¿Cuál es el impacto de esta situación en la superficie a sembrar?
Algunas represas la proyección marca que estarán en el orden del 50% a 60% de su capacidad. En términos generales, a nivel país, estimamos que de la intención existente, la siembra de la zafra rondará entre 85% y 90%. Siempre se debe tener presente que en la superficie total del arroz un 55% del agua proviene del bombeo de lagunas y ríos, y por lo tanto está independizada de esta situación. El 45% restante proviene de represas, que dependen de las lluvias, y hasta ahora no se han registrado con la asiduidad necesaria que se tienen que dar antes del 30 de setiembre.
¿Cuál es la intención de siembra a nivel país para esta zafra?
El área a sembrar está condicionada por el agua, pero si analizamos lo que fueron las tres últimas zafras, fundamentalmente los resultados de la zafra 2022-2023, se partía con la intención de incrementar la superficie, pero creemos que no se va a dar. Por lo tanto, la estimación es que el área se ubique en el eje de las 160.000 hectáreas.
¿Cómo son los niveles de agua en las represas al compararlos con la serie histórica?
Lo que sucede en la zona este con algunas represas es que están por fuera de la estadística. En Casarone tenemos registros de 40 años y la verdad es que nunca se había registrado un año así. Que a mediados de julio en algunas represas tengamos solo un 16% de agua es una situación excepcional, que nunca había pasado, está totalmente fuera del promedio. Recordemos que venimos de tres años Niña muy fuertes, por lo cual es una situación compleja como se está viviendo en distintas zonas del país y con diferentes connotaciones. Hay un déficit hídrico acumulado que se siente y que se ha prolongado por bastante tiempo, más de lo que teníamos registrado.
¿Esto motiva algún cambio con respecto a lo que se viene haciendo?
Sin duda tenemos que generar acciones coordinadas con diferentes actores. El sector arrocero, integrado por la Asociación Cultivadores de Arroz (ACA) y la Gremial de Molinos Arroceros (GMA), entiende que Uruguay tiene un desafío importante en cosechar agua. Tenemos un régimen pluviométrico que lo caracterizamos por un promedio que normalmente no se da. Es un régimen irregular, y muy variable en el tiempo y en el espacio. Por lo tanto, las acciones que estamos empeñados en concretar y en emprender apuntan a la cosecha de agua, y para eso es necesario generar más infraestructura de represas, para tener mejor disponibilidad de agua en los años y en los momentos que tenemos una faltante puntual o un déficit hídrico más severo.
Si bien la iniciativa surge del sector privado, ¿se necesitan instrumentos del sector público para concretarla?
Sí, se necesita al sector público, fundamentalmente porque las represas que pueden generan un gran impacto son de alto porte. Hay una represa que se ha estudiado en varias oportunidades y que ahora podría tener un nuevo empuje que es la de Palo a Pique (Treinta y Tres). Pero estamos hablando en general de represas muy importantes, que no se podrían hacer solamente desde el sector privado. Se requiere de una política de Estado. Uruguay tiene la posibilidad de captar agua, que además generaría una mitigación de inundaciones en muchos lugares. A su vez se podría utilizar para riego o para generación de energía cuando se necesite. Es un emprendimiento que para nosotros es crítico, para el desarrollo futuro, no solo del arroz sino de otros cultivos.
¿Podría ser útil para otros cultivos, pero también para otros sectores como la ganadería?
Sí. Nos parece que ese es un camino que tenemos que empezar a recorrer. Tenemos tecnología, conocimiento generado y experiencias comerciales que también están en curso o que se pueden estudiar, con muy buenos resultados. Hoy el riego de soja es una realidad en algunas zonas como el este y norte de Uruguay, al igual que el riego de maíz, y de pasturas. Y eso tiene una repercusión en lo productivo, en lo económico y en el desarrollo de las zonas. Por eso creemos que debe ser parte de una política pública.
¿Es optimista en que se pueda avanzar en esa línea?
Pienso que sí, por varias razones. Primero porque considero que hay un estado de madurez con respecto a algunas situaciones, que es más alto frente al que teníamos antes. Hay cambios estructurales como el registrado en la tenencia de la tierra o en los resultados de los diferentes rubros productivos. Hoy no es solo arroz, está la ganadería, la soja y se puede incrementar el maíz bajo riego. Hay otros valores, otras demandas y otra situación geopolítica mundial. Segundo porque estamos ante otro gran aprendizaje, que a todos nos sensibiliza, es el que estamos transitando con la realidad del cambio climático. Hoy por hoy nadie puede estar distraído y lo que se está viviendo nos tiene que hacer tomar conciencia sobre los pasos que tenemos que dar.
¿Qué condiciones están dadas para que el riego se vuelva una herramienta importante en la producción de Uruguay?
Creo que el riego es fundamental, por la posibilidad de incrementar la producción y estabilizarla en el tiempo. Uruguay tiene un régimen pluviométrico que, en términos promedios, es aceptable para la producción agropecuaria, pero tiene como dificultad la variabilidad espacial y temporal. Históricamente hemos estado enfrentados a alternancias de años secos, años con inundaciones y años relativamente normales. Pero siempre estamos en la encrucijada de la planificación, la producción y la estabilidad. El riego nos permite subir más de un escalón en productividad y estabilizarla en el tiempo. Hoy tenemos producciónes que tienen un valor que justifica que se hagan esfuerzos para generar infraestructura de riego.
Usted sostiene que una actividad agrícola no se puede concebir sin cosecha.
Exacto. Los costos nos obligan a avanzar en el desarrollo de infraestructura de riego, que nos permita tener más certezas de las que tenemos hoy. Es lo que está pasando en el mundo. Las estaciones secas son más intensas, más exigentes; las estaciones lluviosas también. Eso genera incertidumbre en la produccion, problemas de seguridad alimentaria, lo que implica algunos cambios en los precios de los productos, como por ejemplo el arroz. En Uruguay tenemos dos estaciones bien marcadas. Tenemos cultivos de verano y de invierno, y las lluvias se pierden, porque mucha de esa agua termina en el mar. Podemos generar obras para captar esa agua pluviométrica y después usarla en el período seco.
¿El sector arrocero puede ser un actor relevante en la difusión del riego a nivel nacional?
Sin duda. Puede ser relevante a nivel nacional, porque fue el que manejó históricamente el exceso hídrico, tanto para el riego como para el drenaje. Y en particular en la zona este, donde están más concentrados los suelos arroceros, que son de topografía plana y tienen algunas dificultades. El arrocero es el productor que está adaptado a esas condiciones, es el que mejor las conoce y mejor las puede aprovechar, y de hecho lo hace, porque ya se está regando soja y maíz en la zona este de Uruguay.
¿Sumar rubros a los planteos arroceros es un camino sin retorno?
En nuestra visión sí. Creemos que tenemos que diversificar rubros. En Uruguay el arroz nunca fue un monocultivo, como lo es normalmente en el mundo, donde los productores arroceros se dedican exclusivamente a esa producción. Acá siempre lo hicimos en rotación con otros rubros. El arrocero uruguayo, en general, no hace monocultivo pero sí monorubro, y creemos que tiene que ser multirubros, tiene que transformarse en un profesional de la agricultura, en suelos con infraestructura de riego y drenaje como tienen los arroceros.
¿Qué tan eficiente es el sector arrocero uruguayo en el uso del agua?
Siempre esas mediciones hay que hacerlas en términos relativos a lo que pasa en el mundo. Uruguay es muy eficiente en el uso del agua. Somos capaces de producir 9,5 toneladas de arroz utilizando 12.500 a 13.000 metros cúbicos de agua por hectárea. Cuando calculamos la eficiencia en volumen de agua por tonelada, es muy superior a la gran mayoría de nuestros competidores en el mundo. En Uruguay usamos 1.300 metros cúbicos de agua para producir 1 tonelada de arroz, mientras que en Asia se consumen 3.000 metros cúbicos. Necesitamos menos de la mitad de agua para producir la misma cantidad de arroz.
A los productos agropecuarios se les exigen cada vez más cuidados ambientales. ¿Esta eficiencia en el uso del agua es parte de eso?
Sí, es competitividad pura y dura. Tenemos una etapa de producción de alimentos muy diferente a la que teníamos hace 20, 30 o 40 años. Ahora tenemos que rendirle cuentas a la sociedad sobre cómo usamos los recursos para producir los alimentos que esa sociedad requiere. Algunos entienden que somos un actor relevante y necesario para producir los alimentos, pero no en cualquier condición o a cualquier precio. Entonces, la diferencia, ya en el presente y aún más en el futuro, estará en quién será capaz de demostrar cómo produce esos alimentos y cómo cumple con esas demandas de la sociedad, de los consumidores, en cada momento histórico que le toque.
Está sobre la mesa la propuesta de aplicarle un canon al uso del agua, a nivel industrial o agropecuario, ¿qué opina al respecto?
A veces esas discusiones tienen un trasfondo recaudador. Creemos que la discusión principal tiene que ser sobre el uso del agua, qué gana el país, qué se le aporta al Uruguay con esa agua. El primer comentario es que el agua tiene un costo. Uno puede tener una habilitación para hacer uso del agua, pero tiene que extraerla. Uno no usa el agua gratis, hay que bombearla o construir una represa para almacenarla. Siempre hay una obra y un costo detrás para usar esa agua. Pero la discusión más importante es sobre el uso que se le da al agua en Uruguay, en qué producciones y con qué objetivos. Y ahí es donde el arroz tiene mucho para aportar, por su trayectoria de uso, de eficiencia y de adaptación a los nuevos tiempos, que puede ser un caso de estudio.
Si las condiciones de disponibilidad de agua no fueran limitantes, ¿qué área de arroz puede sembrar Uruguay con la infraestructura actual?
Es una pregunta muy buena porque a veces se hacen comparaciones lineales con diferentes épocas y con diferentes contextos productivos. Uruguay ya tuvo 200.000 hectáreas de arroz. Hoy, con la infraestructura de riego existente, esas 200.000 hectáreas no serían posibles de concretar por dos razones. La primera, porque los costos son otros, la ecuación es muy ajustada y depende de una productividad muy alta para tener resultados positivos. Esa superficie se hizo incorporando zonas que eran marginales desde el punto de vista productivo. Entonces, con esa situación hoy no tendría lugar y la infraestructura riego sería muy forzada para incorporarla al sistema productivo. Otra razón son los cambios de variedades y el manejo del cultivo. Hoy la variedad que se siembra en casi el 50% del área es Merín, que tiene un ciclo más largo y requerimientos de agua mayores a las variedades que se sembraban cuando se plantaban 200.000 hectáreas. Por eso pienso que el área arrocera, con esta infraestructura de riego y el manejo que tiene el cultivo, ronda las 170.000 hectáreas.