Según el diplomático, la relación franco-uruguaya impulsada por su embajada se basa en tres acciones prioritarias: desarrollar los vínculos económicos y empresariales, impulsar las redes culturales y científicas, y estrechar los lazos lingüísticos. Más de 5.000 personas estudian francés en Uruguay, destaca este exdirector del gabinete del ministerio de Deportes, aficionado al tenis y al fútbol de élite, declarado fan de Edinson Cavani, jugador estrella del París Saint Germain, “el mejor embajador uruguayo en Francia”.
—Claramente Uruguay es un oasis o una isla de paz, concordia y estabilidad en América Latina. Eso es muy claro. Uruguay es un Estado que políticamente no está polarizado como sucede en otras partes del mundo. Aquí la institucionalidad es muy fuerte y el respeto es un valor compartido. Uruguay se ubica en todas las clasificaciones internacionales como un país donde el Estado de Derecho está consolidado y es importante preservar esa estabilidad.
Llama la atención la gran similitud entre el Estado francés y el uruguayo, especialmente a partir de Batlle y Ordóñez; hay una inspiración política y filosófica compartida. Naturalmente hay diferencias, pero hay marcos comunes muy fuertes, en particular dados por la laicidad que es una de las garantías de la estabilidad política del país.
'Llama la atención la gran similitud entre el Estado francés y el uruguayo, especialmente a partir de Batlle y Ordóñez; hay una inspiración política y filosófica compartida'.
—Después de 20 años de negociaciones frustradas, el Mercosur y la Unión Europea cerraron las negociaciones para firmar un acuerdo de asociación estratégica. ¿Qué espera Francia de esta trabajosa relación entre los bloques?
—Ciertamente fue un trabajo de muy largo aliento, porque 20 años de negociación es mucho tiempo... lo esencial es que hay un acuerdo. Y para el Mercosur es más esencial, porque es el primer acuerdo comercial con un gran bloque. Eso es muy importante. Ahora, un acuerdo siempre es un equilibrio entre ventajas y sacrificios. Pensamos que esta negociación está en ese punto de equilibrio.
—Al acuerdo le faltan algunas etapas formales nada menores: tendrá que pasar por el filtro de los parlamentos y en el caso de la UE requiere de mayorías especiales. ¿Usted cree que finalmente se apruebe?
—El acuerdo tiene que ser validado por el Parlamento europeo y también ratificado en cada uno de los países. Es la democracia. Veremos cómo el proceso se dirige a su término.
—¿Por qué resulta tan duro negociar con la UE?
—Porque hoy la Unión Europea es la mayor zona comercial del mundo. Y es un bloque de países que no negocia solo un acuerdo comercial, también es un acuerdo político. Y en el seno de los acuerdos no está solo el desmantelamiento de las reglas tarifarias, también hay que ver la parte medioambiental. La UE busca acuerdos equilibrados en ese sentido, porque las agriculturas europeas están sometidas a condiciones medioambientales muy estrictas. Entonces cuando Europa se compromete en una negociación comercial con otro bloque desea que atiendan las mismas limitaciones sanitarias y ambientales para no generar desequilibrios competitivos. Por eso Europa tiene exigencias muy fuertes.
—Francia ha mostrado una actitud crítica hacia lo acordado, con reparos del presidente Macron y de su ministro de Agricultura. ¿Qué hay que entender de eso?
'Hoy hay un acuerdo entre la UE y el Mercosur. Pasamos esta etapa de negociación, tenemos este acuerdo sobre la mesa. No hay que verlo en términos de miedo o beneficio, simplemente si lo ratificamos o no. No se trata de ser pesimista o optimista, sino de evaluar su contenido'.
—Las autoridades francesas son vigilantes de que este acuerdo respete bien el mandato de negociación que fue dado a la Comisión Europea. No es cosa de Francia, Italia o Alemania, aunque cada país marca sus líneas rojas. Es la Comisión Europea quien negocia en nombre de los 27 países. Ahora hay que examinar el contenido del acuerdo, la letra chica. Francia es una gran nación exportadora y está a favor de los acuerdos comerciales de librecambio. Pero también somos una gran nación agrícola, con filiales agrícolas frágiles, entonces consideramos este acuerdo con la vigilancia que merece. Esto vale también para Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay.
—Desde el Mercosur también hubo críticas. En Argentina, apenas se supo de este acuerdo, el hoy presidente electo Alberto Fernández lo cuestionó diciendo: “No queda claro cuáles son los beneficios para nuestro país. Pero sí cuáles serían los perjuicios para nuestra industria y el trabajo argentino”. ¿Es una oportunidad o una amenaza?
—Yo soy embajador de Francia en Uruguay. No voy a comentar la actualidad política argentina. Creo que hay que ver esto desde un punto de vista desapasionado, sin tensiones. Hoy hay un acuerdo entre la UE y el Mercosur. Pasamos esta etapa de negociación, tenemos este acuerdo sobre la mesa. No hay que verlo en términos de miedo o beneficio, simplemente si lo ratificamos o no. No se trata de ser pesimista u optimista, sino de evaluar su contenido.
—¿Cree que este tipo de acuerdos debería acelerar los cambios en esta región hacia una mayor apertura económica?
—Hoy no podemos escapar a la mundialización. Ningún país es una isla. Ningún país puede vivir detrás de sus muros. Acabamos de celebrar los 30 años de la caída del muro de Berlín. La reconstrucción de los muros es algo malo. Pero, esta mundialización ineludible de los intercambios, sean de bienes, servicios o de personas, deben responder a una serie de reglas que permiten organizar la competencia de manera leal y transparente.
No se trata de una mundialización salvaje, darwiniana. Vivimos en un mundo —al menos el que defiende Francia y la UE— en el cual los países deben organizarse en el marco de un sistema multilateral. Los diferendos comerciales o políticos deben arreglarse en ese ámbito, sea el de la OMC o el de la ONU. Y esto es fundamental, ante el peligro de la guerra comercial, como entre los Estados Unidos y China.
—La educación ha sido tema de la campaña electoral. En Uruguay casi el 60% de los jóvenes no termina el bachillerato obligatorio. ¿Qué efectos tiene esto para un país que pretende insertarse en ese mundo del que habla?
—Naturalmente, no voy a comentar el sistema educativo uruguayo. Yo tomé mi tiempo para leer todos los programas de los partidos políticos uruguayos. Todos. Y todos ponen este tema como importante. El problema de la educación es mundial y resolverlo es fundamental, porque es la llave del desarrollo económico de un país. Sin educación no hay mayor crecimiento, desarrollo ni vínculos sociales. Ese problema vale para Francia, para Uruguay y para muchos otros países. Y primero tiene que haber una educación universal, no se puede dejar un alumno fuera del sistema. También hay que integrar lo digital y enseñar lenguas extranjeras: hay que dominar el inglés y un tercer idioma.
—Hoy más de la mitad de los universitarios uruguayos no dominan el inglés...
—No hay duda que hay que aprenderlo. Uruguay tiene además un gran vecino que es Brasil, por lo que debe hablar portugués. Y después aprender otra lengua, como el francés, que es el cuarto idioma más hablado del mundo. El francés no es solo un idioma de literatura; es también de filosofía, de cine, de música, de ciencias y de economía, representa el 16% del PIB mundial. Confío en el programa Plurilingüe 2030 para Uruguay, que es muy francófilo.
'El francés no es solo un idioma de literatura; es también de filosofía, de cine, de música, de ciencias y de economía, representa el 16% del PIB mundial. Confío en el programa Plurilingüe 2030 para Uruguay, que es muy francófilo'.
En 2018 firmamos una convención para introducir el francés de manera experimental en las escuelas públicas uruguayas. Esto es histórico, porque nunca se estudió el francés en Primaria. En Secundaria sí, hasta 1996. Empezamos con 14 escuelas, más de 300 alumnos en todo el país.
—¿Finlandia es el modelo educativo a seguir?
—Así se lo presenta, pero lo que no se dice es que Finlandia es un pequeño país con una gran cohesión social. En Francia o Estados Unidos el esfuerzo educativo es más complicado porque debemos integrar en el sistema escolar a personas que vienen de todas las culturas y partes del mundo. Y ese es otro gran desafío de la educación: hacer que estos alumnos de culturas diferentes, con bases y códigos distintos, compartan los mismos valores y dominen las herramientas esenciales que le permitan entrar en la sociedad y en la mundialización.
El plurilingüismo es una de esas herramientas. En Europa, los estudiantes no se forman en un único país, las carreras incluyen formación en el extranjero. Es la realidad del mundo de hoy: un mundo abierto, interconectado y en competencia entre los sistemas educativos. Y yo creo que el sistema educativo francés está dentro los más competitivos.
—¿Y Uruguay?
—Uruguay tiene que abrirse a la mundialización, es un dato esencial. Uruguay exporta casi la totalidad de su producción agrícola al extranjero. Es un país que fabrica científicos de alto nivel, de dirigentes de empresas que miran el mercado mundial... entonces la apertura al mundo para Uruguay es estratégica. Los países que se cierran no tienen futuro.
Información Nacional
2019-11-21T00:00:00
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