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    Diáspora científica advierte sobre la partida de jóvenes calificados por “estancamiento” en ciencia y tecnología

    Cuando asoma diciembre y se aproxima Navidad y Año Nuevo, una ola de uruguayos radicados en el exterior vuelven a su país para celebrar las fiestas. Aprovechando ese retorno masivo, en diciembre de 2018 Uruguay XXI, el Ministerio de Relaciones Exteriores y la Agencia Uruguaya de Cooperación Internacional (AUCI) convocaron a la “diáspora calificada” y reunieron a 24 investigadores para reflexionar sobre la situación en que se encuentra el sector de la ciencia y la tecnología en Uruguay. En la instancia se habló de biotecnología, de tecnologías de la información, de ciencias básicas y de energías renovables. Además, tras el intercambio se elaboró una hoja de ruta para trabajar en esos temas.

    El encuentro fue una experiencia piloto que busca reunir uruguayos radicados en algunos países (Estados Unidos, Canadá, Finlandia, Francia, Israel y Suecia) que estén interesados en aportar su conocimiento y vincularse con Uruguay en las áreas de ciencia, tecnología y empresas.

    Ahora, casi un año después, un documento firmado por ellos y muchos otros integrantes de la diáspora calificada fue enviado a los candidatos a la presidencia. Quieren ser escuchados.

    Desde su posición en el exterior, esta comunidad calificada considera que el nivel científico de los uruguayos es muy bueno, pero que en los últimos años el “estancamiento de la inversión” en esa área ha hecho que muchos jóvenes emigren y no regresen. Para peor, es poco común que desde el exterior colaboren con equipos en Uruguay, señalan en la carta (ver Cartas al Director). Además, opinan que los actores privados locales deberían pisar más fuerte, ya que entienden que sin ellos “será muy difícil” alcanzar una economía basada en el conocimiento. El camino que se viene recorriendo en Uruguay no es el adecuado, evalúan, y creen que se debe “revertir el proceso”. Proponen, para eso, un conjunto de medidas que aspiran que sean tenidas en cuenta por los futuros gobernantes.

    Los “intelectuales adherentes” a la carta son 57 y entre ellos figuran 21 científicos uruguayos que trabajan en ciencias básicas y biológicas en prestigiosos centros como el Albert Einstein College of Medicine de Nueva York, la Universidad de Harvard, el Imperial College de Londres, el Instituto Pasteur de París y la Universidad de California, entre otros. En las ciencias humanas hay científicos firmantes que trabajan en la Sorbona de París y en el Centro Nacional de Investigación Científica, y otros profesionales en la Universidad de Viena, en la de Innsbruck, en Austria, y en la Universidad de Aachen, en Alemania. También firmaron 12 empresarios y emprendedores del área científico-tecnológica que viven en Francia, Canadá, Suecia Israel y Estados Unidos.

    “Por más que pasamos muchos años en el exterior, cuantos más años pasan, uno más ama a su país y queremos ver al Uruguay prosperar”, dijo la bióloga y empresaria Andrea Kruchik Krell, fundadora de Yvy Medical Cannabis Uruguay tras el evento en diciembre, en una entrevista difundida por AUCI. Kruchik lleva más de 15 años viviendo en el exterior entre Israel y California y es una de las firmantes del documento.

    El grupo sostiene que desde el exterior puede ayudar en ese camino y propone crear una agencia que establezca una “red de talentos de la diáspora” para fomentar la innovación y el posicionamiento a escala internacional.

    Se van.

    Todos los participantes en el encuentro del año pasado coincidieron en que para Uruguay es “vital encontrar una inserción adecuada” en la sociedad del conocimiento y puntualmente en dos pilares que hoy son los “motores” de la transformación en el mundo: la biología y las tecnologías de la información y la comunicación (la llamada digitalización).

    Para lograrlo la base está en la ciencia y la tecnología, con el objetivo de impulsar “innovación en productos y servicios de alto impacto, genuinos y sustentables”. Para la diáspora, lograr este desarrollo “debe ser una prioridad” que le permitiría al país “no depender exclusivamente de la comercialización de commodities”.

    Uruguay tiene unos 1.700 científicos de alto nivel —competitivos en el plano internacional— que trabajan en diferentes áreas del conocimiento, y que “cuando se insertan en otro país, juegan un rol destacado en la mayoría de los casos”. Sin embargo, pese a eso, “en los últimos cuatro años se observa un estancamiento de la inversión en este sector, lo que lleva a que numerosos jóvenes formados con recursos del Estado uruguayo no encuentran posibilidades para su desarrollo, emigran y no retornan”.

    “Se pierde así —continúan— el potencial generado por los conocimientos desarrollados a nivel internacional. Peor aún, es poco común que estos científicos establezcan colaboraciones estructurales con equipos radicados en Uruguay”.

    Los profesionales radicados en el exterior opinan que “muy pocas veces se ha consolidado el círculo virtuoso de invertir en ciencia guiada por evidencias y elementos factuales (función principalmente del Estado) y la generación de emprendimientos innovadores basados en nuevos conceptos científico-tecnológicos”. Además, los fondos privados o público-privados deberían jugar “un rol fundamental” porque sin ellos “será muy difícil” alcanzar una economía basada en productos y servicios de alto valor agregado.

    Un programa para cambiar.

    Hace falta “revertir el proceso” para cambiar la realidad, sostienen los uruguayos. Proponen aumentar los recursos, invertir más, generar “marcos legales que favorezcan y no retrasen el desarrollo” de emprendimientos innovadores, establecer “sinergias fuertes” con la diáspora calificada y “facilitar el retorno de jóvenes científicos que han mostrado un nivel de excelencia”.

    También mencionan la necesidad de que el sector productivo comparta la responsabilidad del desafío con el público para insertar jóvenes calificados y desarrollar un “ecosistema innovador”, y piden más apoyo para las startups. Opinan que hay “aspectos regulatorios” que demoran “la puesta en marcha del sistema”, como la no firma del Tratado de Cooperación de Patentes (PCT).

    Los científicos entienden que hace falta “aumentar significativamente el presupuesto de agencias” que ofrecen apoyo a la innovación, legislar sobre las formas de gestión y sobre propiedad intelectual, profesionalizar las oficinas de transferencia tecnológica, disminuir los requerimientos para crear empresas, crear una ley de emprendedores, crear beneficios tributarios para inversores y fomentar la inversión de empresas públicas en emprendimientos, y “propiciar que el Estado se torne un cliente eficiente” de los productos y servicios generados por los nuevos procesos de innovación.