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El Festival de Cannes está llegando a su fin, con solo unos pocos días y funciones restantes antes de la entrega de la Palma de Oro. Aunque Berlín y Venecia son dignos competidores, la Costa Azul sigue siendo el lugar más influyente para una película. El año pasado, la última ganadora, la francesa Anatomía de una caída, disfrutó de una gira exitosa que culminó en una victoria en los Premios Oscar.
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Entre las películas con más posibilidades de ganar en Cannes este año se encuentran The Apprentice, una sombría película biográfica sobre el expresidente estadounidense Donald Trump, dirigida por el iraní Ali Abbasi; Bird, película con toques fantásticos que marca el regreso de la directora inglesa Andre Arnold; y Emilia Pérez, del director francés Jacques Audiard, que se describe como un “narcomusical queer” sobre México.
Gane quien gane, la edición 76 del festival será recordada por el regreso de Francis Ford Coppola. El director, a sus 85 años, estrenó Megalópolis, uno de sus proyectos más ambiciosos y también más extravagantes, según lo adelantan sus primeras críticas. A la hora de promocionar su película autofinanciada, Coppola se ha encontrado con la misma pregunta una y otra vez: ¿por qué invertir US$ 120 millones de su propio bolsillo en su arte?
Ante la interrogante, el cineasta dijo: “Cuando muera, podré decir que vi a mi hija ganar un Oscar, hice vino y logré hacer todas las películas que quería. Voy a estar tan ocupado pensando en lo que logré que ni me daré cuenta cuando muera”.
Coppola no es el único cineasta cuestionado por aferrarse a proyectos que no parecen interesar a los grandes estudios en Hollywood. En Cannes, Kevin Costner también lo fue por financiar su propia tetralogía de westerns llamada Horizon: an American Saga, para la que ya dirigió y protagonizó dos partes. En una entrevista con Deadline, Costner salió a defenderse. “No sabemos cuánto tiempo tenemos en esta Tierra. Es posible que mis hijos no hereden cuatro hectáreas frente al mar de Santa Bárbara, pero tendrán casa y mi legado, así como la riqueza de mi patrimonio. Pueden hacer sus propias vidas, pero no voy a dejar que nada me detenga”.
Inspirado por un cóctel similar de grandilocuencia, confrontación de la mortalidad y fascinación por el desierto, el director australiano George Miller presentó en Cannes su más reciente película, Furiosa: de la saga de Mad Max. A sus 79 años, el ganador del Oscar ha vuelto a lo que lo inspira a seguir haciendo cine: la emoción de imaginar nuevas formas de ver a personas y objetos precipitándose en un continuo movimiento.
Así como Coppola dedicó décadas a llevar Megalópolis a la gran pantalla, Miller regresó al mundo que con las décadas lo convirtió en uno de los mejores directores de acción vivos. A diferencia del director de Apocalypse Now, quien hoy lucha por asegurar la distribución de sus películas, Miller cuenta con el respaldo completo de un estudio de la talla de Warner Bros. para llevar su última historia de venganza a los cines de todo el mundo. Más allá de la promoción tradicional de cualquier lanzamiento, que incluye carteles, tráileres y entrevistas con las estrellas, el apoyo y la inversión para una película se ven en cosas en apariencia más insignificantes, como fue en el caso del preestreno en Uruguay, donde una serie de actores aterrorizaron a los espectadores antes de entrar en la sala. La canalización de una actitud altanera en sus personajes estaba justificada: en el Yerno, la tierra salvaje donde tiene lugar Mad Max, nadie está dispuesto a ayudarte.
Cuando Miller estrenó Mad Max: furia en el camino en 2015, sorprendió a todos. El director australiano, quien también ha dirigido comedias familiares como Happy Feet y Babe 2: chanchito en la ciudad, regresaba a toda máquina a la saga apocalíptica que lo hizo famoso junto con Mel Gibson en la década de 1980. Furia en el camino se presenta como una persecución constante y particularmente adictiva gracias a sus efectos especiales, su acción emocionante y su construcción de un fascinante fin del mundo a base de cromo, arena y violencia. En 2016, la Academia le concedió a la película seis premios Oscar, aunque el de Mejor película se lo llevó En primera plana. Punto para el periodismo.
Mad Max: furia en el camino tuvo un rodaje titánico y demencial que incluyó cientos de extras, decenas de autos y camiones preparados para una guerra ficticia y dos estrellas protagonistas, Tom Hardy y Charlize Theron, que no se soportaban mutuamente. Pese a todo ello, Miller encontró en esta película la oportunidad de cumplir su sueño de explorar e imaginar un mundo crudo, visceral y lleno de velocidad. Furiosa nació con el mismo ímpetu y se mueve con la misma agilidad que sus personajes en un mundo sin garantías para el futuro.
No es necesario rever la saga en su totalidad para entender dónde Furiosa se sitúa. La sociedad como se la conoce ha colapsado y ahora hay un desierto lleno de bárbaros que luchan constantemente por dos recursos importantes: el combustible y el agua. La única ley es sobrevivir a cualquier precio y no hay límites para lograrlo.
Miller comienza su nueva película con una persecución similar a la de Furia en el camino, aunque motivada por un propósito noble: el de una madre que intenta salvar a su hija de una pandilla de motociclistas despiadados. Furiosa cuenta el origen de Imperator Furiosa, la heroína renegada de Furia en el camino que había interpretado Theron. Ahora es la actriz Anya Taylor-Joy quien asume el papel de una versión más joven de Furiosa, antes de que tenga su distintiva calvicie y su brazo robótico. La actriz de Gambito de dama cumple con lo que el papel requiere de ella pero no deja la misma impresión que su predecesora.
La historia sigue la trágica vida de la protagonista desde su infancia hasta su juventud en la Ciudadela, uno de los pocos lugares habitables que quedan en Yerno. Su objetivo allí es planificar su venganza ante el líder de la pandilla que la secuestró, Dementus, interpretado por Chris Hemsworth con un toque de malicia y humor gracias a una prótesis nasal llamativa.
Lo que Miller construye en pantalla es una auténtica pesadilla febril: un mundo donde los vehículos son manejados con la más pura de las iras y las decisiones son tomadas por conductores sanguinarios. Un futuro desolador no por su escasez, sino porque el auto se convirtió en una herramienta necesaria de supervivencia.
Para Miller, los vehículos son la excusa para explorar el movimiento. Furiosa redobla en la apuesta cinética de Furia en el camino, al punto que el acelere de cada acción y cada gesto hace que uno se cuestione si la película no estará siendo proyectada con un dedo presionando un botón de adelantar, si es que tal implemento existe. Cuando es el turno de Anya Taylor-Joy de personificar a Imperiosa, la película ya demostró querer alejarse de su obra anterior con escenas reiteradas de sadismo y tortura.
Aun tras demostrar que se encuentra en pleno dominio de su oficio, el propósito de Miller pierde algo de fuerza con esta película. Quizás por una mayor ambición, Furiosa parece depender de efectos digitales que atentan contra las proezas de las hazañas físicas que el reparto realiza frente a cámara. El hecho de que inexplicablemente la película incluya en sus créditos escenas de Furia en el camino tampoco ayuda en la comparación. De todas formas, y al contemplar que el cineasta planea al menos una película más de Mad Max, este regreso no deja de ser una obra muy estimulante y un entrenamiento al ojo para lo que el cine de Miller exige: jamás apartar la mirada del camino.