—Pueden haber ciertas justificaciones: un escenario internacional donde todos los países están enfrentando presiones, y precios de algunos productos que subieron de manera importante. Nos podríamos conformar con que la inflación estuvo un poquito más baja que el año anterior. Pero lo importante es ser muy autocríticos; nos cuesta no haber llegado al rango y nos cuesta en el fuerte ejercicio que estamos haciendo de tratar de influir en las expectativas. Porque, en realidad, sé que el 2021 lo cerré en niveles (de inflación) parecidos a los de los demás países, pero nada me asegura que este año, si los demás países bajan, Uruguay va a bajar así nomás, mientras tenga las expectativas donde están. Algún elemento positivo se puede sacar del 7,96%, pero la principal conclusión es que hay que seguir trabajando mucho más para continuar bajando las expectativas.
En el forward guidance, pueden contribuir muchísimo los siguientes pasos que el banco va a dar hacia delante. En estos últimos años, con la pandemia pegando muy fuerte, era muy difícil anticipar lo que se iría haciendo, porque no puede pasar que digas algo y tengas que ir para atrás. El mensaje del Comité es muy claro y se va hacia un endurecimiento de la política. Esta señal que dimos ahora de ya marcar cuál sería nuestro comportamiento en las siguientes dos sesiones, si bien no está grabado sobre piedra, es seguramente lo que ocurra si no pasa nada extremadamente extraño. Y tendremos que agregarle otros elementos, cosas que hicimos el año pasado que habrá que reforzarlas. Habrá que mejorar más la comunicación y llegar a agentes a los que seguimos sin llegarles; nos espera un 2022 con mayores desafíos.
Por supuesto, no es solo comunicación; es más comunicación sobre una política que va a ir tomando otro sesgo.
—Para el analista Javier de Haedo la inflación de 8% significa que volvió a su “zona de confort”. ¿Ese nivel es con el que los agentes económicos se sienten cómodos y es aceptado como estructural para Uruguay?
—Ahí es donde nosotros capaz que no llegamos a todo el público… Hemos hecho un esfuerzo de mostrar evidencia donde claramente el 8% no es la inflación óptima. El 8% hace que los agentes tomen decisiones que no son las más eficientes y hace que la economía no funcione de la mejor forma. Es una frase que hemos repetido: la mejor contribución que podemos hacer al crecimiento económico es bajar la inflación.
No nos podemos quedar en un conformismo. Si tengo una manzana en la mano y la suelto, se cae en Uruguay, y también se cae en Francia, en Estados Unidos o en Malasia; la ley de gravedad funciona. Soy consciente de las dificultades y ciertas cuestiones estructurales que pueden hacer que a Uruguay le cueste un poco más que a otros países anclar las expectativas y bajarlas. Pero que es posible no hay ninguna duda, y en eso vamos a seguir trabajando hasta conseguir anclar las expectativas.
—Miguel Mello, investigador en el BCU, dijo en diciembre en un evento de la Sociedad de Economistas del Uruguay que el rango carece de “credibilidad” y que su “verdadero” techo es de 10%. ¿No es peligroso, en términos de credibilidad, achicar el rango a 3-6% como está resuelto que ocurra a partir de setiembre?
—Coincido con Miguel en esa percepción y eso mismo está reflejado en el documento que publicamos con Gerardo Licandro hace ya unos cuantos meses. Ese diagnóstico es el que justamente queremos dar vuelta. Queremos que esa percepción de que el banco actúa entre 8% y 10% no exista más, y que vamos por el rango de entre 3% y 6%. Eso es el trabajo de convicción que debemos hacer.
En Perú o en Paraguay los empresarios tienen ancladas las expectativas. ¿Por qué en Uruguay no? Seguramente con una inercia mucho más larga, la tarea puede ser más difícil, pero vamos a seguir insistiendo, porque no hay otro camino. Estamos seguros de que vamos a lograr convencer.
Hay ciertas señales que van tomando efecto. Previo a agosto había algunos que decían: “No, no van a subir nunca la tasa” ¡Y la subimos! Y ahora decidimos subir un poco más el ritmo. Esas señales van a ir marcando que el BCU está para actuar y que lo seguirá haciendo de manera consecuente para alinear las expectativas. Estamos confiados en que lo vamos a conseguir.
—La tasa de política monetaria intenta influir sobre el costo del dinero en el mercado y por esa vía, enlentecer el proceso inflacionario. ¿Se ha visto el efecto sobre ese canal?
—Las tasas de préstamos a empresas responde, sin ninguna duda; y las del consumo están tan altas, que a veces no se perciben las variaciones.
Lo que ha costado es influir en el canal de las expectativas: en los analistas y los mercados financieros reaccionaron muy bien desde el principio y ahora se han quedado quietas o han subido un poquito. Notoriamente las expectativas de los empresarios son el núcleo duro.
— ¿Hay un problema de inconsistencia en las políticas allí? Muchos empresarios van a los Consejos de Salarios y acuerdan aumentos por encima de las pautas del gobierno…
— ¡Y sí, hay que insistir! Claramente es un proceso que puede ser más largo que en otros países, pero que es posible.
La formación de expectativas en Uruguay tiene mucho de mirar hacia atrás. Está bien, la realidad es que la inflación en 2021 terminó en 7,96% y a partir de ese dato es más complejo convencer a un empresario de que va a bajar, porque mira mucho hacia atrás. Lo que haremos es seguir insistiendo, dando señales en cuanto a que la política monetaria se irá poniendo más restrictiva. La palabra clave es perseverancia. Ese es el camino.
—¿Cree que la inflación anual este año terminará dentro del rango con un techo en 6%?
—Sí, sí, sin duda. Nuestras proyecciones dan eso, claramente.
—Con tasas en pesos cada vez más altas, ¿descarta el riesgo de un fenómeno de pasaje de los agentes a la moneda nacional —“ carry trade”— y un posible efecto negativo sobre el tipo de cambio real, como ven algunos analistas?
—El mercado cambiario responde a muchas fuerzas que operan para uno u otro lado. Está este elemento de la suba de la tasa, pero también los movimientos que hagan Estados Unidos, la situación brasileña y el turismo, que en enero siempre tiene algún efecto. Hay muchos pronósticos de carry trade desde agosto y no solo no ha habido, si no que no hemos visto flujo de ingresos de capitales del exterior. No esperamos ningún signo de que el tipo de cambio vaya para un lado o para el otro; esa, justamente, es la gran virtud del tipo de cambio flotante. Veo que muchas veces las preocupaciones son excesivas con respecto a lo que efectivamente pasa.
—El año pasado el BCU puso sobre la mesa el tema de la desdolarización económica. ¿La inflación todavía alta enlentece esa agenda?
—Se hizo un trabajo bien importante en reuniones con las cámaras de Industrias, de la Construcción, los promotores inmobiliarios, los importadores de autos y varios más. De ahí fueron saliendo una serie de ideas y, de hecho, ya hay un pequeño plan de lo que haremos este año. Esto es como ir preparando el terreno, porque no tiene demasiado sentido ir más fuerte mientras no tengamos niveles de inflación menores. Mientras estemos en 7,96%, resulta más difícil. Pero claramente vamos a seguir trabajando este año. No es que uno baja la cortina y dice: “desdolarización no”. Desdolarización sí, aunque al tener la inflación en el nivel en que está, se hace difícil.
Por otro lado, la desdolarización es un aspecto que hay que tener en el horizonte cuando, por ejemplo, tomamos decisiones en torno al sistema de pago. Si generamos algún instrumento en el sistema de pagos, claramente debería estar pensado para los pesos.
Una de las cosas que vamos a trabajar fuerte este año es con el resto del sector público, porque hay algunos incentivos que no están del todo bien alineados. Esto puede ser en la construcción de viviendas u otros llamados en los que se sesga hacia el dólar, cuando en realidad deberían hacerlo hacia el peso o por lo menos que sea neutro. También en la comunicación hay un uso del lenguaje con excesiva mención al dólar.
—Cuando asumió el cargo dijo que se proponía buscar apoyo político para introducir cambios legales que le den al BCU más independencia y le impongan una “mayor y mejor rendición de cuentas” de sus objetivos. ¿Ese sigue siendo un propósito para usted?
—La rendición de cuentas ya existe como un informe al Poder Legislativo, aunque con un artículo que no obliga a dar demasiadas explicaciones. De todas maneras, entiendo que en el informe que enviamos el año pasado hicimos el esfuerzo de dar mayores explicaciones y haremos lo mismo este año. Lo importante es consolidar esas instituciones: la mayor independencia y grabar en piedra que cualquiera que esté en el Directorio del BCU siempre termina rindiendo cuentas.
El otro aspecto, que requiere alguna reforma de la Carta Orgánica, es un pendiente. Es un elemento importante para potenciar la política monetaria. Pero sinceramente no veo que este sea el momento para transitar ese camino.
- Recuadro de la entrevista
El dinero digital que emitirá el BCU, el sistema de pagos que lo tiene “nada conforme” y criptos como Coca-Cola