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Vivir y trabajar sentado frente a una pantalla le significó a Pablo S., de 51 años, una lesión de columna de esas que hacen la vida cuesta arriba. En su mutualista, su médica le dijo que tenía que hacerse una resonancia magnética para determinar el tratamiento a seguir. Pagó el tique de $ 1.900 y esperó. Esperó mucho. Cuatro meses sin novedades. “Como no era urgente sino de rutina, no tenía hora. Pero cuando volví a tener consulta con la fisiatra, solo nos pudimos mirar a la cara”, se rio. La sugerencia de la profesional lo descolocó: “Yo ya tengo varios pacientes que cansados de esperar se van a Buenos Aires, ¿por qué no prueba?”.
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Tanto el caso de Pablo como el de Oscar L. (53) y Katherine K. (29), quienes viajaron a la capital argentina para analizarse “un bulto” en el cuello y la córnea, respectivamente, reflejan un fenómeno frecuente dada la coyuntura: cruzar el Río de la Plata para hacerse estudios o consultas médicas que también pueden hacerse acá en sus respectivos prestadores. Dos factores causan esta suerte de turismo sanitario: las demoras en obtener hora para un especialista en el Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS) y la diferencia cambiaria, que hace que una acción particular sea notoriamente más económica.
No hay una estadística que avale este flujo que está a la vista de todos. “En menos de un año nos ha llegado la información de al menos 10 casos, a Argentina y también a Brasil, de gente cansada de los tiempos de espera”, le dijo a Búsqueda Doris Rodríguez, quien hasta agosto fuera presidenta del Movimiento Nacional de Usuarios de la Salud Pública y Privada. Eso también se nota desde la otra orilla. “Desde hace un año están viniendo entre seis y ocho uruguayos por mes solamente para acá”, señaló Pablo Moreau, uno de los socios del Centro Moreau, un establecimiento especializado en diagnóstico imagenológico y laboratorio en el barrio porteño de Floresta. “Y en una clínica estética a la que estamos vinculados también se está viendo un flujo importante”, agregó.
Esperas excesivas
Recién en tres meses le daban en su mutualista a Katherine hora para hacerse ese estudio oftalmológico que precisaba. Le pareció mucho. En su familia ya hay varios casos de disforia de Fuchs, acumulación de líquido en la córnea. Ella, que ya está teniendo los primeros síntomas, quería certezas lo antes posible para saber si requiere operarse. Consultó en Buenos Aires y ya tiene un motivo extra para pasear ahí en Semana de Turismo.
Algo parecido le sucedió a Óscar, ansioso por saber si el linfoangioma que tiene entre la clavícula y el cuello necesita cirugía o no. “Desde setiembre del año pasado estoy en vueltas, que un anestesista me va a llamar y nada. Es una atención totalmente negligente. Si bien es una tontería, está en un lugar delicado y me quiero sacar las dudas”, afirmó. La semana anterior llamó a un especialista en la capital argentina; en estos días está recibiendo la respuesta que requiere.
Según el decreto 359 de 2007, las consultas externas en especialidades médicas y quirúrgicas “en ningún caso podrán ser coordinadas en un plazo mayor a 30 días” desde su solicitud, en los distintos prestadores. No siempre se cumple. Por caso, en su comparecencia al Parlamento el pasado 22 de junio, el entonces ministro de Salud interino, José Luis Satdjian, habló de intimaciones al Hospital Evangélico, Cudam y la Sociedad Médica Universal para que regularizaran su situación luego de inspecciones recientes. En ellas, en el primer caso se constató una espera de 57 días para oftalmólogo y 47 para diabetólogo; en el segundo, tres meses para neumología y oftalmología; en el último, 51 días para neumología y 60 para una consulta con oculista.
Según la última Ley de Presupuesto, las sanciones en caso de no regularizar los tiempos, pueden ser apercibimientos, multas que van de las 10 a las 50.000 unidades reajustables, clausuras temporales hasta 180 días o clausuras definitivas.
Sin embargo, para Rodríguez, las esperas “de cuatro o cinco meses” son comunes. Néstor Gurruchaga, otro referente del Movimiento Nacional de Usuarios (intervenido por el Ministerio de Educación y Cultura en agosto), agregó que por una resonancia magnética se puede esperar otro tanto. “La situación en el interior del país es aún peor”.
Consultado por este caso en particular, el presidente de la Junta Nacional de Salud, Alberto Yagoda, dijo a Búsqueda que “nunca se relevó” el promedio de espera de los estudios imagenológicos en el SNIS.
Plata ahorrada
Pero si las esperas que desesperan no fueran suficiente motivo, también hay otra razón del artillero, la misma por la cual los comercios de frontera ya están clamando medidas al gobierno: la notoria diferencia de precio. Pablo pagó el equivalente a unos US$ 80 para hacerse en Buenos Aires la esperada resonancia magnética en las cervicales. Si lo hubiese querido hacer de forma particular en Montevideo, ahorrándose lo que él considera una “demora insólita”, el mismo estudio le hubiese salido casi US$ 500, según pudo averiguar Búsqueda.
“Y de paso que estaba, aproveché a ver a la familia que tengo allá”, se ríe el hombre. “Plata para pasear me quedó”.
Moreau señala que la afluencia de uruguayos a centros como el suyo se debe “a la plata” y no tanto “a la demora en los servicios” que se dé en Uruguay. Al menos eso es lo que le han dicho los que van ahí a atenderse. “El precio base de nuestros servicios está en el entorno de los 17.000 pesos, que al cambio del ‘dólar blue’ serán unos cincuenta (dólares)”, expresó.
Por su lado, Katherine —que también tiene familiares en Argentina— pagará US$ 25 por un estudio de ojos que en Montevideo puede llegar a costar US$ 160. Óscar no maneja tanto la cifras, pero asegura que por lo que le sale una consulta en Buenos Aires ya desquita largamente “tiempo y esperas” en Uruguay.
En todos estos casos se trata de personas que tienen posibilidades de viajar y quedarse en Buenos Aires con relativa frecuencia. Según los representantes de los usuarios, quienes no pueden hacerlo están sujetos a los tiempos (y tarifas) nacionales.
A Pablo, la resonancia magnética realizada en Buenos Aires le confirmó los temores: doble hernia de disco cervical. Ya está pronto para una cita con su fisiatra (aún no fijada) y está mentalmente preparado para usar un collarín. El día antes de ponerse en manos de técnicos argentinos le llegó un mensaje esperado durante largos meses en su celular: al final le daban hora para hacerse el estudio en Uruguay; era veinte días más tarde.