estos temas, entre otros, son los que pueden determinar la suerte en términos del optimismo.
—En Cabildo Abierto están preocupados porque pueden caer en esta elección, como suele suceder con los partidos nuevos que votan bien.
—Creo que aplica para Cabildo la misma lógica que hablamos del Partido Colorado. En 2019 representó para muchos votantes una novedad, en un contexto en el cual la gente estaba buscando novedades. Hoy la gente no parece estar buscando tantas novedades y además Cabildo ya no representa la novedad, entonces evidentemente sus propuestas de valor tienen que ir por otro lado. Pero, si Cabildo encuentra propuestas de valor, no hay que descartar que vote mejor de lo que hoy están mostrando las encuestas. Y lo mismo el Partido Independiente.
—¿Usted es de los que cree que la Coalición Republicana va a tender a formalizarse en breve a escala nacional?
—Eso va a depender de la voluntad de los actores. Todos los indicios van hacia ahí. Y de hecho ya tenemos el lema departamental. Entonces sí, hay una Coalición Republicana como partido que ya pasó a la interna, va a tener una expresión en algunos departamentos. Pero las elecciones son puntos de inflexión donde se consolidan liderazgos, se debilitan liderazgos, se abren escenarios de gobierno, de oposición que son distintos. Eso puede condicionar el camino. Pero diría que en general los indicios de que eso va hacia ahí son muchos. Son fuertes, pero el camino no está exento de dificultades de todo tipo.
—¿Algún partido de los más pequeños tiene chance de entrar al Parlamento?
—Salle viene marcando un 1% en las encuestas. El Frente de Trabajadores, que es esta unión de Unidad Popular y el Partido de los Trabajadores y Frente de Trabajadores en Lucha, ha marcado entre medio y un punto. Y el PERI (Partido Ecologista Radical Intransigente), quizás también. Los otros partidos están marcando muy poco.