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    Novela o cuento: clima o intensidad

    Más de 120 escritores y personalidades del ambiente cultural enviaron una carta dirigida a María Inés Obaldía, directora de Cultura de la Intendencia de Montevideo (IM), y a Mariana Wainstein, directora nacional de Cultura del MEC, en la que solicitan una categoría especial para el libro de cuentos. Históricamente, tanto en el Premio Onetti de la IM, como en los Premios Nacionales de Literatura del MEC, novela y cuento se consideran en la categoría Narrativa.

    “Mientras un solo texto fallido puede hundir un libro de cuentos, una novela que tenga un capítulo (o dos) ‘flojo’ gana perfectamente, porque no se le exige intensidad sino clima”, dice la carta. Según los firmantes, esto perjudica a quienes escriben cuentos porque sus libros no se publican y “editores y libreros dicen que el género ‘no vende’”, por lo tanto, no llegan al público.

    En conversación con Búsqueda, el escritor y periodistaPablo Silva Olazábal, impulsor de esta carta, explicó que los argumentos para esta solicitud surgieron de conversaciones con jurados, escritores y de su propia experiencia. “Fui jurado para los premios del MEC en 2006 y allí ya lo viví y lo conversé. Todo el mundo dice eso, que la novela es clima y el cuento es intensidad, entonces es comparar naranjas con peras. Lo objetivo es que el 80% de los premios van para la novela, pero no se corresponde a la cantidad de cuentos que se presentan. Esto se va dejando pasar y nunca se resuelve”.

    Por otra parte, menciona la carencia de concursos destinados a los libros de cuentos o la desaparición de otros, como el Concurso Internacional de Cuentos Horacio Quiroga, o el que se convocaba en la Intendencia de Maldonado impulsado por Valentín Trujillo, entonces director de Programación Cultural y hoy director de la Biblioteca Nacional.

    Los Premios a las Letras del MEC se rigen por una ley aprobada en 2014 (Nº 19.252), que regula los reconocimientos que se otorgan a la labor literaria e intelectual del país, en obras éditas e inéditas. De acuerdo a esa regulación, los Premios Nacionales de Literatura se organizan en las categorías Poesía, Narrativa, Literatura infantil y juvenil, Dramaturgia y otras ocho destinadas a ensayos e investigaciones en diferentes áreas. Al ser una ley, toda modificación implica una intervención parlamentaria.

    En conversación con Búsqueda, el director del Instituto Nacional de Letras, Nicolás Der Agopian, dijo que la demanda es atendible y que es verdad que se premian menos libros de cuentos, pero recuerda algunos como El mar aéreo de Pablo Dobrinin (2016) o Literatura con vallas de Leo Masliah (2019), que sí recibieron primeros premios. De todas formas, entiende que hay otras situaciones que son aún más urgentes de resolver. Una de ellas es la falta de reconocimiento al ilustrador como autor, porque la categoría Literatura infantil y juvenil no contempla el libro álbum. Por otro lado, le preocupa que haya categorías de ensayo que quedan desiertas, sobre todo en Filosofía y Lingüística, para las que se conforman jurados pagos.

    “Para poder hacer cambios, primero tuvimos que actualizar los premios, que es lo que se hizo en 2021, cuando pudimos premiar obras éditas e inéditas de 2019 y 2020. Esto nos permitió eliminar un desfasaje que se arrastraba desde 2005 y también bianualizar algunas categorías de ensayo”. Con respecto a la demanda de la carta, piensa que para este año se puede hacer un llamado de incentivo a la edición de libros de cuentos inéditos, como se hizo en 2021 con los libros de poesía, que llevó el nombre Amanda, en homenaje al centenario de la poeta Amanda Berenguer.

    ¿Se vende, se publica, se lee?

    En Hispanoamérica el cuento parece vivir un momento de auge, con libros y autores premiados, sobre todo mujeres. Las argentinas Samantha Schweblin y Mariana Enríquez, la mexicana Guadalupe Nettel o la ecuatoriana Mónica Ojeda son algunos ejemplos de escritoras exitosas y premiadas. Algunas de ellas aparecieron en la editorial española Páginas de Espuma, dedicada principalmente a la publicación de libros de cuentos.

    “Un editor es ante todo un lector, y yo he sido un lector frecuente y reincidente en torno al cuento”, dice a Búsqueda Juan Casamayor, uno de los editores de Páginas de Espuma. “En un momento me di cuenta de que había editoriales de teatro, de poesía, pero no de cuento. Entonces en 1999 con Encarnación Molina nos preguntamos por qué no crear una editorial en torno a ese género”.

    A Casamayor le interesó el contenido de la carta que se impulsa en Uruguay. Él mismo está trabajando para que haya más premios de cuento en su país. Uno de los más importantes es el Premio Ribera del Duero, que han ganado varios latinoamericanos. El otro es el Premio Setenil, que convoca el Ayuntamiento de Murcia y es solo para autores con nacionalidad española.

    “Ahora te hablo como fenicio, el cuento se vende cuando una maquinaria editorial lo decide. Y no me engaño, la novela vende más, pero eso es cambiante. Lo virtual nos ha condicionado los hábitos de lectura. Ha habido una transformación en las novelas y algunas son fragmentarias, con textos que parecen autónomos, pero que mantienen la trama de una novela. Del mismo modo, un libro de cuentos tiene textos independientes pero pueden formar un espacio sutil y atmosférico conjunto”.

    Entre los editores uruguayos, hay matices sobre lo que afirma la carta. Julia Ortiz, de Criatura Editora, hace diez años que viene publicando libros de cuentos. “No me atrevería a decir que se venden menos que las novelas, tal vez al contrario, algunos cuentistas consagrados se venden más, como Leo Masliah o Mario Levrero”. En cuanto a la propuesta de la carta, comenta: “Siempre es lindo que haya un premio nuevo, es otra posibilidad para los autores de tener reconocimiento. Eso es para celebrar, pero desde el punto de vista de la teoría, no tiene asidero”.

    Martín Fernández, de la editorial HUM, cuenta que desde hace cuatro o cinco años no están recibiendo originales, porque tienen bastante obra de los autores propios. “Si alguien nos acerca un libro de cuentos, no le decimos que no por ser de ese género. Pero en realidad a los libreros se les hace difícil venderlos”. En cuanto al pedido de la carta, piensa que “vale la pena intentar que esa categoría sea creada, aunque no dependa de una intención intelectual sino económica”.

    Por su parte, a Estefanía Canalda, de Fin de Siglo, le parece muy buena la iniciativa. “Hay una explosión del cuento en Latinoamérica que no parece haber llegado a Uruguay”, dice. “En Fin de Siglo, nuestra experiencia editando libros de cuentos en general ha sido de escasa venta”. Libros de la editorial, como el de Dobrinin o el de Martín Otheguy (El invierno es un lobo que viene del norte), han recibido primeros premios en el Bartolomé Hidalgo. Ahora, Fin de Siglo está apostando a otro libro de cuentos: Ni Dios sabía, de Virginia Mórtola.