La asamblea fundacional, celebrada el 30 de julio en el Centro Cultural de España en Montevideo, reunió a 195 profesionales del sector y despertó interés en el exterior, según los directivos. Del encuentro, que integró a realizadores, técnicos y artistas de distintas áreas, Fernández destacó que buscó no solo crear la institución, sino también sentar bases sólidas para su desarrollo.
En proceso
Pese al hito fundacional, la Academia aún no está legalmente constituida como asociación civil. “Esto va a llevar cuatro o cinco meses”, estimó Hinze. Mientras resuelven la formalización ante el Ministerio de Educación y Cultura, avanzan en paralelo con tareas prioritarias. Recientemente lanzaron una convocatoria para diseñadores que creen la imagen de la Academia y preparan un llamado para cubrir el único rol remunerado de la organización: el de director ejecutivo.
En este contexto de transición, el actor y periodista Jorge Temponi destacó un aspecto positivo de la situación actual: "Desde distintos colectivos y organizaciones, comprendiendo perfectamente lo que es una academia, se han arrimado informalmente para ir generando cercanías y lazos con el espíritu de, en el futuro, concretar proyectos". Esta dinámica, señaló, se desarrolla en lo que definió como un "limbo jurídico pero de existencia real" de la institución.
Mientras avanzan en ese trámite, la directiva trabaja en definir un plan operativo antes de fin de año, con metas claras: iniciar 2026 con una identidad institucional establecida, un director ejecutivo en funciones y una agenda de acciones concretas.
Premios propios y ajenos
Una de la metas de la Academia que cobró mayor notoriedad para el público es la creación de unos premios anuales al cine nacional. La directiva aspira a poder realizarlos por primera vez en 2026. “Eso es uno de los objetivos que tenemos que plantearnos a corto plazo”, confirmó Hinze.
Sin embargo, enfatizaron la importancia de adaptar el proyecto a la escala local. “Tenemos que pensar algo que se ajuste a nuestra realidad y no pretender modelos ajenos. Los Premios Goya son divinos y venden los derechos de televisión, pero no es nuestra realidad”, reflexionó Fernández.
Como modelo inspirador, coinciden en mirar hacia los Premios Macondo de Colombia, organizados por la academia de ese país. Según Hinze, el modelo colombiano es “un ejemplo a seguir” porque no se limita a una ceremonia, sino que implica un proceso continuo —el “Camino a los Macondo”— que integra exhibiciones en comunidades, talleres de formación y una fuerte conexión con el público.
Por su parte, Temponi reconoció la trayectoria de los premios anuales de la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay (ACCU) y su aporte a la difusión del cine nacional, pero subrayó que la nueva Academia tendrá un rol distinto: además de entregar sus propios galardones, será también responsable de elegir, mediante la votación de todos sus miembros, las películas que representen a Uruguay en festivales y certámenes internacionales.
Una de sus funciones más estratégicas será actuar como vínculo directo con la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos, la institución que organiza los Premios Oscar, tarea que hasta ahora cumplía la ACAU. Los directivos explicaron que ya iniciaron contactos para coordinar esa participación, aunque resolvieron posponer la gestión formal hasta 2026, cuando la academia uruguaya esté plenamente constituida. Fernández destacó que este cambio permitirá una relación de cooperación entre pares con la academia estadounidense, en lugar de la intermediación previa.
De urgencia
En paralelo, y ante la urgencia de definir su lugar en el sector, los directivos precisaron la naturaleza de la institución. Fernández aclaró que la Academia no busca representar ni sustituir a los gremios existentes, sino actuar como un "espacio común" para todos los profesionales. Temponi agregó que, pese a recibir apoyos estatales, la Academia mantendrá independencia en sus decisiones, una postura que la presidenta Virginia Hinze ratificó al asegurar que el respaldo oficial "no compromete la autonomía de la institución".
Sin embargo, esta independencia no implica un desentendimiento de las políticas públicas del sector. De hecho, uno de los temas más urgentes planteados es la discusión presupuestaria. “Sentimos que es un momento, estamos en un 'cuello de botella', que hay que tener como una apuesta clara para que esto siga para adelante y no hasta desperdiciar un montón de capacidades que se vienen acumulando”, advirtió Fernández, quien en la conferencia de lanzamiento destacó la necesidad de reforzar y proyectar a largo plazo el Programa Uruguay Audiovisual administrado por la Agencia Nacional de Desarrollo.
“Necesitamos que las políticas públicas se ajusten a esa nueva realidad, porque nos estamos quedando con poco”, coincidió Hinze. “Estamos como en el punto de quiebre, así de permitir que siga creciendo y desarrollándose. Y no es mucho lo que necesita”. El reconocimiento internacional obtenido por Uruguay como centro de producción contrasta, según la directiva, con las actuales ataduras que impiden capitalizar ese prestigio.
El cine uruguayo y su público
La relación entre el cine nacional y su público es otra de las preocupaciones centrales para la Academia. Temponi afirmó que la prioridad debe ser acercar las obras uruguayas a los espectadores locales y se alineó con reflexiones del actor César Troncoso, quien en la conferencia de lanzamiento señaló que es fundamental que el público conozca las películas y su calidad y no se pierda los estrenos por falta de información. Para el vicepresidente, es evidente que existe un público potencial muy amplio para distintos tipos de películas uruguayas, que muchas veces de repente no las vio porque no se enteró debidamente de que la película estaba en cartel o de su calidad.
Temponi insistió en que el estereotipo de que las películas nacionales son aburridas es “absolutamente vetusto” y destacó que esta percepción viene cayendo gracias a la diversidad de propuestas y a la creciente calidad en todos los estilos. Fernández aportó una mirada desde la realidad de la producción nacional, señalando que, si bien “no tenemos 30 películas por año como para que puedas tener 5 de acción”, la oferta disponible sí presenta variedad y diversidad. Con una analogía musical, agrega que “a alguien que le gusta el reguetón, yo no voy a pretender que le guste Vivaldi”, subrayando que la pluralidad de gustos es natural y necesaria.
La función de la Academia será, precisamente, visibilizar esa diversidad y fortalecer el valor identitario del cine uruguayo, mostrando la amplitud de estilos y propuestas que conforman el panorama nacional.
Por delante
Frente a los desafíos burocráticos y presupuestales, la directiva de la Academia encuentra su motivación en el interés del sector que representa. La asamblea fundacional dejó claro que existe un público profesional expectante y comprometido. Incluso después del encuentro, señalaron, siguen llegando solicitudes de ingreso que deberán esperar hasta que la institución esté formalmente constituida.
La Academia proyecta contar con una sede física propia que funcione como punto de encuentro y trabajo. Si bien el Centro Cultural de España ha albergado sus asambleas, la falta de un espacio permanente limita la espontaneidad y la construcción de identidad, según explicó Diego Fernández. Aunque descartaron alquilar o depender de terceros por ahora, la búsqueda de una "casa" propia se mantiene como un objetivo estratégico que, subrayan, deberá garantizar siempre la autonomía institucional.
La academia uruguaya avanza entonces transitando desde la urgencia de su formalización legal hacia la construcción de un proyecto que perdure. Este camino implica mirar hacia los modelos de academias internacionales sin perder de vista la búsqueda de una identidad propia, un desafío que se propone que el cine nacional sea reconocido y valorado dentro de su propio país. "Valen la pena las arrugas y el cansancio", sintetizó Hinze, resumiendo el compromiso colectivo que impulsa una institución naciente.