Hijo de teatristas vinculados a El Galpón y amigos de Sergio Blanco, este actor, director y dramaturgo de 35 años contó a Búsqueda que conoce a Blanco desde niño. “Los vínculos con Sergio son múltiples: fui estudiante de él, fui su asistente de dirección, fui su actor y ahora estoy dirigiendo un texto suyo”, dice Ipar, y desgrana su camino en el teatro a lo largo de la última década, por una u otra razón siempre cercano al dramaturgo uruguayo consagrado a nivel internacional. En paralelo, Ipar ha desarrollado una intensa carrera en el audiovisual, en un nuevo rubro cada vez más demandado por la industria de las pantallas: el entrenador actoral. Su última labor en ese rol es la serie Cromañón, buena parte de la cual fue rodada en Uruguay.
Cuando terminó la EMAD Ipar le mandó un mail “muy formal” a Blanco ofreciendo sus servicios como asistente de dirección. Blanco lo convocó tiempo después, en 2016, para su obra El bramido de Düsseldorf. Pero Felipe había decidido irse a vivir a Nueva Zelanda. De todos modos, antes de viajar asistió a una lectura de la obra, en su etapa inicial. A su regreso, en 2019, se volvió a poner a las órdenes de Blanco, quien ya tenía el equipo armado de la obra Cuando pases sobre mi tumba. Pero la suerte estaba de su lado: al inicio del proceso se bajó el asistente de dirección y Blanco lo convocó de inmediato.
En esa producción conoció a Enzo Vogrincic, integrante de ese elenco. Se hicieron amigos y trabajaron juntos en varios proyectos. El último fue Aguaviva, unipersonal de Camila Parard basado en la poesía de Clarice Lispector, dirigido por Ipar y en el que el protagonista de La sociedad de la nieve tuvo a su cargo el diseño sonoro. Cuando Vogrincic empezó su camino en el filme de Juan Antonio Bayona, Ipar lo sustituyó en el escenario, en las giras de esa obra en Escocia, Alemania, Italia y Brasil. Fue allí que conoció al actor Sebastián Serantes. Y precisamente fue Serantes quien invitó a Ipar a que lo dirija por segunda vez (la primera fue en 2023, en la obra de Ipar Esta gaviota no es de Chéjov).
El estreno mundial de Tráfico fue en Colombia en 2019, con dirección de Blanco. “Sergio quería que se hiciera la obra acá, pero no quería dirigirla él. Primero entraron Serantes como actor y Sebastián Pintos como productor. Cuando entré la producción ya estaba armada. Cuando lo leí en 2019 me pareció que esa historia de narcos y prostitución masculina no tenía mucho que ver con Uruguay. Sergio la escribió para un actor colombiano de la compañía Maldita Vanidad. Pero cinco años después creo que muchas cosas han cambiado. Por supuesto que estaba el tema del narco, pero creo que ahora ha pasado a estar en el inconsciente colectivo”.
¿Cómo se vinculan en la obra la violencia del narcotráfico y la prostitución? Ipar lo responde y, de paso, describe a fondo al protagonista de Tráfico: “Es una autoficción un poquito compleja y particular, singular, porque el personaje de Sergio en este caso es lateral, pero determina el destino del protagonista. La historia la cuenta Álex, un trabajador sexual que, además, cuenta el vínculo con su padre y su madre, cómo llega a la marginalidad y cómo, buscando rescatarse, entra a la prostitución. Él tiene su novia, no entra por ser una persona gay, sino marginal, y con una personalidad compleja. Y allí se enfrenta a un ámbito, el narco, donde la discriminación sexual es muy fuerte. Alex es un misógino. Pero como es muy frecuente, la tiene en forma inconsciente. Tiene relaciones sexuales con hombres. Y a las mujeres les cobra el doble porque las tiene que escuchar y abrazar, y eso lo aburre. Pero cuando conoce al personaje Sergio Blanco, que en la obra es un dramaturgo francés, se empieza a enamorar de él. El Francés —así lo llama Álex— le dice que no puede ser que no tenga para comer y le sugiere que cambie de trabajo, que él lo puede ayudar. Y así entra en el mundo del sicariato”.
Para el director, el Francés “es un personaje muy perverso y manipulador” porque “después de meterlo ahí, le dice que estuvo mal en entrar en ese mundo y lo abandona”. Ipar entiende que esta obra aborda un tabú: “Sin revelar demasiado, Álex entra en un mundo de oscuridad y violencia muy grande. Es una obra fuerte porque se mete con el tema de la violencia explícita contra las mujeres”.
Los artistas tienen claro que en este tema la realidad supera a cualquier ficción. Pero Tráfico no es teatro documental. Blanco, Ipar y Serantes lo abordan través de la ficción: “Estamos escuchando noticias todo el tiempo. Niños asesinados, una mujer embarazada apuñalada. La realidad está siete pantallas más adelante. Por eso fue un gran desafío encontrar el tono del relato, el punto de vista de los personajes en cada escena, la forma de actuarlas, decidir qué opina el personaje. Porque al ser un monólogo, Alex cuenta su propia historia y no tiene otro actor sobre quien ejecutar esa violencia. Entonces todo ocurre en la imaginación de Álex… y en la imaginación del espectador”.
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Sebastián Serantes en Tráfico
Manuel Ipar
Espejo oscuro
Para Ipar, una de las virtudes de Tráfico es cómo construye empatía entre el público y Álex y cómo explora en la génesis de la violencia sin proponer un mensaje moral. “Es antihéroe y a la vez entiende su historia. Por eso, esta obra es un retrato de la masculinidad y explora la génesis de la violencia, cómo reproducimos la violencia que padecimos en la infancia. Y no tiene más objetivo a nivel social que ser simplemente un espejo. No tiene una pretensión de dar un mensaje ni nada de ‘esto está mal, chicos’. Es algo que aprendí de Sergio, de (el argentino Ricardo) Bartís, de Mariana (Percovich). No se puede moralizar la escena. Si lo hacés, el teatro pierde su potencial de ser espejo del ser humano y del mundo. El espejo oscuro del mundo. Igual me gusta dejar una puertita de luz, que te vayas a tu casa con algo de esperanza. O, por lo menos, un pensamiento más luminoso. Eso no quiere decir que quiera ocultar lo que está pasando ni tampoco ponernos en el lugar de que lo vamos a solucionar. O de que tenemos la receta para vivir mejor. Entonces Tráfico es sentarte a ver una realidad oscura”.
No es sencillo para un director enfrentarse a una autoficción en la que el autor se ubica como personaje secundario, fuera de la escena, pero clave en la trama. El director responde con elocuencia cómo trabajó ese personaje desde la dirección: “Es raro, por lo general las autoficciones las dirige el propio autor. Blanco le puso mucha ironía a Álex para reflejar cómo él ve al Francés y qué tipo de relación tiene con él. Por momentos su recuerdo es el de un enamorado, por momentos se molesta y por momentos lo detesta. Eso habilita que Sergio se ría de sí mismo. Y a nivel de actuación con Seba, cuando trabajás con Sergio, la actuación está puesta en la palabra, en cómo relatar. Y a partir de ese relato se genera la intención y la emoción”.
Coaching
Ipar tiene una vasta experiencia en el campo del audiovisual, el llamado coaching actoral. Y en Tráfico se propuso unir los mundos del teatro y del cine. ¿En qué consiste este nuevo concepto cada vez más frecuente en la industria audiovisual? ¿Es el nombre que se le ha dado ahora a la dirección de actores? Así lo explica Ipar, en calidad de entrenador actoral: “El coach actoral es un grado menos que la dirección. Es un rol muy específico que reporta a la dirección, como el director de fotografía, por ejemplo. Consiste en preparar a los actores para que los pueda dirigir el director. Es el trabajo de procedimiento actoral para el que un director de cine puede no tener tiempo ni ganas, o no saber cómo. Se trata de entrenar diferentes opciones, diferentes cuerdas de la composición de los personajes, el entendimiento total de la historia. Por ejemplo, recientemente trabajé en la serie Cromañón (rodada en buena parte en Uruguay) con actores muy jóvenes. Era una producción muy grande, había que tener muy clara cada una de las escenas y el arco de cada personaje. El cine es muy salvaje, pasás de rodar la escena 22 a la 58, tenés que saber siempre cómo entrar. Entonces, hace esa preparación, en diálogo con la dirección, para que después, en el set, con muy poco tiempo, sea simplemente ejecutar. En el rodaje estás siempre con los actores. Ellos pueden venir a vos, la dirección puede venir a vos. Pero también vos podés ir a la dirección, sugerir un cambio o pedir una toma más para probar algo distinto. También puede venir el director a decirte: ‘che, no la vi bien, ¿vos que viste?’”.
Teatro clip
Las puestas de Blanco tienen una fuerte dimensión musical. La banda sonora oxigena el relato con múltiples escenas protagonizadas por una canción muy conocida, en el primer plano sonoro, llenando la escena de sentido. Una especie de teatro clip, un juego poético entre la trama de la obra y la letra de la canción. Es una estética que marca el pulso de sus puestas, les da un ritmo calmo, le permite respirar a la narración. Ipar asegura que también va por ese camino. “Lo vengo elaborando así también. Por eso también me encontré tanto con Sergio cuando trabajé. Había algo en común, en los ensayos trabajo fuerte en lo musical. Incluso creo escenas a partir de la música. De hecho, Esta gaviota... tenía cuadros musicales. Y Aguaviva es un exceso de música. Tráfico tiene un trabajo sonoro más cinematográfico, más puntual, más minimalista. Y también tiene cuadros musicales que separan los actos, vinculados al mundo del pop. Hay una musicalidad muy propia de acá, colonizamos un poco la historia de Alex y la traemos para acá, con la música que elegimos para ilustrar la escena o referencias sonoras del espacio donde entra el personaje”.
Número tres
La narración de Tráfico se apoya mucho en el cristianismo, rasgo central en la construcción de este personaje. Y eso tiene su correlato en la puesta de Ipar: “Álex es muy cristiano, habla mucho sobre el perdón y la trinidad, y tiene 33 años, como Cristo. Entonces en la puesta, con el equipo de diseño, trabajamos el número tres. Son tres actos y cada acto tiene 11 escenas, lo que totaliza 33 escenas. Trabajamos tres elementos escenográficos: una moto, una parada de ómnibus y un micrófono. Y tres elementos lumínicos bien potentes dentro de la escena. Ese número tres, esa trinidad, está muy presente. Y además hay una trinidad en los personajes: Alex, Jenny, la novia, y el Francés, una trinidad amorosa”.
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Sebastián Serantes es Álex en Tráfico, de Sergio Blanco
Manuel Ipar
La bestia
En el escenario, Serantes es un actor muy zen. No suele mostrarse exaltado en escena. “Bueno, creo que entonces te va a sorprender”, replica Ipar ante este comentario. “Creo que Sebastián tiene una bestia adentro que en Tráfico se ha animado a sacar. Es un actor de esos que hay pocos, y por eso también está trabajando cada vez más en el audiovisual. Tiene muchísima verdad. Y en Tráfico expande su teatralidad. Mi punto de partida con el actor siempre es el cuerpo, y con Seba trabajamos el actuar por fuera de la letra y empezó a aparecer esa bestia que es Álex, que te tiene que enternecer y al mismo tiempo generar un miedo terrible. Es un personaje muy violento, pero también te podés encariñar. No te encariñes con Alex porque... pero a la vez no podés dejar de encariñarte porque tiene una ternura brutal. Es un personaje muy contradictorio y complejo, y Sebastián empezó a tomarle las puntas”.
Con respecto a la tendencia narrativa global de humanizar a los villanos y de encontrarles la humanidad, presente en la película del Guasón o en la serie de Pablo Escobar, Ipar responde enfáticamente: “Que lo haga la ficción, me encanta. Que lo haga la realidad, no. De eso nos tenemos que cuidar. Lo hizo la realidad con Marset hace poquito. Ahora hay una adoración a Elon Musk, que es un ser terrible, que crea cosas maravillosas mientras planea dominar el mundo y queriendo instalar ‘nuevas democracias’. Hay que ver quiénes son nuestros villanos hoy en día, ya sean de derecha o de izquierda, ya sea Milei o Maduro. Pero claro, la ficción te libera. Te libera esa endorfina que es lo políticamente incorrecto. Eso me gusta mucho. Por eso Tráfico me encantó desde que la leí. Porque tiene un mundo oscuro. Uno puede empatizar con una persona que a priori odiaríamos o por lo menos rechazarías. Ayer justamente me puse a ver la entrevista a Máximo Thomsen, uno de los rugbistas asesinos en Argentina, condenado a cadena perpetua. Me interesa mucho ver una entrevista a un pibe así. El pibe en la cárcel, llorando. No puede parar de llorar y pide por su mamá y pide por su novia. Y es un nene. Es un nene de cinco años, arrepentido de lo que hizo, en un cuerpo de 90 kilos. Y vos decís, ‘¡pero mataste a un pibe a patadas con tus amigos!’ ¡Y lo empezás a entender! Termina la entrevista y decís, ‘che, por favor, que le bajen la pena. Que no sufra tanto. Es un pibe que la cagó. Puede redimirse’. Y pensás: ¿en qué momento estoy empatizando con un asesino? Ese proceso es brutal. ¿Eso es lo que genera Álex? ¿Álex te hace empatizar? Y terminás queriéndolo”.