Como un meteorito, una ola de bandas británicas impactó contra Montevideo entre el lunes 11 y el martes 12 de noviembre, en una serie de conciertos sin precedentes.
La banda escocesa regresó por tercera vez a Uruguay, mientras que los ingleses hicieron su enérgico debut en La Trastienda
Como un meteorito, una ola de bandas británicas impactó contra Montevideo entre el lunes 11 y el martes 12 de noviembre, en una serie de conciertos sin precedentes.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáKeane, Franz Ferdinand, The Kooks y The Magic Numbers, bandas que irrumpieron en la escena internacional a mediados de los años 2000 con su mezcla de indie rock y pop melódico, confirmaron la devoción del público uruguayo, que las recibió con entusiasmo aun cuando hoy resuenan, más discretamente, lejos de sus años de auge. A Keane le correspondió el escenario mayor, el Antel Arena; The Magic Numbers se presentó en Live Era, mientras que The Kooks y Franz Ferdinand encabezaron un enérgico doblete en La Trastienda.
Las dos noches en La Trastienda fueron distintas en su naturaleza: Franz Ferdinand regresaba al país por tercera ocasión, tras su llegada en 2013 y su regreso en 2014, mientras que a The Kooks les tocaba estrenarse en un escenario nacional. Sin embargo, ambos conciertos compartieron una inyección de efusividad rockera, con las guitarras eléctricas como protagonistas, ante la que el público uruguayo respondió con igual fervor.
Dos frontman carismáticos, dos líderes de escenario con estilos distintos.
Luke Pritchard, cantante de The Kooks, lidera una banda cuyo sonido actualizó el britpop con toques de indie rock y una sensibilidad pop única. Con guitarras afiladas y un estilo vocal despreocupado y emocional, los músicos lograron captar la atención de una generación con sus melodías pegajosas (su primeros dos álbumes, The Kooks y Konk, están plagados de ellas) y una actitud relajada, pero sin desatender la elegancia con la que luego se presentarían en escenarios. Su música encontró el equilibrio perfecto entre la energía juvenil y una nostalgia tan romántica como británica.
En La Trastienda, Luke Pritchard se presentó como un frontman de energía explosiva, con movimientos espontáneos y miradas clavadas en sus espectadores. Su voz, intacta. El público, entregado. Ante la notoria emoción de la banda, los uruguayos corearon con devoción cada estribillo de sus canciones más populares del repertorio. Fue un descubrimiento mutuo, una devoción inesperada entre banda y audiencia en su primer encuentro, que, en poco más de una hora, se convirtió en una presentación estupenda.
Al día siguiente, los escoceses de Franz Ferdinand vivieron una experiencia similar. Su sonido, aunque distinto, se caracteriza por una arquitectura rítmica precisa, como un engranaje donde cada acorde se despliega con la claridad de una imagen propagandística como la de las portadas de sus primeros discos. Guitarras cortantes y bajos contundentes forman el núcleo de un estilo que juega con la tensión entre control y explosión, entre el frenesí del baile y la disciplina del ritmo. Esa propuesta pulida y casi geométrica, acompañada de una energía que Kapranos y los suyos no parecen perder con los años, fue lo que los hizo irresistibles en su momento y lo sigue siendo ahora.
En La Trastienda, Franz Ferdinand demostró que su dominio del escenario solo se ha acentuado. Con riffs coreados al unísono y un Kapranos que por momentos adoptaba la estampa de un cantante de baladas, la banda, renovada en su formación, halló en la cercanía del recinto una complicidad especial. El público recibió con entusiasmo los clásicos y con curiosidad lo nuevo, que suena menos áspero pero igual de bailable y siempre con su filo característico.
Con performances cargadas de energía, riffs vibrantes y una conexión innegable con el público, ambas bandas dejaron la sensación de que un regreso no parece tan lejano.