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    Radi: política y ciencia no lograron consolidar su relación, pese al acercamiento en pandemia

    Son apenas unos segundos en una película de tres horas, pero a veces en un diálogo fugaz se pueden resumir décadas de tensiones entre la política y la ciencia. En Oppenheimer, que cuenta el proceso detrás de la construcción de la bomba atómica con la que se bombardeó a las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en la etapa final de la Segunda Guerra Mundial, la trama científica y la trama política conversan todo el tiempo. Se cruzan. Hay una escena muy ilustrativa, bien gráfica. Cuando la bomba está terminada, después de años de trabajo académico contrarreloj, uno de sus creadores intenta hacer algunas precisiones sobre su uso, pero el general militar al frente del proyecto, el nexo con la Casa Blanca y el gobierno estadounidense, lo corta en seco: “No, de aquí en más nos encargamos nosotros”. La tarea y el conocimiento científico usado, exprimido hasta su último jugo y luego descartado.

    En la última edición de Desayunos Búsqueda, el médico y científico Rafael Radi, excoordinador del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) que actuó con la Torre Ejecutiva durante la pandemia por el Covid-19, reflexionó largamente sobre la siempre compleja relación entre política y ciencia. Dijo que la crisis que desató este virus significó “un punto de quiebre”, un “acercamiento” entre los sectores. Pero que también fue una “oportunidad desaprovechada” para consolidar en forma más armoniosa estos dos mundos.

    “Hay una tensión entre ciencia y política. No es un matrimonio perfecto ni mucho menos. Porque muchas veces la ciencia dice cosas que, por múltiples dimensiones, la política no puede ni quiere llevar adelante”, señaló Radi. Recordó que tres décadas atrás, cuando se aprobó el protocolo de Kioto sobre el cambio climático, la ciencia habló. “Quizás lo que no funcionó bien luego fueron las decisiones políticas. Pero sin duda tienen que estar conectadas ambas cosas. No puede haber un país moderno, en la sociedad del conocimiento, donde ciencia y política estén disociados”, enfatizó. “El tema es cómo procesamos esas diferencias”, puntualizó. Y aclaró algo importante: “La política debe honrar a la política y la ciencia debe honrar a la ciencia. La ciencia es independiente del político de turno. Y esa independencia es esencial para que la población crea lo que la ciencia dice”.

    Para Radi, la política tiene que entender que cuando la ciencia habla “no necesariamente hay una agenda atrás que va más allá de la ciencia. Pero también la ciencia y los científicos tienen que acordarse que cuando hablan tienen que ser objetivos y plantearse los asuntos con la mayor independencia”.

    El excoordinador del GACH, que tuvo una fuerte presencia mediática durante la pandemia, tiene la percepción de que no se aprovechó del todo la oportunidad que brindó la gestión de la crisis por el Covid-19. “No aprovechamos el envión que teníamos para establecer esto de una manera más consistente. Ese es un debe que nos quedó”, lamentó. Pero de todas formas destacó que hay “una buena noticia”, y es que la “sociedad detectó que hay un sistema científico”.

    Radi citó una reciente encuesta de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) que muestra que alrededor del 80% de la ciudadanía entiende que hay que mejorar el presupuesto de la ciencia, y aproximadamente 70% piensa que dedicarse al mundo científico es algo importante y prestigioso. “Eso son todas buenas noticias. La matrícula de las carreras científicas en Uruguay también aumentó en forma dramática. Esa visibilización de la ciencia es buena. Eso está en la base. Obviamente la política eso lo ve y lo siente. Pero todavía nos queda estructurarnos mucho mejor”, reconoció.

    Para Radi, la relación entre ciencia y política quedó envuelta en la vorágine de la pandemia. “Hubo que salir de esa vorágine. Pero tengo la sensación y la convicción de que no hemos aprovechado suficientemente bien, ya no en forma ad hoc, como fue la respuesta científica que dimos, sino de una forma más estructurada y permanente. Y este es un asunto pendiente”.

    “Faltan herramientas, falta institucionalidad. Creo que la ciencia hoy queda en un lugar en el que es de todos pero no es de nadie. ¿Cuál es la autoridad nacional, cuál es nuestro advocate dentro del gobierno? Yo no lo visualizo. Pero esto nos pasó ahora y nos pasó antes también”, señaló.

    Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS

    Un Ministerio de Ciencias

    Consultado por los periodistas de Búsqueda sobre la posibilidad de crear un Ministerio de Ciencias, el excoordinador del GACH informó que ese era un tema que justamente había sido discutido en la última —e “intensa”— asamblea de la Academia de Ciencias. “Hay cosas que son claras. Estamos todos de acuerdo en mover a la ciencia desde la periferia al centro de los temas de jerarquía nacional. Eso no es un tema que se nos ocurrió a nosotros. En China acaban de crear un superministerio de Ciencia, le subió el rango. Lo mismo está haciendo India y un montón de países. Pasan de la periferia al centro de la agenda de la política”, destacó.

    Y explicó que dentro de la academia, algunos piensan que esto puede tener un formato tipo ministerio y otros un diseño similar al de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP). “Y puede haber otros diseños, pero sí tiene que tener un rango ministerial, una llegada permanente con el presidente y dar cuentas al Parlamento”, dijo.

    En países como Canadá, explicó, hay consejos científicos que a su vez articulan con los ministerios y con Presidencia. “Hay que ver qué es lo que mejor aplica a Uruguay. Pero lo que tiene que ocurrir es que todo esto forme parte de algo estructurado, que no haya que salir a las corridas todo el tiempo a apagar incendios. Y que entonces tengamos la capacidad de anticiparnos ante las crisis, sean biológicas o que provengan de los recursos hídricos. Esa dimensión de una respuesta científica previsible y anticipatoria hoy el Uruguay no la tiene”, insistió el biomédico.

    El agua y la academia

    Radi dijo que “por un tema de estilo”, no le gusta ponerse “hipercrítico en el medio de un conflicto”. Y por eso se excusó de profundizar en el terreno contrafáctico de una mayor participación de la ciencia en la gestión de la crisis hídrica que atraviesa el Uruguay. “Sí había informes técnicos desde octubre que anticipaban un poco el escenario”, destacó. “Creo que nuevamente faltó articulación y diálogo. Es posible que el outcome de esto hubiese sido más mitigado, es posible que algunas de las medidas que se están tomando tuvieran estudios de impacto mayores. Pero es una deficiencia que tenemos como país. Siempre que hay asesoramiento científico independiente anticipatorio, la resolución de los problemas es mejor”, dijo. Pero, subrayó, ocurre que las voces del mundo de la academia cuestan ser articuladas con el mundo de la política. “A veces no lo sabemos hacer muy bien, a veces no somos escuchados, a veces la ciencia no es tomada demasiado en serio. Nos dicen que estamos exagerando”.

    El 24 de julio, la Facultad de Ciencias emitió una declaración para expresar su “preocupación” por los impactos y consecuencias de la crisis hídrica. “La situación de emergencia presenta grandes desafíos para la gestión en el corto, mediano y largo plazo, y requiere una profunda revisión de las causas que condujeron a la situación actual. Tanto la gestión de esta crisis como las acciones necesarias para su mitigación y prevención de próximas crisis ambientales, exigen hoy y exigirán a futuro un gran esfuerzo de la población y un fuerte compromiso de la academia”, dice el texto.

    Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS

    Un presupuesto quieto

    Hace una década que el presupuesto de la ciencia está quieto, enfatizó Radi. Y habló sobre la necesaria coordinación entre públicos y privados. Los países nórdicos desarrollan plataformas de investigación donde el sector privado puede incorporarse, explicó. Pero aclaró que las inversiones de base, las becas, el apoyo de la educación terciaria y superior tienen que provenir de fondos públicos.

    “Hay asuntos que solo el sector público puede cubrir. Al final del camino, cuando se llegue a un 3% del PBI, como en Alemania, dos tercios son privados y un tercio es del Estado. Son curvas que se cruzan. Pero tiene que haber políticas activas de articulación. Es una tarea pendiente en Uruguay”, señaló. El científico se mostró esperanzado en que en la próxima campaña electoral existan acuerdos de todos los partidos para darle más presupuesto a la ciencia.

    “Si Uruguay va a avanzar hacia una sociedad de conocimiento, con un país integrado, educado, que respeta al medio ambiente, que da oportunidades a las jóvenes... tenemos una gran oportunidad”, dijo. Y reclamó mayor presupuesto para captar talentos de afuera y retener los talentos de acá. “Hoy no tenemos ninguna forma de captar uruguayos que quieran volver. Hay un montón de muchachos entre 30 y 40 años que quieren volver y hoy no tenemos ningún programa para traerlos. Es así. Nos pasa todas las semanas”.

    Enseñanzas y muerte entre republicanos y demócratas

    Radi entiende que la pandemia enseñó que Uruguay tiene un sistema de salud que funcionó “bastante bien”. “Porque haber llegado a las familias sin que las familias llegaran a los centros de salud fue absolutamente determinante para que no pasara lo que pasó en los países europeos, en donde todos se contagiaron en los hospitales”.

    Sin embargo, hay cuestiones pospandemia que a su juicio quedaron en el debe. Por ejemplo, un estudio como el que se hizo en Chile, donde hubo un monitoreo sobre cómo les había ido en términos de morbimortalidad a los distintos barrios de la ciudad de Santiago y así conocer la inequidad o equidad en el acceso a la salud. “Ese monitoreo no lo tenemos en Uruguay. No sabemos si al habitante de Pocitos le fue mejor que al de Villa Española. O lo sabemos, porque hay datos que no hemos analizado. Hemos perdido un montón de oportunidades de datos. Los datos están, pero carecemos de estructura científica para procesarlos”, lamentó.

    Radi destacó de todas formas la educación y la adhesión de la población en general a la vacunación. El científico citó un trabajo de Journal of America´s Medical Association que muestra que en Estados Unidos se murieron muchos más militantes republicanos que demócratas durante la pandemia. ¿Las razones?, preguntaron los periodistas de Búsqueda. “No se vacunaron, no cumplían las medidas de distanciamiento social. Era todo una pequeña gripe”. Las medidas eran las mismas, pero hubo un discurso retórico de los líderes demócratas y republicanos que era diferente, explicó. “Eso ahuyenta la idea de que distintos gobernadores hicieron distintas cosas. No. Hablaban distinto pero hacían lo mismo. La gobernadora de Alabama, contra lo que decía el presidente Donald Trump, tuvo que salir a pedirle a la población que por favor se vacunara. Después Trump dijo que había que vacunarse y la gente lo abucheaba. Conclusión: murieron los rojos, no murieron los azules”.