Y para el otro lado del establecimiento, hay un proyecto para instalar otros ocho equipos de riego, para 450 hectáreas, con otra represa del mismo volumen, de aproximadamente 1,5 millones de metros cúbicos de agua.
El empresario manifestó su convencimiento sobre la utilidad de esta herramienta. “El riego es el futuro, no lo digo yo, lo dicen todos los técnicos. Estamos convencidos de que ese es el camino. Desde el primer día que hicimos agricultura dijimos que sería muy bueno contar con un equipo de riego, algo que lo veíamos muy distante y pensamos que seguramente nunca llegaríamos a realizar. En ese momento parecía algo muy complejo, por el alto costo y el manejo”, comentó.
Pero destacó que “hoy en día, con las herramientas de los proyectos de inversión, además de las tecnologías que hay, que son de muy fácil manejo, dan ganas de seguir adelante con el riego, porque el cultivo necesita agua, sino no anda. El agua es vital para el productor que quiere hacer agricultura”.
“Quizás se use mucho o se use poco, pero lo bueno es que esté disponible y funcione cuando realmente se precisa. El año pasado fue muy bueno en cuanto a lluvias, pero en un año que viene complicado el riego hace la diferencia”, afirmó.
Encalado
El encalado fue otra tecnología que implementó la empresa, aunque “nos costó un montón, nos quitó el sueño muchos años”, dijo Fernández. Recordó que “hace seis años encalamos por primera vez, y fue complejo, porque no había máquinas apropiadas, porque cuando teníamos máquina no conseguíamos la cal, o porque había viento y no se podía aplicar. Era muy complicado”.
Comentó que luego probaron con diferentes maquinarias, que no era las más adecuadas, pero “cuando afrontas estas inversiones querés que quede bien o lo mejor posible”. Con el paso del tiempo “se nos ocurrió traer la cal, dejarla disponible en Durazno, para que fuera más fácil la logística, y compramos la máquina adecuada para la aplicación. Y hoy es una práctica similar a la fertilización, es muy fácil y rápido de implementar”, señaló.
Describió que cuando se encaló la primera chacra “estábamos con 4,6 de pH, eran niveles muy bajos y no se podía hacer agricultura”. Indicó que aplicaron 2.000 o 2.200 kilos de cal dolomítica y el pH pasó a 5,4. “Así volvimos a hacer sojas de 2.500 kilos por hectárea y más”, destacó.
Luego elaboraron un proyecto “con gente que sabía de suelos, para encalar 300 o 400 hectáreas todos los años, y hoy en día hacemos 500 hectáreas de encalado, sin problema, y los pH no bajan de 5”, resaltó. Y este “fue el primer año que reencalamos los campos”, comentó.
Al contar con disponibilidad de cal y con la maquinaria, la empresa también está brindando servicios a otros productores. “Como vimos que era muy engorroso el sistema, de los camiones, dónde acopiar la cal, la máquina, pensamos en ofrecer el servicio integral, llave en mano”, dijo. Y explicó que el precio del servicio depende de los kilos que se quieran aplicar.
Sistema agrícola
La empresa cuenta con 4.000 hectáreas, donde el 50% se destina a la agricultura, que es gestionada por Andrés, y el 50% a la ganadería, que está a cargo de su hermano Guillermo. “En estos años que estamos trabajando juntos nos hemos complementado muy bien, y tenemos ambiciones de seguir adelante, siempre con mucho respeto y ganas de trabajar”, dijo Andrés.
En las 2.000 hectáreas agrícolas la empresa siembra unas 500 hectáreas con gramíneas –sorgo y maíz– y unas 1.500 hectáreas de soja de primera, y esa área va rotando cada año.
Luego de la cosecha de soja se siembra avena para el pastoreo del ganado en invierno, y eso también les permite contar con las chacras temprano, para volver a sembrar soja de primera, que “es lo que mejor anda en estos campos”, explicó.
La avena se siembra en mayo, cuando empiezan a caer las primeras heladas, y es cuando compran ganado a buenos precios, para que entre en esas avenas. Además, cuando empieza a faltar la oferta de ganado gordo para los frigoríficos, “es cuando empezamos a tener ganado pronto y hacemos una diferencia”, señaló.
Fernández también comentó que los campos de la empresa “son muy dóciles”, porque “no son de greda”, sino “arenosos” y no hay compactación, y “con un rastrón, con un rombo colonizador, herramientas que sean fáciles de pasar, logramos una cama de siembra espectacular”.
Señaló que “en un año normal la soja de primera rinde unos 2.500 kilos por hectárea, de ahí para arriba”. En un año bueno “llegamos a 2.800 o 3.000 kilos, y en un año malo de 1.800 a 2.000 kilos por hectárea”, indicó.
El legado
La firma Abuelo Paulino SRL está integrada por Andrés y Guillermo Fernández, además de su madre y su tía. El nombre es en homenaje a su abuelo, de quien siguen el legado de “trabajar muchísimo, pasando de generación en generación la cultura del trabajo y la tenacidad, que nos permite llegar a los objetivos”, dijo Andrés.
Recordó que su abuelo les insinuó que lo acompañaran en el campo y a comprar ganado en las ferias ganaderas de Tacuarembó y Rivera, a las que incluso iban en avioneta.
Comentó que luego de estudiar técnico en Administración “me puse de lleno a trabajar con él, en ese momento también tenía carnicerías”. “Vi que en el campo había un futuro muy grande y había que desarrollarlo. Vimos que había otra forma de hacer las cosas, que no fuera solo la ganadería. Así empezamos a hacer algo de agricultura y un corral. Empezamos con un área chica, de 50 hectáreas, y el abuelo siempre quería hacer más”, valoró.