La música clásica suena de fondo en el amplio e iluminado despacho del flamante subsecretario de Salud, Jorge Quian. Con un perfil mucho más técnico que político y con una impronta reflexiva, Quian, pediatra de profesión y que ejerció como director general de la Salud hasta la semana pasada, se tuvo que estrenar en el cargo tras la sorpresiva renuncia de Cristina Lustemberg. Una de las primeras cosas que hizo fue salir a recorrer hospitales públicos con la idea de reivindicar la cascoteada gestión de la Administración de Servicios de Salud Pública (ASSE). No oculta que pudo haber errores, pero asegura que no se publicitan todas “las cosas buenas” que hace el organismo.
Quian anunció que desde su nueva función buscará “acompañar” la gestión del ente descentralizado en lugar de solo fiscalizarla como rector sanitario. Es un convencido de la importancia del primer nivel de atención y del médico de referencia. Y apuntó que hacia allí deben estar destinados los esfuerzos en esta segunda etapa de la reforma: poder pasar del discurso al hecho.
—Me defino como frenteamplista de toda la vida e independiente. No estoy en ningún grupo político dentro del Frente y además mi visión es que hacen falta frenteamplistas más que sectoriales. Cada vez tengo más ese concepto, que me gustaría difundirlo a todos los compañeros. Me siento muy cómodo siendo frenteamplista porque creo que uno puede entender a todas las posiciones y tratar de unificar criterios. La chacra es grande, es el Frente Amplio.
—¿Y cómo va a congeniar el perfil técnico con el político, qué impronta le va a dar a su cargo?
—Trataré de darle las dos. Me siento muy cómodo como técnico y me estoy estrenando en el cargo político. La línea del ministro (Jorge Basso) es la que quiero seguir para tratar de demostrar la unidad que hay acá en este ministerio.
—Ocupa el lugar de la ex subsecretaria Lustemberg, pediatra al igual que usted, que estaba al frente de ciertas áreas asociadas a su perfil. ¿La idea es retomar esa línea?
—Por supuesto. Y las que haya que incorporar de acuerdo con la decisión del ministro. En estos momentos estoy siguiendo todo el camino que Lustemberg me dejó, con el cual además estaba afín. Si hay que incorporar alguna otra, lo haremos. Por ejemplo: hoy empezamos a hacer visitas a los hospitales de ASSE. Creo que no se sabe o no se publicitan todas las cosas buenas que hay en ASSE. Yo soy hijo del Pereira Rossell y creo que vale la pena estar con los compañeros, visitarlos y en lo que se pueda colaborar. Hoy empecé por la que era mi casa. ¡Hubo tantas cuestiones en la prensa contra ASSE! No estoy diciendo que esté todo bien, estoy diciendo que hay muchas cosas buenas que hay que empezar a destacarlas porque vale la pena.
—¿Eso tiene que ver con esta supuesta embestida que hay contra ASSE, es una especie de defensa?
—No, no tiene nada que ver. Ya les digo, yo creo que en algunas de las cuestiones que salen en la prensa tendrán razón, no quiero analizar eso. Esta descentralización de ASSE lleva pocos años y es buenísima, pero somos primos hermanos y tenemos que demostrar el apoyo del rector.
—Por eso, ¿habrá una mirada más fiscalizadora de la gestión?
—Quizás la palabra, desde mi función, no sea fiscalizar sino acompañar, intercambiar y discutir las ideas que pueda haber desde la rectoría y tratar de compatibilizarlas con ellos.
—El presidente Tabaré Vázquez anunció que se viene una segunda generación de la reforma sanitaria. ¿Cómo se piensa parar en este tema? ¿Qué batallas hay que dar para que vaya por los carriles correctos esta segunda etapa?
–Como parte de este gobierno estoy orgulloso de este sistema de salud, pero creo que le falta… Las reformas de salud tienen principio pero no tienen fin. Siempre hay que estar renovando, construyendo. Una de las apuestas es profundizar un discurso, que es discurso hace tiempo, pero que queremos hacerlo realidad, que es mejorar el primer nivel de atención y darle calidad a la atención.
—Ese es un discurso de hace tiempo, ¿qué es lo que ha complicado la marcha, la concreción?
—Es que la marcha es muy compleja. Todos tenemos la noción de que el tercer nivel, los CTI, son importantes, cuando en realidad es muy importante lo que se hace en el primer nivel. La cultura de los uruguayos es: “Quiero más especialistas, más tomografías y más resonadores”. Queremos convencer, con buenos argumentos, que la mejor medicina está en un médico de referencia, que se encargue de la salud de la persona y que derive al especialista cuando no pueda resolver, pero que el especialista no se adueñe de ese paciente. Uno de los mensajes que dimos es que el Poder Ejecutivo aprobó un nuevo carné de salud laboral y lo tiene que otorgar el médico de referencia. Estamos dando indicaciones de que para ahí vamos.
—¿Cuáles han sido las trabas para concretar la figura del médico de referencia?
—El principal problema que tenemos es la medicalización de la sociedad. La cultura es: tengo 38 grados de fiebre y llamo a una emergencia móvil para que me venga a ver. Cuando yo tenía esa fiebre, lo primero que hacía mi madre era darme un baño y ponerme pañitos fríos. Las emergencias móviles no son necesarias para eso. Cuando el atentado en Barcelona, con 50 muertos y 200 y pico de heridos, caen las emergencias y llevaban los heridos de acuerdo con su estado. Si tenía un traumatismo de cráneo, los llevaban al lugar donde saben de eso, si tenía un traumatismo de abdomen, lo llevaban a otro lugar donde hay especialistas de eso. Ojalá nunca pase en Montevideo algo de esto, pero ¿qué haría la emergencia en una situación similar? Preguntaría de dónde es socio el paciente y los iría repartiendo, al Casmu, a la Española… Estamos trabajando en un proyecto de ley para que haya centros de referencia, específicos para determinadas patologías.
—¿Los centros de referencia es otro tema en el que hay que poner el pie en el acelerador?
—Es otro avance significativo para la reforma. Hay enfermedades médicas y quirúrgicas que tienen que atenderse en un solo lugar independientemente de cuál sea su prestador (sin importar si es de ASSE o de una mutualista). Hay unos 340 pacientes que tienen hemofilia. Requieren tratamiento inyectable y además fisioterapia e hidroterapia. Tiene que estar todo en un solo lado. Pacientes hemofílicos que me han venido a visitar me cuentan cómo en unos lugares los atienden muy bien y en otros muy mal. Hay que dedicarse a esas patologías complejas y de baja frecuencia y centralizarlas. El ejemplo es el Centro Nacional de Quemados. Un gran quemado de cualquier institución va para ahí y allí están quienes más saben de quemados.
—Usted opina que hay que dejar de hablar de medicamentos de “alto costo” y hablar sobre el “alto precio” y que hay un abuso de la industria, que fija cifras muy altas. Hace unos meses dijo que el MSP debería aplicar políticas más restrictivas. ¿Existe una línea de trabajo sobre el tema?
—Reafirmo que son medicamentos de alto precio, no es el costo de hacerlo. Lo puedo vender al precio que quiero si tengo el poder para hacerlo. Hay varios aspectos. Primero, el poder de la industria farmacéutica, que es gigante, es la industria más poderosa del mundo, más que la de las armas y la electrónica. Segundo, la ley de patentes que existe en el mundo es otro elemento que limita. Mientras las patentes se extienden a 10 años o 20 años no se pueden hacer genéricos. Muchas veces pasa que después le cambian una molécula al medicamento y otra vez se perpetúa la patente. Tercero, el poder de la industria del medicamento no solo está en la construcción y fabricación de los medicamentos, está en cómo les comunican a los cuerpos médicos sus nuevos descubrimientos.
—¿Qué propuesta plantea el MSP en este tema?
—Primero ponerlo sobre la mesa y empezar a discutirlo. Es una de las tareas fundamentales del MSP mostrarles a la población y a los colegas que estamos preocupados. Cuando los precios están accesibles, el MSP, ASSE, las mutualistas y el Fondo Nacional de Recursos (FNR) dan los medicamentos que salvan vidas. Hay muchos medicamentos que se reclaman pero no están comprobados su eficacia y el valor terapéutico. También comprendo a la sociedad. Si tuviera un hijo o padre enfermo capaz que lo iría a pedir, no estoy diciendo que esté mal. La comisión de peticiones tiene esa función, discutir con los colegas. Ese es uno de los ámbitos, pero hay que hablarlo en todos lados, transmitírselo a la población.
—¿Con qué tema cerrado quisiera terminar su gestión del MSP?
—Con los centros de referencia funcionando, porque cuando un equipo hace reiteradamente una tarea, la mejora.