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    En ‘F1: la película’, Brad Pitt se contenta con ser Brad Pitt

    Espectáculo y negocios se combinan en la entretenida nueva película de Joseph Kosinski

    Qué pedirle a una estrella de cine como Brad Pitt en este momento de su carrera. Cinco años después de ganar su segundo Oscar bajo el mando de Quentin Tarantino y su Había una vez… en Hollywood, su filmografía no capitalizó del todo ese premio. Dejó dos elogiadas actuaciones dramáticas en Ad Astra: hacia las estrellas y Babylon, una entretenida pero olvidable interpretación volcada a la acción en Tren bala y se reunió con su amigote George Clooney en la inmirable Wolfs, película de la plataforma de streaming Apple TV+ no disponible en Uruguay.

    En ninguno de esos papeles Pitt escapó a dos de sus cualidades innegables: su belleza y su carisma. En Babylon hasta les dio un giro trágico al interpretar a un célebre galán del cine mudo que no encuentra cómo reinventarse con la llegada del sonido a las películas.

    Ahora al frente de F1: la película, uno de los estrenos más ambiciosos de Hollywood este invierno, a Pitt se le pide, como nunca, que haga lo suyo.

    En la piel de Sonny Hayes, un piloto veterano que vuelve a la acción, el actor está más encantador que nunca. Canchero, astuto y buen mozo, comparte su pasión por la velocidad mientras esquiva el circo mediático de la competencia. Es un lobo solitario forjado en el honor, con tatuajes con onda desperdigados entre sus músculos y alergia a los flashes. Y aunque tiene todo para ser un rol memorable, le falta lo esencial, ese destello que nace cuando un actor decide comprometerse con el papel. Pitt se queda en primera y deja que la película, un blockbuster convencional de formidable ejecución técnica y buen uso de clichés narrativos, haga todo el trabajo duro.

    Tanto Pitt como el largometraje son productos de alta gama que se venden solos. Y así, F1: la película funciona como una gran publicidad con pequeñas publicidades insertas en cada plano. También es el mejor anuncio posible para la marca del actor, al tratarse de un vehículo de entretenimiento pulido, igual de efectivo para espectadores casuales y para fanáticos del automovilismo. Apple y Warner Bros. Pictures apuestan fuerte por este tipo de héroe veterano, caído en desgracia y redimido por una última carrera porque, al igual que el actor, es un producto probado, seguro, reluciente y, sobre todo, vendible.

    Detrás de ello se encuentra el productor Jerry Bruckheimer, conocido por su historial en películas de acción como La caída del halcón negro, Top Gun y, más recientemente, la exitosísima secuela de esta última, Top Gun: Maverick. Es de ella, de hecho, que sale Joseph Kosinski, director de F1: la película, celebrado por su probada habilidad técnica detrás de cámaras y su afinidad por el realismo delante de ellas.

    Kosinski, Bruckheimer y Pitt no están solos. El siete veces campeón mundial de Fórmula 1, Lewis Hamilton, no solo participa como productor ejecutivo y tiene un significativo cameo dentro de la película, sino que su participación forma parte de una estrategia de la Fórmula 1 para expandir su alcance global.

    Tras el éxito de la serie documental de Netflix Drive to survive, estrenada en 2019, legiones de nuevos fans a escala global se prendieron al “gran circo” de la Fórmula 1, como se la conoce. Liberty Media, propietaria de la Fórmula 1 desde 2017, redefinió el deporte como un productor de contenido al redefinir a los pilotos como un elenco y fomentar el acceso a sus vidas fuera de la pista para causar un interés que pedía ser explorado.

    El presidente de la Fórmula 1, Stefano Domenicali, y el director del equipo Mercedes-AMG Petronas F1, Toto Wolff, en tanto, son productores ejecutivos de la película. Su apoyo permitió no solo la integración del rodaje en una temporada real de las carreras, sino que les dio a los fanáticos un anclaje con la realidad. Integrándose a la competencia como el equipo número 11 en el circuito real y durante los fines de semana de Gran Premio, se filmó con coches reales en la pista y con pilotos genuinos en segundo plano para evitar el exceso de efectos especiales y lograr un realismo sin precedentes. Lo mismo ocurre con la inevitable sinergia corporativa de la película, que exhibe sin pudor relojes, dispositivos, bebidas y todo tipo de productos que Sonny usará o encontrará en su regreso a la competición.

    La integración de marcas es tal que, según un artículo de Forbes, el productor David Leener recaudó al menos 40 millones de dólares en patrocinios. Pitt, en su papel de Sonny Hayes, se convierte en un cartel humano con su equipo de carrera y su casco luciendo más de una docena de logotipos de marcas reales como Mercedes, IWC, Geico, EA Sports y Expensify, las cuales también aparecen en el coche del equipo ficticio APXGP. El product placement en la película se vende por segmentos de “exposición clara e identificable” de tres a cuatro segundos, con costos que van desde 250.000 a 1 millón de dólares. A diferencia de otras películas, la cultura de la Fórmula 1 está tan arraigada a la presencia de logotipos que ver los coches y la ropa de los pilotos cubiertos de marcas no distrae, sino que se busca que sume a la autenticidad de la película. Así, todos ganan.

    Los clientes finales de la película, los espectadores, reciben una sinfonía del motor y del asfalto en una película que no solo busca capturar la esencia del deporte, sino construir una experiencia inmersiva. El equipo de Kosinski, director que ya había explorado la velocidad y el movimiento en Top Gun: Maverick, desarrolló una nueva tecnología de cámaras en la que se montaron en hasta 16 posiciones diferentes dentro y fuera de los autos, con la capacidad de ser operadas de forma inalámbrica y girar hasta 90 grados. El resultado no permitió al equipo capturar tanto la pista como el rostro del piloto en un mismo plano.

    Embed - F1 | Tráiler Oficial 2 | Subtitulado

    De hecho, no solo se comparten el ADN creativo de Top Gun: Maverick, con Kosinski en la dirección y Bruckheimer como productor, sino también su núcleo dramático: un veterano talentoso que se mide a una nueva generación. El paralelismo es casi literal: la secuencia de apertura de F1: la película replica momento a momento el arranque de Maverick, desde el ritmo visual hasta la paleta de colores.

    El personaje de Hayes, por su parte, no es simplemente el de un piloto retirado, es “el más grande que nunca fue”, según se nos revela al comienzo. Su carrera se truncó por un accidente trágico en la pista y 30 años después lo encontramos como un piloto que va conquistando carreras de todo tipo por el mundo. Su regreso al ruedo ocurre cuando es contactado por su excompañero, Rubén Cervantes (Javier Bardem), quien ahora es el propietario de un equipo de Fórmula 1 en apuros, al borde del colapso. Rubén convence a Sonny de volver a la F1 para tener una última oportunidad de salvar al equipo y de ser el mejor del mundo. Esta dinámica lo sitúa junto con Joshua Pearce (Damson Idris), un novato talentoso pero impetuoso, y su relación se convierte en una competencia dentro del propio equipo.

    A pesar de la innegable autenticidad lograda en las escenas de carreras, donde Pitt se sumerge en la velocidad y el realismo de la pista, su entrega al papel de Hayes deja bastante que desear. Pareciera que, en esos momentos más dramáticos, Pitt se contentara con ser simplemente Brad Pitt, confiado en que la cámara lo filme y su estatus de ícono sea suficiente para la profundidad del personaje. No en vano, el propio Pitt confesó en la promoción de la película que está más interesado en las escenas de carreras que en las escenas de actuación. Y se nota. Esta disociación limita el impacto de la redención del personaje y del drama inherente a su regreso, dejando al espectador con la sensación de que, si bien el auto es real y la adrenalina es palpable, el alma del piloto necesita reparaciones.

    Es innegable que F1: la película es emocionante y entretenida, con secuencias de acción que la convierten en una experiencia cinematográfica más que recomendable para ver dentro de una sala de cine. Y aunque la película funciona con la precisión de un motor de Fórmula 1, resulta decepcionante ver todo este despliegue alrededor de un protagonista que marcha a media máquina.