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    Conrado Ramos (ONSC): ¿Teniendo este Estado “querés firmar un TLC” y “ser un hub tecnológico?”

    Cuando renunció como subdirector de Planeamiento y Presupuesto en gobiernos del Frente Amplio al no poder transformar ciertas áreas del Estado, Conrado Ramos se fue enojado. Ahora, en cambio, deja el cargo de director de la Oficina Nacional del Servicio Civil (ONSC) conforme por haber fortalecido esa dependencia y —con apoyos que se fueron diluyendo entre otras reformas y algunos “fiascos políticos” que descolocaron al oficialismo— por al menos dejar plasmada en una ley una nueva carrera para los funcionarios, que una próxima administración aplicará o no. La frustración, en todo caso, es porque, según él, el aparato estatal uruguayo sigue siendo “del siglo XIX”. Plantea: “¿Querés firmar un TLC con este Estado? ¿Querés ser un hub tecnológico con este Estado? ¿Un Estado que te pone 1.200 millones de trabas y regulaciones que no están estudiadas porque no tenés la gente adecuada para analizarlas…?”. Aunque hubo avances, “hay un sistema de empleo en el Estado que es perverso”, sostiene Ramos, un politólogo especializado en gestión pública vinculado al Partido Independiente.

    La semana pasada presentó su renuncia con fecha del próximo 15 de enero, para al día siguiente asumir como secretario general del Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo (CLAD), con sede en Caracas. Lo que sigue es una síntesis de la entrevista que mantuvo con Búsqueda en el despacho en el piso tres de la Torre Ejecutiva, cuyo nuevo ocupante todavía no fue designado.

    —¿Por qué renunció?

    —Porque vi una oportunidad, un desafío para abordar las temáticas de la modernización de la gestión pública ya más a nivel regional, postulándome a la vacante que quedaba en la secretaría general del CLAD.

    —¿Se hubiera quedado si la Rendición de Cuentas recientemente aprobada en vez de establecer la nueva carrera funcional como una herramienta que podrá o no implementar el próximo gobierno efectivamente empezaba a aplicarse desde 2024?

    —No, porque en el CLAD hay muchas posibilidades para darle al centro otra reputación y vincularlo con redes académicas u organismos de distinto tipo; hoy no se vincula mucho con Europa del Este ni con Asia, ni con la OCDE ni con Naciones Unidas.

    —Durante su gestión estuvo a punto de renunciar un par de veces. ¿Se va conforme?

    —El paradigma que nos habíamos propuesto, de pasar de ser una oficina que administra personas a una con capacidad de diseño de políticas de gestión humana, lo dejamos en camino de poder ser concretado. Hoy, la gestión humana se hace por topes presupuestales y la hace el Ministerio de Economía, no esta oficina; si el día de mañana viene un gobierno y quiere que la ONSC sea su asesora en política de gestión humana, estaría preparada para serlo. Incorporamos personas que manejan ciencia de datos, economistas, expertos en ocupaciones y un área de retribuciones, que antes no había. Ahora hay know how, pero tiene que haber voluntad política; sin ese rol, lo que hace esta oficina son controles legales, cosas que en muy poco tiempo, con la inteligencia artificial, dejarán de tener sentido.

    Por otro lado, una oficina de este tipo tiene que tener muy buenos datos, si no, no piensa. Cuando llegué el Sistema de Gestión Humana lo manejaba el Ministerio de Economía y los datos no nos llegaban. Acá se manejaba otro sistema, el presentismo y el Registro de Vínculos Laborales con el Estado con datos que mandaban los organismos mal y tarde… Nos propusimos generar muy buena información y el viernes pasado se testeó y se puso en producción junto a la Contaduría General de la Nación el sistema Gestión Humana del Estado, el GHE.uy. Se saca información del Banco de Previsión Social y ahora es posible conocer en tiempo real la cantidad de funcionarios de la administración central, qué hacen, en qué área trabajan exactamente —que hoy no sabíamos— y cómo está compuesta su retribución. Tampoco tenían claros los cargos jerárquicos ni cómo estaban distribuidos. ¡Había ministerios que desconocían cuál era su organigrama! Fue dificilísimo reconstruir esos organigramas.

    Todo esto va a permitir planificar; el día de mañana, si se quiere de vuelta hacer el tres por uno (el tope que desde marzo de 2020 permite cubrir solo una cada tres vacantes producidas en el Estado), bueno, ahora se sabrá qué falta y qué sobra, porque se sabe qué hace la gente. Hasta ahora era imposible analizar eso.

    Se avanzó en el legajo digital, con el teletrabajo y con el formulario electrónico para el Uruguay Pre-Concursa; si hay voluntad política de utilizarlo bien, estos reducen de seis a dos meses el trámite.

    —Parece conforme. Sin embargo, la carrera funcional para la que se identificaron ocupaciones y se le asignó un valor salarial, que era una reforma de fondo, solo quedó enunciado en una ley.

    —En cuanto a generar capacidades me voy muy conforme; es más, no sabía si iba a lograr este sistema (por el GHE.uy), que no fue una prioridad de este gobierno y luchamos mucho para conseguirlo. ¡Yo quemé una bala de plata hablando con el propio presidente, que me apoyó y creyó en nosotros para esto, cuando hubo una discusión de más de un año en torno a un préstamo que manejaba el Ministerio de Economía! También fue decisiva la vuelta a Presidencia del ingeniero (Hugo) Odizzio, que armó un comité de gobernanza de sistemas de administración de recursos. Es decir, siempre peleándola, pero terminamos trabajando muy bien con el Ministerio de Economía para tener este sistema, con gobernanza compartida y con auditoría de procesos del gobierno coreano, que terminó con Uruguay siendo elegido como un caso de éxito. Espero que este sistema se mantenga y siga desarrollando.

    Con respecto a la carrera, me voy con la insatisfacción de no haberla implementado pero sí de, por lo menos, haber instalado la discusión y haberla plasmado en la norma, aunque con el riesgo de que termine en el cementerio de las reformas. En el Parlamento el Frente Amplio votó en contra —aunque tampoco dijo que era un disparate— y en comisión, cuando íbamos a discutir esto, los legisladores eran muy poquitos, por lo que no sé si estarán dadas las condiciones en una próxima administración para que se implemente.

    La evaluación de desempeños orientados a resultados, que es parte de la carrera, también se plasmó en la ley como un artículo programático y habría que sacar un decreto… Si se concreta el año que viene, sería una gran satisfacción; si no, ya se capacitó a más de 1.000 jerarcas y hay una presión de las personas —lo que me sorprendió positivamente— por tener un sistema que sirva para algo.

    Conrado Ramos, Azucena Arbeleche e Isaac Alfie en conferencia de prensa. Foto: Presidencia

    —¿Por qué fracasó la implementación de la nueva carrera?

    —Vino la pandemia —aunque nosotros seguimos a todo vapor—, después la LUC, y las prioridades políticas fueron cambiando. Se consideró que los temas que tienen que ver con los funcionarios públicos y las reestructuras de la carrera eran conflictivos y se decidió dejarlos para la siguiente administración. Se dijo: “Esto trae problemas, y ya tenemos bastante con la LUC, la seguridad social, con la reforma educativa”. Esto explica el poco fuego político que tuvo y lo entiendo; no me voy enojado. Mi obligación era empujar todo lo posible y, teniendo en cuenta ese estado de situación, mi balance es muy positivo: haber logrado implementar un sistema de gestión humana con estándares internacionales; haber avanzado con los sindicatos en un sistema de evaluación que se testea el año que viene pero para el cual ya se viene capacitando; y haber podido conocer qué hacen las personas y haberle dado valor a cada ocupación y poder meterlo en una norma para un futuro gobierno… En esto tuve el apoyo todo el tiempo de (Isaac) Alfie y de su equipo…

    —¿De la ministra Arbeleche no?

    —No, de Alfie. El Ministerio de Economía no estaba de acuerdo con esta reforma y fue uno de los factores que trancó.

    —¿Con qué argumento?

    —Que era muy compleja y que no se compartía el espíritu de la reforma. Que es mejor tener a la gente diciendo que es “profesional asesor” y no saber lo que hace, porque rigidiza mucho los puestos de trabajo. Es el argumento de la Contaduría General de la Nación.

    Fuimos una vez con Julio de Brun (asesor de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto) a conversar con la ministra y sus asesores y ahí fue que se decidió que en la Rendición de Cuentas pasada no se aplicaba. Luego, porque se levantaron objeciones jurídicas —Delpiazzo hizo un informe hipercontundente, tuvimos luz verde para que se incluyera en la siguiente, para que pudiera ser aplicada en una futura administración—. Pero nunca tuvimos el apoyo ni la voluntad del ministerio. Por eso, un aprendizaje es que cuando se trabaja en estos temas hay que tener al presidente, al secretario, al prosecretario y al Ministerio de Economía alineados en que esto va, porque la fuerza que puede tener un director del Servicio Civil es muy chica.

    De todos modos, con todo lo que hicimos, un gobierno que viene podrá planificar adecuadamente. Va a tener un déficit fiscal… Si quiere hacer las cosas bien, podrá tomar decisiones inteligentes en materia de gestión de recursos humanos y ser más esquisto en el personal que incorpora. ¿Uruguay quiere ser un hub tecnológico? ¡El Estado tiene que acompañar! ¿Queremos tener una inserción internacional inteligente? Bueno, ¿qué tipo de personal y con qué características ingresarán? O vamos a seguir pidiendo administrativos que no tengan el bachillerato completo. ¿Queremos un Estado inteligente o un Estado burocrático?

    —Es llamativo que, en este caso, no fueron los sindicatos los que pusieron palos en la rueda, sino que la reforma de la carrera se trancó por decisión política del gobierno.

    —Ellos lo dijeron: “No vamos a ser nosotros los que tranquemos la reforma”. Aunque eso es parcialmente cierto.

    Con Alfie y sus asesores diseñamos una línea salarial para que fuera fiscalmente sostenible, alineándola más con el mercado. Es una línea macheta, porque el máximo es de $ 125.000, que hoy en día, en esta oficina, un tercio está por arriba de esa plata, pero por las compensaciones. Entonces, claro, para COFE (Confederación de Organizaciones de Funcionarios del Estado), enfrentar una asamblea y cómo vender eso…; tenía toda la razón del mundo. Eso se soluciona diciendo que los nuevos que entran ya lo hacen con la línea nueva, más alineada con el mercado. Lo que propuso muy inteligentemente De Brun es: con los ahorros que se iban haciendo con la gente que se va y deja la mochila, en vez de devolvérsela al ministro y que siga siendo un ministerio rico, pagamos destopeos. ¿Vas a pagar $ 120.000 a un experto en ciberseguridad? ¡No reclutás uno! Pero esos ahorros iban a ser muy lentos y debía hacerse una inversión en destopeos puntuales para ser más competitivo con el sector privado. La diferencia conceptual que tenemos con COFE es que pretende subir pareja la línea salarial, que arranque en $ 40.000 y termine en $ 190.000; pero eso es fiscalmente insostenible porque se van todos por encima y, además, seguís quedando recontra desalineado con el mercado.

    No pudimos hacer el relevamiento de las rendiciones de cuenta de los últimos 15 años, pero si se suman todas las compensaciones que se van subiendo, no sé, son una torta de plata. ¡Son el 85% de la masa salarial! ¡Eso sí que son privilegios corporativos absurdos versus hacer una inversión y se terminaron las compensaciones! Que los controladores aéreos no vengan a pedir tickets alimentación. Tu laburo vale esto y se acabó. Dejás de lado todas las presiones.

    Si lográs pagar el valor de la ocupación y alineás más respecto al mercado, preparás al país para otra cosa. ¿Querés firmar un TLC con este Estado? ¿Querés ser un hub tecnológico con este Estado? ¿Un Estado que te pone 1.200 millones de trabas y regulaciones que no están estudiadas porque no tenés la gente adecuada para analizarlas…? Y no es culpa de la gente; hay un sistema de empleo en el Estado que es perverso.

    Todos los gobiernos vivimos regularizando contrataciones hechas por afuera, a través de las personas públicas no estatales. ¡En la administración central regularizamos 1.000 en esta Rendición de Cuentas! ¿No es mejor ir a una línea salarial y decir: “Estas son las ocupaciones que se necesitan”?

    —Frente a esto que no logró cambiar, ¿no siente frustración?

    —Por Uruguay un poco… Me daría pena si esto (por la carrera administrativa) el día de mañana queda en nada. Lo que hoy razono es que era demasiado grande la reforma y de repente yo pretendí —y lo digo con total sinceridad— que un gobierno que asumió con una pandemia, que está peleando por una reforma en la seguridad social, que es una coalición que no ha sido fácil mantenerla y que ha enfrentado también fiascos de política grandes se metiera en algo para lo que tampoco tiene expertos en la materia. Yo no soy del seno del gobierno; capaz que, si tuviera más pares del Partido Nacional, hubiéramos tenido más eco. Aun así, no sé si tomaron una decisión equivocada; de repente no estaban dadas las condiciones políticas para implementarla.

    Seguimos con un Estado del siglo XIX. Por los trámites, por la densidad burocrática, por la lentitud, por la calidad regulatoria, por la calidad de gestión humana, aunque sigue siendo alta a pesar de todo lo que estamos hablando. ¡Pero lo que podría llegar a ser si se hicieran las cosas bien! Estamos hablando de eso, de un salto al desarrollo; el cuello de botella es la eficacia del Estado, como se dijo en un reciente evento del Ceres. Y uno de los temas es la reforma de nuestro servicio civil. La opinión experta está.

    —¿Estas reformas no rinden electoralmente?

    —Ahora que viene la campaña electoral, veremos. Pero tiene que estar muy concreta, no ser cosas muy genéricas.

    Economía
    2023-12-06T18:18:00