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    La pesca cierra una mala zafra de empresas, que advierten “crisis institucional” en Dinara

    El director de la oficina pública, Jaime Coronel, defiende la política de largo plazo que impulsa el gobierno y dice que se visualiza un sector activo en el que han ingresado “capitales nuevos”.

    En plena zafra pesquera, las plantas industriales refuerzan su plantilla para no perder la “guerra contra el tiempo” y que, a pocas horas de haber capturado, el producto no se eche a perder. Algunas sumaron un turno de ocho horas para procesar el pescado fresco y dejaron de trabajar con especies traídas de otros mercados —como el tiburón azul—, con lo que mantienen su actividad el resto del año y dan empleo permanente. Otras, con menor inversión en barcos y capital de trabajo, concentran su producción durante el invierno hasta entrada la primavera —cuando termina la zafra— y no vuelven a operar hasta el año siguiente.

    “Es un negocio muy riesgoso. Pasas de estar siete días pescando para a veces no completar la bodega a entrar y salir al puerto en dos días repleto”, dijo a Búsqueda Carlos Olivera, gerente general de Novabarca, una industria de capitales nacionales instalada en Barros Blancos desde comienzos de 1990. Olivera, un cubano que hace 11 años está en Uruguay trabajando en el sector, defiende el potencial económico de la industria y el valor social de la actividad, que emplea a mucha gente con baja calificación.  También reconoce las dificultades de agregar valor a la producción. “No es por gusto que no hacemos filetes: es caro pescar y procesar acá. Con el atraso cambiario, los sueldos del personal, el costo de electricidad, se han disparado (los costos). Estamos haciendo magia para sobrevivir. No es una queja, es la realidad”, señala. Dice que la rentabilidad fluctúa durante el año: “Un mes pierdes y otro ganas. El resultado es claro: de más de 10 barcos pesqueros de merluza fresca solo quedan operativos dos”. Uno es de Novabarca, y en la jerga se le llama “fresquero” porque la tripulación pesca y realiza el procesamiento en el mismo barco para llegar al puerto y exportarlo directamente.

    Procesamiento.

    En la zona costera la empresa opera ocho embarcaciones. Las capturas se trasladan en camiones refrigerados hasta la planta que trabaja desde las seis de la mañana hasta las 10 de la noche, en dos turnos, con unas 140 personas (50 más que fuera de temporada, cuando la actividad se concentra en ocho horas). El viernes 1º, cuando Búsqueda visitó Novabarca, el personal del primer turno estaba a pleno procesando el pescado que había llegado a mitad de la semana. En las cámaras de prefrío había toneladas de pescado apilados en cajones clasificados por especie: pescadilla de calada, de red, angelito, palometa, corvina, sargo, besugo, anchoa. Son todas especies costeras que se capturan con el permiso de tipo “B”, para corvina y fauna acompañante, explicó Olivera. Los trabajadores “tuneleros” los extraen en carros entre el agua semicongelada y el humo frío que permanece a nivel del piso. Entre cuatro y cinco hombres descargan de forma semimanual el pescado entero. En un cilindro metálico los animales giran y se lavan hasta llegar a una cuadrilla de unas 30 personas, principalmente mujeres, que separa las piezas por tamaño en cajones de 20 kilos netos, lo que chequean los “balanceros”. De allí pasan al túnel de congelación para salir tras una especie de “glaseado” de hielo a la línea de empacado. Las cajas se almacenan en cámaras de frío a ­­–25 ºC hasta su exportación.

    Novabarca tiene una capacidad total de almacenamiento de 1.000 toneladas de pescado y actualmente está procesando entre 90 y 100 toneladas por día.

    La empresa también tiene otras líneas de producción con un mayor nivel de procesamiento. El pescado puede exportarse sin vísceras y sin cabeza ni tripas (HG, por la abreviación de cabeza y tripas en inglés, head and guts), que en general se hace a las corvinas más grandes.

    La zafra costera de este año ha sido de las “peores de las últimas 10”; la pesca de alta mar —merluza— viene “bastante bien”, dijo Olivera.

    Las gremiales del sector coinciden en que la temporada está siendo “muy irregular” y prevén que, al pasar raya, las capturas y los negocios que se terminen concretando serán “significativamente” menores a la de la anterior. “No ha sido buena (la zafra), quizás la falta de lluvia y el cambio de las condiciones de salinidad del agua han hecho que las capturas no sean las normales para la época”, dijo a Búsqueda el titular de la Cámara de la Industria Pesquera Uruguaya, Juan Riva-Zucchelli.

    “Arrancó muy bien la actividad y de golpe se frenó; hay menos capturas y menos ingresos al puerto. La zafra ha sido muy irregular. En volumen es significativamente menor, estará 25% abajo” que el invierno pasado, estimó Aldo Braida, titular de la Cámara de Agentes de Pesqueros Extranjeros (CAPE), que agrupa a empresas que prestan servicios para la flota de bandera foránea. Agregó que puede haber incidido en el menor rendimiento la mayor temperatura del agua tras un verano “muy caliente”.

    El director de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara) del Ministerio de Ganadería, Jaime Coronel, dio a Búsqueda el mismo diagnóstico de zafra: “Menores capturas” y un nivel de exportaciones que “no está siendo tan bueno”. Pero, a su juicio, el precio promedio internacional es elevado (ronda los US$ 2.070 por tonelada), lo que en parte puede estar “capeando una temporada de pesca no tan buena”. Mirando estadísticas, Coronel comparó las cifras de enero-junio de este año con las del mismo período entre 2015 y 2022. Este primer semestre, dijo, la actividad se ubicó en cuarto lugar según el volumen exportado, tercero en valor y en segundo lugar por precio promedio.

    El calamar —apuntó— ha caído “mucho” en volumen tras el récord de 2022. Ese año los calamares congelados fueron la segunda especie más exportada (más de 9.300 toneladas y US$ 22,4 millones), según estadísticas oficiales.

    Las ventas al exterior de todo el sector fueron por US$ 129 millones el año pasado. La corvina entera y congelada fue el primer producto (US$ 38,9 millones) y la merluza eviscerada, sin cabeza ni cola ocupó el tercer lugar, con US$ 11,6 millones.

    Esas y otras especies fueron colocadas por una veintena de empresas a más de 50 mercados, con China, Camerún, Nigeria, Brasil y Colombia como los principales.

    En 2023, hasta fines de agosto, las ventas al exterior superaban los US$ 75 millones.

    “Crisis institucional”. 

    La pesca nacional arrastra más de una década en declive, analizó el Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres) en un reciente informe. Entre el 2011 y el 2021 el nivel de capturas descendió 49%, las exportaciones lo hicieron 41% y el personal se retrajo 46%.

    A la conflictividad laboral y los aspectos regulatorios se suma la falta de una política pública que apunte al desarrollo del sector, introduzca cambios en la Dinara y en la Prefectura Nacional Naval, señaló el Ceres.

    “Tenemos una economía del mar totalmente desaprovechada. (…) Uruguay tiene una ley de pesca que no promueve, la normativa es más bien prohibitiva. Eso cuesta muchos empleos y millones de dólares de ingresos al país. La Dinara está desmembrada, tiene problemas de diseño”, dijo Olivera, que aseguró que el sector privado está unido y dispuesto a colaborar.

    Las gremiales empresariales presentaron el estudio del Ceres y una serie de propuestas para reactivar el sector, como la creación de un Instituto Nacional de Pesca y Acuicultura que sustituya a la Dinara y en el que participen las empresas en el diseño de políticas, así como en eventuales cambios de normas y demás.

    Fuentes empresariales señalaron a Búsqueda que existe una “crisis institucional” en la Dinara y hablan de un problema “muy serio” que arrastra el organismo y que se combina con reglamentaciones de la Prefectura que obstaculizan la actividad.

    El descontento con el director Coronel llevó incluso a que la CAPE solicitara su desvinculación tiempo atrás y criticara su “incompetencia”.

    Por su lado, el especialista en derecho internacional Edison González Lapeyre se refirió en una carta dirigida al director de Búsqueda  al “caos pesquero”, cuestionó el “desorden que impera” en la gestión pública, aludiendo a un informe de la Auditoría Interna de la Nación (AIN) que realizó hallazgos “extremos” como falta de controles sobre los permisos de pesca, registro parcial, demoras en la emisión y la renovación de permisos, falta de personal en la oficina, ausencia de un buque de investigación pesquera, entre otros temas.

    En los últimos días, Coronel generó malestar en la reunión mensual de la Comisión Técnica Mixta del Frente Marítimo, por lo que podría resolverse su expulsión como asesor en representación de la Dinara en ese ámbito, informaron fuentes del sector privado. Consultado al respecto por Búsqueda, el jerarca se excusó de hacer comentarios.

    Pero sobre las constataciones que hizo la AIN el titular de la Dinara señaló “omisiones” y “valoraciones fuera de la competencia” de la auditoría. También dijo que hay observaciones sobre las que se trabaja para solucionarlas con medidas “proactivas”. Remarcó, además, el déficit de personal en su repartición, que ubicó en 100 personas (hoy tiene 170).

    Coronel también defendió la “política de largo plazo” que está implementando la Dinara, como la reglamentación de permisos a 15 años para inversiones que lo fundamenten. Agregó que “han entrado capitales nuevos” a administrar embarcaciones, lo que permite la “visualización de un sector activo”.