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Juan Luis Toledo es consultor del Ministerio de Industrias Primarias de Nueva Zelanda. Cuenta que cuando llegó a ese país y fue a una entrevista de trabajo le preguntaron por qué andaba con una computadora. Y respondió que es agrónomo y la precisa para su actividad. Entonces, le señalaron que primero debería demostrar que sabe hacer las tareas básicas del campo para luego ir avanzando hacia una función en la que podría precisar esa computadora.
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Es que el productor neozelandés “cuida lo que tiene, no se puede arriesgar a que se le muera una vaca o se rompa una moto o una máquina agrícola, porque alguien que no está capacitado intente hacer esa labor”, comentó Toledo a Búsqueda.
Argumentó que “es su ingreso el que está en juego, no hay subsidio del Estado, no hay ayuda del gobierno, es el banco el que está detrás diciéndole: necesito que hagas los pagos; y entonces el productor tiene que ser ultraeficiente”.
Por lo tanto, “si el productor contrata a un consultor o asesor, está obligado a darle resultados para mejorar el negocio”, indicó. Y advirtió que en caso contrario, “el productor dirá en todas partes que ese profesional es pésimo y hasta ahí llegó la carrera” de esa persona.
Toledo participó el jueves 20 y el viernes 21 de la conferencia titulada El futuro de los sistemas alimentarios en Uruguay: conciencia agropecuaria, capital humano y tecnología verde, que organizaron el Banco Mundial y el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca.
Actualmente ese consultor está desarrollando un programa de educación agrícola, luego de diseñar soluciones de capacitación para diferentes industrias del sector productivo chileno.
Nueva Zelanda es un país visto como un modelo para la producción agropecuaria y el diseño de políticas vinculadas al campo.
Consultado por Búsqueda sobre algunas recomendaciones en el área de la capacitación agropecuaria, Toledo planteó que Uruguay podría llegar a la “certificación de los extensionistas” en el campo “para agregarle valor a la capacitación, pero hacerlo a nivel macro”. Eso implica que el objetivo no se limite a una institución sino a todas las que tengan vinculación con los productores, pensando en “desarrollar proyectos acordes a los intereses de la familia del productor, atendiendo a los asuntos veterinarios, agronómicos y financieros”.
La idea es “demostrarles con números a los productores que si ellos aplican ciertos planes de negocios”, tendrán buenos resultados.
Actualmente, hay una funcionaria del Ministerio de Industrias Primarias neozelandés en Uruguay desarrollando tareas en el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria, como parte de una cooperación entre ambos países. Esa persona tiene un conocimiento acabado sobre agricultura, extensión y mujer en el sector agrícola, contó Toledo.
Conciencia agropecuaria
Paralelamente, ese consultor del gobierno de Nueva Zelanda habló sobre la importancia de generar conciencia agropecuaria y de cómo en ese país de Oceanía hay una fuerte relación entre lo rural y lo urbano.
En ese sentido, Toledo consideró relevante que “los productores rurales se den cuenta de que tienen un negocio que puede ser rentable y que es necesario que sea sustentable en el tiempo”. Para eso es preciso “darle una asesoría integral y capacitación al agricultor”.
Esa cuestión puede tener incidencia incluso en el relevo generacional en las familias de productores, ya que si se ofrece capacitar y mejorar el ingreso entonces los jóvenes tendrían mayor interés en continuar con esa actividad.
Otro aspecto que valoró respecto a ese asunto es que “los gobiernos tienen que tener una buena difusión sobre lo que está pasando en el campo”.
Contar de manera adecuada la realidad de la vida en el ámbito rural parece ser una de las claves para darle visibilidad al agro en la población urbana.
A modo de ejemplo, Toledo comentó que en la ciudad neozelandesa de Hamilton cada año se realiza una actividad que convoca a miles de turistas de diferentes lugares y en la que se exponen la tecnología empleada en el campo, lo que hacen los jóvenes agricultores, cómo es la producción agrícola de los maoríes, la genética aplicada y la innovación que traen los proveedores de servicios, entre otros asuntos.
En esa misma línea de trabajo, ese consultor destacó que “el agroturismo ayuda” y es “algo que pueden hacer algunas familias para mostrar cómo se ordeñan las vacas, la cría de animales de granja, como gallinas, ovejas” y otros.
Eso permite “abrirles los ojos a los niños” que vayan con sus escuelas o que las familias puedan “conocer de dónde vienen los alimentos que consumen”.
“No es tan simple como pensar que la leche está en la caja” que agarran en las góndolas del supermercado, sino que atrás de eso “hay un productor que se dedica todo el año a ordeñar las vacas, cuidar la sanidad de sus animales e invertir en pasturas”, justificó.
Es por eso que insistió en la alternativa de abrir las porteras de los establecimientos rurales para que los ciudadanos de Montevideo y de otros lugares puedan ver y experimentar una jornada en el campo. Eso sería para complementar las exposiciones o ferias que por lo general se organizan en centros urbanos o cercanos a las ciudades en las que se muestran las diversas actividades agropecuarias. En Uruguay también es frecuente la organización de visitas de escuelas rurales a Montevideo y a zonas de balnearios, para que conozcan el mar.