“Hasta que algún gobierno no logre ordenar la economía, generar confianza, tener crédito, reducir impuestos, sacarle el pie de la cabeza al emprendedor y al empresario, la posibilidad de Argentina de volver a tener un rol fuerte en el comercio internacional es nula”, agrega.
—Dos aspectos sobresalen a lo largo de la historia política y económica de la Argentina pos-1983: la permanente situación de caos económico por la cual han atravesado cada uno de los gobiernos desde el regreso de la democracia hasta la actualidad, cuyos elementos más destacados son inflaciones (incluyendo las situaciones más extremas de hiperinflación y de deflación prolongada), el tipo de cambio, la cultura del dólar (en todas sus variaciones), los cambios de reglas abruptos, sistemas impositivos cada vez más complejos y perversos, que no favorecen ni al empresario ni al empleado, y en el medio de todo esto una feroz globalización y un mundo que sin pausa y con mucha prisa se encamina a la inteligencia artificial. Y por otra parte la sensación de que los empresarios argentinos tienen una enorme capacidad de resiliencia y creatividad. ¿Nos podrá contar brevemente cómo fue la convivencia entre esas situaciones y los empresarios desde la convertibilidad hasta la pospandemia, ya que en períodos muy breves las reglas de juego giraban 180 grados?
—Dos elementos han resultado determinantes para la complejidad del desarrollo empresario de Argentina en el período comentado: orden macroeconómico y seguridad jurídica.
En los momentos en que Argentina logró tener una macroeconomía ordenada con generación de crecimiento en un contexto de baja inflación, el empresariado en Argentina (capitales nacionales y capitales internacionales) recuperó la capacidad de proyectar a mediano plazo y eso lógicamente es una pieza clave en las decisiones de inversión.
Por el lado de la seguridad jurídica, el cambio constante de reglas provoca interferencias permanentes en las decisiones empresarias. En ese contexto, los empresarios argentinos tienen capacidad de adaptación y pueden seguir operando por su capacidad de entendimiento del entorno local, pero la situación para los ejecutivos de empresas internacionales en Argentina es mucho más compleja y causa la decisión de salir de sus negocios en el país. Conjugando ambos aspectos, una macroeconomía sana y un respeto a las reglas fijadas conducen a un proceso virtuoso de inversiones.
Lo que está necesitando Argentina es un ciclo extenso de inversiones estratégicas (no especulativas), de largo plazo, rentables, que generen posibilidades laborales y de desarrollo colectivo e individual, en un contexto económico ordenado y con reglas que se sostienen.
La inversión en definitiva es la síntesis de un beneficio esperado (numerador) y el riesgo propio de esa oportunidad (denominador). En la medida que tengamos más crecimiento futuro y menos riesgo habrá más proyectos y negocios que pasen el “filtro” y se van a emprender. Economía sana y reglas claras.
Los emprendedores, los empresarios locales, pequeños, medianos y grandes, y los funcionarios de empresas internacionales pueden operar satisfactoriamente en la medida que se cumplan esas dos premisas básicas.
—Por tradición la Argentina ha sido y es un país agropecuario, con cultura agropecuaria. A partir del gobierno de Carlos Menem se produce una profesionalización de la industria que hasta ese momento estaba más en manos de herederos que de profesionales enérgicos y creativos. El conflicto con el campo produjo una ruptura brutal en la sociedad y la política argentina con la famosa Ley 125, a partir de la cual nace lo que se llama grieta. El campo representa, por un lado, la idea instalada de un país como granero del mundo (aunque sea una ficción) y de un país rico. Por otro lado, se lo ve como concentración de recursos no distribuidos en muy pocos privilegiados y destructor del medio ambiente con agroquímicos y monocultivos (soja). Y por supuesto los gobiernos que recurren en cada ocasión que lo necesitan, y son muchas, a los dólares producto de las exportaciones. ¿Cuál es la actualidad de esta industria y cuáles son las transformaciones industriales, comerciales y tecnológicas que se están dando?
—En la pregunta que se formula hay una buena síntesis de la realidad de la actividad agropecuaria. Conviven múltiples situaciones y factores.
La realidad actual es justamente la de una “industria” en donde toda la actividad agropecuaria lleva adelante múltiples procesos (más básicos o más complejos) de industrialización.
El sector agropecuario, en todas sus formas, ha tenido siempre una mirada de largo plazo por la naturaleza de sus ciclos productivos. Por lo tanto, ha estado extremadamente expuesto a los vaivenes económicos y políticos, más allá de los climáticos propios de la actividad.
En los últimos 20 años se han llevado adelante numerosas inversiones en todo tipo de emprendimientos de diferentes escalas. Además, se viene llevando adelante un proceso sostenido de profesionalización en todos sus procesos de gestión.
En cualquier contexto geopolítico futuro, el campo, el agro, la actividad agroindustrial juegan un rol fundamental en el potencial desarrollo de Argentina. Fundamental para esto es que los gobiernos de turno puedan mantener reglas estables y evitar interferencias en los procesos de inversión.
—En Argentina se piensa en blanco y negro, y eso —basta ver en detalle su historia sociopolítica— se tradujo cada vez en más quiebres. Ya hablamos de exportadores e importadores, pero hay uno más antiguo que fue entre campo e industria y que tiene que ver con un no modelo de país industrial y de una cultura societaria que considera la industria nacional como muy mediocre y proteccionista. Ejemplo de ello es la casi nula importancia que se le da a las pequeñas y medianas empresas durante las campañas electorales a la hora de elegir a sus funcionarios y cuando se toman decisiones financieras, laborales y fiscales. ¿Cuál es su opinión al respecto?
—En este milenio esa discrepancia histórica entre campo e industria parece estar muy atenuada. No se ve en la opinión pública que eso sea un tema de discusión. Las cadenas de valor desde la producción hasta la comercialización constituyen hoy un entramado muy complejo y los diferentes operadores y participantes defienden sus intereses dentro de sus posibilidades económicas y de poder.
Cada vez que Argentina trató de ser “dirigista” en los esfuerzos industriales hacia algún lugar, el resultado fue malo.
El espíritu emprendedor está presente en la comunidad en todos los niveles socioeconómicos. Individuos, microemprendimientos, pymes, grandes empresas y grupos multinacionales pueden desarrollar su potencial en Argentina en la medida que tengamos reglas claras, un sistema financiero sano, una economía en crecimiento y una mirada colectiva de largo plazo.
Es lógico que los gobiernos quieran señalar algunas actividades como más estratégicas para el desarrollo argentino (como minería, petróleo y gas, agroindustria, turismo y servicios tecnológicos), pero eso puede ser admitido como una orientación básica. Argentina puede ser competitiva y eficiente en múltiples sectores y no debería ser el gobierno el que diga cuál sí y cuál no.
—Argentina, con todos sus recursos naturales e intelectuales, no es naturalmente un país exportador, salvo en hidrocarburos, productos agrícolas, algunas industrias derivadas de estos últimos, situaciones transitorias en la industria automotriz y, en los últimos años, industrias de servicio, las llamadas tecnológicas. ¿Por qué no existe una política de Estado ni la suficiente presión gremial, empresarial y mediática en un mundo globalizado para que la matriz se transforme y Argentina se convierta en un país exportador?
—Los motivos son los que comentaba antes. Para tomar un rol importante en mercados internacionales (de hecho, Argentina viene perdiendo posiciones en forma sostenida) se requieren significativas inversiones (en los propios emprendimientos y en la infraestructura asociada, incluyendo rutas, puertos, generación energética, gasoductos, etc.).
Hasta que algún gobierno no logre ordenar la economía, generar confianza, tener crédito, reducir impuestos, sacarle el pie de la cabeza al emprendedor y al empresario, la posibilidad de Argentina de volver a tener un rol fuerte en el comercio internacional es nula.
—El mercado financiero no ayuda en Argentina a las empresas ni por volumen ni por creatividad ni por propuestas. ¿Cuáles son las reformas inmediatas que en este sector debería encarar el próximo gobierno?
—El próximo gobierno tiene un enorme desafío en cuanto al sistema financiero. Durante años, los recursos que entran al sistema financiero (los depósitos de los individuos y las empresas) terminan en una parte sustancial financiando el déficit del Estado argentino. Los bancos tampoco tienen muchas opciones o demandas alternativas de sus recursos. Los individuos y las empresas no quieren endeudarse dadas las altas tasas y la inestabilidad económica. Las tasas son disparatadamente elevadas en un contexto de altísima inflación. Realmente el desafío de transformar el sistema para que haya incentivos adecuados de bancos, depositantes y tomadores de crédito es enorme. Por el momento, no hay señales claras entre los equipos económicos de los potenciales candidatos presidenciales respecto a cómo encarar esta transformación.
La historia económica argentina, plagada de planes de reestructuraciones, corralitos, bonos e incumplimientos forzados al sistema financiero, genera un marco de referencia muy negativo para emprender transformaciones. La incertidumbre es alta.
—A su vez, en el sistema laboral todos parecen ser víctimas: el empleado con sueldos que jamás alcanzan (la inflación les gana por varios cuerpos cada mes), niveles de pobreza que van más allá del 40% de la población, un número aún mayor y creciente de personas no sindicalizadas que trabajan de manera precaria e informal, y por otro lado todo lo que ya hemos hablado de los empresarios, que son sometidos a cambios permanentes de reglas de juego, inseguridad jurídica, sistema financiero muy mediocre, sistema impositivo perverso y una cultura social y mediática que los destrata. ¿Cómo se sale de esto?
—Como comentaba antes, la única manera de revertir esta degradación gradual y sostenida de Argentina de décadas pasa por generar inversión y trabajo. Realmente hasta ahora, nadie lo ha logrado y nadie ha planteado en concreto cómo hacerlo. La salida no está a la vista.
Está claro que un cambio profundo y sostenido (de reglas, de leyes, de realidades) requiere de un amplio consenso de la ciudadanía y la dirigencia política. Argentina hoy no tiene rumbo. La ciudadanía no tiene nada claro por dónde pasan la solución y un potencial despegue.
El próximo gobierno tendrá el desafío de buscar caminos de acuerdos políticos que posibiliten iniciar las transformaciones.
La decadencia de décadas no va a revertirse ni superarse en un mandato de gobierno. Va a llevar también décadas.
Esperemos que el próximo gobierno pueda sentar las bases de esa transformación y que las políticas de Estado puedan ser sostenidas en el tiempo.
—En simultáneo, industrias como la producción de satélites, las empresas tecnológicas, entre otras, son la otra cara de la moneda. Y a la vez, una enorme cantidad de empresas extranjeras que están quedando en manos de argentinos. ¿Cuáles son los sectores que están naciendo y creciendo y cuáles los motivos por esta masiva compra de empresas extranjeras por emprendedores locales?
—Argentina es un país grande (en superficie, en población y en recursos naturales) y es lógico que, más allá de una situación de crisis generalizada, pueda haber ciertos sectores o emprendimientos que puedan desarrollarse con éxito.
Las actividades relacionadas a los servicios tecnológicos son un caso evidente, en las que se conjugan factores educativos y técnicos que permiten el avance de ciertas industrias donde Argentina no ha perdido toda su competitividad y viabilizan que los emprendedores puedan desarrollarse.
—En un año electoral se habla de desempleo, los candidatos se reúnen con empresarios líderes (de enorme volumen) y sindicatos, pero no se escuchan más que slogans de lugares comunes en vez de propuestas concretas. ¿Por qué nadie se anima?
—Los empresarios y los sindicatos conviven en esta compleja realidad y no han tenido capacidad de elaborar propuestas concretas.
Está claro que el cambio debe venir de la propia sociedad, con un gobierno que tenga capacidad de generar y consensuar planes y propuestas e implementarlos. Los empresarios y los sindicatos deberán ser parte de esos consensos.
—Estos últimos años han sido los peores en términos de ahuyentar capitales extranjeros sanos para inversión no especulativa. ¿Cómo se revierte?
—El final de un gobierno populista y la llegada de un gobierno más realista es condición necesaria pero no suficiente para revertir esta etapa negativa, de salida de capitales y ausencia de inversiones de largo plazo.
Los procesos de inversión en la economía real son largos. Planificación, evaluación, decisión, financiación, ejecución y puesta en marcha lleva meses.
Lamentablemente los inversores argentinos y extranjeros van a esperar un buen tiempo hasta concretar inversiones en Argentina. Van a querer ver que la economía se normalizó, que las reglas se sostienen, y recién después tomarán decisiones. Este proceso, de ser exitoso, va a llevar seguramente varios mandatos gubernamentales.
—Como profesor universitario, usted sabe, además, que los jóvenes en Argentina se quieren ir o quieren emprender. ¿Cómo se imagina el corto y mediano plazo para ellos o mejor dicho cómo se lo imaginan ellos?
—En el corto plazo no se ven cambios relevantes, ya que la sociedad no está percibiendo que la realidad va a modificarse con un nuevo gobierno. Estamos con una amplia cantidad de jóvenes en la pobreza y un sistema educativo nacional que no está a la altura de las circunstancias. El desafío para el próximo gobierno es enorme. Es lógico que aquellos (pocos) que tienen posibilidad de emigrar lo sigan haciendo.
—Argentina está en una región que no sufre sus flagelos monetarios. En pocas palabras, ¿qué se debería aprender de Uruguay, Brasil, Paraguay, Chile, Bolivia, Perú y cómo deberíamos interactuar con ellos industrial y comercialmente?
—Argentina debe salir del encierro actual e integrarse al mundo. Una mayor integración internacional lleva tiempo y hay que adecuar a los participantes.
Los gobiernos de América del Sur (con excepción de Venezuela) nos han mostrado que tener una economía sana, en crecimiento, con bajo riesgo país, cuentas públicas en orden y acceso a crédito internacional en condiciones favorables representan políticas de Estado que son sostenidas por los diferentes gobiernos que asumen responsabilidades ejecutivas. Cada gobierno tiene sus enfoques en diferentes cuestiones específicas (cada vez menos hablamos de gobiernos de más de izquierda o más de derecha) pero en todos los casos se conservan los principios económicos fundamentales. A nivel de aprendizaje, ese aspecto es fundamental para Argentina.
Respecto a integración regional, es clave que Argentina pueda recuperar un rol relevante en el comercio internacional. Seguro llevará tiempo, pero el próximo gobierno debe iniciar el camino.
2023-06-28T14:47:00
2023-06-28T14:47:00