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    El Centro Cultural Artesano de Peñarol, una locomotora con 314 butacas

    Reconstruido en 2020, el teatro montevideano más antiguo después del Solís, impulsa la recuperación de la memoria de un barrio históricamente ligado al ferrocarril

    Las risas y los gritos reverberan fuerte en el hall del teatro. Son las 10 de una mañana de setiembre en Peñarol. Varios grupos de escolares con sus maestras aguardan para entrar a la sala en pie más antigua de Montevideo después del Solís. Resuena fuerte ese barullo infantil, mezcla natural de euforia y ansiedad. Los espera Topa, una pieza de danza contemporánea interpretada por el Colectivo Verdanzar. Estamos en el Centro Cultural Artesano (otrora Centro Artesano y Cine Peñarol), un hermoso teatro situado en bulevar Aparicio Saravia, a menos de 100 metros de la vía y de avenida Sayago. Fue construido a fines del siglo XIX (las fuentes varían entre 1883 y 1891) como centro de esparcimiento y enseñanza de oficios para los empleados (y familiares) de la Central Uruguay Railways, firma inglesa que gestionó el ferrocarril en Uruguay durante décadas y que instaló su base de operaciones y talleres en ese barrio norteño de la ciudad. Durante más de 110 años, hasta la primera década de este siglo, el Artesano fue teatro, sala de conciertos, salón de fiestas y cine (desde 1936, cuando se construyó la fachada art déco, fue ampliado y su aforo alcanzó unas 430 plazas).

    Tras la crisis de 2002 sobrevolaron el barrio una serie de proyectos urbanísticos, sociales y culturales en torno al enorme complejo de talleres y depósitos ferroviarios que ocupa varias manzanas. Los planes esbozados desde el gobierno nacional (Comisión del Patrimonio) y desde la intendencia también alcanzaban a las viviendas construidas por los ingleses como residencia del funcionariado y las jerarquías del ferrocarril. Se preveía financiamiento mixto (público y de organismos crediticios). Pero la montaña parió un ratón. Solo se restauró la vieja estación de trenes situada en la calle Shakespeare, que en 2010 abrió como un pequeño museo, y fueron refaccionadas algunas viviendas. El plan maestro, que preveía un gran museo ferroviario a cielo abierto, quedó en la nada. El Artesano también fue postergado. Después de unos 20 años en estado de abandono, entre 2015 y 2020 el Municipio G de la Intendencia de Montevideo (IM) obtuvo en comodato la concesión del edificio —propiedad de AFE— y concretó su reconstrucción.

    La fachada en estilo art déco, construida en 1936

    En la primavera de 2020 se inauguró el Centro Cultural Artesano, con un aforo de 314 plazas, y la Biblioteca Municipal María Vittori (abierta en 2017). Junto con el Centro Cultural Terminal Goes y la Sala Lazaroff, es una de las tres salas de la IM que dependen de los municipios. Tiene un nuevo escenario ampliado con “hombros” —ahora plano, en vez del clásico tablado de antaño, que era inclinado— y posee equipamiento de sonido y luces de altos estándares. Las viejas butacas de madera original fueron restauradas, así como el piso de tablas, el hall y la fachada. Se construyeron una nueva cabina de control y también camarines, baños y oficinas. El arquitecto que dirigió la obra, Alejandro Berro, optó por dejar las paredes interiores en ladrillo a la vista, lo cual aporta encanto y mejora las condiciones acústicas de la sala. A uno de los costados del edificio se instaló un escenario al aire libre, de cemento, ideal para actividades estivales.

    Proponer y escuchar

    Desde fines de 2020 Lucía Carriquiry es la directora del Centro Cultural Artesano. Designada por concurso —el mismo que decidió la dirección de la Lazaroff— posee formación en Comunicación y Gestión Cultural y experiencia en publicidad, audiovisual y producción artística. También es fotógrafa, trabajó en varios medios y se ha desempeñado como curadora de exposiciones en Casa Arbus, centro cultural especializado en fotografía. Está al frente de un equipo de unas 15 personas, entre técnicos, personal administrativo, atención al público y otros servicios.

    Lucía Carriquiry, directora del Centro Cultural Artesano desde su apertura, en 2020

    El Artesano es la principal infraestructura dedicada a la cultura en la zona norte de Montevideo, lo que la vuelve un espacio estratégico para el desarrollo de la política cultural del Municipio G, impulsor de esta recuperación. Y el acceso a los bienes y servicios culturales se presenta como el principal cometido de la sala, que al igual que otras públicas como el Florencio Sánchez, la Lazaroff y la Experimental tiene una misión definida por su entorno geográfico. En diálogo con Búsqueda, Carriquiry afirmó que el espacio que dirige se rige no solo por objetivos culturales sino sociales. Sus metas, explicó, pasan por “ofrecer a la población de la zona contenidos culturales de calidad” y a su vez constituir un ámbito de participación ciudadana: “Sin ser un centro cultural comunitario, el Artesano está abierto a proyectos comunitarios. Se trata de meter a la comunidad para adentro y que puedan proponer proyectos de todo tipo. Desde una competencia de hip hop hasta un grupo de vecinos que investiga sobre la historia del barrio desde una perspectiva oral, orientada a rescatar relatos de la gente que vive y ha vivido aquí”.

    En esta historia “la sociedad civil jugó un rol importante”, señaló Carriquiry y destacó el rol de la Asociación de Amigos del Artesano, que “fue fundamental para visibilizar ante autoridades la necesidad de recuperar el espacio. Algunos integrantes de esta comisión están hoy muy vinculados a la sala, proponiendo y siendo parte”. La directora entiende que su tarea implica “practicar la escucha” y estar “abiertos a las sugerencias de la gente”. De ese modo se fue armando una grilla de talleres: coro (dirigido por la cantautora Johanna Duarte), hip hop para niños (Vicky Sequeira, del grupo Se Armó Kokoa), teatro para adolescentes y adultos (Damián Barrera), baile de tango y de danza tropical (estos dos son los más convocantes).

    La programación de una sala como el Artesano es un rompecabezas que se va armando sobre la marcha. Algunos contenidos son producciones del Departamento de Cultura de la IM, como el festival Montevideo de las Artes, que ocupa varias salas en enero con los espectáculos teatrales subvencionados por el programa Fortalecimiento de las Artes. Carriquiry explica que instancias como este festival (y su versión dedicada a la música) permiten que nuevos públicos conozcan la sala. “La formación de públicos no la hacés en seis meses y tampoco podés formar al público en lo que vos querés. Se trata de proponer y escuchar la respuesta. Son procesos extensos”.

    La música en vivo, el teatro infantil y el cine (con títulos programados por Montevideo Audiovisual) son insumos importantes de la grilla (@centroculturalartesano en redes). Este fin de semana se presentan la cantautora Sabrina Lastman, la obra teatral Los hombres lobo viven en mi closet, los filmes Argentina 1985 y Juan Moreira y la orquesta Destaoriya Tango.

    De acuerdo a la prioridad de fomentar el acceso del público, buena parte de los contenidos son con entrada libre. Carriquiry explicó que si se recibe una propuesta interesante y con entrada gratuita, la sala apoya con la difusión y sin cobrar un fijo a la producción. Otra modalidad es la de alquiler, usual para muestras de academias artísticas. Si bien el Artesano no cuenta con la capacidad presupuestal de producir contenidos propios, Carriquiry destaca el apoyo del Municipio G a la gestión de la sala.

    Otra área estratégica es la difusión de las actividades en la zona de influencia del teatro. “Nuestro mayor esfuerzo en comunicación está en llegar al público local. Trabajamos fuerte las redes sociales y en bases de datos que se traducen en listas de WhatsApp, con las que llegamos directamente a la gente del barrio”. Carriquiry añadió que siguen funcionando métodos de “vieja escuela” como afiches, volantes y autoparlante.

    Historia del barrio

    Además de ofrecer espectáculos, el Artesano está promoviendo una actividad impensable en un teatro céntrico: la recuperación de la memoria de un barrio castigado por la fragmentación social y la violencia. Carriquiry se muestra particularmente ilusionada con el proyecto de investigación de un grupo de vecinos sobre la historia de Peñarol a través del rescate de relatos orales. “Hay mucho escrito sobre la historia ferroviaria de Peñarol pero no tanto sobre la del Artesano. Sabemos que lo hicieron los ingleses, que durante mucho tiempo fue un cine y no mucho más. No hay documentos sobre quién lo dirigía, qué películas pasaban. Son más de 130 años de historia y, salvo lo vinculado al ferrocarril, no tenemos registros. Este grupo de vecinos, entre los que hay archivistas, docentes y maestras, está empezando a moverse para recuperar esa otra historia”. Recientemente, con el apoyo del Centro de Barrio Peñarol y el Artesano, se concretó un taller de historia oral abierto a todo público, a cargo de un docente de la Facultad de Información y Comunicación de la Udelar. Una veintena de personas aprendieron, entre otros saberes, a entrevistar personas con un criterio documental, para comenzar a registrar historias de vecinos y de las instituciones del barrio, entre ellas, el Artesano.

    El hall del Artesano

    El apoyo a estas acciones, según la directora, persigue el ánimo de acompañar a la comunidad en la búsqueda de sus raíces y de realizar un gran archivo con todo el material. “La intención es organizar la información que aparezca y generar un archivo digital educativo que esté disponible para las escuelas del barrio y para la enseñanza en general”. El grupo también proyecta un espectáculo basado en este material, que se represente en diferentes lugares del barrio, y un circuito urbano con audioguías georreferenciadas para que la gente pueda recorrer y conocer qué sucedió en cada sitio o dónde vivieron determinados personajes. Los 300 años de Montevideo, que se cumplirán el año próximo, son una motivación extra para todas estas iniciativas porque motivarán un marco celebratorio que —se espera— potenciará el interés en este tipo de proyectos patrimoniales.

    “Peñarol tiene una historia fuerte en organización social y acción comunitaria. Una organización que marcó una parte importantísima de la historia del barrio es la Mesa Intersocial Reivindicadora de Peñarol y Adyacencias (Mirpa). Esa cultura es parte del barrio y está muy presente. Esto fue y es algo que delinea el proyecto de gestión del espacio”.