Patricia Pata Kramer está a punto de estrenarse como senadora y no esconde su entusiasmo. Lejos de ser una recién llegada a la política, Kramer —más conocida, quizás, por su carrera como cantautora— tiene años de experiencia, pero está más habituada a trabajar tras bambalinas. Ahora el tiempo de estar “al margen” se terminó y le toca ocupar la primera fila. En marzo asumirá en el Senado como suplente de Cristina Lustemberg, líder del sector El Abrazo, que dejará su banca para desempeñarse como ministra de Salud Pública.
En un contexto internacional más hostil hacia los derechos de la comunidad LGBTQ, las mujeres o los migrantes, Kramer —madre de un niño junto a la también cantautora Ana Prada—, dice que le inquietan las repercusiones de ese backlash en Uruguay: “El problema es el odio”, dice. Los algoritmos y las redes sociales “te incitan a que odies”, y si no son los homosexuales, son los migrantes o los carnívoros. Hasta que “salta una chispa y se prende fuego todo”. Ese es, advierte, el “peligro real” que le preocupa.
—Es algo diferente a lo que vengo haciendo, sin dudas. Soy una amante de la política, desde chiquita. El trabajo legislativo me parece súper valioso, quizás se le ha perdido respeto dentro del sistema político a la importancia que tiene. Y también creo que sabemos poco de todo lo que hace un Poder Legislativo. La parte que a mí más me gusta es que es el lugar que por excelencia elegimos, en la democracia, para generar los diálogos y pactos sociales. Desde ese punto de vista me resulta superemocionante poder formar parte de esto, en este contexto histórico en el que si algo está difícil es el diálogo y el pacto social. La herramienta legislativa es un gran sostén de esa democracia para que todo lo demás sea posible.
—¿En qué temas piensa enfocarse?
—Somos senadores de una fuerza política que va a ser gobierno. Hay una parte de nuestro rol como legisladores en este contexto que es darle todo el apoyo legislativo, normativo, etc., para que el Poder Ejecutivo pueda hacer su labor lo mejor posible. Además de controlar. Después, El Abrazo también tiene cuestiones que viene trabajando, relacionadas a infancias y adolescencias, si bien se avanzó en temas presupuestales sigue faltando mucho. Sin duda salud también va a ser una prioridad. Y particularmente a mí me interesa mucho abordar temas de salud mental.
Luego, tengo claro que estoy ahí representando votos que son del Frente Amplio, de El Abrazo y de Cristina, que es la cara visible del sector. Hay todo un combo del que soy responsable de representar, más allá de mí misma. Una de las cosas que quiero hacer es salir a presentarme. Estoy segura de que hay un montón de gente que me votó sin una conexión directa a que yo iba a estar ahí. Y me parece superimportante asumir eso desde el principio. Más que en sus temas, lo que querría es ser una buena suplente de Cristina en sus modos. Para mí Cristina es una política de las que la política necesita. Mi primer desafío es poner en cuerpo propio lo que yo le pido a la política.
—¿Y cómo piensa hacerse conocer entre sus votantes?
—La idea es que la gente a la que vos representás te conozca. Lo que quiero es presentarme. “Hola, esta soy yo. Estoy acá. Estos son los intereses de mi sector”. Es mi trabajo, estar para escuchar, para conversar y para encontrar conexiones que nos permitan un desarrollo común como sociedad. Estoy mapeando los lugares en los que El Abrazo votó bien. Quiero encontrar los referentes de El Abrazo en algunos de esos territorios e ir a conocer a las personas de esos lugares. También me apasiona el trabajo en creatividad, el desarrollo basado en conocimiento e innovación de la política pública de participación ciudadana. Tengo la idea de tener una especie de plataforma, con el Senado como excusa u oportunidad, para armar una red de contención, de una conversación. El Abrazo tiene muchísimos técnicos de un montón de temas y tiene mucha gente desparramada por el territorio y entonces se trata de armar una contención de comunicación: el que quiera venir a hablar, que hable. Queremos poder contar lo que estamos haciendo y también que nos cuenten qué quisieran que hiciéramos. Se trata también de saber sacar las conversaciones de los lugares obvios de conversación y discusión, que la plataforma permita conversar sobre temas y territorios. Ese trabajo debe tener una lectura grande de opinión pública; saber qué estamos pensando como sociedad. Y también hay ciertos temas que aparecen en los grupos contenidos de conversación que no están en la opinión pública. Y está bueno ver, cuando bajás el volumen de la conversación, si eso existe o no, o cómo está existiendo en una cuestión más masiva. Es muy ambicioso lo que estoy planteando. Es probable que lleve mucho tiempo y que así y todo falle. Y esto hay que conectarlo mucho con la agenda: con qué criterio uno resuelve a dónde ir y con quién hablar. Hay una responsabilidad enorme de estar en donde te convocan, pero también hay una responsabilidad de ser proactivo de a dónde ir a conversar.
—Hasta ahora había estado en roles menos públicos, tras bambalinas, cómo en las campañas de Mónica Xavier para la Presidencia del FA y la de Carolina Cosse en las internas. ¿Qué la convenció a dar el paso a la primera fila?
—¿Les respondo corto o largo? (risas) Tiene que ver con manejar la impotencia de otras maneras. Poner yo misma toda la carne en el asador, no pedirle siempre al resto que sea el que la ponga. Es cierto que he estado un poco más pidiéndole a la política que sea distinta y estando muy en el margen, muy sí pero no. Quizás hay una parte de mí que no ha querido estar del todo visible porque le temo a lo que el sistema termina haciéndole a las personas que están en lugares visibles. No me gusta la exposición en general. Sé que suena raro, porque en mi vida he terminado estando expuesta. También tiene que ver con haber creído siempre que había alguien que lo podía hacer mejor que yo. Hay una parte de autoestima y de crecimiento propio saneado. Si bien había estado cerca de la política todo este tiempo, había ciertas cosas que yo creía que no era capaz. Cuando Yamandú me llamó para la intendencia, creí que no iba a aguantar todo lo que implicaba la burocracia de gestionar un gobierno departamental. Y lo resufrí, pero pude. Y aprendí un montón. Con ese aprendizaje, me animo a este momento del Senado.
—En 2019 trabajó por el triunfo de Cosse en la interna, pero en las últimas elecciones optó por apoyar a Orsi, ¿qué la llevó a cambiar?
—Me da gracia lo de cambiar. Todo es Frente Amplio. En las primeras internas no estaba Orsi, y era otro contexto histórico. Era muy importante para mí como militante feminista hacer lo imposible porque como sociedad concibiéramos la idea de que una mujer podía ser presidenta. Para mí fue reimportante acompañar ese proceso político, hasta simbólico. Y no cambié, es el Frente Amplio. Buscar cosas tan dicotómicas en el Frente Amplio es un error en el que el propio Frente a veces entra. Nuestra gran fuerza es seguir manteniéndonos juntos a pesar de las millones de diferencias o gracias al millón de diferencias.
Igual no le voy a escapar a la pregunta. En estas elecciones sigo sosteniendo que Yamandú era la mejor opción, era el mejor presidente que podía tener este país. Y sigo convencida de eso, sin desmedro de lo que me significa Carolina como política. Y entiendo que son distintas maneras de hacer política, las de Carolina y las de Yamandú. Tengo la suerte de conocer las dos de cerca y no creo, honestamente, que haya una mejor que otra. Creo que hay momentos. Apoyar y trabajar para Yamandú en estas elecciones en ningún momento fue trabajar en contra de nada de Carolina.
—Durante la campaña escribió un artículo reflexionando sobre el tema de ser feminista y apoyar a un candidato varón. ¿Por qué sintió la necesidad de explicar eso?
—En parte por defenderse. Había una sensación como de ataque y una necesidad de parar. Y porque creo que aportaba a la discusión. No caigamos también los feminismos en simplificar tanto una conversación y una discusión. Se supone que es parte de lo que el mundo patriarcal hace y no nos gusta. El binarismo, el binarismo conceptual, el no entendimiento de que las cosas son más sistémicas y se van interrelacionando todas con todas.
—Se anunció que habría un gabinete paritario y no ocurrió. ¿La desilusionó?
—Me entristece. No me entristece particularmente el gabinete, de Yamandú o del Frente Amplio. Me entristece que sea tan difícil. Porque ahí entran un montón de cosas, ¿no? Entra lo que uno quiere, lo que los sectores quieren, qué nombres te proponen, los currículums. No es tan lineal dónde está la responsabilidad. No le quiero quitar al gobierno entrante la responsabilidad del gabinete, pero no hay una responsabilidad única. Hay una responsabilidad supercompartida en la sociedad de hasta dónde avanzamos en las cosas. Creo que es muy natural lo que se dio, no creo que haya nada forzado, un nombre puesto a forceps por ser mujer. Y desde ese punto de vista me parece bueno. No me parece tan baja (la representación femenina) porque hay nombres muy fuertes.
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Javier Calvelo/adhocFOTOS
—¿Cree que el debate parlamentario se ha empobrecido en los últimos años?
—Sí. Creo que es un proceso mundial. Y no solo parlamentario. Se ha empobrecido parejo. No le puedo echar la culpa ni la responsabilidad a nadie más que a otros. Aunque hay algunos casos ejemplares de (personas que) llevan a lugares peligrosos.
—¿Quiénes?
—Ya sabemos todos y todas quiénes son las personas que no están sumando a una buena manera de discutir. ¿Qué suma que diga quiénes para tratar de mejorar la cosa?
—¿El Frente Amplio también tiene personas así?
—Todos tenemos mucho que aportar para conversar mejor, escuchar mejor. Todos podemos hacer más. Y creo que son de esas cosas en las que hay trabajar con nosotros mismos. ¿Por qué entras? ¿O por qué te vienes con ganas de contestar algo que no sirve para nada?
—El contexto internacional está mostrando un retroceso en la llamada agenda de derechos, con Donald Trump y Javier Milei como principales exponentes. ¿Le preocupa que ese backlash tenga consecuencias en Uruguay?
—Sí, es mundial ¿Dónde están las cabezas y las colas de esos movimientos? Está medio planteada la guerra, ¿no? Una de las cosas más preocupantes para mí de los últimos meses fue cuando salió Mark Zuckerberg a hablar de cómo habían cambiado Meta. Hay declaraciones casi de guerra en esas cosas. Cuando bajan los programas de verificación y se suman todos a una misma movida, en cosas pequeñas, como que de un día para el otro los baños volvieron a ser de varones y mujeres. Para mí el tema es no distraernos. Creo que hubo una cosa muy interesante en la respuesta en Argentina, que fue el decir “esto no toca a un solo grupo de personas”. Que no nos distraigan en la microsegmentación del ataque. Lo que tenemos que resolver es el pacto social en el que vamos a vivir como humanidad. Y eso siempre ha estado en puja. Nunca hubo un momento en el que dijéramos “ya estamos bien”. Siempre hay algo que tira para atrás. Es la historia de la humanidad. Como soy optimista, creo que tarde o temprano siempre va a ser para un mejor equilibrio. Pero es un momento complejo, sí. Me preocupa porque el otro día en Argentina alguien fue y prendió fuego una casa de una pareja de mujeres con una hija. Por los niveles en los que a veces se dan las conversaciones y la irresponsabilidad de no darnos cuenta de que en el barrio hay una persona que por escuchar lo que estábamos hablando se fue hasta la casa de dos mujeres y las prendió fuego. Hay una buena masa en el medio de la sociedad que no terminamos de ser conscientes de lo que construimos y lo que destruimos en cada mensajito y palabra que decimos. Mi temor mayor es ese.
—¿Ha notado en el ámbito local señales de preocupación, como un aumento de la homofobia? ¿Le inquieta que eso pueda pasar?
—Me inquieta la intolerancia en general. ¿Hacia dónde se vuelca eso? Creo que todo eso termina siendo simplemente “¿dónde toco para que esta chispa explote?” Hay lugares en los que puede ser la comunidad LGBT y hay lugares en los que pueden ser los migrantes. Lo que importa es qué chispa prendo para que esto se prenda fuego. Lo que me importa es que no se genere en la sociedad el caldo de cultivo para esas chispas y eso tiene que ver con no llevar a lugares de enfrentamiento en donde el odio realmente tenga cabida, porque el problema es el odio. Te incitan a que odies. Si no vas a odiar a los homosexuales vas a odiar a los que le pegan al perro... el odio con el que se manejó lo de una mujer que había dejado el perro en el auto y se le murió. Fue reirresponsable, pero sin saber nada del contexto por las dudas le prendemos fuego a la plaza. Homosexuales, migrantes, carnívoros ¿qué es lo que querés prender fuego vos? Y ahí hay un diseño hermoso para saber exactamente qué es lo que a vos te molesta incluso donde vos no sabés que te molesta, que es la maravilla de los algoritmos y las redes sociales. Ni vos misma sabés qué te molesta tanto eso, pero yo sí y te lo doy y te lo doy hasta que salís con las antorchas. No sabés ni cómo llegaste a eso, pero voy calando donde tenés la fisura de odio irracional. Y ese es el peligro real. Claro, hay algunos odios históricos, tan viscerales que prenden rápido, como a las mujeres, a lo LGBT, a los pobres, los migrantes. Pero el tema es la chispa del odio y ahí todos y todas caemos en trampas. No es fácil.