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    El escritor húngaro László Krasznahorkai es el premio Nobel de Literatura 2025

    Un aluvión narrativo melancólico y apocalíptico: una de sus novelas de oraciones largas inspiró la película Sátántangó del cineasta Béla Tarr, que dura siete horas

    El jueves 9 se conoció el ganador del Premio Nobel de Literatura y, como tantas veces, se le otorgó a un escritor de apellido difícil y obra poco conocida, por lo menos en Uruguay: el novelista y guionista húngaro László Krasznahorkai (Gyula, 1954). En su fallo, el jurado señaló que la elección se tomó “por su obra convincente y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”.

    Krasznahorkai nació en la Hungría dominada por la Unión Soviética (URSS). Vivió en Gyula, su ciudad natal, hasta los 20 años, luego estudió Derecho en Budapest, pero abandonó estos estudios para dedicarse a la literatura y la filología húngara. En 1987 recién salió de su país hacia Berlín occidental, y con la caída del Muro en 1989, viajó hacia el mundo: España, Francia, Italia, Estados Unidos, Países Bajos, Italia, Grecia, China y Japón fueron algunos de sus destinos.

    Desde que era universitario y comenzó a publicar algunos de sus textos, se destacó por sus reflexiones de carácter filosófico y sus contenidos oscuros y complejos. Su obra es exigente para quien la lee, tanto por su densidad conceptual como por sus frases largas que parecen seguir el flujo del pensamiento. Melancólica y apocalíptica, su obra también tiene ecos de la filosofía oriental china y japonesa.

    En 2024, había recibido en Marruecos el premio Fomentor de las Letras, “por sostener la potencia narrativa que envuelve, revela, oculta y transforma la realidad del mundo, por dilatar la versión novelesca de la enigmática existencia humana, por convocar la vigorosa lectura de una compleja fabulación y construir los fascinantes laberintos de la imaginación literaria”.

    “La literatura rusa tuvo un impacto enorme en mí, sobre todo cuando era adolescente. (…) Como recordarán, nosotros estábamos en el territorio ocupado por la antigua Unión Soviética y era obligatorio estudiar ruso. Pasamos cuarenta años bajo el régimen ruso. Estuvimos en una resistencia pasiva y esa resistencia pasiva lo incluía todo. Los dos autores más importantes para mí eran Dostoievski y Tolstoi, los dos genios que más impacto me causaron, hasta el día de hoy, los respeto como santos. Aunque su influencia no se refleja en mis obras”.

    Habló también del poeta húngaro Attila József como otro de sus escritores admirados, pero curiosamente no tan bien de Sándor Márai, posiblemente el autor húngaro más leído en occidente, uno de los grandes autores húngaros de entreguerra. Márai, cuya obra es de un realismo descarnado, fue censurado y perseguido por el comunismo y terminó exiliándose en Estados Unidos, donde se suicidó en San Diego en 1989, pocos meses antes de que cayera el Muro de Berlín.

    Sin embargo, Krasznahorkai parece estar en el otro extremo literario de Márai. Les dijo a los periodistas: “Cuando era adolescente mi familia, como familia burguesa, idolatraba a Sándor Márai. A mí, más bien, me irritaban sus escritos, me irritaba que utilizase grandes palabras, hipérboles. Creo que sus diarios lo mantendrán entre los literatos, son excelentes. No soy un gran fan de Márai, pero estoy muy de acuerdo y me identifico muchísimo con sus valores morales”.

    Melancolia-resistencia

    Oraciones largas

    Algunas de sus novelas se tradujeron al español y fueron publicadas por la editorial Acantilado. Melancolía de la resistencia (2001) fue la primera en conocerse en español, definida por la editorial como una obra “tragicómica y melancólica” que retrata “un mundo plúmbeo y totalitario, dominado por fuerzas ciegas e impersonales” en un “escenario humano desolador en el que la inteligencia es anulada por la fuerza bruta y la violencia”. Y al leer un adelanto de esa novela ya se percibe la característica de su estilo: oraciones largas con incisos dentro de paréntesis. Casi imposible leerlas en voz alta sin perder el aliento. Así es el comienzo:

    “Como el tren de pasajeros que unía las poblaciones ateridas por las heladas en la zona sur de la Gran Llanura, entre el río Tisza y el pie de los Cárpatos, no acababa de llegar a pesar de llegar a pesar de las confusas explicaciones del ferroviario, que iba y venía, desconcertado, junto a los raíles, y de las promesas cada vez más decididas del jefe de estación, que, nervioso, salía una y otra vez al andén (‘Qué le vamos a hacer, ha vuelto a esfumarse…’, señalaba el ferroviario con ademán de menosprecio y expresión entre amarga y maliciosa), el convoy de emergencia —compuesto por dos vagones destartalados con bancos de madera y una locomotora anticuada y enferma del tipo 424, que únicamente podía utilizarse en casos llamados ‘especiales’ — se puso por fin en marcha más de una hora y media después de lo indicado por un horario que, de todos modos, no le atañía”.

    Otras de sus novelas traducidas al español son Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río (2005), Guerra y guerra (2009), Ha llegado Isaías (2009), Y Seiobo descendió a la Tierra (2015), Tango satánico (2017), Relaciones misericordiosas (2023) y El barón Wenckheim vuelve a casa (2024). También publicó relatos y ensayos.

    Tango satánico

    Una película de siete horas

    Tango satánico (publicada por primera vez en 1985) fue su primera gran novela, ambientada en un pueblo abandonado tras la caída del comunismo.

    Este es el comienzo: “Una mañana de finales de octubre, poco antes de que las primeras gotas de un otoño largo e implacable cayeran sobre la tierra seca y agrietada en la zona occidental de la explotación (para que luego un mar de barro hediondo volviera impracticables los caminos e inalcanzable la ciudad hasta la aparición de las primeras heladas), Futaki se despertó al oír unas campanadas”.

    El cineasta húngaro Béla Tarr tomó esta alegoría sobre la corrupción, la manipulación y la fe, e hizo una película en blanco y negro, en un ambiente de barro y lluvia. Se llama Sátántangó y fiel al autor decidió que fuera larga, como las oraciones de la novela. Entonces la película dura siete horas.

    Embed - Satantango | Trailer

    Una oración en 400 páginas

    Herscht 07769 (2021, 2024 en español) también es una novela ambientada en un pequeño pueblo alemán protagonizada por Florián Herscht, un gigante angustiado por la llegada del Apocalipsis.

    Pero lo curioso de la novela no radica solo en su trama, sino en el dominio formal y en la capacidad de experimentación lingüística de Krasznahorkai, que la escribió en una sola oración extendida en 400 páginas.

    Hay un periodista que la leyó, se llama Jacob Brogan y es editor del Washington Post. Brogan dice que Herscht 07769 es la mejor novela que ha leído este año y, además, distingue el estilo del autor del de otros que han experimentado con frases largas. Así lo expresa:

    “Las largas frases de Krasznahorkai, en cambio, te arrastran directamente, rechazando implacablemente la mente que se demora. Prácticamente prescinde de símiles y otros recursos figurativos, lo que otorga a sus imágenes una inmediatez material sin llegar nunca a oscurecer lo que sucede. Y eso es por necesidad: detenerse a contemplar sus construcciones tipo anaconda es arriesgarse a ser estrangulado por ellas, o al menos a perder el hilo de la página. Así que simplemente sigues adelante, leyendo, leyendo, leyendo hasta que te falta el aliento para mantener el ritmo que él impone”.

    Habrá entonces que armarse de coraje, enfrentar el aluvión narrativo y esperar cuál es el efecto. Siempre hay sorpresas en los premios Nobel de Literatura.