Para conectar con sus raíces familiares, David y Benji planearon un “tour del Holocausto”, una iniciativa para honrar a su abuela sobreviviente de la persecución nazi. El viaje incluirá visitas a lugares emblemáticos, como Varsovia, Lublin y el campo de concentración de Majdanek. También tienen previsto conocer la casa ancestral de su abuela en Krasnystaw, un pueblo en el sureste de Polonia. Los acompañarán un matrimonio de los suburbios, una mujer divorciada en busca de sus raíces maternas, un sobreviviente del genocidio de Ruanda convertido al judaísmo y un guía turístico británico obsesionado con la cultura judía.
Como todo gran viaje a través de un océano, este comienza rodeado de cientos de extraños en ese lugar de paso llamado aeropuerto. La primera escena de Un dolor real transcurre allí y es clave para entender la dinámica psicológica entre David y Benji, en la que Eisenberg indagará en este mordaz, sensible y gracioso relato.
Con un piano de Chopin, mientras un movimiento de cámara recorre el espacio de izquierda a derecha, se divisa al primero de los dos personajes principales. La escena avanza por las hileras de espera del aeropuerto, donde Benji aparece con sus ojos grandes y una mirada melancólica. Este será uno de los pocos instantes en que se lo verá en un estado de quietud. Mientras tanto, David, camino al aeropuerto, le dejará una catarata de mensajes por teléfono que revelan su ansiedad y nervios.
Para Benji, el aeropuerto es un espacio anónimo en el que prospera gracias a su personalidad extrovertida. Interactuar con facilidad con los extraños no significa un problema y su carisma le saca una sonrisa al oficial de seguridad más parco. Para David, en cambio, es un lugar de desconcierto. A diferencia de su primo, David es un hombre neurótico con tendencias obsesivo-compulsivas. Sentirse incómodo es su naturaleza y prefiere la estabilidad y el control que le dan su esposa, su hijo pequeño y su trabajo en marketing digital.
El guion de Eisenberg no pierde tiempo. Desde antes de que los primos lleguen a Polonia, se nota que la facilidad de Benji para conectar con los demás esconde una soledad profunda. El viaje será para él una forma de escapar de su sufrimiento y vacío. Por su parte, David espera encontrar un sentido de conexión con su historia familiar, algo que le permita superar ese estado perpetuo de ansiedad.
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Los ganadores del Oscar a Mejor actor y actriz, Adrien Brody y Mikey Madison, y a Mejor actriz y actor de reparto, Zoe Saldaña y Kieran Culkin, con sus estatuillas en el backstage de la ceremonia
A.M.P.A.S.
No es difícil entender por qué Eisenberg eligió a Culkin para explorar la dinámica tensa entre estos familiares. Culkin, cuya carrera cobró mayor relevancia gracias a su papel como el perverso Roman Roy en la aclamada serie Succession, tiene la capacidad de atraer todas las miradas, al igual que Benji.
Eisenberg basó su decisión en dos aspectos: su intuición y un recuerdo específico de una audición anterior. Aunque no había visto a Culkin en ningún proyecto antes de elegirlo —incluso afirmó no haber visto Succession—, recordaba una prueba que ambos hicieron para la comedia independiente Adventureland (2009).
En esa ocasión, Culkin fue sorpresivamente agresivo y agarró del cuello a su colega, pero también hizo reír a todos los presentes. Esa dinámica era justo lo que Eisenberg imaginaba para los personajes de Un dolor real. Para el director, Culkin posee una mezcla inusual de sofisticación e irreverencia espontánea, características perfectas para Benji.
Inicialmente, Eisenberg planeaba interpretar a Benji, pero la actriz Emma Stone, quien también era productora del proyecto, lo convenció de asumir el papel de David y buscar a otro actor para el personaje principal.
Puede que los modos de Culkin, que Eisenberg ha descrito como simplemente “vivir en el espíritu de la escena”, provoquen una sensación de inconformidad en el espectador. El actor no se desprende de los manierismos y actitudes de su figura pública, lo que al principio puede resultar insatisfactorio. Sin embargo, la película se encarga de demostrar que su actuación es una que se despliega con naturalidad y contrasta de manera efectiva con la figura de Eisenberg, quien logra transmitir un sufrimiento que sin duda evoca al Woody Allen más incómodo frente a cámaras.
En Un dolor real, la fórmula de la pareja-dispareja funciona como motor central de la narrativa. David representa la estabilidad, el control y la ansiedad, mientras que Benji es su polo opuesto: un espíritu libre, encantador y despreocupado. A pesar de no haber trabajado juntos antes, la dinámica entre Eisenberg y Culkin fluye con espontaneidad y autenticidad. El primo responsable intentando comprender al irresponsable crea una dupla impredecible, llena de matices que enriquecen la interacción entre los personajes.
La yuxtaposición de estas personalidades opuestas crea situaciones cómicas a lo largo del viaje. Los exabruptos de Benji, sus decisiones insólitas y su picardía exasperan a David, pero también desarman la tensión y revelan la rigidez del personaje de Eisenberg.
A pesar de sus diferencias, la relación entre David y Benji evoluciona a medida que se mueven de una locación a otra. Se enfrentan a tensiones pasadas, aprenden a comprenderse mejor y, en última instancia, encuentran una conexión genuina en medio de todo el dolor y tragedia que los rodea y para el que pagaron.
Con una estética basada en tomas largas, una composición sencilla y un enfoque centrado en los personajes, Eisenberg evitó los clichés visuales típicos de las películas sobre el Holocausto. El director se distanció de la visión estadounidense convencional y buscó que cada escena pudiera considerarse “una postal”.
Al contrastar las experiencias de dos primos estadounidenses con el contexto histórico del Holocausto, la película cuestiona si el dolor actual y las penas más triviales de la vida contemporánea son válidos al compararlos con un sufrimiento histórico de tal magnitud.
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¿Se puede honrar verdaderamente la historia del Holocausto en el contexto del turismo moderno, en el que los recorridos se promocionan con anuncios como “Tours en Auschwitz con almuerzo”? Este es un aviso real con el que Eisenberg se topó y que lo inspiró para su guion.
La necesidad de conectar con el dolor de los antepasados queda opacada entonces por las carencias emocionales de estos personajes, quienes no están dispuestos a enfrentarse cara a cara con lo que emocionalmente los hunde.
Tanto David como Benji lidian con su propio dolor, aunque de maneras muy distintas. David lucha contra su ansiedad y su necesidad de control, mientras que Benji evade sus emociones a través de la despreocupación y el humor. Al contrastar las experiencias de estos primos con el contexto histórico del Holocausto, la película cuestiona si el dolor “moderno” y las “pequeñas penas” de la vida contemporánea son válidos frente a un sufrimiento histórico de tal magnitud.
En una de las escenas más memorables, aunque también de las más frontales, que deja todo al descubierto en una historia que brilla más en sus sutilezas, David ofrece un monólogo que revela los dotes de Eisenberg como guionista.
David confiesa sus sentimientos hacia Benji, su primo, quien se mantiene distante tras un exabrupto hacia el resto de los integrantes del tour. Durante años, David ha vivido a la sombra de Benji, y ahora expresa su amor por esta persona a la que categoriza como alguien con problemas mentales. Habla de la dificultad de ser alguien que vive a la sombra de quien realmente sufre, pero que, paradójicamente, es envidiado.
Al igual que en The White Lotus, en la que el turismo se presenta como un escape que termina exponiendo las grietas emocionales de sus personajes, Un dolor real utiliza el viaje como un espejo de contradicciones humanas. Mientras David y Benji recorren Polonia en busca de conexión con su pasado, el turismo se convierte en una metáfora de su incapacidad para enfrentar el presente. Eisenberg, con su aguda mirada sobre el sufrimiento y la identidad, nos recuerda que, aunque el dolor puede ser universal, su expresión siempre es íntima y, a menudo, incómoda.