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La administración del presidente Mauricio Macri atraviesa por otra semana de tensiones. Pidió la confianza de banqueros y otros empresarios, así como de algunas potencias mundiales, mientras sigue negociando un millonario préstamo internacional que le dé respiro financiero. Y también hizo algunas operaciones en el mercado que le permitieron frenar la corrida cambiaria, al menos por ahora.
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La depreciación del peso argentino se había acelerado la semana pasada. El lunes 14 la tendencia siguió y el tipo de cambio marcó un nuevo récord de 25,5, pese a las ventas de divisas que hizo el Banco Central (BCRA).
El martes 15 se auguraba como un día clave. Ese día vencían Lebac —las Letras en moneda local que emite mensualmente el BCRA a plazos de entre uno y nueve meses— por más de 617.000 millones de pesos (unos US$ 21.500 millones), la mitad del circulante total. Normalmente, la mayor parte de los inversores renuevan su colocación en estos títulos. Pero ante el ambiente de desconfianza, las autoridades económicas temían que ello no ocurriera y que los pesos terminaran volcándose al mercado de cambios, agregando presión sobre el dólar. En ese marco fue que jerarcas de la administración de Macri mantuvieron reuniones con ejecutivos bancarios para alentarlos a que sus instituciones mantuvieran las posiciones en Lebac. También hubo conversaciones con la dirigencia empresarial, buscando llevar calma y pidiendo “pruebas de amor”, como congelar los precios de las naftas por un par de meses, consignó El Economista de Buenos Aires. Y en el ámbito político, el presidente hizo gestos procurando recomponer el vínculo con algunas figuras de su coalición, por ejemplo sumando otra vez a un clima de diálogo semanal al titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó. El miércoles 16, Macri también recibió de los jefes proviniciales un mensaje de respaldo a la “gobernabilidad”.
Finalmente, el gobierno sorteó con éxito el “súper martes” —como, creativos, algunos periodistas porteños llamaron ese día— y se renovó el 95% de las Lebac a tasas de interés de 40% anual, un costo alto. La cotización del dólar bajó levemente ese día, pero fue más por movidas estratégicas que a fuerza de mayor confianza: el BCRA siguió ofreciendo vender montos altos de la divisa (US$ 5.000 millones) para ponerle un techo, hizo operaciones de dólares a futuro, a la vez que el Ministerio de Finanzas reabrió la licitación de un par de bonos, que compraron inversores del exterior. Con eso se generó un “shock de expectativas a la inversa; el mercado le dio una segunda oportunidad al gobierno”, interpretó Mauro Mazza, de la casa bursátil Bullmarket Brokers, citado por El Cronista. El miércoles 16 el tipo de cambio bajó en la apertura de las operaciones, para luego situarse en 24,8 argentinos.
Algunos analistas piensan que solamente se ganó algo de tiempo, hasta el próximo vencimiento fuerte de Lebac en poco más de un mes.
Si pasó lo peor “aún está por verse” y dependerá de que se implemente una política económica “mucho más racional a la que se viene haciendo hace poco más de dos años”, opinó en Radio Rivadavia el economista Guillermo Nielsen, exsecretario de Finanzas.
Apoyo y “lechuguita”.
El gobierno argentino inició la semana pasada negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para obtener un préstamo bajo un programa del tipo Stand-by que sería por al menos US$ 30.000 millones; eso es más de lo que le corresponde al país en relación con su cuota en el organismo. Gerry Rice, vocero del FMI, dijo que la intención es lograr un “rápido acuerdo” e informó que, el viernes 18, el Directorio Ejecutivo del Fondo tratará informalmente la situación argentina.
La negociación recibió un espaldarazo de Estados Unidos y de Alemania. El viernes 11, mediante un comunicado, y el lunes, en una conversación telefónica, el presidente estadounidense, Donald Trump, dio su respaldo a esas conversaciones y a los esfuerzos por “transformar la economía de Argentina”. Con similares palabras, la canciller germana, Angela Merkel, apoyó las “importantes reformas económicas” que, dijo, lleva adelante Cambiemos, la coalición que encabeza Macri.
Por lo pronto, el gobierno argentino debe lograr equilibrar los números fiscales —un déficit cercano a 6% del Producto Bruto Interno— y de cuenta corriente. “Esta devaluación va a tener un impacto en la inflación y el crecimiento, pero vamos a hacer las correcciones para que el impacto sea el menor posible”, reconoció el vicejefe de gabinete, Mario Quintana, al disertar ante el Club Político Argentino.
“Sé que estos días despertaron angustia y preocupación en los argentinos de que situaciones como las que vivimos puedan generar una crisis mayor como ya hemos tenido en el pasado. Lo entiendo, pero estamos lejos de eso. No hay una situación comparable a otras crisis. Estamos en condiciones de superar juntos las dificultades que puedan surgir, porque incorporamos las enseñanzas de esas situaciones difíciles de nuestra historia”, dijo Macri el martes en un acto en la localidad de Morón, donde junto a la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, anunciaron la ampliación de la red de buses.
Y el miércoles 16 habló en una conferencia de prensa en la residencia de Olivos. Dijo que el déficit fiscal es una “mochila” que ha “aplastado” a los argentinos”, y debe ser bajado como “garantía” de que se podrá repagar la deuda pública. “Cómo reducimos es un tema de los dirigentes argentinos” y no el FMI, afirmó. “Nadie nos va a condicionar”, enfatizó el mandatario.
Admitió que con la depreciación cambiaria de estos días habrá más inflación y menos crecimiento económico, aunque no manejó estimaciones concretas.
Si bien las autoridades sostienen que el alza del precio del dólar de estos días solo está acompañando una tendencia global, muchos analistas señalan esos desajustes macroeconómicos como el origen de las preocupaciones actuales de los mercados. Uno de ellos, el economista Carlos Melconian —quien llegó a ocupar la presidencia del Banco Nación al inicio del gobierno de Macri—, polemizó al disertar el viernes en una conferencia en Mar del Plata: “Lo que sucede con la economía no es un problema de estos 10 días, sino de qué se hizo en los últimos 720”. Y agregó: “No sigan hablando del milagro de dos años seguidos con balance positivo porque miren que en el segundo semestre, con el FMI, vamos a comer lechuguita con puré de calabaza”. Marcos Peña, jefe de gabinete, respondió: “No estuvimos paveando dos años”.
Además, economistas que estuvieron vinculados al kirchnerismo hacen fila para golpear a Macri: el exministro de Economía Martín Lousteau atribuyó los problemas actuales en Argentina a “debilidades estructurales”. De todos modos, aclaró que “esto no es el 2001” y “(el expresidente Fernando) De la Rúa no es Macri”.
“El problema es serio, pero no irresoluble”, evaluó, por su parte, el politólogo Rosendo Fraga.
Atención uruguaya.
En Uruguay, las autoridades monitorean estos sucesos.
El presidente del Banco Central, Mario Bergara, aseguró el lunes en Radio Carve que mantuvo conversaciones con jerarcas de la autoridad monetaria argentina: “Están muy abocados a resolver la situación, que es urgente. En Uruguay, desde el Banco Central (BCU) y el equipo económico estamos atentos y preocupados”. En cuanto a los riesgos de contagio, como ocurrió a comienzos de este siglo, aclaró que el momento actual “es incomparable con 2001: ese año la mitad de las exportaciones de bienes iban a Argentina y Brasil. Hoy es menos de 25%, y a Argentina solo 5%. En 2001 el 40% de los depósitos bancarios eran argentinos. Hoy, después de varias medidas y luego del blanqueo argentino, son solo 5%”.
En su Informe de Política Monetaria difundido el miércoles 16, el BCU hizo un racconto de los sucesos recientes en Argentina. Asimismo, señaló que las “dificultades para instrumentar las reformas necesarias para ajustar sus desequilibrios macroeconómicos y consolidar el crecimiento” son un riesgo que “se estaría materializando”.