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    “No veo una gran posibilidad para un conflicto diplomático” entre Uruguay y EE.UU., pero sí mayor distancia por “discrepancias ideológicas”

    Los “cambios profundos” en la política exterior estadounidense, de mantenerse en el tiempo, provocarán que los países busquen nuevos aliados y menor dependencia de EE.UU., aunque les resultará una tarea difícil, opina Benjamin Gedan

    Casi desde que asumió la presidencia de Estados Unidos (EE.UU.) por segunda vez, Donald Trump dio un giro en su política exterior. Y si bien todavía no hay “claridad” en cuanto a sus lineamientos, se trata de “cambios profundos” que, de mantenerse en el tiempo, pueden modificar “las relaciones estructurales en el mundo”, evalúa el director del programa América Latina del Woodrow Wilson Center, Benjamin Gedan.

    Para Gedan, que trabajó en la administración de Barack Obama, uno de los mayores impactos que puede sufrir la región de la nueva política en Washington D.C. está vinculado con la revisión que llevará adelante EE.UU. de su relación con organismos multilaterales. Empezó con Naciones Unidas, pero en la lista están también, por ejemplo, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Organización de Estados Americanos (OEA).

    “Si es que Estados Unidos sigue apoyando a esas instituciones, va a exigir que no haga ninguna cosa relacionada al tema de género, la diversidad no racial, el tema del medio ambiente, el cambio climático, la conservación marítima”, evalúa. “Eso, para mí, puede ser el cambio más impactante” para América Latina.

    La política a largo plazo hacia la región todavía no está clara, aunque sí parece evidente que el gobierno de Trump “va a mostrar menos tolerancia con otras ideologías”, opina Gedan. Pese a ello, agrega, ve difícil que haya un conflicto diplomático entre Uruguay y EE.UU. por la distancia geográfica y el hecho de que la crisis migratoria no es un tema bilateral.

    Gedan estuvo en Montevideo la semana pasada, donde mantuvo varias reuniones, entre ellas, con la vicecanciller Valeria Csukasi. Además, participó en una actividad sobre inteligencia artificial (IA) organizada por la Universidad Católica (UCU) y el Wilson Center, la organización que integra y que es uno de los principales think tanks de Washington D.C.

    “Nuestra conferencia en la UCU sobre la IA fue bastante alentadora. Esas tecnologías tienen el potencial de mejorar la productividad del país, y me quedó claro que tanto el gobierno como el sector privado y la sociedad civil están comprometidos con la masiva difusión de estas tecnologías”, dijo a Búsqueda el martes 18, tras su paso por Montevideo. “También me impresionó mucho mi conversación con la viceministra de asuntos exteriores. Dado el contexto político en Estados Unidos, Uruguay tiene un rol cada vez más importante en la defensa de la democracia y los derechos humanos y en la conservación ambiental y la acción climática”.

    A continuación, un resumen de la entrevista que Gedan mantuvo con Búsqueda antes de visitar Uruguay.

    —¿Cuál es el estado de situación de la política exterior de Estados Unidos a partir del inicio de la administración Trump? ¿Cómo está viendo estos realineamientos iniciales?

    —Estamos viviendo en una época de cambios profundos en la política exterior de Estados Unidos, pero también son políticas cambiantes. En muchos casos todavía no tenemos mucha claridad, ¿no? Es obvio que hay otra postura respecto a Ucrania, por ejemplo, y la relación con Rusia, pero en otros casos hay más ambigüedad. Eso tiene que ver con la falta de personal, porque todavía no tenemos designados, fuera del gabinete del presidente, a los funcionarios más relevantes para la política exterior. Por eso, es todavía un poco temprano para analizar los lineamientos.

    —En cuanto a Ucrania y Rusia, como usted dice, parece más claro, pero las señales parecen de cambio general en relación con la administración anterior, salvo quizás con respecto a China, donde la tensión es continua.

    —La relación con China es uno de los muchos ejemplos de la falta de claridad. Porque existe al mismo tiempo la posibilidad de una relación tensionada, al menos en los temas comerciales y económicos, pero, si estamos en un proceso de acercamiento con Rusia, hay que reconocer que también existe alguna posibilidad de una amistad con China, porque los temas que nos distanciaban por muchos años, que tenían que ver con Taiwán, con la democracia, con los derechos humanos, ya no figuran dentro de la agenda de la Casa Blanca.

    —Hace unas semanas, el secretario de Estado Marco Rubio publicó una columna en el Wall Street Journal en la cual daba una primera mirada hacia América Latina, que sigue la línea dura con respecto a la creciente influencia de China en la región. ¿Es un retorno a la geopolítica con “esferas de influencia”?

    —La postura del canciller Rubio es muy clara porque tiene mucha experiencia en la política exterior y en asuntos de Latinoamérica, y la llevó a la Cancillería. Lo que no entendemos es el peso que tiene dentro de la administración y si él es la única voz o la voz más importante en la toma de decisiones. Viajó a Centroamérica y al Caribe para su primer viaje oficial, algo poco común en las últimas décadas, y tiene muchas relaciones en la región y un conocimiento directo e íntimo de los efectos que problemas en Latinoamérica podrían tener en Estados Unidos.

    —¿Cuál le parece que es la mirada que trae Rubio para la región?

    —En este caso quedan más claros los cambios en la política exterior de Estados Unidos. Durante los últimos cuatro años Estados Unidos intentó hacer algunas cosas en Latinoamérica que tenían que ver con la protección del medio ambiente, la acción climática, la defensa de la democracia, los derechos humanos y más que nada estrechar la relación con casi todos los gobiernos de la región que son democráticos, sin importar los colores políticos ideológicos de los gobiernos. Ahora tenemos una obsesión con la migración; durante la visita a la región del canciller, casi el 100% de los anuncios tuvieron que ver con la migración, con acuerdos para facilitar la deportación masiva de migrantes en Estados Unidos y de frenar los flujos de migrantes hacia la frontera de Estados Unidos.

    También creo que Estados Unidos va a mostrar menos tolerancia con otras ideologías. Ahora tiene una postura más agresiva y menos tolerante con distintas posturas ideológicas en la región, lo que podría distanciar a Estados Unidos a socios importantes como Brasil, Colombia, Chile, al menos hasta las elecciones que vienen este año. Hay algunos gobernantes, algunos mandatarios, que tienen ya relaciones de amistad con la Casa Blanca, por ejemplo los líderes de Paraguay, de la República Dominicana, de El Salvador, de Argentina, que obviamente van a encontrar puertas abiertas en Washington.

    —¿Cómo debe jugar un gobierno recién llegado como el de Uruguay, que es de izquierda, en este contexto donde parece haber más polarización y más complejidad?

    —Dada la distancia y por esa obsesión que acabo de describir con la migración, Uruguay obviamente no representa un desafío migratorio para Estados Unidos. Y aparte de esa agenda migratoria no veo otra agenda en la región. Todo el tema de near shoring ahora no aparece en la agenda de Casa Blanca, que tiene una clara preferencia para atraer las emersiones hacia Estados Unidos. Tampoco está hablando sobre el cambio climático y la transición energética. Uruguay estaba jugando un rol importante en esas conversaciones sobre, por ejemplo, el hidrógeno verde y el ejemplo que representa como un país que logró mucho en la transición energética. Pero ahora no hay ninguna conversación sobre esos temas. Por eso no veo una gran posibilidad para un conflicto diplomático, pero sin lugar a dudas esa discrepancia ideológica podría generar más distancia entre los países.

    —Una vía indirecta en la cual puede impactar el cambio de foco es en los organismos multilaterales. Mauricio Claver-Caron, responsable de la Casa Blanca para América Latina, dijo en una entrevista con Bloomberg que van a revisar su apoyo a organismos como el BID o la OEA. ¿Por ahí puede haber un cambio?

    —Eso, para mí, puede ser el cambio más profundo y más impactante para América Latina. Ahora hay un proceso de revisión de todas las relaciones que mantiene Estados Unidos con instituciones internacionales, comenzando con las Naciones Unidas, pero no terminando allá. Los aportes financieros de Estados Unidos para la OEA, por ejemplo, representan encima del 50% del financiamiento. En el BID también, Estados Unidos juega un rol central y, si toma la decisión de sacar sus aportes financieros, su apoyo diplomático, su participación en la toma de decisiones, eso sí podría generar impactos directos por toda la región en un momento de mucha fragilidad económica. Y eso también podría tener efectos muy graves en las regiones que van a ser muy afectadas por las deportaciones masivas, donde va a aumentar el nivel de desempleo y también van a sacar todos los beneficios de las remesas.

    —Es decir, puede cortarles el apoyo o tratar de incidir en sus políticas con otra mirada ideológica.

    —Bueno, la segunda es garantizada, ¿no? Si es que Estados Unidos sigue apoyando a esas instituciones, va a exigir que no haga ninguna cosa relacionada al tema de género, la diversidad no racial, el tema del medio ambiente, el cambio climático, la conservación marítima, ninguno de esos temas van a ser permitidos, entre comillas, al menos desde la mirada de las nuevas autoridades en Washington. Pero, para mí, la incógnita es si realmente Estados Unidos va o no va a estar presente en esas instituciones.

    —Estados Unidos parece estar dándoles la espalda a aliados históricos. ¿Eso provoca un riesgo de aislamiento internacional?

    —Sin lugar a dudas, esta administración no reconoce el valor en sí mismo de esas relaciones históricas. Típicamente, todas las administraciones en Estados Unidos, no importa su partido político, han reconocido algún valor en mantener y profundizar relaciones con países amigos en el mundo, para poder capacitar, para dividir las responsabilidades y obligaciones globales, para solucionar temas como el crimen organizado, el cambio climático, la migración, temas de salud pública, para manejar pandemias. Es un listado bastante largo de temas que necesitan una coordinación regional o global. Ahora, todo es una negociación. Ahora hay una mirada de corto plazo, y cada vez que Estados Unidos habla con otro gobierno es para negociar algo muy puntual. Y por eso está dispuesto a usar herramientas bastante agresivas, como aranceles, como en el caso de Panamá, una amenaza de un conflicto bélico. Porque no hay un reconocimiento de la importancia de la relación a largo plazo. ¿Qué implica esto para el posicionamiento de Estados Unidos en el sistema global? Vamos a ver. No es fácil aislar a un país tan grande, con la economía más grande del mundo. Todavía el acceso al mercado estadounidense es sumamente importante para muchas economías en el mundo. Y también hay un reconocimiento, por ejemplo, en Europa, que por ahora no existen las capacidades ni militares ni económicas para hacer frente a algunos retos regionales, como el conflicto en Ucrania. Pero en el largo plazo, sí, esa postura de Estados Unidos, sin lugar a dudas, puede cambiar las relaciones estructurales en el mundo, con muchos países que estarán buscando otros aliados o más independencia, menos dependencia económica y en temas de seguridad.

    —En Uruguay algunos ven que esto puede ayudar a terminar de empujar el acuerdo Unión Europea-Mercosur, por ejemplo. Que los aliados históricos de Estados Unidos ya no confíen en su socio estratégico los lleva a buscar sus propias alianzas.

    —El acercamiento entre América del Sur y Mercosur después de las elecciones fue una señal tentativa pero interesante, mostrando cómo la comunidad internacional puede reorganizarse un poco a esa nueva realidad. Como te acabo de decir, no es fácil en el corto plazo y tampoco hay alternativas obvias a Estados Unidos. China tiene otra oferta para Latinoamérica, para Uruguay, por ejemplo, y su modelo político es, para mí, poco atractivo; para los países que tienen una preferencia por la democracia y los derechos humanos, China no es un socio obvio. Pero acepto la idea de que la comunidad internacional va a reaccionar. Es inevitable si Estados Unidos mantiene esa postura. Y eso no solamente tiene que ver con la falta de respeto para las relaciones históricas, sino también con el proteccionismo, que ahora tiene apoyo bipartidario en Estados Unidos. Eso también tiene efectos a nivel global.

    —Uruguay quiere fortalecer la relación sur-sur y la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). ¿Son alternativas viables para la región? ¿Subirles el perfil a esas cosas también puede ser una forma de contradecir a la Casa Blanca?

    —Desde la perspectiva de Washington, la Celac es una institución que representa la puerta de entrada para China en Latinoamérica y que no tiene otra función. Es como un modelo de la OEA, excluyendo a Canadá y Estados Unidos, que realmente representa un foro exclusivo para China. Y por eso se ven con malos ojos casi todas las acciones de Celac. El de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) es otro modelo más importante, con más relevancia. También es una institución dominada por China, pero tiene una membresía interesante porque también están India y Brasil, que son economías con peso. Rusia también es un miembro.

    Pero, para mí, el fenómeno más interesante, pensando en la reacción de la región a los cambios en Washington, es la falta de unidad. Es la enorme diversidad ideológica y la falta de capacidad para gestionar una respuesta coordinada a los cambios en Estados Unidos. Hay una falta total de coordinación regional que hace mucho más difícil hacer frente a los desafíos que representa Estados Unidos hoy en día. Las instituciones ideologizadas como lo fue Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) no van a solucionar esta crisis de coordinación. No, por lo contrario, van a empeorar más esa dinámica complicada.