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    Siete de los 10 directores técnicos de las Eliminatorias Sudamericanas son argentinos

    Argentina, el país donde el fútbol se estudia, se siente, se interpreta y se dirige

    Las Eliminatorias Sudamericanas, lo saben los futboleros de ley, cuentan con 10 países. Uno de los datos que más llamó la atención —y más se reiteró— previo al comienzo del larguísimo camino hacia el Mundial de Estados Unidos-México-Canadá 2026 es que, de ese decálogo de selecciones, siete son dirigidas por directores técnicos argentinos. No es una casualidad: los campeones del mundo exportan futbolistas pero también entrenadores.

    En concreto: Marcelo Bielsa comanda Uruguay (que por segunda vez en su historia convocó a un entrenador extranjero tras la experiencia inicial del también argentino Daniel Passarella, de 2000 a 2001), Néstor Lorenzo entrena a Colombia (que no hace mucho tuvo a José Pekerman), Gustavo Costas hace lo que puede en Bolivia, Fernando Batista intenta dar la gran sorpresa en Venezuela (en reemplazo, justamente, de Pekerman), Eduardo Berizzo capitanea por ahora a los tumbos a Chile (una selección con tradición de argentinos en el último tiempo, desde el propio Bielsa hasta Jorge Sampaoli y Juan Antonio Pizzi), Guillermo Barros Schelotto fue el técnico de Paraguay en las primeras dos fechas (siguiendo la senda de Gerardo Martino, Ramón Díaz y el propio Berizzo) y, claro, Lionel Scaloni es el rey de su propio país, ya a la altura de los míticos César Luis Menotti y Carlos Bilardo, los primeros campeones del mundo con la Albiceleste en 1978 y 1986.

    De las otras tres selecciones que participan en las Eliminatorias Sudamericanas sin técnicos argentinos, el español Félix Sánchez administra Ecuador, el peruano Juan Reynoso gestiona al equipo de su país y el brasileño Fernando Diniz —mientras sigue al frente del Fluminense, semifinalista de la Copa Libertadores— entrena al pentacampeón del mundo, aunque a partir de junio de 2024 será reemplazado por el italiano Carlo Ancelotti, hoy en el Real Madrid. Tras la repentina salida de Barros Schelotto de Paraguay, que cosechó apenas un punto de seis posibles en las dos primeras fechas, otro argentino, Daniel Garnero, se convirtió en el principal candidato a sucederlo.

    En concreto, si no hay más cambios de acá a esa fecha —que seguramente los habrá, y Costas podría ser la siguiente víctima en la próxima doble fecha—, apenas dos selecciones serían dirigidas por entrenadores de su propio país, Argentina y Perú. El resto estarán en manos de extranjeros.

    La referencia a técnicos argentinos, si no es en el presente, también cubre el pasado inmediato. Perú y Ecuador, las actuales excepciones, fueron dirigidos en las Eliminatorias pasadas por un bonaerense —Ricardo Gareca— y por un santafesino —Gustavo Alfaro—. Y tampoco se trata de una realidad solo aplicable a Sudamérica. Según el informe 2023 de Argentinos por el Mundo (AXEM), un fantástico censo que releva a todos los futbolistas y las futbolistas albicelestes en el extranjero, otros siete entrenadores argentinos dirigen a selecciones mayores masculinas.

    Entre famosos y desconocidos, la lista llama la atención. Mientras en Asia dirigen Pizzi a Bahrein, Rodolfo Arruabarrena a Emiratos Árabes, Héctor Cúper a Siria y Félix Dalmas a Camboya, bajo la órbita de la Concacaf entrenan Diego Cocca a México (en reemplazo de Martino), Gabriel Neveleff a República Dominicana y Gabriel Calderón Pellegrino a Haití. Además, hay infinidad de argentinos y argentinas trabajando en los diferentes puestos de un cuerpo técnico, tanto en selecciones masculinas como en femeninas —en la categoría mayor y en las juveniles—, ya sea como entrenadores, ayudantes de campo, coordinadores generales, entrenadores de arqueros, delegados, preparadores físicos, kinesiólogos, psicólogos o nutricionistas.

    Por ejemplo, Bielsa llegó a Uruguay con tres compatriotas: Pablo Quiroga y Lucas Oubiña como ayudantes de campo y Magalí Conde a cargo de la logística. En la selección femenina mayor de Filipinas, otro argentino, Nahuel Arruarte, es el ayudante de campo. En Albania, el exdefensor Pablo Zabaleta es el ayudante de campo de la selección mayor. En Israel, el técnico de la sub-23 de hombres es Gabriel Burnstein.

    Pero también, por fuera de las selecciones nacionales, el fantástico trabajo de Claudio Martín Aiuto (periodista marplatense) y su equipo de AXEM relevaron a otros cientos de argentinos y argentinas al mando de los diferentes clubes de cada país. Los hay exitosos como Diego Simeone en el Atlético de Madrid o Mauricio Pochettino en el Chelsea, anónimos como Miguel Gamondi en el Young Africans de Tanzania, quienes acrecientan su cuenta bancaria como Hernán Crespo en el Al Duhail de Catar o rodean a Messi como Martino en el Inter Miami de la MLS. En total, son 919 entrenadores e integrantes de cuerpos técnicos en seleccionados y clubes, una cifra que no tiene mucho que envidiarles a los 6.093 futbolistas —hombres y mujeres— compatriotas relevados en todo el mundo, tanto de primera división como del ascenso.

    En esa lista faltan otros técnicos que, por ahora, eligieron no trabajar, como Marcelo Gallardo, a la espera de una oferta que lo convenza —¿en un club, en una selección, en América, en Europa?—. Mientras tanto, justamente el reemplazante del Muñeco en River, Martín Demichelis, disparó una interesante columna del periodista estadounidense Tim Vickery, corresponsal de América del Sur para la versión en inglés de la web de ESPN. Desde Brasil, donde vive y trabaja, Vickery se preguntó en junio pasado, tras el título local de River, si Demichelis no sería el gran entrenador argentino del futuro.

    En realidad, los meses siguientes no serían buenos para el exdefensor del Bayern Munich y la selección de su país, quien cometió errores de comunicación y liderazgo al frente de River —y quedó eliminado en la Copa Libertadores demasiado pronto—, pero la esencia del artículo no cambia. Allí se desglosa cómo Argentina sigue fabricando jóvenes entrenadores. “Es extraño cuántos jugadores de alto perfil recientemente retirados están dispuestos a asumir el desafío. Está Scaloni, por supuesto, al frente de la selección nacional, mientras que Javier Mascherano dirige la sub-20. Fernando Gago está en Racing, Gabriel Milito está en Argentinos Juniors (ya renunció pero pronto seguramente asumirá en otro equipo), Gaby Heinze en Newell’s Old Boys, Kily González en Unión de Santa Fe. Incluso Carlos Tévez probó recientemente en Rosario Central (ahora está en Independiente)”, publicó ESPN.

    “Todos estos son jugadores con pasado en las copas del mundo. Presumiblemente no existe ninguna razón financiera apremiante para que decidan ser entrenadores. Hay muchas formas menos estresantes de ganar dinero. Pero quieren hacerlo. Están ansiosos por arriesgarse y fijar la ficha del equipo en la puerta del vestuario. Este es un fenómeno muy argentino. No sucede en la misma medida en el vecino Brasil, por ejemplo, donde Renato Portaluppi, del Gremio, es el único entrenador de Primera División que ha jugado para su selección nacional”, agregó Vickery.

    ¿De dónde surge, entonces, esta vocación argentina no solo de querer ser jugador sino también de querer ser entrenador? ¿Por qué ese amor desde adentro del campo de juego, pero también desde afuera, queda tan claro en Argentina y no en Brasil, que en los últimos años apostó definitivamente a técnicos extranjeros no solo ahora en su selección sino también en sus clubes? De los 20 equipos del Brasileirão 2023, cinco tienen entrenadores argentinos: el Inter —que eliminó a River— es dirigido por Eduardo Coudet; el Vasco da Gama, por Ramón Díaz; el Flamengo, por Sampaoli; el Fortaleza, por Juan Pablo Vojvoda; y el América, por Fabián Bustos. También hay un uruguayo, Diego Aguirre —en el Santos—, y cinco portugueses, el más conocido de ellos es Abel Ferreira, semifinalista de la Copa Libertadores de 2023, torneo que ya ganó en 2020 y 2021, mientras que otro portugués, Jorge Jesús, le dio la Copa al Flamengo en 2019.

    Argentina les había dado la espalda a los técnicos hasta 1958, un Mundial en el que la selección sufrió una de sus grandes frustraciones, eliminada en primera ronda tras un 1-6 ante Checoslovaquia. Desde entonces, con diferentes procesos y estilos, los entrenadores pasaron a ser una parte fundamental: ya no se podía confiar solo en el talento de los jugadores. En la selección llegó el Toto Juan Carlos Lorenzo. En Estudiantes asumió Osvaldo Zubelía, el padre futbolístico de Bilardo. Menotti reivindicó “la nuestra”, el supuesto histórico gusto de los argentinos. Bielsa impuso una escuela propia, todavía vigente y con muchos continuadores. Y Scaloni, sin experiencia propia, rompió todos los manuales y se ganó un lugar en la historia —y más amor por la profesión en el futuro—.

    Tras las dos primeras fechas de las Eliminatorias para el Mundial 2026, por supuesto, los resultados fueron dispares para los argentinos. Si la tabla de posiciones fuera por técnicos y no por selecciones, sumarían Scaloni seis puntos, Lorenzo cuatro, Bielsa y Batista tres, Barros Schelotto y Berizzo uno y Costas cero. Siempre habrá triunfos y derrotas. Pero, así como Argentina es uno de los países del psicoanálisis, también debería ser reconocido como el país donde el fútbol, además de ser jugado, también es interpretado, estudiado, sentido y dirigido.

    * Colaborador de El País de Madrid y autor de diversos libros, como El partido. Argentina vs. Inglaterra 1986.