En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Calvin, Trevor y el Gavilán: así fue el feliz regreso de Los Tontos en la Sala Zitarrosa
El guitarrista y el baterista, radicados en el exterior, tocaron juntos por primera vez en 36 años y homenajearon a Renzo Teflón en una noche de fiesta y rock
Juan Aguirre Zavala, Xavier Pereira, el Gavilán, Trevor Podargo, Calvin Rodríguez y Nicolás Millot en escena, con la imagen de Renzo Teflón
“Qué ganas de ir a comer un pancho a La Pasiva”, dice Fernando Rodríguez, conocido en el rock uruguayo como Calvin Rodríguez, el músico que entre 1985 y 1988 fue el guitarrista de Los Tontos. Está vestido de riguroso negro. Zapatos, pantalón y chaqueta. Se lo ve tranquilo. No parece estar demasiado alborotado por la ansiedad. Faltan 15 minutos para las 21, la hora señalada. A unos metros, Leonardo Baroncini, conocido en el rock uruguayo por haber sido baterista de Los Estómagos primero y de Los Tontos después, se pasea vestido con un excéntrico traje negro completamente cubierto de estrellas blancas. En Los Tontos se hizo llamar Trevor Podargo. Aquí todos así le dicen. Y él, exultante, habla, se abraza y se saca fotos con todos. Desde las escaleras, vestido con un trajecito fucsia con vivos azules y blancos, medias cancán negras y championes furiosamente rojos estilo conductor de auto de carreras, aparece Sebastián Gavilanes, un cantautor y guitarrista conocido en la escena musical uruguaya como el Gavilán.
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
El Gavilán es el maestro de ceremonias, el responsable total de esta historia que comenzó dos años atrás cuando produjo un concierto tributo a Los Tontos en el que ofició de cantante principal junto a una legión de invitados, como Gabriel Peluffo, Tabaré Rivero, Maia Castro, Alejandra Wolff, Eli-U Pena y Jorge Nasser. Ese registro fue publicado este año como álbum en vivo (Homenaje a Los Tontos, en plataformas).
El Gavilán (Sebastián Gavilanes), Xavier Pereira y Calvin Rodríguez (Fernando Rodríguez)
Javier Alfonso
El cantante lleva bigote, largas patillas y lentes de sol. En pocos minutos se despojará del saquito fucsia y lucirá un body semitransparente y enterizo, del mismo tono gris oscuro de las medias cancán. El Gavilán hace gárgaras con un jarabe turbio que seguramente tiene clara de huevo entre sus ingredientes. El clásico jarabe de los cantantes. Alguien le habla, él hace señas de que no puede hablar con nadie, de que no lo interrumpan. Sigue con sus gárgaras unos segundos más y cuando termina deja el vaso con el líquido turbio sobre la mesa, junto al resto de los vasos, tazas y botellas.
Son las 20.55 del sábado 9 y exactamente abajo del escenario de la Sala Zitarrosa unas 20 personas van y vienen. Los músicos ajustan los últimos detalles de vestuario y maquillaje. Los invitados repasan la lista para saber cuándo tienen que salir a escena. Los técnicos chequean equipos e instrumentos. Entre gritos, risas y abrazos, todos se preparan para el concierto denominado Los Tontos 2.0, anunciado como el regreso de Los Tontos, la recordada banda de pop-rock que brilló como una estrella fugaz en aquella Montevideo agitada y ruidosa de la segunda mitad de los 80.
Fernando Rodríguez vive en Buenos Aires y Leo Baroncini en Indianápolis, Estados Unidos. Ambos se dedican a la música, pero no en el plano artístico, sino de la grabación y la producción sonora. Junto con Renzo Guridi, conocido en la historia del rock uruguayo como Renzo Teflón, fueron protagonistas de la ola rockera posdictadura con Los Tontos, banda que en solo tres años de actividad (1986, 1987 y 1988) publicó tres discos y dio más de 200 conciertos en todo tipo de escenarios, desde cuevas a estadios. En un marco predominantemente oscuro y dramático, marcado por el punk rock y el pospunk de bandas como Los Traidores y Los Estómagos, Los Tontos fueron por otro camino, el del humor y el desparpajo. Hablaron de la realidad, de los problemas que afectaban especialmente a los jóvenes, pero lo hicieron con una mirada irónica, ácida y hasta de comedia, rasgos que compartieron, en líneas generales, con El Cuarteto de Nos y, en parte, en sus inicios, con La Tabaré.
Eran una banda de rock, por supuesto, pero se animaron al pop, una palabra que era pecado para buena parte del público y de la entonces efervescente crítica musical. Hicieron un programa de televisión llamado La cueva del rock (en Canal 4), en una época en la que hacer televisión era convertirse ipso facto en una “banda comercial”, el peor insulto posible para quienes consideraban que tenían la vara estética que separaba las expresiones auténticas de las impostadas. Tocar pop y hacer televisión era considerado por la tribu rockera (paradójicamente, tradicionalista y conservadora) poco menos que venderse al imperio. Ese rechazo visceral del rock a Los Tontos se tradujo en uno de los hechos más absurdos e insólitos de la historia de la música uruguaya: en febrero de 1988 una lluvia de proyectiles (piedras, tomates y basura) durante su show en el Montevideo Rock, en el Franzini, obligó a que se bajaran del escenario a los pocos minutos de haber subido. Pocas semanas después la banda se separó, un año y poco después Rodríguez y Baroncini se fueron del país, y Guridi se refugió en el under, se dedicó a arreglar computadoras y murió en 2018. Con 36 años más que la última vez que tocaron Los Tontos, Rodríguez y Baroncini se tomaron un avión para volver a ser Calvin y Trevor.
IMG_1510.jpg
Trevor Podargo (Leo Baroncini)
Javier Alfonso
Unos pocos minutos después de las 21 la banda sube al escenario, con Xavier Pereira al bajo, con un precioso look glam-rock, Juan Aguirre Zavala en guitarras y Nicolás Millot en la percusión y programaciones digitales, el más parecido a Renzo, con su pelo parado con gel y sus lentes oscuros. Antes de comenzar, con 45 metros, Gavilán arenga al público para que se ponga de pie y se acerque al escenario. “¡Esto es un concierto de rock, no quiero gente sentada!”, anuncia. Hay mucho de Renzo Teflón en este enorme frontman: su actitud transgresora, su andar performático en escena, su manera de mirar y desafiar al público y, por supuesto, su voz, de asombroso parecido tímbrico con el cantante original. No es una imitación. Es mucho más. Es una auténtica encarnación interpretativa.
A lo largo de la veintena de canciones, el despliegue de energía de la banda 2.0 es mucho mayor al de una “banda tributo”. Calvin y Trevor habían mencionado en las entrevistas previas que apreciaban a Gavilán como un puente con Renzo, que había algo de ese “espíritu burlón”, al decir de Mateo, en la impronta del Gavilán.
IMG_1514.jpg
Los Tontos 2.0
Javier Alfonso
El concierto fue una tromba que arrasó la Zitarrosa durante una hora y media. Las 550 personas presentes no dejaron de bailar, aunque sin estridencias. Tranqui como público uruguayo, dicen los músicos. Calvin, hoy todo un maestro de la pedalera de efectos, y Trevor, con su batería ploteada con estrellas al tono de su traje, lo dieron todo y demostraron su gran calidad instrumental. Su felicidad era superlativa, en cada tema y en cada pausa, agradeciendo una y otra vez al Gavilán, por hacerlo posible, al público, por llenar la sala, y a los invitados, por sumarse a la fiesta.
Mención aparte para ellos, que fueron pocos pero buenísimos: Jonás Silva, cantante de la banda D.S.M., entregó una incandescente versión de Menéndez el demente. Javier Silvera, músico uruguayo radicado en Chile, vino especialmente al concierto para cantar Elmer el gruñón, cuya letra, que juega con Bugs Bunny y otros personajes de la Warner Bros, es de su autoría. Riki Musso hizo su clásico solo de guitarra falso (sello de la casa) en Juego de masacre, munido de un micrófono enchufado a un distorsionador, y con su guitarra colgada de adorno. Lo más sorprendente fue ver a Leo Maslíah en el clímax rockero de su extensísima trayectoria cantando Agua podrida, tema suyo versionado por Los Tontos, con excelente balance de power y swing. Y al final, Mandrake Wolf se floreó cantando Himno de los conductores imprudentes, más conocida como quiero puré, el mayor éxito de Los Tontos, tema que coescribió con Trevor Podargo.
Fue, para quienes estuvieron abajo y arriba del escenario, una noche inolvidable.