—Fue una elección de TV Ciudad, que conoce el medio. Es lo más equivalente al estudio ION. Cuando vi las fotos, dije: “Totalmente”. Están hechos con la misma escuela de ingeniería de sonido. Es el correlativo.
—¿Cómo se definió la lista de los ocho artistas que participan de esta temporada uruguaya?
—Normalmente participo del armado de las grillas locales y de la temporada latinoamericana, pero acá no nos metimos mucho. Dejamos que fuera una decisión de TV Ciudad, confiamos en su criterio. Armar las grillas es todo un arte. Estamos en Sudamérica, los músicos tienen sus giras, tenés que combinar muchos factores, su disponibilidad y la del estudio. Acá como era la primera vez también había que ser muy amplio, abarcar todos los géneros posibles de la música popular. Ya habíamos grabado allá con Rada, Falta y Resto, Drexler y La Vela. Entonces no entraban en esta. Tenía que haber rock, folclore, que acá es tan importante como en Argentina, melódico-tropical, carnaval, nombres de peso como Hugo Fattoruso y Ana Prada. A algunos los conocía y a otros no. No la tenía mucho a Florencia Núñez y me resultó muy interesante lo que hace. Me preguntan por la calle por qué no pudo estar El Cuarteto de Nos o Cuatro Pesos de Propina. Y… no pueden estar todos. No sé, me hubiera encantado que estuvieran las guitarras al estilo de Zitarrosa. Sé que algunos todavía están y otros se han ido. Tres guitarras y un guitarrón. Una rítmica y dos picantes. ¡Tocado con púa! Ese estilo de milonga de campo, no la del tango, me fascina. Me gusta mucho el sonido de la guitarra española con uña y con yema, pero el sonido con púa me encanta. Es muy representativo de la música uruguaya. Ese sonido queda pendiente.
—De lo que viste (cuando se hizo la entrevista se habían grabado seis programas), ¿qué sensaciones te deja este ciclo?
—Profesionalismo. Muy profesional todo desde lo técnico-televisivo, digamos, o cinematográfico. Porque son casi documentales, a ocho cámaras. Casi una película. Hay muy buen material. Y va a mejorar más aún con la posproducción de imagen y de sonido, que ahora será remezclado. Todo eso se hace en Buenos Aires. El sonidista, Gustavo de León, graba diferente que el Portugués. Los procesos de los técnicos son artesanales y su metodología es personal. Gustavo no toca nada mientras se graba y después trabaja con la grabación. El Portugués, en cambio, va mezclando en vivo, mientras graba. Entonces, el crudo es menos crudo. Cada uno con su método. En estos días he tenido buenas sorpresas. Tenía muy escuchados a Los Estómagos pero me había quedado ahí. Y Buitres me sorprendió. Después, Níquel me gustó mucho. Con Nasser nos habíamos cruzado en los 80, cuando vivió en Buenos Aires; andábamos por los mismos lugares. De hecho el proyecto Níquel nació en los riñones porteños. El tipo hizo rock, después hizo milonga, ahora volvió a sus raíces. Después hay artistas del mundo, como Hugo Fattoruso, que en Argentina es un prócer. Spinetta, Charly, Fito, para todos en el mundo del rock lo que hicieron los Fattoruso en Opa es legendario. Entonces, el resultado lo puedo anunciar con bombos y platillos.
—El programa se mira en casa con buena calidad de imagen y sonido, pero también se consume mucho en el celular. ¿Tienen en cuenta esto para crear la mezcla de sonido final?
—Si bien el gran fenómeno de este programa es YouTube y las redes, la emisión el día del estreno también es importante. Y las repeticiones. Encuentro es un canal que funciona como la radio. La gente lo deja puesto. Por eso será muy interesante también para nosotros porque esto se va a estrenar en los dos canales a la vez, en Encuentro y en TV Ciudad. Entonces hay que tener todo en cuenta. El sonido estéreo, la alta definición y también lo otro. Incluso hay quienes lo escuchan en el auto. Un ingeniero de sonido chileno con el que trabajé en FM escuchaba en una radio bien barata cuando ecualizaba, para que se escuchara bien donde fuere. Yo ahí no participo, es un tema más técnico. Pero la mezcla que se logra es como si fuera un disco en vivo.
—Otro episodio del ciclo fue con Supervielle, que es uno de los puntales de ese movimiento que 20 años atrás fusionó el tango con la electrónica y el hip hop, protagonizado por Bajofondo, algo que, como con Piazzolla, también tuvo sus haters…
—Bueno, Santaolalla fue clave para promover ese cruce. Claro, como él tiene dos Oscar y los seres humanos somos cholulos, se le abrieron muchas puertas a esa movida. Bajofondo fue un momento interesante, sí, pero Supervielle tiene además la veta del piano, de la música clásica y sinfónica, y la del hip hop, que practica desde el comienzo de su carrera. Y bueno, es un gran arreglador, que reunió en el estudio un cuarteto de cuerdas que toca una música hermosa. Y ahí lo van a ver, muy cómodo, rapeando en francés arriba de las cuerdas. Es un artista quizá algo más de elite, pero su música también tiene ritmo, tiene baile, por momentos es muy densa, con protagonismo del groove y gran cadencia, te hace mover la patita y por momentos es muy dramática, Tiene todo eso metido adentro y lo expresa de esa manera tan refinada y rica. Pero además Supervielle hace rapear a las cuerdas: si bien los instrumentos de cuerda siempre fueron percusivos, él los hace más percusivos aún. Por un momento le pegan a las cuerdas, parece que se van a romper; sí, los cuatro, muy ajustados, le pegan a las cuerdas, bien afinados, con una gran sonoridad. Ahí tenés un nudo en la historia, ¿no?
—Hablaste de Florencia Núñez. ¿Qué te sorprendió de ella?
—Su frescura, su historia, cómo construyó su carrera, en contacto con su tierra. Para mí, cada programa es como una pequeña clase magistral. Tratamos de sacarle al músico su esencia, su raíz y su heterogeneidad estilística, sus canciones. Es una búsqueda de sus raíces. Florencia es una chica de campo, de ciudad y de playa. Las tres cosas. Y de una ciudad chica como Rocha, un ciudad rural y de playa a la vez. Entonces su música es muy interesante porque entrelaza todo eso. Antes una banda de rock era una banda de rock, una banda de blues era una banda de blues, una banda de new wave era new wave, una estrella pop hacía pop. Hoy artistas como Florencia están todo el tiempo experimentando y jugando con los géneros. Entonces de pronto es una balada, de pronto es country americano, de pronto es una canción. Tienen menos patrones que antes. Quienes se dedican a la canción son más permeables a todos los géneros y no están limitados por ellos. No hay estilos, son canciones. Se empapan en todo lo que escucharon antes y te meten un rap con una letra rerromántica, y se vuelve rock y de pronto es medio blues. Qué sé yo… Los músicos jóvenes de hoy son muy amplios, muy abiertos, el común denominador es su mirada. Pasa en Inglaterra y en Estados Unidos, en todos lados. No están atados a un sonido y a un criterio.
—Hablando de fusiones, la música argentina está conquistando el planeta con este cóctel llamado “música urbana”, de rap, trap, hip hop, electrónica, cumbia y pop, con Bizarrap, L-Gante, Nicky Nicole, Wos, Duki, Trueno y compañía. ¿Cómo ves este fenómeno?
—A fines del 70 y principios de los 80 iba mucho a Nueva York, donde vivía un hermano mío. Íbamos a los boliches, a las discotecas de los negros, y ya estaba muy intenso el fenómeno del hip hop, del break y del scratch. Ya en esa época Blondie y Debbie Harry rapeaban arriba de las canciones. Entonces pregunté: ¿qué es esto? El surgimiento del hip hop en el Bronx es algo maravilloso. Y siempre me llamaba la atención cómo tardaba tanto en llegar a Argentina. Se le dice música urbana como si el rock no lo fuera (ríe). En Buenos Aires empezó con las riñas de gallos, las batallas de gallos, que hacían freestyle (rapeo libre). De ahí vienen Bizarrap, Wos, Duki. Ellos son los más viejos, ya tienen cerca de 30 años. Empezaron en las plazas, en parque Centenario y empezó a multiplicarse con las redes, con YouTube y TikTok, y a alimentarse con los gamers (jugadores de videojuegos), que empezaron a escuchar esta música mientras jugaban juegos en línea y se subían a las plataformas de esas que usan para filmarse jugando.
—Twitch…
—Exacto, Twitch. Estuve aprendiendo un tiempo y después me aburrí (ríe). Ahí explotó todo en Buenos Aires. Estaba muy underground y explotó en todo el mundo. Entonces los argentinos empezaron a cantar con los brasileños, con los colombianos, después uno cantó con Bad Bunny, otro con Daddy Yankee, se subieron a la ola de Bad Bunny y toda la cosa caribeña, pero al mismo tiempo y casi sin saberlo los estaban influenciando a ellos también. Y entonces los caribeños empezaron a interesarse en grabar con los argentinos. Y empezaron a copiar toda esa manera de hablar y cantar que no sabés bien de donde viene. Me divierte mucho, soy lo contrario a un “conservaduro”, que son los que se quejaban de Piazzolla.
—Muchos están comparando este auge con la expansión del rock argentino en los 80, que llegó muy fuerte a gran parte de Latinoamérica. ¿Cómo lo ves?
—Puede ser, pero era todo muy diferente. Los artistas pop argentinos fueron bienvenidos pero ahora existen los haters. Ahora, con las redes, hay haters para todo. Lo de los odiadores en el arte es fenomenal, es como una nueva disciplina humana. Qué sé yo… Es todo muy novedoso, pero seguramente esto va a durar un pedo.
—¿Estás seguro?
—Sí, porque todo va muy veloz y solo algunas cosas quedan. Como la arena y los cantos rodados en el río. Algunas cosas llegan y se acomodan, como el rock and roll, que llegó y se quedó un buen rato. Pero qué pasa: cuando se mueran los rockeros viejos, los grandes rockeros que aún siguen, y los que escuchamos rock ya no tendremos más ganas de ir a un concierto, como yo, que ya no voy porque me aburre, ahí sí que se termina todo. Porque cada vez hay menos jóvenes interesados en el rock. Casi no hay guachos nuevos que sigan tocando rock and roll. Algunos lo seguirán tocando, pero ya no va a ser un fenómeno mundial. Calculo que quedará como una capa cultural más, como quedó Beethoven, como sigue sonando el vals de Strauss en las fiestas de 15 y en los casamientos y decís: “Ay, qué lindo”, y ya está. Será una capa más.
—¿Y qué originalidad estética trae a tu entender esta movida de hiphoperos devenidos en megatendencia a escala mundial?
—Desaporta un poco.
—¿Desaporta?
—Sí, simplifica. No hay armonía casi. Hay ritmo, sí. Y tampoco hay mucha melodía que digamos. Ahí hay un conflicto. Fito Páez acaba de señalar ese problema. Hay artistas maravillosos que usan muy bien el ritmo, pero para que el ritmo tenga una razón estética diferente debe unirse con una razón armónica. El candombe es candombe, son tambores, entonces cuando se incorporan otros instrumentos aparece la cruza; ese tipo de cruza cultural que se da mucho en el mundo del jazz. Los Thelonious Monk, los Miles Davis, esos tipos que iban a otro país, a otra cultura, se juntaban con otros con quienes nunca habían hablado y al rato tocaban juntos algo nuevo. Músicos como Hugo o Luis Salinas conocen muy bien ese territorio. Pero en este fenómeno de la música urbana la palabra está por encima de la música, lo que importa es lo que dicen, la crudeza con la que hablan. Antes importaba la poesía en una canción. Un Spinetta, un Fito, un Charly. El cuaderno todo tachado con una letra original. Ojo, cuando Charly usó las máquinas electrónicas en los 80, al principio muchos lo putearon. Pusiste al lavarropa, Charly, le decían.
—¿Qué te parece el autotune como recurso para afinar cantantes que no afinan bien?
—Creo que se está bastardeando un poco el canto con el autotune. Se está abusando del recurso afinando gente que no afina. Hasta gente afinada lo usa. Ojo, siempre hubo desafinados cantando y algunos fueron muy exitosos, como Palito y Leo Dan. Incluso Fito en vivo desafina bastante. No todos son Mercedes Sosa, ¿viste? Volviendo a lo anterior, siempre hubo haters. Hoy están visibilizados porque se pusieron un nombre, se etiquetaron. Somos haters. En la época de Piazzolla decían que eran tangueros de la vieja guardia. Es un mundo maravilloso el de las artes. A uno le gusta más uno, a otro le gusta más otro.
—¿Cómo es eso de que te aburre ir a conciertos?
—Me aburro rápidamente de todo, entonces un concierto de una hora y media para mí es una condena. Ya ni a los Stones voy a ver. Ya los vi. Para mí, hoy la duración ideal es de 40 o 50 minutos. A veces llego para el final. He descubierto que llegar en los últimos 20 a 25 minutos de un concierto es fenomenal. Me pasó hace tres o cuatro años con Roberto Carlos. Nunca lo había visto en vivo. Fui a buscar a mi pareja al Luna Park y como me conocen me dejaron entrar al final. Lo había visto alguna vez en la tele. Tocaba el mismo pianista de toda la vida pero con una cara de cansado… Parecía que tenía mucho sueño, que tenía muchas ganas de irse al hotel. Por eso cada vez tengo menos paciencia con los conciertos.
—¿Qué te sorprendió últimamente? ¿Qué te voló la cabeza?
—Periodistán. Un pibe que viaja mucho por Asia, por el mundo musulmán, por China, que cuenta lo que ve en Twitter y escribe libros como Un argentino en la ruta de la seda. Me gusta mucho viajar y me dieron ganas de agarrar un bolso y salir corriendo a recorrer el mundo. Me impactó muy fuerte. Y me dieron ganas de entrevistarlo. Desde hace unos años no tengo programa de radio, entonces no entrevisto a nadie. Por eso estoy pensando en algún formato con esto (señala el celular, en la mesa) para hacer entrevistas lindas, largas, con gente que me gusta. Personas como él, que me han impactado.
—No parece casualidad que Uruguay sea el primer país donde se plasma esta alianza. ¿Cómo entendés ese ida y vuelta entre la música uruguaya y argentina?
—Acá cruzamos el charco todo el tiempo, desde siempre. Las idas y vueltas de músicos entre Montevideo y Buenos Aires datan desde que existen las dos ciudades. Lo primero de Uruguay que me marcó cuando era muy chico fueron Zitarrosa y Los Olimareños. Punto. Y Rada después, cuando llegué a Buenos Aires. Estaban Los Shakers sonando en la radio, sí, pero ni sabía que eran uruguayos.
—¿Los Olimareños, cuyos dos integrantes están ya en sus 80 años, podrían estar en una eventual segunda temporada uruguaya de Encuentro en el estudio? ¿Creés que es posible?
—Debería serlo. Hay que atar otra vez los cabos de la coproducción. Nombres sobran. Redá para armar otra temporada de ocho. Jaime Roos aún no ha podido estar. Lo invitamos pero no le fue posible (está preparando el audiovisual del concierto Mediosiglo). Jaime para el público argentino es como si fuera local. El Cuarteto de Nos y No Te Va Gustar son muy populares allá, tienen amplia aceptación; los guitarreros que tocan milongas tienen que estar. Cuatro Pesos de Propina están muy fuertes, tocan en todos lados y han ido mucho a festivales en Argentina. Y debe haber muchos más que yo no conozco. Tenés que poner algún cantante muy popular como Lucas Sugo, que tiene como 35 millones de reproducciones. ¡Y alguna sorpresa talentosa como Florencia Núñez tiene que haber! Cuando querés acordar tenemos otra temporada armada.