En 2021 unas 190.000 cabezas de ganado fueron exportadas hasta octubre y la cantidad total al cierre del año rondaría las 200.000, según el Inac.
Eso significaría unos 70.000 vacunos más exportados que en 2020 y 50.000 más que en 2019, previo a la pandemia de Covid-19. El récord de exportaciones de ganado en pie fue de 421.000 en 2018 y en los años anteriores a ese registro hubo un proceso creciente de salida de vacunos al exterior, con 153.000 en 2014, 217.000 en 2015, 298.000 en 2016 y 327.000 en 2017, indica el Inac.
El informe divulgado en días pasados por ese organismo abarca un período de 12 años, de 2010 a 2021, en el que se exportaron 2,4 millones de vacunos, lo que supone un volumen prácticamente similar al total de la faena del presente año.
Y al calcular la suma de los montos de los animales exportados en ese período el negocio en cuestión representó unos US$ 1.745 millones.
Este año el monto de las ventas de ganado vivo al exterior llegó a US$ 157 millones y el máximo registro histórico fue de US$ 269 millones en 2018, según el Inac.
Al cotejar esas cifras con las correspondientes a las exportaciones de carne vacuna, los datos de ese organismo muestran que en 2021 se acercan a los US$ 2.000 millones, en 2020 fueron US$ 1.316 millones y en 2019 sumaron US$ 1.538 millones. Hay que considerar que a excepción del año pasado, cuando irrumpió la pandemia de Covid-19 y eso alteró el flujo de negocios cárnicos, tanto 2019 como 2021 registraron precios y demandas mayores a otros años, incluso récords de valores.
El ingreso promedio de carne bovina exportada este año es de US$ 4.200 por tonelada, lo que es 12% superior a 2020, y también supera al registrado en 2019, cuando llegó a US$ 3.800 la tonelada.
Entre turcos, chinos y egipcios
La creciente demanda de productos cárnicos y la habilitación sanitaria de los mercados favoreció la corriente comercial de animales vivos, específicamente de vacunos y de ovinos.
En el empuje de esos negocios cumplieron un rol fundamental algunos jugadores clave en los últimos 12 años, como fue el caso de Turquía, que pasó de ser el destino del 65% de las exportaciones de ganado hasta el punto de consolidarse en una posición de único comprador con 95% del total, principalmente entre 2016 y 2019, según datos del Inac.
Esas cifras muestran que en 2010 y 2011 la exportación de vacunos fue de 190.000 y 218.000 cabezas en 2014, respectivamente, para luego darse un bajón en el volumen colocado a 76.000 en 2012 y 41.000 en 2013.
Entre los factores que incidieron en esa caída de los negocios fue la decisión del gobierno turco de no otorgar permisos de importación de ganado. Pero también hubo restricciones internas en Uruguay, ya que el MGAP trancó las habilitaciones sanitarias requeridas para esas exportaciones, afirmaron a Búsqueda operadores del sector.
Dijeron además que esa determinación, si bien no fue hecha oficial, se debió a la presión de los frigoríficos que reclamaron al gobierno de turno cuidar la materia prima requerida para su actividad y no llegar a tener que afectar el empleo en las plantas de faena.
De hecho, en los últimos años las gremiales de la industria frigorífica realizaron planteos concretos al Poder Ejecutivo sobre el impacto negativo de la salida ilimitada de vacunos al exterior, al tiempo que divulgaron informes técnicos para destacar la importancia económica y laboral de la producción cárnica.
Uno de los argumentos esgrimidos por las gremiales frigoríficas apuntó a la diferencia en el tratamiento arancelario aduanero de Turquía respecto a que ese país cobra más impuestos para el ingreso de carne vacuna que para el ganado vivo.
Más allá de esas situaciones que alteraron esporádicamente las exportaciones de vacunos uruguayos, el negocio ganó dinamismo y a la demanda turca se fueron sumando otros mercados, como es el caso de China.
En las ventas de ganado vivo de este año, el gigante asiático tiene una participación del 39%, con unas 73.000 cabezas, y hace cuatro años representó apenas 2% del total, con unas 6.700 cabezas, indica el Inac. Y señala que en 2011 y 2012 el mercado chino tuvo una porción significativa del 11% y 32%, respectivamente, con unos 24.000 vacunos exportados en cada uno de esos años.
Otro destino histórico del ganado embarcado en el Puerto de Montevideo es Egipto, que en 2021 compró unas 16.000 cabezas, pero también en 2014 adquirió unas 90.000 y en 2015 unas 58.000.
Pensando en el objetivo que tienen los clientes que deciden comprar reses uruguayas, el reporte del Inac muestra que la mayor parte es para el engorde, aunque en los últimos dos años aumentó la proporción correspondiente a la intención de reproducir esos animales en los países de destino.
Entre 2010 y 2014 uno de los principales propósitos de los compradores era la faena directa del animal, considerando las necesidades de abastecimiento de sus mercados.
Ahora, parecería que algunos países como en el caso de China apuestan a inyectar animales para reproducir su rodeo, algo que está vinculado a la edad de los vacunos que fueron exportados a ese país. Las estadísticas muestran también una creciente exportación de ganado de uno a dos años, que junto con los de menos de un año son los que predominan en los negocios.
Repaso histórico
“Es en marzo de 1993 y en el marco de la política de liberalización del sector cárnico comenzada en 1978 que se decretó la libertad de exportación e importación de novillos aptos para la faena, terneros, terneras y vaquillonas de hasta dos dientes, manteniéndose la necesidad de autorización previa del MGAP para las demás categorías (decreto 457/992)”, señala un reporte del Inia, elaborado por los técnicos Mercedes Ordeix y Gustavo Ferreira en 2001.
El reporte destaca que “la mayor significación de esta medida radica en que la región se constituye en una opción de colocación de ganados para reposición y faena”. Eso “implica que la situación de oferta y demanda de ganados regional incide en la formación del precio del ganado en nuestro país constituyéndose en un piso para este (ajustado por fletes y transportes)”, indica.
Y considera que eso “fortalece la posición negociadora relativa de criadores frente a invernadores y de estos frente a la industria y podría constituirse en un estímulo a la integración vertical”.
En Uruguay hubo “señales de que hay interés y ha sido posible crecer y agregar valor a la producción cárnica”, advirtieron en ese momento los autores, algo que con el paso de los años se consolidó en cierta medida.
Y plantearon que “si bien en la formación de los precios de la hacienda la posibilidad de exportar ganado en pie tiene particular relevancia, no es esperable que ese destino sea cuantitativamente significativo, salvo en algún período excepcional”.
La salida de ganado en pie, especialmente hacia Brasil y Argentina durante la década del 90, es una de las “explicaciones fuertes” de un “cambio del mercado de la carne” en el Uruguay, “rompiendo de alguna manera los ciclos de oferta y demanda, marcados por la estacionalidad de los recursos forrajeros”, según un artículo del Plan Agropecuario. Consigna además que “los primeros mercados que tomaron identidad” fueron la exportación de terneros “bolita” hacia Argentina y animales para la producción de leche hacia otros destinos.
Las transacciones de vacunos en pie en 1989, 1994, 1995 y 1998 exceden las 100.000 cabezas, y en los años siguientes hubo negocios en torno a los 20.000 y 30.000, señala.
Pero el impacto negativo de la crisis financiera, en 2001 en Argentina y en 2002 en Uruguay, desestimuló esos negocios de ganado. A ese factor además se sumó el golpe de la epidemia de fiebre aftosa, lo que limitó el movimiento de vacunos y el cierre de mercados para la exportación.