Además, se cosechó con humedad y en esta zafra se ha secado entre el 92% y 94%, pero ese valor aumentará porque todo lo que queda por cosechar –entre 10% y 12% del área– va a entrar con humedad. Vamos a recibir cerca del 95% de la cosecha con altos niveles humedad, ese también es un dato récord. El peor de los escenarios que teníamos registrado estaba cerca del 80%, en la cosecha 2016. Lo normal es secar entre 50% y 55% de la cosecha recibida; y en los años muy secos no se supera el 30%.
¿Qué volúmenes de producción se van a lograr?
Tenemos alrededor de 3 millones de toneladas de soja a nivel país, un volumen muy importante de producción, que es un gran aporte para todo el sector. También se tuvo una cosecha de maíz de primera con muy buenos rendimientos y ahora estamos entrando en la cosecha de segunda.
Si bien existen algunos temas puntuales, como el generado por la plaga chicharrita, que todavía no tenemos claro cuánto puede afectar, hay un volumen muy interesante de maíz de segunda. Este año la producción total de maíz, más allá de esos problemas, está muy por encima del año pasado y del volumen promedio.
La suma de las cosechas de soja y maíz deja un resultado productivo interesante. Al disgregar aparece un gasto muy alto en secado, que se ubica entre US$ 25 y US$ 30 por tonelada, eso pega en el número.
La cosecha fue avanzando sobre terrenos muy húmedos, lo que determina un costo importante para acondicionar esos suelos y poder sembrar los cultivos de invierno. A nivel general es una buena zafra, pero dejara un resultado menor al que se esperaba sobre fines de marzo, cuando se proyectaban entre 360.000 y 400.000 toneladas más de las que se van a cosechar, pero no nos imaginábamos una humedad tan importante y todas las complicaciones de la cosecha, que aumenta los costos en toda la cadena.
¿En qué rango se ubica la productividad promedio por hectárea?
Todavía falta cosechar un área no menor, que está complicada en calidad y rendimiento. Hoy seguro que estamos por debajo de 2.500 kilos por hectárea (kg/ha). Hay alguna estimación que marca unos 2.300 kg/ha. Este 10% o 12% que resta no es menor, estamos hablando de 300.000 toneladas. A esto se suma que en algunos lugares puntuales hay problemas muy graves con la calidad. Por lo tanto, el rendimiento promedio viene cayendo muy fuerte.
Muchas chacras se encuentran en torno a 1.000 kg/ha, diría que estamos en torno 2.300 kg/ha. Habrá que ver cómo termina, incluso puede ser menos.
La zona más complicada es el este, ¿allí habrá chacras sin cosechar?
Lamentablemente sí. Vamos a tener chacras con áreas importantes sin cosechar, porque el nivel de (grano) dañado está por encima del 50% o 60%. En la parte comercial es muy difícil de absorber soja con niveles tan altos de granos dañados.
En el centro del país, si bien no es tan grave, también hay situaciones complejas, como en el norte y este de Durazno, también en Tacuarembó. Pero sin dudas que la situación más problemática es la del este y noreste, en Rocha, Treinta y Tres, Cerro Largo y Rivera.
¿Qué porcentaje se siembra en esa región?
En el este y noreste se siembra aproximadamente un 12% del total. Son unas 150.000 hectáreas sobre 1,34 millones de hectáreas sembradas en esta zafra. Es una zona que tuvo un pico de área importante en los años 2012 y 2013, luego se registró una caída muy fuerte. Desde hace cinco o seis zafras la soja viene con un crecimiento sostenido allí, al integrar las rotaciones arroceras y ganaderas, con mejoras en el manejo.
El año pasado, ante el desastre climático de sequía, fue la mejor zona del país. Los rendimientos estuvieron prácticamente dentro de la media o incluso por encima en algunos lugares puntuales. Mientras tanto, el resto del país perdió prácticamente dos tercios de la cosecha.
Este año se dio a la inversa. Se sembró tarde, por los excesos de lluvias, y en abril y mayo se recibieron abundantes precipitaciones; hay registros de 1.000 milímetros en 15 días. La productividad media de esa región se acercará a los 1.500 kg/ha, y en muchos casos con serios problemas de calidad.
¿Cuáles son los grandes elementos que impactan en la productividad final de esta zafra?
El primer factor es la fecha de siembra, porque tuvimos un área muy importante sembrada en la segunda quincena diciembre, la fecha óptima culmina sobre el 15 de ese mes. Se sembró tarde y no se lograron buenas implantaciones.
Luego, desde el 20 de enero al 10 de febrero, en el 80% y 90% del área de soja tuvimos déficit hídrico y temperaturas muy altas, por encima de 30°C durante varios días; también una ola de calor. Hacia el 10 de febrero empezó a llover bastante parejo y los cultivos se recuperaron.
Al analizar los rendimientos más altos, se nota que esos 15 o 20 días de estrés por déficit hídrico y por exceso de temperatura pasaron factura. Lo vimos en muchas chacras de primera o de segunda temprana, que estaban para 4.000 kg/ha, pero rendieron de 3.500 kg/ha a 3.600 kg/ha. Fue un muy buen rendimiento, excelente, pero en las mejores situaciones ya arrancamos con 10% menos de rinde.
Después hubo exceso hídrico durante el final de llenado de grano y la cosecha. El grano respira, eso determina que a medida que avanza la vida va perdiendo peso –por gasto de energía metabólica–, lo que repercute en menos rendimiento.
Y ahora, en el último tramo, le sumamos el efecto de calidad, que también pega más fuerte y sigue sumando factores a esa pérdida de productividad.
¿La suma de esos factores impidió un nivel productivo más acorde al de un año Niño?
Desde el momento de la siembra se fueron dando situaciones que no eran las ideales, y permanecieron hasta la cosecha, que demandará en torno de dos meses, algo totalmente inusual.
En octubre o noviembre la expectativa era de beneficiarnos de un año Niño y aspirar a rendimientos máximos para Uruguay, entre 2.800 kg/ha y 3.000 kg/ha. A medida que fuimos avanzando perdimos potencial y actualmente estamos en 600 kilos o 700 kilos por debajo.
Igualmente no es menor haber logrado 3 millones de toneladas y estar avanzando en la exportación con una buena calidad promedio en los barcos cargados. El negocio fluye a precios que no son tan bajos.
Si bien capaz que en octubre o noviembre podíamos tener una expectativa, a medida que fue avanzando el ciclo productivo los precios se caían, con lo cual la forma de revertir esa situación apuntaba a la productividad. Finalmente hubo un repunte de precios de US$ 20 o US$ 30 por tonelada, que nos está ayudando a amortiguar las dificultades de la zafra.
¿La zafra culmina con márgenes positivos para el cultivo de soja?
Hay situaciones con números en rojo, aunque en el promedio terminará con márgenes positivos, menos de lo esperado. Sobre todo porque en la zafra pasada perdimos dos tercios de la cosecha, fue año extremadamente malo.
Uno esperaba que este año permitiera recuperar una parte importante de lo perdido el año pasado. Si bien el año fue positivo a nivel promedio, estamos muy lejos de recuperar lo perdido en 2023.
Al sumar la campaña de invierno, ¿cómo cierra el ciclo agrícola?
En invierno tuvimos rendimientos récord, sobre todo en trigo y cebada, con una importante caída de precios en el avance del cultivo, y quedamos calzados con costos relativamente altos respecto a la caída del precio, por lo cual los rindes de equilibrio fueron altos. De todos modos, la productividad alcanzada en trigo y cebada dejó números positivos, por debajo de las expectativas, pero positivos.
Por lo tanto, el cierre del ejercicio 2023-2024 es positivo, aunque no compensa la caída de 2022-2023, cuando se perdió con la soja y el maíz, e incluso en muchas zonas no se llegó ni a cosechar.
¿Y el ejercicio 2024-2025 con qué expectativas comienza?
Hay una baja de costos por el movimiento de los insumos y un repunte de los precios. Si logramos capturar estos precios quedamos en una relación insumo-producto muy interesante, y con rindes de equilibrio mejores a los del año pasado para los tres cultivos: colza, cebada y trigo.
Pero hay que lograr implantar los cultivos, que en el caso de colza se complicó muchísimo. Vamos a ver qué pasa con trigo y cebada, todavía tenemos la esperanza de poder concretar la siembra en junio.
Además, sería importante que estos precios (trigo nuevo a US$ 245 por tonelada, cebada a US$ 250 y colza a US$ 470 por tonelada, al cierre semana pasada) se puedan capturar. En parte se pueden ir tomando con alguna venta, pero tampoco podés vender toda la producción proyectada, por los riesgos de calidad a los que están expuestos el trigo y la cebada.
Se puede hacer alguna cobertura en el mercado de Chicago o en algún otro mercado, pero en muchos casos no hay una relación directa entre ese mercado y Uruguay. Por lo tanto, no es sencilla la cobertura para los cultivos de invierno, sobre todo del trigo y la cebada.
Las coberturas en trigo y cebada no tienen la simplicidad que tiene la soja, para graficar la situación.
Exactamente. En soja no te podés cubrir con la pizarra de Chicago, y más allá de los costos y qué estrategia definas, te estás cubriendo directamente. Lo que queda por fuera es el diferencial entre Chicago y Uruguay, la prima, que puede tener elementos que jueguen a favor o en contra como ha pasado, pero es mínimo respecto a la cobertura lograda.
En trigo y cebada ya hay que ser más cauteloso.
Exacto, porque muchas veces el mercado local no copia al mercado internacional. En soja la relación es muy alta. En Uruguay el 90% o 95% de la soja se exporta y se trabaja con la pizarra de Chicago. Por ese lado la cobertura es más sencilla, o al menos se pueden tomar más coberturas. En cereales de invierno es más complejo, por lo tanto hay que ver la evolución desde ahora y hasta noviembre, cuando cosechemos, para ver si podremos capturar estos precios.
Estamos con rendimientos de equilibrio muy interesantes, por lo cual el invierno podría tener un buen margen. Aún falta, todavía hay que sembrar. El productor está con mucha expectativa y ánimo.
La intención de siembra sigue siendo muy interesante. La estrategia para el 2024-2025 es tratar de lograr una siembra en buenas condiciones, en buena fecha, con buena tecnología, eligiendo los suelos adecuados para un cultivo de invierno.
El negocio agrícola va por el doble cultivo. Donde se puede hacer está la posibilidad de mejorar los márgenes y disminuir riesgos. Sembrar solamente en verano tiene un riesgo altísimo. Hay pronósticos que todavía no están muy claros, pero hay una Niña incipiente, que está alertando y habrá que ver cuándo se concreta.
La superficie de colza será menor por la situación climática, ¿esa área la gana el trigo?
Si junio nos deja el 80% del área que pierde la colza, la ganará el trigo, porque la superficie de cebada es más puntual y está influenciada por la capacidad maltera del país. Algo puede ir a un cultivo de verano temprano, sea soja o maíz, pero el 80% de la superficie de colza la ganará el trigo.
¿Es una zafra donde el trigo puede superar las 400.000 hectáreas?
Ese puede ser el número. Si las próximas tres semanas de junio tenemos buen clima, que nos deje sembrar, hay una altísima probabilidad de que superemos las 400.000 hectáreas, cosa que no pasa hace 11 años, pero estamos pendientes de la evolución del clima.
En esta zafra de verano la soja ganó unas 100.000 hectáreas, aún falta mucho tiempo, pero ¿qué puede pasar con el área en la siembra de 2024-2025?
Falta mucho, sin embargo la primera proyección es que el área de soja no debería tener grandes cambios. Como base, deberíamos estar manteniendo el área, siempre y cuando los precios internacionales se mantengan como están o con pequeñas variaciones.
En cambio, si el precio de la soja en el mercado de Chicago se nos viene a US$ 350 por tonelada habrá que reacomodar y ver qué pasa. Habrá que analizar qué otras opciones hay en la agricultura o en el negocio de agropecuario, que tampoco hoy están claras.
Hay que ver qué ocurre con el maíz en un año Niña, y con la situación de plagas que lamentablemente nos están afectando, todavía es muy difícil para marcar una conclusión.
Pero con un precio en Chicago en torno a los US$ 400 por tonelada no tenemos dudas de que el área de soja a nivel país se mantendrá en unos 1,3 millones de hectáreas o aumentará.
¿En qué situación se encuentra la agricultura uruguaya?
Si bien la agricultura de secano está pasando por un momento difícil luego de la sequía del año pasado y el panorama actual, en los últimos años se dieron ciertos cambios que ayudan a desafiar con optimismo el futuro. Si miramos 10 años hacia atrás ya no somos soja dependiente, hoy tenemos cinco cultivos al año, que nos permiten diversificar y optimizar recursos.
Hay una agricultura integrada con ganadería, ya sea pastoril, usando aquellos suelos con menor aptitud agrícola; o de engorde a corral, con los granos forrajeros que produce la agricultura.
Y por último, y no menor, genética de muy alto potencial en las diferentes especies adaptadas a nuestros ambientes, acompañada de un paquete tecnológico que nos ha permitido crecer en rendimientos, ayudando a diluir los costos del sistema.