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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáPara pronosticar el clima de la región, el “primer acorde fuerte” de la guitarra es la temperatura que tiene el océano Pacífico. Que el agua esté más fría de lo normal (lo que produce el fenómeno conocido como La Niña), que esté en una “fase neutra” o que esté más cálida (El Niño) es una onda que se propaga más fuerte que cualquier otro indicador climático que se pueda considerar. Por eso en el Despacho de Cargas de UTE lo miran con atención, y más en un momento de “déficit hídrico intenso” como el que caracterizó los meses de noviembre y diciembre.
A fines de 2021 también hubo una sequía en Uruguay, pero tuvo consecuencias diferentes a las que se prevén para la situación actual. El “punto de partida” de las represas de UTE de Salto Grande y el río Negro en diciembre pasado era “mucho peor” a como estaba un año atrás, dijo a Búsqueda el meteorólogo de UTE, egresado de la Facultad de Ciencias, Santiago de Mello.
Los análisis meteorológicos consideran el estado de las tres cuencas de la represa de Salto Grande (una “alta” y “media”, ubicadas hacia el sur de Brasil, y una “inmediata”, que abarca también departamentos del norte uruguayo) y la cuenca del río Negro, donde se ubica la represa de UTE Rincón del Bonete.
Las cuencas “inmediata”, “media” y la del río Negro muestran “peores condiciones” si se las compara con un año atrás. En términos generales, desde agosto ha llovido “por debajo” de los niveles normales, lo que se fue acumulando hasta diciembre, el “mes más crítico” en las tres cuencas, según dijo. El río Negro registró niveles similares.
En octubre, de acuerdo con el nivel de precipitaciones, la sequía era calificada como “moderada”, pero a fines de diciembre pasó a ser “extrema” en “gran parte de las cuencas”, repasó el funcionario. Esa situación crítica parece haber quedado atrás. De Mello se basa en tres modelos distintos para hacer sus pronósticos, que coinciden en que la temperatura del océano Pacífico evoluciona hacia “condiciones normales”.
Esa recuperación, sin embargo, no será “tan rápida” porque, en comparación con 2021, el déficit fue “más intenso” y tuvo una duración de “un mes más”. “Habrá una inercia mayor para romper respecto a la del año pasado. Las condiciones se vienen cumpliendo y, semana a semana, cada vez que sale el informe aparecen tonos de colores de agua subsuperficial, que es la que va a terminar en la superficie, que dan condiciones” positivas, explicó.
Hacia fin de 2023 los modelos muestran que habría una “fase neutra”, tendiendo a “cálida”, que implica que para el siguiente verano se pronostiquen lluvias por encima de lo normal. Con las perspectivas que tienen, el próximo diciembre no habrá sequía. De Mello aclaró que hacer este pronóstico a largo plazo es tener una mirada “ambiciosa” y la probabilidad de certeza disminuye.
Según los pronósticos, el agua del océano aumenta de temperatura y está “dejando”, en febrero, La Niña. Este fenómeno tiene una relevancia menor en otros momentos, como en invierno, cuando en los pronósticos también inciden otros indicadores.
De Mello sintetizó: “Estamos recontra jodidos, pero con una perspectiva buena. Valor bajo, derivada positiva, definiría un matemático”. Si las lluvias alcanzan esos valores normales, la energía dejaría la “condición deficitaria” de hoy.
Esta perspectiva positiva para la energía no necesariamente es igual para el agro, un sector en crisis por el déficit hídrico que se acumula desde hace varios meses. Aunque el origen es el mismo —la falta de lluvia—, las consecuencias son diferentes. “Al agro le importa cómo llueve y el recorrido de la lluvia. En la energía, usamos agua embalsada para generarla”, comparó el meteorólogo.
Si llueve de forma “abundante durante un mes”, las cuencas de las represas de UTE “se recuperan”. Las pérdidas del agro no se recuperarán, sostuvo De Mello.
El déficit hídrico “grave” actual provoca que, para abastecer el mercado interno, UTE deba encender las centrales térmicas. En el acumulado del último mes, la generación hidráulica representó el 22% del total; la eólica, 41%; la térmica, 26%; la biomasa, 7%; y la solar, 5%.
La generación a base de combustibles produjo un gasto diario de US$ 1,5 millones, informó la presidenta de UTE, Silvia Emaldi, a Montevideo Portal. Para reducir este costo, el ente tiene previsto importar energía desde Brasil.
Cuando la sequía afectó el sur de ese país UTE tuvo récord de exportaciones por sus ventas al mercado brasileño. En ese momento Uruguay aparecía como un “oasis” en la región, porque no registraba un déficit hídrico tan pronunciado, explicó De Mello. Ahora la situación es la inversa: llovió “bastante” en Brasil, que presenta una “muy buena situación hidrológica”.
Otra consecuencia de la escasez hídrica es que se “dispare la demanda” de parte de los consumidores. Después de varios días de sequía, los consumidores empiezan a sentir “el estrés del calor”, que impacta en el consumo.
“El primer día de temperaturas máximas realmente altas puede ser que la inercia de las casas esté bastante bien. Al segundo y el tercer día, cuando se empieza a sentir el estrés, empiezan a prender los aires o ventiladores y a exigirle más al sistema eléctrico”, explicó De Mello, que en su maestría en Geociencias se dedica al estudio de olas de calor.
Una mañana de julio la ciudad de Paysandú fue sacudida por un temporal de lluvia, granizo y vientos de hasta 120 kilómetros por hora. El cambio climático es la explicación de este tipo de fenómenos que, de acuerdo al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés), serán más habituales en el futuro.
De Mello explicó que en las próximas décadas los fenómenos de El Niño y La Niña cambiarán su “frecuencia de intensidad”, lo que derivará en un aumento de las precipitaciones, pero asociados a eventos más puntuales.
A las precipitaciones se las puede dividir en dos: las “frontales”, que son “homogéneas”, y las “convectivas”. Las que se espera que aumenten son las últimas, que son más intensas.
“Es la tendencia que se está viendo. El cambio en el régimen de precipitaciones tiene impacto en distintas cuestiones y, para UTE en particular, hay contingencias que se dan con la red. Hay que tener un sistema más robusto frente a esas tormentas”, explicó.
La fuerza de estas tormentas suele provocar caídas en las líneas (o los cables) de UTE, lo que afecta el trabajo en el Despacho de Carga. Además, agregó, el operador que trabaje en ese lugar deberá tomar medidas “conservadoras”, para estar “preparados” y evitar que “medio país quede sin luz”.
Por ejemplo, si una tormenta afecta una línea que llega desde Salto Grande, el funcionario deberá tener pronta una que llegue desde Rincón del Bonete.