La evolución de la producción lechera en Uruguay ha sido muy importante. Tal es así, que en los últimos 30 años la lechería uruguaya pasó de producir 700 millones de litros a 2.100 millones, gracias a una mayor eficiencia, ya que el área bajó de 1 millón a 750.000 hectáreas.
El profesor e investigador de Facultad de Agronomía (Fagro), Pablo Chilibroste, dijo a Agro de Búsqueda que si bien hubo una mejora de la eficiencia a nivel productivo, todavía hay muchos aspectos por mejorar, como la productividad de la tierra, la mano de obra y la incorporación de tecnología. En tal sentido, enfatizó que si bien la investigación avanzó mucho, “sólo será relevante si los niveles de adopción por parte de los productores se incrementan”.
“Es un crecimiento reconocido internacionalmente. Cayó la superficie, pero se multiplicó por tres la producción, fue un incremento muy importante de la productividad del sector primario”, destacó.
A su vez, Chilibroste valoró que la industria acompañó ese crecimiento de la producción. De todas formas, consideró que la lechería uruguaya tiene niveles de productividad de la tierra, que son bajos al compararlos con datos internacionales. En ese sentido, afirmó que “hay mucho camino por recorrer”, ya que de lo contrario se compromete la competitividad frente a otras actividades.
Desde el punto de vista de la mano de obra, aseguró que sucede exactamente lo mismo, tanto a nivel primario como industrial. Si se analiza la productividad individual (litros por vaca en ordeñe), “los números son mejores, y están muy bien dentro de un sistema de base pastoril”, como el que predomina en Uruguay dijo.
Por otro lado, consideró que, si se observan los procesos técnicos, es decir, la eficiencia de la recría de una vaquillona o se convierte materia seca en leche, “también existe un déficit y una oportunidad para seguir mejorando”. Por lo tanto, insistió que hay oportunidades de mejora de la eficiencia, pero dentro de un modelo balanceado ambientalmente.
Investigación
Sobre el papel de la investigación en lechería, Chilibroste aseguró que hubo un rezago con respecto a la producción y a los sectores más dinámicos. “Esto lo he vivido en la mayor parte de mi carrera como investigador”, puntualizó.
Sin embargo, aseguró que la investigación dio un salto importante desde 2012 en adelante, y afirmó que hoy, para los modelos de base pastoril, “la investigación está adelantada, mostrando un camino sólido, con mucho soporte, que es muy coherente y que está muy bien evaluada desde el punto de vista biológico y económico”.
A su entender, un punto de inflexión fue que los actores de la investigación, es decir, el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), la Universidad de la República, el Instituto Nacional de la Leche (INALE), LATU/Latitud y las industrias como Conaprole, se unieron para definir como eje central de la investigación la competitividad de la producción primaria. “Cuando ubicamos eso como eje y no los procesos específicos, como era antes, se logró avanzar mucho”, afirmó el docente e investigador sobre este asunto.
Agregó que esa fue una decisión que abarcó al sector público y al privado, articulando acciones y recursos en torno a objetivos concretos, a nivel de sistemas. Todo esto, unido a la articulación con los profesionales de ejercicio libre, le permitió a la investigación “recuperar terreno”, y “hoy existe un nivel de diálogo mucho mayor con el sector productivo”, valoró.
El integrante de Fagro aseguró que el motor para este cambio “no vino del sector político”, aunque reconoció que desde el año 2007 en adelante hubo “un nivel de sensibilidad muy bueno hacia la lechería”, asociado a dar respuesta a las demandas del sector, por temas puntuales, como una situación de emergencia.
De todos modos, Chilibroste entiende que son necesarias definiciones de apoyo más estructurales. Remarcó que hubo acciones vinculadas a la ciencia y a la tecnología, como la creación de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), que si bien no fue un apoyo específico a la lechería, fue favorable al sector.
Al tiempo que lamentó que en aspectos específicos de la lechería y la investigación, “ningún gobierno tuvo propuestas estructurales claras”. También reclamó por las dificultades en la permanencia de instrumentos, muchos de los cuales son creados por un gobierno pero carecen de continuidad en el siguiente mandato.
Por otro lado, el profesor reconoció que existen problemas de transferencia de tecnología, entendiendo que si un productor pequeño aplicara los programas de desarrollo “se podría salvar”. A propósito, aseguró que existen propuestas muy bien validadas técnicamente, y evaluadas económicamente, pero que no son adoptadas por los productores o tienen una adopción muy lenta. “No tengo claro cuál es el problema, sino estaría con esa bandera buscando soluciones”, admitió.
Consideró que un aspecto que podría explicar la falta de adopción de tecnología por parte de los productores sería que la investigación no incursiona en los temas de financiamiento. Sobre este punto, destacó que en el último período se incorporaron herramientas financieras muy valiosas para facilitar y respaldar mejor la inversión, en un proceso de largo plazo y en un sector con mucha incertidumbre de precios.
Chilibroste también admitió que la investigación tampoco menciona cuáles serían las condiciones desde el punto de vista operativo, de infraestructura y de dotación de recursos necesarios para implementar estas propuestas, algo que calificó como “un hueco importante”.
El investigador observó que los productores más dinámicos resuelven esta situación, con equipos de asesores cada vez más especializados, pero los de menor escala muchas veces no lo pueden hacer.
Riego
Chilibroste consideró que “el riego tiene lugar en la lechería y debería ser parte del paquete tecnológico de desarrollo del sector”. Recordó que en 2010 y 2012 se hizo un análisis sobre la viabilidad de esta herramienta, observándose resultados positivos. Sin embargo, sostuvo que, en ese momento la única forma de pagarlo era incrementando mucho la productividad, lo que implicaba aumentar entre 60% y 80% la cantidad de vacas. “En aquel momento el mayor problema para aumentar la cantidad de vacas era la falta de infraestructura en los tambos, pero eso ha cambiado, porque los sistemas han mejorado”, sostuvo.
El docente e investigador dijo no tener dudas sobre el impacto del riego en la productividad, y agregó que el desafío es la evaluación productiva, económica y ambiental a nivel de sistema de producción, dado que a nivel de cultivos o pasturas individuales hay buena información.
Cama caliente
Chilibroste aseguró que el sistema de cama caliente “fue de los pocos temas en los que la investigación se adelantó a la producción”. Dijo que “la evolución del sistema está a la vista, con un crecimiento exponencial, lo que da la pauta de cómo ven los productores esta tecnología”. Aseguró que es un sistema que impacta en las posibilidades de aumentar la producción individual y general, pero que aún tiene algunas interrogantes.
Consideró que debería existir una agenda de investigación sobre el tema, que debería ser diseñada por todos los actores, incluida la industria, ya que su adopción implica un incremento de la producción, lo que le aportaría mayor dinamismo al sector.