Una noción se arraigó durante su presidencia: la figura de Donald Trump, expresidente y candidato actual del Partido Republicano en Estados Unidos, arruinó la comedia.
Se estrenó en cines la película que el candidato republicano Donald Trump calificó como un “vil ataque difamatorio”
Una noción se arraigó durante su presidencia: la figura de Donald Trump, expresidente y candidato actual del Partido Republicano en Estados Unidos, arruinó la comedia.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSu estilo polarizador y sus gestos extravagantes hicieron que los comediantes sintieran que Trump, al parecer una parodia viviente, dejaba poco margen para la sátira. Con su exposición mediática constante, la comedia política alrededor de él perdió fuerza. Pero ¿qué pasa cuando, en vez de burlarse de él, se intenta desentrañar su figura?
A días de las elecciones en las que Trump buscará una segunda presidencia, se estrenó en Uruguay la película El aprendiz, una ficción que indaga en su ascenso al poder. Dirigida por Ali Abbasi, cineasta iraní-danés conocido por sus disruptivas Frontera (2019) y Holy Spider (2002), El aprendiz se adentra en los inicios de la carrera de Donald Trump en el mundo inmobiliario de Nueva York durante las décadas de 1970 y 1980. La película centra su relación con Roy Cohn, su mentor y abogado, quien le enseñó las estrategias necesarias para alcanzar el éxito y empezar a convertirse en quien es hoy.
En la película hay poca cosa graciosa y lo que predomina es la crueldad. Se centra en los años formativos de su protagonista, que se presenta como un alumno en busca de su maestro. A través de la desesperanza de Perdidos en la noche, la ambición de Wall Street y el alma despiadada de Succession, se revela cómo se formó, poco a poco, la persona que le precedió al personaje.
El guionista y periodista estadounidense Gabriel Sherman concibió El aprendiz para desmitificar la figura de Trump y humanizarlo en su complejidad.
Para Sherman, resultaba más efectivo presentar a Trump como un ser humano, con sus debilidades y matices, en lugar de una caricatura. Sin embargo, llevar esta historia a la pantalla implicó un proceso complicado, lleno de desafíos creativos y logísticos que persistieron hasta su estreno en Estados Unidos, donde la película no logró lo que dejaría a su protagonista orgulloso: el éxito comercial.
En 2017, Sherman vendió su idea a la productora Amy Baer. Ambos decidieron que el director debía ser un cineasta no estadounidense, alguien capaz de aportar una perspectiva fresca sobre la figura de Trump. En 2018, encontraron a su director ideal en Ali Abbasi, quien ya había explorado la idea de lo monstruoso a través de Frontera, su fantasía oscura, y también había explorado el perfil de un asesino en serie de mujeres en Irán en Holy Spider.
Como proyecto, El aprendiz enfrentó un sinfín de obstáculos. La financiación fue un problema constante (la cantidad de logos de compañías que preceden al filme lo delata), ya que la mayoría de los estudios de Hollywood se mostró reticente a apoyar un proyecto, a primera vista, controvertido. Finalmente, la película se estrenó en el Festival de Cannes en mayo de 2024, y recibió reacciones de todo tipo: desde ovaciones hasta amenazas de demandas por parte de la campaña de Trump.
La controversia se intensificó con la respuesta de Trump, quien no tardó en expresar su indignación y acusar a El aprendiz de tener intenciones políticas.
Trump condenó públicamente la película, calificándola como un “trabajo políticamente repugnante”. En una publicación en redes sociales, la describió como “falsa y sin clase”, y alegó que su estreno, justo antes de las elecciones presidenciales de 2024, tenía el objetivo de perjudicar su candidatura. Para el candidato, la película es un “vil ataque difamatorio” y “basura” que “sensacionaliza mentiras refutadas hace mucho tiempo”.
Abbasi, quien ha utilizado las redes como un frente para dar su batalla, expresó su deseo de que Trump vea su película y se ha ofrecido a verla junto a él y debatirla. Cree que el joven Trump, antes de endurecerse por la política, la habría apreciado, y sostiene que la película no es un ataque político, sino que podría enseñarle algo. Hasta consideró algo irónica la reacción de Trump, lo que evidencia la efectividad de las tácticas que Cohn le enseñó y que retrata el filme.
“Atacar, atacar, atacar”, “negar todo, no admitir nada” y “proclamar la victoria siempre”. Estas tres reglas, presentadas en la película como las “artes oscuras de la manipulación”, fueron aprendidas por Trump cuando Cohn decidió acogerlo bajo su ala. Se convirtieron en la base de su estilo confrontativo y su éxito tanto en los negocios como en la política.
Cohn fue un abogado y figura política estadounidense, reconocido por su agresivo estilo legal y sus tácticas sin escrúpulos, así como por sus vínculos y amistades con Joseph McCarthy y Richard Nixon. En él, Trump encontró a un maestro de la guerra verbal y un gran arquitecto en las sombras.
El primer encuentro entre ellos ocurre, según El aprendiz, de manera casi fortuita. Es Cohn, interpretado por el célebre actor de Succession, Jeremy Strong, quien ve a un joven y apuesto Donald Trump, aquí personificado por la estrella de Marvel que ha evolucionado hacia un cine de menor escala, Sebastian Stan. Todo esto sucede en una noche de desenfreno en un exclusivo club de Nueva York, donde Trump es un reciente miembro que busca nadar entre peces más grandes que él.
La película se ambienta en 1973, con Trump aún sin llegar a sus treinta, trabajando bajo la sombra de su poco amoroso padre en el negocio inmobiliario y buscando destacarse por sí mismo. Tenía dinero y hasta poder, pero carecía de la astucia para ascender por su cuenta. Cohn, en cambio, utilizaba sus conexiones en Nueva York a su antojo. El primero buscaba, quizás sin saberlo, un mentor que lo guiara hacia el éxito; el segundo, una oportunidad para ejercer más influencia y control.
El vínculo entre Cohn y Trump que Abbasi teje es retorcido, con la ambición de Trump y la sed de poder de Cohn como los catalizadores de su unión. Trump, un personaje inicialmente inseguro en este retrato, se va tornando más audaz y cínico bajo la tutela de Cohn, quien disfruta corrompiéndolo e inculcándole su visión del mundo, en la que la verdad y la ética son irrelevantes.
Cuando están juntos, Stan y Strong son electrificantes. Aferrado a un ritmo vertiginoso en su montaje, Abbasi construye su película a su alrededor con una energía incesante, como si los diálogos entre Cohn y Trump formaran parte de un acuerdo que, si cesasen su interacción, se desmoronaría en pedazos. La dinámica entre mentor y alumno permite al espectador recorrer una Nueva York hecha trizas, pero con el potencial para los negocios de quien esté dispuesto a arriesgar, bajo la mirada de un Trump poco conocido: el que aún no se siente ganador.
El gran acierto de la personificación de Stan es su graduación. Los gestos que esperamos de Trump —ya sea su enunciación prolongada de algunas sílabas, la utilización de sus palmas como herramientas de énfasis o su mirada desafiante— aparecen lentamente, mostrando una transformación hacia lo que sería una versión cada vez más mediática del empresario, que para esta altura aún no había dado el paso hacia la industria del entretenimiento que lo pondría, lentamente, en el camino a la presidencia.
Donde sí se adelantan los manierismos de quien derrotaría a Hillary Clinton es en el Cohn de Strong.
Bronceado con el color de una pelota de baloncesto, Strong trasciende la simple villanía. La película retrata a Cohn como un hombre que busca el poder y para compensar el rechazo que sufrió; tierno con sus amigos cercanos, despiadado con sus enemigos, y con la negación como un rasgo fundamental de su ser, tanto respecto a la realidad como a sus propias emociones. Como homosexual no asumido, Cohn vive en una lucha interna, intentando ocultar su identidad mientras proyecta una imagen homofóbica hacia el exterior.
Aunque la película presenta a un Trump joven más moderado, su transformación hacia la personalidad que conocemos hoy se plantea como un proceso demasiado lineal, dejando de lado otros factores que contribuyeron a la formación de su carácter. La inclusión de escenas como el supuesto abuso sexual a Ivana Trump, su esposa en aquel entonces, termina sintiéndose como un pulso sensacionalista debido a su ubicación en la película, lo que en el tercer acto no logra profundizar en la figura del empresario de la misma manera que al inicio.
El aprendiz sí despierta preguntas sobre el poder, la moralidad y la cultura estadounidenses que permitieron el ascenso de figuras como Trump, y lo hace de una manera cinematográfica entretenida e inteligente. Sin embargo, quizás por su cercanía y sobreexpresión, el encuentro con el Trump de Abbasi va perdiendo fuerza, y su intento de humanizarlo no resulta del todo efectivo. Más bien, parece reforzar la idea de lo monstruoso bajo una premisa simple: no fueron las circunstancias las que despertaron a la bestia, sino que esta solo necesitaba encontrar a otra más grande para comprender que, en el mundo, las alianzas, incluso las más perversas, pueden dar lugar a resultados dañinamente provechosos.